AFTER4
toneladas de malditos bebés esperando a que unos padres los compren. Todo irá bien. Sé que no ha aceptado mi proposición de matrimonio, ni siquiera la de tener una relación conmigo, y espero que no aproveche la oportunidad para recordármelo justo ahora. Se ríe con suavidad. —¿«Malditos bebés»? Por favor, dime que no crees que haya una tienda en el centro a la que puedes ir y comprar un bebé. —Se lleva la mano a la boca para evitar reírse de mí. —¿Ah, no? —bromeo—. Entonces ¿qué es eso de Babies’R’us? —¡Madre mía! —exclama, e inclina la cabeza hacia atrás muerta de risa. Acorto la poca distancia que nos separa y le cojo la mano. —Si esa maldita tienda no está llena de bebés en fila, listos para ser comprados, la denunciaré por publicidad engañosa. Le ofrezco mi mejor sonrisa y ella suspira, aliviada de poder reírse. Lo sé de alguna forma. Sé exactamente qué es lo que está pensando. —Necesitas ayuda —dice retirando su mano de la mía y poniéndose en pie. —Sí —respondo mientras veo borrarse su sonrisa—, la necesito.
CAPÍTULO 59 Hardin —No conozco a nadie que haya cruzado tantas veces el estado de Washington como vosotros —dice Landon sentado en el sofá de casa de mi padre. Tras la carcajada colectiva, se hace el silencio. He convencido a Tessa de que deberíamos volver aquí y pasar un rato con Landon antes de que se mude para siempre. Creía que se apuntaría al instante, le encanta ver a Landon, pero lo pensó mucho antes de aceptar. La esperé en su cama un buen rato mientras, por alguna razón, metía en la bolsa todas sus cosas, y luego la esperé en el coche mientras tardaba una eternidad en despedirse de Kimberly y de Vance. Me quedo mirando a Landon. —Tampoco es que conozcas a tanta gente, así que no es muy difícil —lo pincho. Mira a Karen, que está sentada en una silla, y sé que quiere soltarme una réplica ingeniosa, pero se muerde la lengua porque su madre está delante. Últimamente se le da mejor devolvérmelas. Se limita a poner los ojos en blanco y a decir: —Ja, ja —y vuelve a concentrarse en el libro que tiene en el regazo. —Me alegro de que hayáis llegado bien. —La voz de Karen es suave, y me sonríe. Aparto la mirada—. Tengo la cena en el horno. Estará lista enseguida. —Voy a cambiarme —anuncia Tessa detrás de mí—. Gracias por dejar que vuelva a quedarme aquí —y desaparece escaleras arriba. Me quedo unos segundos al pie de la escalera antes de seguirla como un perrito faldero. Cuando entro en la habitación, está en bragas y sujetador. —Qué oportuno soy —mascullo cuando me mira bajo el umbral. Se cubre el pecho con las manos y luego intenta taparse también las caderas, y no puedo evitar sonreír. —¿No te parece que ya es un poco tarde para eso? —Cállate —me regaña al tiempo que se pone una camiseta por encima del pelo mojado. —Sabes que lo de callarme no es mi fuerte. —Y ¿cuál es tu fuerte? —me provoca meneando las caderas mientras se pone los pantalones. Son esos pantalones. —Hacía mucho tiempo que no te ponías las mallas de hacer yoga... —Me acaricio mi barba incipiente mientras contemplo la tela negra y ajustada que se le pega al cuerpo. —No empieces con los pantalones —me advierte levantando un dedo insolente—. Me los habías escondido, por eso no he podido ponérmelos. —Sonríe, aunque parece sorprendida de lo fácil que le resulta estar de buen humor conmigo. Endurece la mirada y se yergue. —No es verdad —miento al tiempo que me pregunto cuándo debió de encontrarlos en el armario
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CAPÍTULO 59<br />
Hardin<br />
—No conozco a nadie que haya cruzado tantas veces el estado de Washington como vosotros —dice<br />
Landon sentado en el sofá de casa de mi padre.<br />
Tras la carcajada colectiva, se hace el silencio. He convencido a Tessa de que deberíamos<br />
volver aquí y pasar un rato con Landon antes de que se mude para siempre. Creía que se apuntaría al<br />
instante, le encanta ver a Landon, pero lo pensó mucho antes de aceptar. La esperé en su cama un<br />
buen rato mientras, por alguna razón, metía en la bolsa todas sus cosas, y luego la esperé en el coche<br />
mientras tardaba una eternidad en despedirse de Kimberly y de Vance.<br />
Me quedo mirando a Landon.<br />
—Tampoco es que conozcas a tanta gente, así que no es muy difícil —lo pincho.<br />
Mira a Karen, que está sentada en una silla, y sé que quiere soltarme una réplica ingeniosa, pero<br />
se muerde la lengua porque su madre está delante. Últimamente se le da mejor devolvérmelas.<br />
Se limita a poner los ojos en blanco y a decir:<br />
—Ja, ja —y vuelve a concentrarse en el libro que tiene en el regazo.<br />
—Me alegro de que hayáis llegado bien. —La voz de Karen es suave, y me sonríe. Aparto la<br />
mirada—. Tengo la cena en el horno. Estará lista enseguida.<br />
—Voy a cambiarme —anuncia Tessa detrás de mí—. Gracias por dejar que vuelva a quedarme<br />
aquí —y desaparece escaleras arriba.<br />
Me quedo unos segundos al pie de la escalera antes de seguirla como un perrito faldero. Cuando<br />
entro en la habitación, está en bragas y sujetador.<br />
—Qué oportuno soy —mascullo cuando me mira bajo el umbral.<br />
Se cubre el pecho con las manos y luego intenta taparse también las caderas, y no puedo evitar<br />
sonreír.<br />
—¿No te parece que ya es un poco tarde para eso?<br />
—Cállate —me regaña al tiempo que se pone una camiseta por encima del pelo mojado.<br />
—Sabes que lo de callarme no es mi fuerte.<br />
—Y ¿cuál es tu fuerte? —me provoca meneando las caderas mientras se pone los pantalones. Son<br />
esos pantalones.<br />
—Hacía mucho tiempo que no te ponías las mallas de hacer yoga... —Me acaricio mi barba<br />
incipiente mientras contemplo la tela negra y ajustada que se le pega al cuerpo.<br />
—No empieces con los pantalones —me advierte levantando un dedo insolente—. Me los habías<br />
escondido, por eso no he podido ponérmelos. —Sonríe, aunque parece sorprendida de lo fácil que le<br />
resulta estar de buen humor conmigo. Endurece la mirada y se yergue.<br />
—No es verdad —miento al tiempo que me pregunto cuándo debió de encontrarlos en el armario