AFTER4
Trevor es una bestia en la cama. Hubo azotes, se llamaban cosas guarras y todo eso. Estallo en carcajadas como una colegiala atolondrada; una colegiala que ha bebido demasiado vino. —¡No puede ser! No puedo imaginarme al dulce Trevor azotando a nadie. La simple imagen hace que me ría aún más, y sacudo la cabeza intentando no pensar mucho en ello. Trevor es atractivo, muy atractivo, pero es tan correcto y dulce que cuesta creerlo. —¡Te lo juro! Christian estaba seguro de que la tenía atada a la mesa o algo porque, cuando lo vio al día siguiente, ¡estaba desatando algo de las esquinas! Kimberly hace gestos en el aire y un chorro de vino frío sale disparado de mi nariz. Cuando acabe esta copa, voy a parar. ¿Dónde está Hardin, la autoridad en materia de alcohol, cuando lo necesito? «Hardin.» El corazón se me acelera y la risa se me corta de golpe hasta que Kimberly añade otro escabroso detalle a la historia: —He oído que tiene una fusta en su despacho. —¿Una fusta? —pregunto bajando la voz. —Fusta de cuero, busca en Google. —Se ríe. —No me lo puedo creer... Es tan dulce y amable... ¡No puede ser que ate a una mujer a su mesa y se lo monte con ella así! No me lo puedo imaginar siquiera. Mi mente traicionera controlada por el vino empieza a imaginarse a Hardin, y mesas, y ligaduras y azotes... —¿Quién se lo monta en su despacho si no? Por Dios, ¡si las paredes son de papel! Estoy boquiabierta. Aparecen en mi mente imágenes reales intermitentes, recuerdos de Hardin haciéndome apoyar en mi escritorio, y mi piel, ya estaba caliente, se ruboriza y arde. Kimberly me dirige una mirada cómplice y echa la cabeza atrás. —Supongo que los mismos que se lo montan en los gimnasios de casas ajenas —me acusa con una risita. La ignoro a pesar de la horrible vergüenza que siento. —Volviendo a Trevor —digo ocultando la cara todo cuanto puedo con mi copa. —Sabía que era rarito. Los hombres que llevan traje todos los días son siempre unos raritos. —Sólo en esas novelas subidas de tono —respondo mientras pienso en un libro que quiero leerme pero que aún no he podido. —Esas historias tienen que salir de alguna parte, ¿no? —me guiña un ojo—. No dejo de pasar por delante del despacho de Trevor esperando oír cómo lo hacen, pero no ha habido suerte... de momento. Lo absurdo de esta noche me ha hecho sentir ligera de una forma que hacía tiempo que no me sentía. Intento atrapar este sentimiento y mantenerlo agarrado a mi pecho con fuerza todo cuanto pueda, no quiero que se me escape. —Quién iba a imaginar que Trevor fuera tan rarito, ¿eh? —añade Kim. Mueve arriba y abajo las
cejas y yo sacudo la cabeza. —Puto Trevor —digo, y espero en silencio a que Kimberly estalle en carcajadas. —¡Puto Trevor! —chilla, y yo me uno a ella, pensando en el nombrecito mientras lo repetimos por turnos con nuestras mejores impresiones de su creador.
- Page 145 and 146: CAPÍTULO 36 Tessa La lluvia ha reg
- Page 147 and 148: Resopla. —¿Amigo? ¡Sabes perfec
- Page 149 and 150: CAPÍTULO 37 Tessa Mis pies descalz
- Page 151 and 152: los faros que nos iluminan. —Ento
- Page 153 and 154: —Madre, ¿quieres dejarlo ya? No
- Page 155 and 156: ecordar qué me pasó por la cabeza
- Page 157 and 158: CAPÍTULO 39 Tessa Me despierto al
- Page 159 and 160: —¿Te importa que sea yo quien se
- Page 161 and 162: CAPÍTULO 40 Tessa —¡Tessie! ¡E
- Page 163 and 164: CAPÍTULO 41 Hardin El clima aquí
- Page 165 and 166: —¿Cuántas veces tengo que decí
- Page 167 and 168: CAPÍTULO 42 Tessa —Nueva York es
- Page 169 and 170: Los shorts deportivos que lleva le
- Page 171 and 172: —sugiere con su tono comprensivo
- Page 173 and 174: —Un iPhone. —Hago girar el tel
- Page 175 and 176: —Deja de pensar. Desconecta la me
- Page 177 and 178: sucederá cuando vuelva en sí, cua
- Page 179 and 180: CAPÍTULO 45 Tessa Aquí estoy, aqu
- Page 181 and 182: —Iré contigo —me dice sin más
- Page 183 and 184: ni está tan claro. Hay tantas cosa
- Page 185 and 186: luces. Ken se acerca por la espalda
- Page 187 and 188: golpes por culpa de sus errores. La
- Page 189 and 190: intentando ponerles remedio a veint
- Page 191 and 192: —Está... Entonces Kimberly entra
- Page 193 and 194: Cierro los puños y ella asiente—
- Page 195: —Es verdad. Se está aprovechando
- Page 199 and 200: para intentar enmendarlos. Si pudie
- Page 201 and 202: Sí, ¿qué haces despierta a estas
- Page 203 and 204: CAPÍTULO 49 Hardin La voz familiar
- Page 205 and 206: —Steph se ha ido de todas formas.
