AFTER4
Mi cuestionable cordura actúa de nuevo en cuanto veo que una sombra aparece por debajo del toldo de la oficina de correos. Empiezo a retroceder, lentamente, por si no son imaginaciones mías. —¿Tessa? ¿Qué coño estás haciendo? —dice la sombra con la voz de Hardin. Doy media vuelta para correr, pero él es más rápido que yo. Sus brazos rodean mi cintura y me estrecha contra su pecho antes de que pueda llegar a dar un solo paso. Una mano enorme me obliga a mirarlo, e intento mantener los ojos abiertos y centrados, a pesar de que las gruesas gotas de lluvia nublan mi visión. —¿Qué cojones estás haciendo sola bajo la lluvia? —me regaña Hardin a través del sonido de la tormenta. No sé cómo sentirme. Quiero seguir su consejo y sentir lo que quiera sentir, pero no es tan fácil. No puedo traicionar las pocas fuerzas que me quedan. Si me permito sentir el tremendo alivio que me infunde el tacto de su mano contra mi mejilla, me estaré traicionando a mí misma. —Respóndeme. ¿Ha pasado algo? —No —miento, y sacudo la cabeza. Me aparto de él e intento recobrar la respiración. —¿Qué haces aquí tan tarde, en medio de la nada? Creía que estabas en casa de los Porter. Por un momento, temo que la señora Porter le haya contado mi vergonzoso y desesperado lapsus mental. —No, me he marchado de allí hace una hora o así. Estoy esperando un taxi. El muy capullo tendría que haber llegado hace veinte minutos. —Tiene la ropa y el pelo empapados, y su mano tiembla contra mi piel—. Dime qué haces tú aquí, casi sin ropa y descalza. Salta a la vista que está haciendo un esfuerzo consciente por mantener la calma, pero esa máscara no es tan firme como él cree. Veo claramente el pánico que se oculta tras sus ojos verdes. Incluso en la oscuridad, veo la tormenta detrás de ellos. Él lo sabe; siempre parece saberlo todo. —No es nada. Nada importante. —Me aparto un paso de él, pero no cuela. Avanza hacia mí, colocándose aún más cerca que antes. Si algo ha sido siempre Hardin es exigente. Unos faros atraviesan el velo de la lluvia y mi corazón empieza a latir con fuerza en mi pecho cuando aparece la figura de una camioneta. Mi cerebro conecta con mi corazón y me doy cuenta de que reconozco ese vehículo. Cuando se detiene, Zed se baja y viene corriendo hacia mí, dejando la camioneta en marcha. Hardin se interpone entre nosotros y le advierte en silencio que no se acerque más. Otra escena a la que me he acostumbrado demasiado y que preferiría no tener que volver a presenciar. Todos los aspectos de mi vida parecen ser un círculo, un círculo vicioso, uno que se lleva una parte de mí cada vez que la historia se repite. —¿Qué le has hecho? —pregunta Hardin en voz alta y clara, incluso a través de la lluvia. —¿Qué te ha contado? —responde Zed. Hardin se aproxima a él. —Todo —miente. Me cuesta interpretar la expresión de Zed. No logro verla claramente, ni siquiera con la ayuda de
los faros que nos iluminan. —Entonces ¿te ha contado que me ha besado? —se mofa Zed, y su voz es una espantosa mezcla de malicia y satisfacción. Antes de que pueda defenderme contra sus mentiras, otro par de haces de luz atraviesan la noche y se unen al caos. —¡¿Que qué?! —grita Hardin. Su cuerpo sigue de cara a Zed, y los faros del taxi alumbran el espacio, permitiéndome captar una sonrisa de superioridad en su rostro. ¿Cómo puede mentirle así sobre mí a Hardin? ¿Lo creerá él? Y, lo que es más importante, ¿importa si lo hace o no? «¿Importa