AFTER4
—Mucho más. —Tess acaricia el césped con la mano—. Para mí significa mucho más. —¿Tanto como para que no te vayas? ¿O mucho más en cuanto a que estás orgullosa de mí por haber sido un buen chico pero aun así vas a marcharte? —No puedo disimular el tono quejica y patético de mi voz. —Hardin... —Menea la cabeza, seguro que está buscando una excusa. —Landon es la única persona en el mundo que sabe lo importante que eres para mí. Sabe que eres mi salvavidas, y le ha dado igual. Va a llevarte a la otra punta del país, va a dejarme sin aire en los pulmones y eso duele, ¿vale? Suspira y se muerde el labio inferior. —Cuando dices esas cosas, hace que se me olvide por qué nos estamos peleando. —¿Qué? —me peino el pelo hacia atrás y me siento en el suelo, con la espalda apoyada en el árbol. —Cuando dices esas cosas, que soy tu salvavidas, y cuando admites que algo te hace daño, me recuerda por qué te quiero tanto. La miro y noto que lo dice muy segura, a pesar de que afirma no estar segura de nuestra relación. —Sabes perfectamente que lo eres y sabes que sin ti no valgo una mierda —replico. Puede que tuviera que haber dicho que sin ella no soy nada y que necesito que me quiera, pero ya se lo he soltado a mi manera. —Lo vales —dice vacilante—. Eres una buena persona, incluso en tus peores momentos. Tengo la mala costumbre de recordarte tus errores y de tenértelos en cuenta cuando, en realidad, a mí se me dan las relaciones tan mal como a ti. Tengo tanta culpa como tú de que la nuestra se haya ido al garete. —¿Al garete? —Esto ya lo he oído demasiadas veces. —Me refiero a que nos la hemos cargado. Ha sido tan culpa mía como tuya. —¿Por qué dices que nos la hemos cargado? ¿No podemos solucionar nuestros problemas? Coge aire otra vez, ladea la cabeza y la echa atrás para mirar al cielo. —No lo sé —dice tan sorprendida como yo. —¿No lo sabes? —repito con una sonrisa en los labios. «Joder, estamos de atar.» —No lo sé. Lo tenía decidido y ahora estoy confusa porque veo que de verdad lo estás intentando, de corazón. —¿En serio? —Trato de no parecer demasiado interesado, pero se me quiebra la voz y parezco un ratoncillo. —Sí, Hardin. No estoy segura de qué debo hacer. —Nueva York no va a ayudarnos. Nueva York no va a ser el comienzo de esa nueva vida o lo que sea que crees que va a ser. Ambos sabemos que estás utilizando esa ciudad como salida fácil para esto —digo señalándonos con la mano. —Lo sé —asiente. Arranca un puñado de hierba de raíz, y no puedo evitar pensar que me encanta llevar tanto tiempo con ella y saber que eso es lo que hace siempre que se sienta en el césped. —¿Cuánto tiempo? —pregunto a continuación.
—No lo sé. De verdad que ahora quiero irme a Nueva York. Washington no me ha tratado bien. —Frunce el ceño y observo cómo me deja para sumirse en sus pensamientos. —Llevas aquí toda la vida —replico. Parpadea una vez, respira hondo y arroja las briznas de hierba a sus pies. —Exacto.
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haber sido un buen chico pero aun así vas a marcharte? —No puedo disimular el tono quejica y<br />
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—Hardin... —Menea la cabeza, seguro que está buscando una excusa.<br />
—Landon es la única persona en el mundo que sabe lo importante que eres para mí. Sabe que<br />
eres mi salvavidas, y le ha dado igual. Va a llevarte a la otra punta del país, va a dejarme sin aire en<br />
los pulmones y eso duele, ¿vale?<br />
Suspira y se muerde el labio inferior.<br />
—Cuando dices esas cosas, hace que se me olvide por qué nos estamos peleando.<br />
—¿Qué? —me peino el pelo hacia atrás y me siento en el suelo, con la espalda apoyada en el<br />
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—Cuando dices esas cosas, que soy tu salvavidas, y cuando admites que algo te hace daño, me<br />
recuerda por qué te quiero tanto.<br />
La miro y noto que lo dice muy segura, a pesar de que afirma no estar segura de nuestra relación.<br />
—Sabes perfectamente que lo eres y sabes que sin ti no valgo una mierda —replico. Puede que<br />
tuviera que haber dicho que sin ella no soy nada y que necesito que me quiera, pero ya se lo he<br />
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—Lo vales —dice vacilante—. Eres una buena persona, incluso en tus peores momentos. Tengo<br />
la mala costumbre de recordarte tus errores y de tenértelos en cuenta cuando, en realidad, a mí se me<br />
dan las relaciones tan mal como a ti. Tengo tanta culpa como tú de que la nuestra se haya ido al<br />
garete.<br />
—¿Al garete? —Esto ya lo he oído demasiadas veces.<br />
—Me refiero a que nos la hemos cargado. Ha sido tan culpa mía como tuya.<br />
—¿Por qué dices que nos la hemos cargado? ¿No podemos solucionar nuestros problemas?<br />
Coge aire otra vez, ladea la cabeza y la echa atrás para mirar al cielo.<br />
—No lo sé —dice tan sorprendida como yo.<br />
—¿No lo sabes? —repito con una sonrisa en los labios. «Joder, estamos de atar.»<br />
—No lo sé. Lo tenía decidido y ahora estoy confusa porque veo que de verdad lo estás<br />
intentando, de corazón.<br />
—¿En serio? —Trato de no parecer demasiado interesado, pero se me quiebra la voz y parezco<br />
un ratoncillo.<br />
—Sí, Hardin. No estoy segura de qué debo hacer.<br />
—Nueva York no va a ayudarnos. Nueva York no va a ser el comienzo de esa nueva vida o lo<br />
que sea que crees que va a ser. Ambos sabemos que estás utilizando esa ciudad como salida fácil<br />
para esto —digo señalándonos con la mano.<br />
—Lo sé —asiente.<br />
Arranca un puñado de hierba de raíz, y no puedo evitar pensar que me encanta llevar tanto tiempo<br />
con ella y saber que eso es lo que hace siempre que se sienta en el césped.<br />
—¿Cuánto tiempo? —pregunto a continuación.