- Page 207 and 208: Quiero saber por qué Tessa ha vuel
- Page 209 and 210: No seas tan formal. ¿Qué haces en
- Page 211 and 212: que hacer, nadie con quien hablar.
- Page 213 and 214: —Es raro que alguien sea una buen
- Page 215 and 216: CAPÍTULO 52 Hardin He llamado cuar
- Page 217 and 218: —¿Hasta aquí? ¿Qué hora es? L
- Page 219 and 220: la piel y amenaza con rajarla y par
- Page 221 and 222: destrozado como si no significara n
- Page 223 and 224: —¿Qué... qué dije anoche, Hard
- Page 225 and 226: tiempo justo para quitarme la camis
- Page 227 and 228: CAPÍTULO 54 Tessa La tensión pued
- Page 229 and 230: CAPÍTULO 55 Hardin Kimberly está
- Page 231 and 232: —Vale. Podemos llevarnos lo que s
- Page 233 and 234: mujer y él me haya interrumpido, p
- Page 235 and 236: CAPÍTULO 56 Hardin Después de pas
- Page 237 and 238: decirle nada mientras atravesamos l
- Page 239 and 240: CAPÍTULO 57 Tessa Hardin y Vance i
- Page 241 and 242: —No, Hardin. Sólo a Kimberly. Te
- Page 243 and 244: —¿Crees que me la tiré? Te dije
- Page 245 and 246: CAPÍTULO 59 Hardin —No conozco a
Trevor es una bestia en la cama. Hubo azotes, se llamaban cosas guarras y todo eso.<br />
Estallo en carcajadas como una colegiala atolondrada; una colegiala que ha bebido demasiado<br />
vino.<br />
—¡No puede ser!<br />
No puedo imaginarme al dulce Trevor azotando a nadie. La simple imagen hace que me ría aún<br />
más, y sacudo la cabeza intentando no pensar mucho en ello. Trevor es atractivo, muy atractivo, pero<br />
es tan correcto y dulce que cuesta creerlo.<br />
—¡Te lo juro! Christian estaba seguro de que la tenía atada a la mesa o algo porque, cuando lo<br />
vio al día siguiente, ¡estaba desatando algo de las esquinas!<br />
Kimberly hace gestos en el aire y un chorro de vino frío sale disparado de mi nariz.<br />
Cuando acabe esta copa, voy a parar. ¿Dónde está Hardin, la autoridad en materia de alcohol,<br />
cuando lo necesito?<br />
«Hardin.»<br />
El corazón se me acelera y la risa se me corta de golpe hasta que Kimberly añade otro escabroso<br />
detalle a la historia:<br />
—He oído que tiene una fusta en su despacho.<br />
—¿Una fusta? —pregunto bajando la voz.<br />
—Fusta de cuero, busca en Google. —Se ríe.<br />
—No me lo puedo creer... Es tan dulce y amable... ¡No puede ser que ate a una mujer a su mesa y<br />
se lo monte con ella así!<br />
No me lo puedo imaginar siquiera. Mi mente traicionera controlada por el vino empieza a<br />
imaginarse a Hardin, y mesas, y ligaduras y azotes...<br />
—¿Quién se lo monta en su despacho si no? Por Dios, ¡si las paredes son de papel!<br />
Estoy boquiabierta. Aparecen en mi mente imágenes reales intermitentes, recuerdos de Hardin<br />
haciéndome apoyar en mi escritorio, y mi piel, ya estaba caliente, se ruboriza y arde.<br />
Kimberly me dirige una mirada cómplice y echa la cabeza atrás.<br />
—Supongo que los mismos que se lo montan en los gimnasios de casas ajenas —me acusa con<br />
una risita.<br />
La ignoro a pesar de la horrible vergüenza que siento.<br />
—Volviendo a Trevor —digo ocultando la cara todo cuanto puedo con mi copa.<br />
—Sabía que era rarito. Los hombres que llevan traje todos los días son siempre unos raritos.<br />
—Sólo en esas novelas subidas de tono —respondo mientras pienso en un libro que quiero<br />
leerme pero que aún no he podido.<br />
—Esas historias tienen que salir de alguna parte, ¿no? —me guiña un ojo—. No dejo de pasar<br />
por delante del despacho de Trevor esperando oír cómo lo hacen, pero no ha habido suerte... de<br />
momento.<br />
Lo absurdo de esta noche me ha hecho sentir ligera de una forma que hacía tiempo que no me<br />
sentía. Intento atrapar este sentimiento y mantenerlo agarrado a mi pecho con fuerza todo cuanto<br />
pueda, no quiero que se me escape.<br />
—Quién iba a imaginar que Trevor fuera tan rarito, ¿eh? —añade Kim. Mueve arriba y abajo las