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AFTER4

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colcha dobladas de una forma que sabes que es imposible imitar. Lo he intentado, pero es imposible<br />

hacer la cama como la hace ella.<br />

—¡Tessa! —la llamo mientras camino hasta el baño al fondo del pasillo y entro. Cierro los ojos<br />

antes de encender la luz. Al no oír nada, los abro de nuevo.<br />

Nada.<br />

Me está costando respirar, pero voy a la siguiente habitación. «¿Dónde coño se habrá metido?»<br />

—¡Tess! —vuelvo a gritar, más fuerte esta vez.<br />

Después de buscar por casi toda la mansión, apenas si puedo respirar. ¿Dónde está? La única<br />

habitación que me falta es el dormitorio de Vance y una habitación cerrada en el piso de arriba. No<br />

sé si quiero abrir esa puerta...<br />

Voy a mirar en el porche y el jardín y, si no está allí, no tengo ni idea de lo que haré.<br />

—¡Theresa! ¿Dónde estás? Te juro que esto no es divertido...<br />

Sin embargo, dejo de gritar en cuanto detecto una sombra acurrucada en una de las hamacas del<br />

porche.<br />

Al acercarme, veo que Tessa tiene las rodillas pegadas al cuerpo y los brazos rodean su pecho,<br />

como si se hubiera quedado dormida mientras intentaba hacerse un ovillo.<br />

Toda mi rabia se desvanece cuando me arrodillo junto a ella. Retiro el pelo rubio de su cara y me<br />

propongo no estallar en carcajadas ahora que sé que está bien. Joder, estaba tan preocupado...<br />

Con el pulso acelerado, me inclino sobre ella y le acaricio con el pulgar el labio inferior. No sé<br />

por qué lo he hecho, la verdad, me ha salido así, pero juro que no me arrepiento cuando veo que abre<br />

los ojos y gimotea.<br />

—¿Qué haces aquí fuera? —pregunto con voz fuerte y cansada.<br />

Un gesto molesto me dice que le choca el volumen de mis palabras.<br />

«¿Por qué no estás dentro? Me estaba muriendo de preocupación por ti, llevo horas imaginando<br />

todo lo posible y lo imposible», quiero decirle.<br />

—Gracias a Dios que estabas dormida —me sale en su lugar—. Te he estado llamando, estaba<br />

preocupado por ti.<br />

Se sienta al tiempo que se frota el cuello como si se le fuera a caer la cabeza.<br />

—¿Hardin?<br />

—Sí, Hardin.<br />

Intenta enfocar la vista en la oscuridad mientras sigue frotándose el cuello. Cuando se mueve para<br />

ponerse en pie, una botella de vino vacía cae al suelo de hormigón del porche y se parte por la mitad.<br />

—Lo siento —se disculpa, y entonces se agacha para recoger los cristales rotos.<br />

Con cuidado, aparto su mano y rodeo sus dedos con los míos.<br />

—No toques eso. Luego lo recojo. Vayamos adentro.<br />

La ayudo a levantarse.<br />

—¿Cómo... has... has venido? —pregunta.<br />

Le cuesta hablar, y creo que no quiero saber cuánto vino más ha bebido después de que colgara.<br />

He visto por lo menos cuatro botellas vacías en la cocina.<br />

—En coche, ¿cómo si no?

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