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AFTER4

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CAPÍTULO 37<br />

Tessa<br />

Mis pies descalzos chapotean sobre el hormigón, y mi ropa está empapada para cuando llego a casa<br />

de los Porter. No tengo ni la menor idea de qué hora es, pero me alegro al ver que las luces del<br />

vestíbulo están encendidas. Un inmenso alivio me invade en cuanto la madre de Noah abre la puerta.<br />

—¿Tessa? ¡Querida, ¿estás bien?! —me apremia para que entre y yo me encojo al oír sobre el<br />

suelo de madera maciza el agua que desprendo.<br />

—Lo siento, es que... —En cuanto echo un vistazo al salón, inmenso e impoluto, me arrepiento al<br />

instante de haber venido.<br />

Hardin no querrá verme de todos modos, ¿en qué estaba pensando? Ya no tengo ningún derecho a<br />

correr en su busca, no es el hombre que creía que era.<br />

Mi Hardin desapareció en Inglaterra, el lugar de todos mis cuentos de hadas, y un extraño ocupó<br />

su lugar y acabó con nosotros. Mi Hardin jamás se habría colocado ni habría tocado a otra chica, y<br />

desde luego jamás habría permitido que otra llevara su ropa. Mi Hardin no se habría burlado de mí<br />

delante de sus amigos y me habría mandado de vuelta a Estados Unidos, alejándome de él como si no<br />

fuese nadie. No soy nadie. Al menos, para él. Cuantas más ofensas enumero, más estúpida me siento.<br />

La verdad de todo este asunto es que el único Hardin al que conocí ha hecho todas esas cosas una y<br />

otra vez, e incluso ahora que me encuentro conversando sólo conmigo misma, sigo defendiéndolo.<br />

Qué patética soy.<br />

—Lo siento mucho, señora Porter. No debería haber venido aquí. Lo siento. —Me disculpo sin<br />

parar—. Por favor, no le cuente a nadie que he venido.<br />

Y como la inestable persona en la que me he convertido, salgo corriendo hacia la lluvia antes de<br />

que pueda detenerme.<br />

Para cuando dejo de correr, casi he llegado a la oficina de correos. De pequeña odiaba este<br />

lugar. El pequeño edificio de ladrillo se encuentra aislado a las afueras del pueblo. No hay ninguna<br />

casa ni ningún negocio cerca y, en ocasiones como ésta, en que llueve y está oscuro, mis ojos me<br />

juegan malas pasadas, y el pequeño edificio se funde con los árboles. Siempre pasaba de largo<br />

cuando era niña.<br />

Mi adrenalina ya se ha agotado, y me duelen los pies de impactar constantemente contra el<br />

hormigón. No sé en qué estaba pensando para llegar a este punto tan remoto. Supongo que<br />

directamente no estaba pensando.

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