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AFTER4

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—Está...<br />

Entonces Kimberly entra en el salón y viene directa hacia mí con los brazos abiertos. Por<br />

supuesto, lleva zapatos de tacón y va maquillada. Supongo que el mundo exterior sigue girando,<br />

aunque el mío se haya detenido.<br />

—¡Tessa! —chilla mientras rodea mis hombros con los brazos y me aprieta tan fuerte que me<br />

hace toser—. ¡Vaya, ha pasado demasiado tiempo!<br />

Me estrecha contra sí una vez más antes de echarse atrás y cogerme del brazo para llevarme a la<br />

cocina.<br />

—¿Cómo va todo? —le pregunto, y me subo al mismo taburete en el que siempre solía acabar<br />

sentada.<br />

Ella se queda de pie frente a la barra de desayuno y se pasa las manos por su melena rubia hasta<br />

los hombros, se la echa hacia atrás y se la recoge en un moño flojo en lo alto de la cabeza.<br />

—Bueno, parece ser que todos sobrevivimos al maldito viaje a Londres. —Compone una mueca<br />

y yo hago lo mismo—. Por los pelos, pero así fue.<br />

—¿Cómo está la pierna del señor Vance?<br />

—¿El señor Vance? —se ríe—. No, no vas a volver a eso por todas las cosas raras que han<br />

sucedido. Ya te dije que puedes llamarlo Christian o Vance. Su pierna se está curando; por suerte, el<br />

fuego quemó la ropa del todo, pero muy poco la piel —dice con el ceño fruncido y los hombros<br />

temblorosos.<br />

—¿Se ha metido en líos? Líos legales, quiero decir... —pregunto tratando de no parecer<br />

insistente.<br />

—En realidad, no. Se inventó una historia sobre un grupo de vándalos que entraron a la fuerza y<br />

destrozaron la casa antes de quemarla. Es un caso de incendio provocado sin culpables.<br />

Niega con la cabeza y pone los ojos en blanco. A continuación, se sacude las manos en el vestido<br />

y vuelve a mirarme.<br />

—¿Y tú qué tal, Tessa? Sentí mucho lo de tu padre. Debería haberte llamado más; he estado<br />

ocupada intentando asimilar todo esto. —Alarga el brazo sobre la encimera de granito y pone la<br />

mano sobre la mía—. Aunque eso no es ninguna excusa.<br />

—No, no. No te disculpes. Tenías demasiado entre manos y yo no habría sido la mejor compañía<br />

de todas formas. Si me hubieras llamado, puede que ni siquiera hubiera sido capaz de contestar. Me<br />

he estado volviendo loca, literalmente.<br />

Intento reírme, pero incluso yo percibo el sonido falso y seco que sale de mí.<br />

—Me lo imagino. —Me mira escéptica—. ¿Qué pasa con esto? —Sus manos se mueven frente a<br />

mí, y entonces miro mi sudadera cutre y mis vaqueros sucios.<br />

—No lo sé, han sido dos semanas muy largas.<br />

Me encojo de hombros y me pongo el pelo despeinado detrás de las orejas.<br />

—Está claro que vuelves a estar de bajón. ¿Hardin ha hecho algo nuevo o es aún lo de Londres?<br />

Kimberly arquea una ceja perfecta, lo que me recuerda lo pobladas que deben de estar las mías.<br />

Las pinzas y la cera han sido lo último en lo que podía pensar, pero Kim es una de esas mujeres que<br />

te hacen querer estar guapa todo el tiempo para mantenerte a su nivel.

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