AFTER4

06.04.2017 Views

CAPÍTULO 44 Hardin Tessa me mira fijamente y la preocupación en sus ojos hace que a mí también me corroa la preocupación. Ha sufrido mucho, y gran parte de ese sufrimiento lo he causado yo, de modo que inquietarse por mí es lo último que debería hacer. Quiero que se centre en sí misma, en volver a ser la que era, y que deje de estar pendiente de mi felicidad. Me encanta el modo en que antepone su compasión por los demás, especialmente por mí, a sus propios problemas. —No eres insensible. Tengo suerte de que te molestes siquiera en hablarme. Es la pura verdad, pero no sé qué vendrá a continuación. Tessa asiente despacio hasta que, con delicadeza, me hace la pregunta que, sin lugar a dudas, la ha traído hasta aquí. —Bueno... ¿Vas a contarle a Ken lo de Londres? Me tumbo en la cama con los ojos cerrados y considero su pregunta antes de contestar. He pensado mucho sobre eso en los últimos días. Me he estado debatiendo entre soltárselo todo o no decir nada y guardarme esa información para mí. ¿Debería saberlo Ken? Y, si se lo cuento, ¿estoy preparado para aceptar los cambios que conllevará? ¿Habrá de verdad algún cambio o me estoy obsesionando al respecto sin motivo? Ya es casualidad que, justo cuando empiezo a tolerar y a plantearme la posibilidad de perdonar a ese hombre, descubro que no es mi padre después de todo. Abro los ojos y me incorporo. —Todavía no lo sé. La verdad es que quería saber tu opinión al respecto. Los ojos gris azulado de mi chica no brillan como de costumbre, pero hoy tienen algo más de vida que la última vez que la vi. Era una puta tortura permanecer bajo el mismo techo sin estar cerca de ella, no del modo en que necesito estarlo. Por ironías del destino, parece que las tornas han cambiado y ahora soy yo el que suplica atención, el que suplica por cualquier cosa que quiera ofrecerme. Incluso ahora, la expresión pensativa de sus ojos me basta para aliviar el constante dolor con el que me niego a aprender a vivir, por mucho que ella se empeñe en alejarse de mí. —¿Te gustaría tener una relación con Christian? —me pregunta con tiento mientras sus pequeños dedos recorren las gastadas costuras del edredón. —No —me apresuro a responder—. Joder, no lo sé —reculo—. Necesito que me digas qué debo hacer. Asiente y me mira a los ojos. —Bueno, creo que sólo debes decírselo a Ken si crees que eso te ayudará a lidiar con el dolor de tu infancia. No creo que debas contárselo si sólo lo haces por pura rabia, y en cuanto a Christian, creo que todavía tienes un poco de tiempo para tomar esa decisión, para ver cómo van las cosas y tal

—sugiere con su tono comprensivo de siempre. —¿Cómo lo haces? Ella ladea la cabeza confundida. —¿El qué? —Tener siempre las palabras adecuadas. —Eso no es cierto. —Nos reímos suavemente—. No siempre tengo las palabras adecuadas. —Sí las tienes. —Alargo la mano para tocarla, pero ella se aparta—. Siempre las tienes. Siempre las has tenido. Sólo que antes no podía escucharte. Tessa aparta la mirada, pero no me importa. Necesita tiempo para acostumbrarse a oírme decir estas cosas, pero se acostumbrará. Me he prometido a mí mismo decirle lo que siento y dejar de ser tan egoísta y esperar a que descifre todas mis palabras y mis intenciones. La vibración de su teléfono móvil interrumpe el silencio, y lo saca del bolsillo de la enorme sudadera que lleva. Hago un esfuerzo por pensar que se ha comprado la sudadera de la WCU y que no se está poniendo la ropa de Landon. Me he visto obligado a llevar todas las prendas bordadas con el logo de la WCU habidas y por haber, pero odio la idea de que su ropa toque su piel. Es algo absurdo e irracional, pero no puedo evitar que esos pensamientos se instalen en mi mente. Tessa desliza el dedo por la pantalla y tardo un momento en asimilar lo que estoy viendo. Le quito el teléfono de las manos antes de que pueda detenerme. —¿Un iPhone? ¿Estás de coña? —Observo el nuevo teléfono en mis manos—. ¿Esto es tuyo? —Sí. —Sus mejillas se sonrojan y alarga la mano para quitármelo, pero estiro los brazos por encima de mi cabeza, fuera de su alcance. —O sea, que ahora te compras un iPhone, ¡pero cuando yo quería que lo hicieras te negaste en redondo! —bromeo. Abre los ojos como platos y toma aire nerviosa. —¿Qué te ha hecho cambiar de idea? —le sonrío para aliviar su malestar. —No lo sé. Supongo que ya tocaba. —Se encoge de hombros, aún nerviosa. No me gusta verla tan agitada, pero quiero creer que un poco de diversión es todo lo que necesitamos. —¿Cuál es el código? —pregunto mientras introduzco los dígitos que creo que habrá usado. ¡Toma! Acierto al primer intento y accedo a la pantalla de inicio. —¡Hardin! —chilla mientras intenta quitarme el dispositivo—. ¡No puedes cotillearme el móvil! —Se inclina sobre mí y me agarra el brazo descubierto con una mano mientras intenta alcanzar el móvil con la otra. —Claro que puedo —me río. El más mínimo contacto por su parte me vuelve loco; todas y cada una de las células bajo mi piel cobran vida con el roce de la suya. Sonríe y extiende su pequeña mano, a juego con esa dulce sonrisita que tanto he echado de menos. —Muy bien. Pues dame a mí el tuyo. —No, de eso nada. —Sigo tomándole el pelo mientras reviso de manera obsesiva sus mensajes de texto.

