AFTER4
—No exactamente. Bueno, en Londres hizo lo mismo que hace siempre, pero al final le dije que habíamos terminado. —Viendo el escepticismo en sus ojos azules, añado—: Va en serio. Estoy pensando en mudarme a Nueva York. —¿Nueva York? ¡Qué demonios! ¿Con Hardin? —exclama. Pero luego agrega boquiabierta—: Ah, lo siento, acabas de decirme que habéis roto —y se golpea la frente con la mano de forma dramática. —De hecho, me voy con Landon. Se traslada a la NYU y me ha pedido que lo acompañe. Voy a pasar el verano y, con un poco de suerte, entraré en la facultad en otoño. —Caray..., espera un momento —dice riendo. —Es un gran cambio, lo sé. Es sólo que..., bueno, necesito largarme de aquí y, como Landon también se va, me parece que todo encaja. Es una locura, una completa locura, irme a la otra punta del país, y la reacción de Kimberly es la prueba de ello. —No tienes por qué darme explicaciones —aclara—. Creo que es una buena idea, sólo que me sorprende. —Ni siquiera intenta reprimir una sonrisa—. Tú, marchándote a la otra punta del país, sin un plan y sin tomarte un año para disponerlo todo. —Es una estupidez, ¿verdad? —le pregunto no muy segura de lo que querría escuchar. —¡No! ¿Desde cuándo te muestras tan insegura? Chica, sé que has pasado por un montón de cosas, pero necesitas recomponerte. Eres joven, brillante y guapa. ¡La vida no es tan mala! Mierda, intenta curarle las quemaduras a tu prometido después de que te dé la sorpresa diciéndote que tiene un hijo ya crecidito cuando acaba de pegártela con su... —hace gestos circulares en el aire con los dedos y pone los ojos en blanco— amor perdido de la juventud y cuídalo cuando lo que deseas en realidad es partirle la crisma. No sé si intentaba ser graciosa, pero tengo que morderme la lengua para no reírme al imaginar la escena que acaba de dibujar en mi cabeza. Sin embargo, cuando se ríe un poco no puedo evitar seguirla. —En serio, no pasa nada si estás triste, pero si dejas que la tristeza controle tu vida, nunca tendrás vida. Sus palabras golpean en algún lugar entre mi yo egoísta y llorica y mis nervios por mudarme a Nueva York sin un plan firme. Tiene razón. He pasado por muchas cosas en el último año, pero ¿qué bien puede hacerme estar así? ¿Sentir tristeza y dolor por la pérdida en cada pensamiento? Por mucho que me guste la tranquilidad de no sentir nada, no soy yo misma. He notado cómo mi ser se escurría con cada pensamiento negativo, y empezaba a temer que nunca volvería a ser yo. Ahora todavía no lo soy, pero quién sabe si algún día... —Sé que tienes razón, Kim. Es que no sé cómo parar. Estoy tan enfadada todo el tiempo... —
Cierro los puños y ella asiente—. O triste. Hay mucha tristeza y dolor. No sé cómo borrarlo, y me está devorando, apoderándose de mi mente. —Bueno, no resulta tan fácil como ha podido sonar al decirlo —repone—, pero lo primero es que estés ilusionada. ¡Te mudas a Nueva York, tía! Demuéstralo. Si vas lloriqueando por las calles de la gran ciudad, no vas a hacer amigos. —Sonríe, suavizando así sus palabras. —¿Y qué si no puedo? Quiero decir, ¿qué pasa si siempre me siento así? —Pues que siempre te sentirás así, eso es todo. Pero ahora no puedes pensar así. A mis años he aprendido... —sonríe—, no son muchos años, debo decir, pero he aprendido que pasan cosas malas y hay que seguir adelante. Es una mierda y, créeme, sé que todo esto es por Hardin. Siempre es por Hardin, pero has de aceptar el hecho de que no va a darte lo que quieres y necesitas, así que haz lo que esté en tu mano por que parezca que sigues adelante sin él. Si puedes engañarlo, a él y de paso al resto, al final acabarás creyéndolo tú también y se hará realidad. —¿Crees que podría? Ya sabes, seguir adelante sin él de verdad —digo retorciendo los dedos sobre el regazo. —Voy a lanzarme y a mentirte porque es lo que necesitas oír ahora. —Kimberly se acerca a un armario y saca dos copas de vino—. Ahora mismo necesitas oír un montón de chorradas y elogios. Siempre tendrás tiempo de enfrentarte a la verdad más adelante, pero ahora... Rebusca en el cajón bajo el fregadero y coge un sacacorchos. —Ahora beberemos vino y te contaré todo tipo de historias de ruptura que hagan que la tuya parezca un juego de niños. —¿Te refieres a la película de terror?