AFTER4

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teníamos doce años. —Ése fue nuestro mayor acto de rebeldía, creo —dice echándose a reír con ternura, y su risa hace que me quede dormida. —No vas a entrar ahí. Lo último que necesitamos es que la alteres. Está durmiendo por primera vez desde hace días —oigo decir a mi madre en el pasillo. ¿Con quién está hablando? No estoy durmiendo, ¿verdad? Me incorporo, me apoyo sobre los codos y la sangre se me sube a la cabeza. Estoy cansada, muy cansada. Noah está aquí, en la cama de mi infancia, conmigo. Todo es tan familiar: la cama, su pelo rubio revuelto... Pero yo me siento diferente; fuera de lugar y desorientada. —No he venido a hacerle daño, Carol. Ya deberías saberlo. —Tú... —empieza a responderle mi madre, pero él la interrumpe. —Y también deberías saber que me importa una mierda lo que tengas que decir. La puerta de mi habitación se abre entonces, y la última persona que esperaba ver aparece por detrás de mi airada madre. Siento el peso del brazo de Noah que me mantiene pegada a la cama. Dormido, me estrecha con más fuerza la cintura, y la garganta me arde cuando veo a Hardin. Sus ojos verdes están furiosos al ver lo que tiene delante. Cruza la habitación y arranca el brazo de Noah de mi cuerpo. —Pero ¿qué...? —Noah se despierta sobresaltado y se levanta de un brinco. Cuando Hardin da otro paso hacia mí, retrocedo en la cama a toda prisa y me golpeo la espalda contra la pared con la suficiente fuerza como para quedarme sin aliento, pero sigo intentando alejarme de él. Toso, y su mirada se suaviza. ¿Qué está haciendo aquí? No puede estar aquí, no quiero que esté aquí. Bastante daño me ha hecho ya, y no tiene derecho a presentarse aquí para revolver los restos. —¡Mierda! ¿Estás bien? —Alarga su brazo tatuado y yo hago lo primero que pasa por mi desequilibrada cabeza: gritar.

CAPÍTULO 24 Hardin Sus gritos inundan mis oídos, mi pecho vacío y mis pulmones, hasta que por fin alcanzan un punto en mi interior que no estaba seguro de que pudiera ser alcanzado nunca más. Un punto al que sólo ella tiene acceso, y siempre lo tendrá. —¿Qué haces tú aquí? —Noah entra en acción y se interpone entre la pequeña cama y yo como si fuera un puto caballero blanco destinado a protegerla... ¿de mí? Ella sigue gritando. ¿Por qué grita? —Tessa, por favor... No estoy seguro de qué es lo que le estoy pidiendo, pero sus gritos se transforman en toses, y sus toses en sollozos, y sus sollozos en una especie de ahogo que no puedo soportar. Me aproximo a ella con cautela, y por fin recupera el aliento. Sus ojos atormentados siguen fijos en mí, y su mirada abrasadora me atraviesa dejando un agujero que sólo ella puede llenar. —Tess, ¿quieres que se quede? —pregunta Noah. Bastante me está costando ya pasar por alto el hecho de que él esté aquí, pero ahora ya se está extralimitando. —¡Tráele un poco de agua! —le digo a su madre, pero no me hace caso. Después, de manera incomprensible, Tessa empieza a negar con la cabeza, y me rechaza. El gesto hace que su protector improvisado se envalentone. —Ella no te quiere aquí —dice Noah. —¡No sabe lo que quiere! ¡Mírala! —Levanto las manos en el aire e inmediatamente siento cómo las uñas perfectamente arregladas de Carol se clavan en mi brazo. Lo lleva claro si piensa que voy a moverme de aquí. ¿Acaso no sabe a estas alturas que no puede alejarme de Tessa? Esa decisión sólo puedo tomarla yo, y es una idea estúpida a la que soy incapaz de ceñirme. Noah se inclina un poco hacia mí. —No quiere verte, así que será mejor que te marches. Me importa una mierda el hecho de que este niñato parezca haber aumentado de tamaño y haber desarrollado musculatura desde la última vez que lo vi. No es nada comparado conmigo. Pronto aprenderá por qué la gente ni siquiera se molesta en intentar interponerse entre Tessa y yo. Saben que no deben hacerlo, y él se va a enterar. —No voy a marcharme. —Me vuelvo hacia Tessa, que sigue tosiendo, y a nadie parece importarle—. ¡¿Quiere alguien darle un poco de agua, joder?! —grito en el pequeño dormitorio, y el eco de mi voz retumba de pared a pared.

teníamos doce años.<br />

—Ése fue nuestro mayor acto de rebeldía, creo —dice echándose a reír con ternura, y su risa<br />

hace que me quede dormida.<br />

—No vas a entrar ahí. Lo último que necesitamos es que la alteres. Está durmiendo por primera vez<br />

desde hace días —oigo decir a mi madre en el pasillo.<br />

¿Con quién está hablando? No estoy durmiendo, ¿verdad? Me incorporo, me apoyo sobre los<br />

codos y la sangre se me sube a la cabeza. Estoy cansada, muy cansada. Noah está aquí, en la cama de<br />

mi infancia, conmigo. Todo es tan familiar: la cama, su pelo rubio revuelto... Pero yo me siento<br />

diferente; fuera de lugar y desorientada.<br />

—No he venido a hacerle daño, Carol. Ya deberías saberlo.<br />

—Tú... —empieza a responderle mi madre, pero él la interrumpe.<br />

—Y también deberías saber que me importa una mierda lo que tengas que decir.<br />

La puerta de mi habitación se abre entonces, y la última persona que esperaba ver aparece por<br />

detrás de mi airada madre.<br />

Siento el peso del brazo de Noah que me mantiene pegada a la cama. Dormido, me estrecha con<br />

más fuerza la cintura, y la garganta me arde cuando veo a Hardin. Sus ojos verdes están furiosos al<br />

ver lo que tiene delante. Cruza la habitación y arranca el brazo de Noah de mi cuerpo.<br />

—Pero ¿qué...? —Noah se despierta sobresaltado y se levanta de un brinco.<br />

Cuando Hardin da otro paso hacia mí, retrocedo en la cama a toda prisa y me golpeo la espalda<br />

contra la pared con la suficiente fuerza como para quedarme sin aliento, pero sigo intentando<br />

alejarme de él. Toso, y su mirada se suaviza.<br />

¿Qué está haciendo aquí? No puede estar aquí, no quiero que esté aquí. Bastante daño me ha<br />

hecho ya, y no tiene derecho a presentarse aquí para revolver los restos.<br />

—¡Mierda! ¿Estás bien? —Alarga su brazo tatuado y yo hago lo primero que pasa por mi<br />

desequilibrada cabeza: gritar.

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