AFTER4
del maldito apartamento. Al mirarle el culo recuerdo por qué los escondí—. Estaban en el armario. En cuanto lo digo, me vienen a la memoria imágenes de Tessa buscando sus pantalones en el armario y me echo a reír, hasta que recuerdo otra cosa que había allí y que no quería que encontrara. Busco en su rostro cualquier indicación de que la mención del armario le ha hecho recordar que encontró la maldita caja. —¿Qué? —pregunta poniéndose unos calcetines rosa. Son espantosos, peludos y con topos negros. —Nada —miento, e intento olvidar mi paranoia. —Vale... —Echa a andar. La sigo abajo, otra vez como un perrito faldero, y me siento a su lado a la enorme mesa de comedor. La tal «S» está aquí otra vez, mirando a Landon como si fuera una piedra preciosa o algo así. Es oficial: es una tía muy rara. Tessa le dirige una radiante sonrisa. —Hola, Sophia. Ella deja de mirar a Landon el tiempo justo para devolverle la sonrisa a Tessa y saludarme a mí con la mano. —Sophia me ha ayudado con el asado —exclama Karen orgullosa. Hay todo un festín en la enorme mesa de comedor, con velas y arreglos florales. Charlamos de trivialidades mientras esperamos que Karen y Sophia trinchen la carne. —Mmm, qué rico. La salsa está deliciosa —dice Tessa con el tenedor todavía en la boca. «Estas tres y la comida...» —Parece como si estuvierais hablando de porno —digo en un tono demasiado alto. Tessa me pega un puntapié por debajo de la mesa y Karen se tapa la boca y se atraganta con la comida. Todos se sorprenden cuando Sophia se echa a reír. Landon parece incómodo, pero su expresión se suaviza al verla reír tan a gusto. —Pero ¿quién dice esas cosas? —pregunta Sarah entre risas. Landon la está mirando de un modo patético, y ahora es Tessa la que sonríe. —Hardin. Hardin dice esas cosas —responde Karen con humor. «Vale, esto es muy raro.» —Ya te acostumbrarás a él. —Landon me mira un instante antes de concentrarse en su nuevo amor—. Quiero decir, en caso de que vengas mucho por casa. No doy por sentado que vayas a venir a menudo. —Se pone rojo como un tomate—. A menos que te apetezca, por supuesto. Aunque no doy por hecho que vaya a apetecerte... —Lo ha pillado —digo poniendo fin a su agonía. Parece que esté a punto de hacerse pis encima. —Cierto. —Le sonríe a Landon, que juro que se ha puesto azul. «Pobre.» —Sophia, ¿cuánto tiempo vas a quedarte en la ciudad? —Tessa acude al rescate y cambia de
tema para ayudar a su amigo. —Sólo unos pocos días más. Volveré a Nueva York el lunes. Mis compañeras de piso me echan mucho de menos. —¿Cuántas compañeras de piso tienes? —pregunta Tessa. —Tres, todas bailarinas. Me echo a reír. Tessa fuerza una sonrisa. —Oh, vaya... —¡Jesús! Bailarinas de ballet clásico, no strippers —aclara Sarah, y se echa a reír a carcajadas. Yo también. Me parto al ver la cara de alivio y de apuro de Tessa. A continuación, mi chica se encarga de la conversación y le pregunta toda clase de tonterías a la amiga de Landon. Yo me evado, sólo tengo ojos para los labios de Tessa mientras hablan. Me encanta cómo se detiene cada pocos bocados para limpiarse la boca con una servilleta, por si algo se le ha quedado pegado. La cena sigue su curso hasta que me aburro, casi mortalmente, y la cara de Landon sólo está un poco colorada. —Hardin, ¿ya has decidido qué vas a hacer el día de tu graduación? Sé que no quieres participar en la ceremonia, pero ¿lo has pensado bien? —me pregunta Ken mientras Karen, Tessa y Sarah recogen la mesa. —No, no he cambiado de opinión. —Me limpio los dientes con las uñas. Siempre hace lo mismo, me saca estos temas delante de Tessa para obligarme a cruzar un auditorio recargado con miles de personas sentadas en las gradas, sudando a mares y aullando como animales salvajes. —¿Cómo que no? —inquiere Tessa. La miro alternativamente a ella y a mi padre—. ¿No ibas a reconsiderarlo? —Sabe perfectamente lo que se hace. Landon sonríe como el capullo que es, y Karen y Sarah charlan en la cocina. —Yo... —empiezo a decir. «Hay que joderse.» Tessa me mira, esperanzada e inquieta, como desafiándome a negarlo—. Bueno, venga, vale. Iré a esa puñetera ceremonia de graduación — resoplo. «Menuda mierda.» —Gracias —dice Ken. Estoy a punto de contestarle que se vaya a tomar por el culo cuando caigo en la cuenta de que se lo está agradeciendo a Tessa, no a mí. —Sois un par de... —empiezo a decir, pero la cara de advertencia de Tessa me hace callar—. Sois los dos maravillosos —articulo. «Sois un par de conspiradores de cojones», repito mentalmente una y otra vez mientras ellos se sonríen satisfechos.
