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AFTER4

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doctor Tran, un portento de la salud mental.<br />

Bueno, en realidad, no. Es un timador de primera. Le pago cien pavos la hora para que escuche<br />

cómo hablo de Tessa dos días a la semana... Pero me viene bien hablar con alguien de toda la mierda<br />

que me ronda por la cabeza, y a él no se le da mal escucharme.<br />

—Landon me ha dicho que te recuerde que siente mucho no poder estar aquí. Nueva York lo<br />

mantiene muy ocupado —me dice Karen cuando apaga el motor—. Le he prometido que te haría<br />

muchas fotos.<br />

—Guay. —Le sonrío y salgo del coche.<br />

El edificio está hasta los topes, las gradas llenas de padres orgullosos, familiares y amigos.<br />

Asiento en dirección a Karen cuando me saluda con la mano desde su puesto en primera fila.<br />

Supongo que ser la esposa del rector tiene sus ventajas, entre ellas, asientos de primera el día de la<br />

graduación, que es una cosa divertidísima.<br />

No puedo evitar buscar a Tessa entre la multitud. Es imposible ver la mitad de las caras porque<br />

las luces son demasiado brillantes y cegadoras. No quiero saber lo que esta extravagancia le cuesta a<br />

la universidad. Encuentro mi nombre en un gráfico que explica dónde tenemos que sentarnos y le<br />

sonrío a la encargada de buscarnos sitio. Está cabreada, imagino que es porque no vine al ensayo. En<br />

serio, no puede ser tan difícil. Te sientas. Te llaman. Te levantas y echas a andar. Recoges un papel<br />

que no vale para nada. Echas a andar y vuelves a sentarte.<br />

Cómo no, cuando me siento en mi sitio, la silla de plástico es incómoda y el pavo que hay a mi<br />

lado está sudando más que un cubito de hielo en el Sahara. Se retuerce la ropa, tararea algo para sí y<br />

le tiembla la rodilla. Me dan ganas de decirle algo hasta que me doy cuenta de que yo estoy haciendo<br />

exactamente lo mismo, aunque no sudo como un cerdo.<br />

No sé cuántas horas han transcurrido —a mí me parecen por lo menos cuatro— cuando por fin<br />

oigo mi nombre. El modo en que me mira todo el mundo es muy raro, y siento náuseas y me apresuro<br />

a desaparecer del estrado en cuanto veo que a Ken se le llenan los ojos de lágrimas.<br />

Tengo que esperar a que acaben con todo el alfabeto para ir a buscarla. Para cuando llegan a la<br />

«V», me planteo levantarme e interrumpir la ceremonia. ¿Cuánta gente hay cuyo apellido empiece por<br />

«V»?<br />

Pues parece ser que un montón.<br />

Por fin, después de haber superado varios grados de aburrimiento, cesan los aplausos y se nos<br />

permite levantarnos de nuestros asientos. Yo salto del mío, pero Karen viene corriendo a darme un<br />

abrazo. Cuando me parece que ya la he tolerado bastante, me disculpo a mitad de su discurso lloroso<br />

de felicitación y corro a buscarla.<br />

Sé que está aquí. Puedo sentirlo.<br />

Llevo dos meses sin verla, dos putos meses, y estoy que me va a dar algo del subidón de<br />

adrenalina cuando al fin la veo cerca de la salida. Sabía que haría algo así, que vendría e intentaría<br />

escabullirse antes de que la encontrara, pero no se lo permitiré. La seguiré hasta el coche si hace<br />

falta.<br />

—¡Tessa! —me abro paso entre las familias abrazadas para llegar hasta ella.<br />

Se vuelve justo cuando estoy apartando a un chico de un empujón.

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