realmente nada de esto?» —Esto es por lo de Sam, ¿verdad? —pregunta Hardin antes de que Zed pueda responder. —¡No, no lo es! —Zed se pasa la mano por la cara para secarse el agua. Hardin lo señala con un dedo acusador. —¡Sí, sí que lo es! ¡Lo sabía! ¡Sabía que ibas detrás de Tessa por lo de esa puta! —¡No era ninguna puta! Y esto no es sólo por ella. ¡Tessa me importa! Igual que me importaba Samantha, ¡y tú tuviste que joderlo! ¡Siempre apareces y lo jodes todo! —grita Zed. Hardin se aproxima a él, pero me dice: —Sube al taxi, Tessa. Me quedo en el sitio, como si no lo hubiese oído. «¿Quién es Samantha?» El nombre me resulta ligeramente familiar, pero no caigo. —Tessa, sube al taxi y espérame allí. Por favor —dice Hardin con los dientes apretados. Se le está agotando la paciencia, y por la expresión de Zed, la suya ya se ha evaporado. —Por favor, no te pelees con él, Hardin. Otra vez no —le ruego. Estoy harta de peleas. No creo que pueda soportar otra escena violenta después de haber encontrado el cuerpo frío y sin vida de mi padre. —Tessa... —empieza, pero lo interrumpo. La última chispa de cordura que me quedaba desaparece oficialmente cuando le ruego a Hardin que me acompañe: —Por favor. Esta semana ha sido horrible, y no puedo ver esto. Por favor, Hardin, sube al taxi conmigo. Llévame lejos de aquí, por favor.
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los faros que nos iluminan.<br />
—Entonces ¿te ha contado que me ha besado? —se mofa Zed, y su voz es una espantosa mezcla<br />
de malicia y satisfacción.<br />
Antes de que pueda defenderme contra sus mentiras, otro par de haces de luz atraviesan la noche<br />
y se unen al caos.<br />
—¡¿Que qué?! —grita Hardin.<br />
Su cuerpo sigue de cara a Zed, y los faros del taxi alumbran el espacio, permitiéndome captar una<br />
sonrisa de superioridad en su rostro. ¿Cómo puede mentirle así sobre mí a Hardin? ¿Lo creerá él? Y,<br />
lo que es más importante, ¿importa si lo hace o no?<br />
«¿Importa realmente nada de esto?»<br />
—Esto es por lo de Sam, ¿verdad? —pregunta Hardin antes de que Zed pueda responder.<br />
—¡No, no lo es! —Zed se pasa la mano por la cara para secarse el agua.<br />
Hardin lo señala con un dedo acusador.<br />
—¡Sí, sí que lo es! ¡Lo sabía! ¡Sabía que ibas detrás de Tessa por lo de esa puta!<br />
—¡No era ninguna puta! Y esto no es sólo por ella. ¡Tessa me importa! Igual que me importaba<br />
Samantha, ¡y tú tuviste que joderlo! ¡Siempre apareces y lo jodes todo! —grita Zed.<br />
Hardin se aproxima a él, pero me dice:<br />
—Sube al taxi, Tessa.<br />
Me quedo en el sitio, como si no lo hubiese oído. «¿Quién es Samantha?» El nombre me resulta<br />
ligeramente familiar, pero no caigo.<br />
—Tessa, sube al taxi y espérame allí. Por favor —dice Hardin con los dientes apretados.<br />
Se le está agotando la paciencia, y por la expresión de Zed, la suya ya se ha evaporado.<br />
—Por favor, no te pelees con él, Hardin. Otra vez no —le ruego.<br />
Estoy harta de peleas. No creo que pueda soportar otra escena violenta después de haber<br />
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—Tessa... —empieza, pero lo interrumpo.<br />
La última chispa de cordura que me quedaba desaparece oficialmente cuando le ruego a Hardin<br />
que me acompañe:<br />
—Por favor. Esta semana ha sido horrible, y no puedo ver esto. Por favor, Hardin, sube al taxi<br />
conmigo. Llévame lejos de aquí, por favor.