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—¿Crees que me la tiré? Te dije que no lo hice. No toqué a nadie en Londres.<br />

—Dijiste eso y luego estuviste a punto de sacudir el condón usado en mi cara.<br />

—No me la follé, Tessa. Mírame. —Intento convencerla, pero se vuelve otra vez—. Sé que pudo<br />

parecerlo...<br />

—Lo que parecía es que llevaba puesta tu camiseta.<br />

No me gustaba nada cómo le sentaba mi camiseta a Janine, pero no hubo forma de que se callara<br />

hasta que se la di.<br />

—Sé que la llevaba, pero no me la tiré. ¿Eres tan ilusa como para pensar que haría algo así?<br />

Mi corazón se acelera sólo de pensar que he dejado que ande por ahí desde entonces con la<br />

cabeza llena de mentiras. Debería haberme dado cuenta de que no quedó claro cuando hablamos.<br />

—Estaba encima de ti todo el tiempo, Hardin, ¡en mis propias narices!<br />

—Me besó e intentó chupármela, eso es todo.<br />

Tessa hace un chasquido con la lengua y cierra los ojos.<br />

—Ni siquiera se me puso dura con ella. Sólo contigo —digo en un intento de explicarme mejor,<br />

pero ella sacude la cabeza y levanta las manos para pedirme que pare.<br />

—Deja de hablar de ella, me pone mala —replica, y ahora sé que va en serio.<br />

—Yo también me puse malo. Vomité allí mismo después de que me tocara.<br />

—¿Cómo? —Tessa me mira fijamente.<br />

—Tuve que ir corriendo al baño a vomitar porque me puse malísimo cuando me tocó. No pude<br />

soportarlo.<br />

—¿Eso hiciste?<br />

Me pregunto si debería preocuparme por la sonrisilla que veo aparecer en sus labios al contarle<br />

mi experiencia con el vómito.<br />

—Eso hice. —Le sonrío intentando quitarle hierro a la situación—. No hace falta que te alegres<br />

tanto —digo, pero si esto consigue animarla, por mí, adelante.<br />

—Bien, espero que te pusieras malo de verdad —replica, y ahora sonríe ampliamente.<br />

«Menuda relación desastrosa la nuestra.<br />

»Desastrosa pero perfecta; esto es así.»<br />

—¡De verdad! —exclamo aprovechando el momento—. Me puse fatal. Siento que hayas pensado<br />

eso todo este tiempo. Ahora entiendo que estuvieras cabreada conmigo.<br />

Parece tener sentido que lo estuviera, aunque últimamente siempre lo está.<br />

—Ahora que ya sabes que no te puse los cuernos —prosigo levantando una ceja sarcástica—,<br />

¿volverás a aceptarme y me dejarás que haga de ti una mujer de provecho?<br />

Me golpea con la cabeza y dice:<br />

—Me has prometido que ibas a dejar de decirme eso.<br />

—No lo he prometido. No he usado la palabra promesa —repongo.<br />

«Me va a pegar un tortazo en cualquier momento.»<br />

—¿Vas a contarle a alguien más lo de los bebés? —le digo para cambiar de tema, más o menos.<br />

—No. —Se muerde el labio—. No creo, al menos no en un futuro cercano.<br />

—Nadie tiene que saberlo hasta que adoptemos dentro de unos años. Estoy seguro de que hay

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