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del maldito apartamento. Al mirarle el culo recuerdo por qué los escondí—. Estaban en el armario.<br />
En cuanto lo digo, me vienen a la memoria imágenes de Tessa buscando sus pantalones en el<br />
armario y me echo a reír, hasta que recuerdo otra cosa que había allí y que no quería que encontrara.<br />
Busco en su rostro cualquier indicación de que la mención del armario le ha hecho recordar que<br />
encontró la maldita caja.<br />
—¿Qué? —pregunta poniéndose unos calcetines rosa. Son espantosos, peludos y con topos<br />
negros.<br />
—Nada —miento, e intento olvidar mi paranoia.<br />
—Vale... —Echa a andar.<br />
La sigo abajo, otra vez como un perrito faldero, y me siento a su lado a la enorme mesa de<br />
comedor. La tal «S» está aquí otra vez, mirando a Landon como si fuera una piedra preciosa o algo<br />
así. Es oficial: es una tía muy rara.<br />
Tessa le dirige una radiante sonrisa.<br />
—Hola, Sophia.<br />
Ella deja de mirar a Landon el tiempo justo para devolverle la sonrisa a Tessa y saludarme a mí<br />
con la mano.<br />
—Sophia me ha ayudado con el asado —exclama Karen orgullosa.<br />
Hay todo un festín en la enorme mesa de comedor, con velas y arreglos florales. Charlamos de<br />
trivialidades mientras esperamos que Karen y Sophia trinchen la carne.<br />
—Mmm, qué rico. La salsa está deliciosa —dice Tessa con el tenedor todavía en la boca.<br />
«Estas tres y la comida...»<br />
—Parece como si estuvierais hablando de porno —digo en un tono demasiado alto.<br />
Tessa me pega un puntapié por debajo de la mesa y Karen se tapa la boca y se atraganta con la<br />
comida. Todos se sorprenden cuando Sophia se echa a reír. Landon parece incómodo, pero su<br />
expresión se suaviza al verla reír tan a gusto.<br />
—Pero ¿quién dice esas cosas? —pregunta Sarah entre risas.<br />
Landon la está mirando de un modo patético, y ahora es Tessa la que sonríe.<br />
—Hardin. Hardin dice esas cosas —responde Karen con humor.<br />
«Vale, esto es muy raro.»<br />
—Ya te acostumbrarás a él. —Landon me mira un instante antes de concentrarse en su nuevo<br />
amor—. Quiero decir, en caso de que vengas mucho por casa. No doy por sentado que vayas a venir<br />
a menudo. —Se pone rojo como un tomate—. A menos que te apetezca, por supuesto. Aunque no doy<br />
por hecho que vaya a apetecerte...<br />
—Lo ha pillado —digo poniendo fin a su agonía. Parece que esté a punto de hacerse pis encima.<br />
—Cierto. —Le sonríe a Landon, que juro que se ha puesto azul. «Pobre.»<br />
—Sophia, ¿cuánto tiempo vas a quedarte en la ciudad? —Tessa acude al rescate y cambia de