[1] —pregunto sabiendo que no hablaba de aquel horrible muñeco pelirrojo. —No, listilla. —Me da un toque en el muslo—. Me refiero a todas las mujeres que conozco que llevaban años casadas y sus maridos se tiraban a sus hermanas. Ese tipo de mierdas harán que te des cuenta de que tampoco lo tienes tan mal. Pone una copa de vino frente a mí y, cuando estoy a punto de protestar, Kim la levanta y me la pega a los labios. Una botella y media más tarde, me estoy partiendo de risa apoyada en la encimera para no caerme. Kimberly ha repasado un increíble montón de relaciones de locura, y al final he dejado de mirar el móvil cada diez segundos. De todas formas, Hardin no tiene mi número, no dejo de recordármelo. Por supuesto, estamos hablando de él, y si quiere el número encontrará la manera de conseguirlo. Algunas de las historias que Kim me ha contado en la última hora parecen demasiado increíbles para ser verdad. Estoy segura de que el vino la ha hecho adornarlas para que parecieran peores de lo que eran. La mujer que llegó a su casa y se encontró a su marido desnudo en la cama con la vecina... y su marido. La historia con demasiados detalles de la mujer que intentó cargarse a su marido pero dio la foto equivocada y el matón estuvo a punto de matar a su hermano. (Su marido acabó teniendo una vida mucho mejor que la suya.)
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habíamos terminado. —Viendo el escepticismo en sus ojos azules, añado—: Va en serio. Estoy<br />
pensando en mudarme a Nueva York.<br />
—¿Nueva York? ¡Qué demonios! ¿Con Hardin? —exclama. Pero luego agrega boquiabierta—:<br />
Ah, lo siento, acabas de decirme que habéis roto —y se golpea la frente con la mano de forma<br />
dramática.<br />
—De hecho, me voy con Landon. Se traslada a la NYU y me ha pedido que lo acompañe. Voy a<br />
pasar el verano y, con un poco de suerte, entraré en la facultad en otoño.<br />
—Caray..., espera un momento —dice riendo.<br />
—Es un gran cambio, lo sé. Es sólo que..., bueno, necesito largarme de aquí y, como Landon<br />
también se va, me parece que todo encaja.<br />
Es una locura, una completa locura, irme a la otra punta del país, y la reacción de Kimberly es la<br />
prueba de ello.<br />
—No tienes por qué darme explicaciones —aclara—. Creo que es una buena idea, sólo que me<br />
sorprende. —Ni siquiera intenta reprimir una sonrisa—. Tú, marchándote a la otra punta del país, sin<br />
un plan y sin tomarte un año para disponerlo todo.<br />
—Es una estupidez, ¿verdad? —le pregunto no muy segura de lo que querría escuchar.<br />
—¡No! ¿Desde cuándo te muestras tan insegura? Chica, sé que has pasado por un montón de<br />
cosas, pero necesitas recomponerte. Eres joven, brillante y guapa. ¡La vida no es tan mala! Mierda,<br />
intenta curarle las quemaduras a tu prometido después de que te dé la sorpresa diciéndote que tiene<br />
un hijo ya crecidito cuando acaba de pegártela con su... —hace gestos circulares en el aire con los<br />
dedos y pone los ojos en blanco— amor perdido de la juventud y cuídalo cuando lo que deseas en<br />
realidad es partirle la crisma.<br />
No sé si intentaba ser graciosa, pero tengo que morderme la lengua para no reírme al imaginar la<br />
escena que acaba de dibujar en mi cabeza. Sin embargo, cuando se ríe un poco no puedo evitar<br />
seguirla.<br />
—En serio, no pasa nada si estás triste, pero si dejas que la tristeza controle tu vida, nunca<br />
tendrás vida.<br />
Sus palabras golpean en algún lugar entre mi yo egoísta y llorica y mis nervios por mudarme a<br />
Nueva York sin un plan firme.<br />
Tiene razón. He pasado por muchas cosas en el último año, pero ¿qué bien puede hacerme estar<br />
así? ¿Sentir tristeza y dolor por la pérdida en cada pensamiento? Por mucho que me guste la<br />
tranquilidad de no sentir nada, no soy yo misma. He notado cómo mi ser se escurría con cada<br />
pensamiento negativo, y empezaba a temer que nunca volvería a ser yo. Ahora todavía no lo soy, pero<br />
quién sabe si algún día...<br />
—Sé que tienes razón, Kim. Es que no sé cómo parar. Estoy tan enfadada todo el tiempo... —