AFTER4

06.04.2017 Views

por mí: —¡Noah! En cuanto lo hago, entra corriendo por la puerta del dormitorio, decidido a ser la fuerza de la naturaleza que por fin sacará al inamovible Hardin de mi habitación y de mi vida. Noah se coloca delante de mí y observa a Hardin, al que por fin me aventuro a mirar. —Ya te he dicho que si me llamaba tendrías que marcharte —le dice. Hardin deja entonces la ternura a un lado y lo fulmina lleno de rabia con la mirada. Sé que está esforzándose por controlar su temperamento. Tiene algo en la mano..., ¿una escayola? Miro de nuevo y confirmo que una escayola cubre su mano y su muñeca. —Vamos a dejar algo claro —señala mientras se levanta y mira a Noah desde su altura—. Estoy intentando que no se altere, y ésa es la única razón por la que no te he partido el cuello. Pero no tientes a la suerte. En mi deteriorado y caótico estado mental, veo la cabeza de mi padre cayendo hacia atrás y su mandíbula abriéndose. Sólo quiero silencio. Quiero escuchar silencio, y necesito que haya silencio en mi mente. Me entran arcadas cuando la imagen se multiplica conforme sus voces se vuelven más fuertes y más furiosas, y mi cuerpo me ruega que lo eche todo, que lo expulse todo de mi estómago. El problema es que no tengo nada en el cuerpo, aparte de agua, de modo que el ácido me quema la garganta cuando vomito sobre mi viejo edredón. —¡Mierda! —exclama Hardin—. ¡Lárgate, joder! —Empuja el pecho de Noah con una mano, y éste se tambalea hacia atrás y se agarra al marco de la puerta. —¡Lárgate tú! ¡Ni siquiera quiere que estés aquí! —le espeta Noah, y corre hacia adelante y empuja a Hardin. No se dan cuenta de que me levanto de la cama y me limpio el vómito de la boca con la manga. Puesto que ambos están centrados únicamente en su ira y en su infinita «lealtad» hacia mí, salgo de la habitación, cruzo el pasillo y salgo por la puerta de entrada sin que ninguno de los dos se entere.

CAPÍTULO 26 Hardin —¡Vete a la mierda! —Mi escayola impacta contra la mandíbula de Noah, y él retrocede escupiendo sangre. Pero no se detiene. Carga contra mí de nuevo y me tira al suelo. —¡Maldito hijo de puta! —grita. Me coloco encima de él. Si no paro ahora, Tessa me odiará aún más. No soporto a este capullo, pero ella le tiene aprecio, y si le hago daño de verdad no me lo perdonará jamás. Consigo ponerme de pie y poner algo de distancia entre este nuevo defensa y yo. —Tessa... —empiezo a decir mientras me vuelvo hacia la cama, pero se me cae el alma a los pies al verla vacía. Una mancha húmeda de vómito es la única prueba de que haya estado ahí. Sin mirar a Noah, salgo al pasillo y grito su nombre. «¿Cómo he podido ser tan estúpido? ¿Cuándo voy a dejar de cagarla tanto?» —¿Dónde está? —pregunta Noah por detrás de mí, siguiéndome como si de repente fuera un cachorrito perdido. Carol sigue dormida en el sofá. No se ha movido del sitio desde que la dejé allí anoche, después de que se quedase dormida en mis brazos. Por mucho que esa mujer me odie, no pude negarme a consolarla al ver cuánto lo necesitaba. Para mi horror, la puerta mosquitera de la entrada está abierta, y no para de golpear contra el marco con el viento de la tormenta. Hay dos coches aparcados en la entrada: el de Noah y el de Carol. Me gasté cien dólares en el taxi desde el aeropuerto hasta aquí para ahorrarme el tiempo que habría perdido yendo hasta casa de Ken a por mi coche. Al menos, Tessa no ha intentado irse en coche a ninguna parte. —Sus zapatos están aquí. —Noah recoge una de las zapatillas de Tessa y luego vuelve a dejarla en el suelo con cuidado. Lleva la barbilla manchada de sangre y sus ojos azules son feroces, están llenos de preocupación. Tessa va por ahí sola en medio de una tormenta tremenda porque he dejado que mi puto ego se apodere de mí. Noah desaparece un momento mientras inspecciono los alrededores intentando ver a mi chica. Cuando vuelve después de mirar de nuevo en su cuarto, trae su bolso en la mano. No lleva zapatos, ni dinero, ni el teléfono. No puede haber ido muy lejos, sólo nos hemos peleado durante un minuto como mucho. ¿Cómo he podido dejar que mi temperamento me distrajera de ella? —Voy a buscarla por el barrio con el coche —dice Noah, y se saca las llaves del bolsillo de los vaqueros y sale por la puerta.

por mí:<br />

—¡Noah!<br />

En cuanto lo hago, entra corriendo por la puerta del dormitorio, decidido a ser la fuerza de la<br />

naturaleza que por fin sacará al inamovible Hardin de mi habitación y de mi vida. Noah se coloca<br />

delante de mí y observa a Hardin, al que por fin me aventuro a mirar.<br />

—Ya te he dicho que si me llamaba tendrías que marcharte —le dice.<br />

Hardin deja entonces la ternura a un lado y lo fulmina lleno de rabia con la mirada. Sé que está<br />

esforzándose por controlar su temperamento. Tiene algo en la mano..., ¿una escayola? Miro de nuevo<br />

y confirmo que una escayola cubre su mano y su muñeca.<br />

—Vamos a dejar algo claro —señala mientras se levanta y mira a Noah desde su altura—. Estoy<br />

intentando que no se altere, y ésa es la única razón por la que no te he partido el cuello. Pero no<br />

tientes a la suerte.<br />

En mi deteriorado y caótico estado mental, veo la cabeza de mi padre cayendo hacia atrás y su<br />

mandíbula abriéndose. Sólo quiero silencio. Quiero escuchar silencio, y necesito que haya silencio<br />

en mi mente.<br />

Me entran arcadas cuando la imagen se multiplica conforme sus voces se vuelven más fuertes y<br />

más furiosas, y mi cuerpo me ruega que lo eche todo, que lo expulse todo de mi estómago. El<br />

problema es que no tengo nada en el cuerpo, aparte de agua, de modo que el ácido me quema la<br />

garganta cuando vomito sobre mi viejo edredón.<br />

—¡Mierda! —exclama Hardin—. ¡Lárgate, joder! —Empuja el pecho de Noah con una mano, y<br />

éste se tambalea hacia atrás y se agarra al marco de la puerta.<br />

—¡Lárgate tú! ¡Ni siquiera quiere que estés aquí! —le espeta Noah, y corre hacia adelante y<br />

empuja a Hardin.<br />

No se dan cuenta de que me levanto de la cama y me limpio el vómito de la boca con la manga.<br />

Puesto que ambos están centrados únicamente en su ira y en su infinita «lealtad» hacia mí, salgo de la<br />

habitación, cruzo el pasillo y salgo por la puerta de entrada sin que ninguno de los dos se entere.

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