CAPÍTULO 44<br />

Hardin<br />

Tessa me mira fijamente y la preocupación en sus ojos hace que a mí también me corroa la<br />

preocupación. Ha sufrido mucho, y gran parte de ese sufrimiento lo he causado yo, de modo que<br />

inquietarse por mí es lo último que debería hacer. Quiero que se centre en sí misma, en volver a ser<br />

la que era, y que deje de estar pendiente de mi felicidad. Me encanta el modo en que antepone su<br />

compasión por los demás, especialmente por mí, a sus propios problemas.<br />

—No eres insensible. Tengo suerte de que te molestes siquiera en hablarme.<br />

Es la pura verdad, pero no sé qué vendrá a continuación.<br />

Tessa asiente despacio hasta que, con delicadeza, me hace la pregunta que, sin lugar a dudas, la<br />

ha traído hasta aquí.<br />

—Bueno... ¿Vas a contarle a Ken lo de Londres?<br />

Me tumbo en la cama con los ojos cerrados y considero su pregunta antes de contestar. He<br />

pensado mucho sobre eso en los últimos días. Me he estado debatiendo entre soltárselo todo o no<br />

decir nada y guardarme esa información para mí. ¿Debería saberlo Ken? Y, si se lo cuento, ¿estoy<br />

preparado para aceptar los cambios que conllevará? ¿Habrá de verdad algún cambio o me estoy<br />

obsesionando al respecto sin motivo? Ya es casualidad que, justo cuando empiezo a tolerar y a<br />

plantearme la posibilidad de perdonar a ese hombre, descubro que no es mi padre después de todo.<br />

Abro los ojos y me incorporo.<br />

—Todavía no lo sé. La verdad es que quería saber tu opinión al respecto.<br />

Los ojos gris azulado de mi chica no brillan como de costumbre, pero hoy tienen algo más de<br />

vida que la última vez que la vi. Era una puta tortura permanecer bajo el mismo techo sin estar cerca<br />

de ella, no del modo en que necesito estarlo.<br />

Por ironías del destino, parece que las tornas han cambiado y ahora soy yo el que suplica<br />

atención, el que suplica por cualquier cosa que quiera ofrecerme. Incluso ahora, la expresión<br />

pensativa de sus ojos me basta para aliviar el constante dolor con el que me niego a aprender a vivir,<br />

por mucho que ella se empeñe en alejarse de mí.<br />

—¿Te gustaría tener una relación con Christian? —me pregunta con tiento mientras sus pequeños<br />

dedos recorren las gastadas costuras del edredón.<br />

—No —me apresuro a responder—. Joder, no lo sé —reculo—. Necesito que me digas qué debo<br />

hacer.<br />

Asiente y me mira a los ojos.<br />

—Bueno, creo que sólo debes decírselo a Ken si crees que eso te ayudará a lidiar con el dolor de<br />

tu infancia. No creo que debas contárselo si sólo lo haces por pura rabia, y en cuanto a Christian,<br />

creo que todavía tienes un poco de tiempo para tomar esa decisión, para ver cómo van las cosas y tal

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