American Sniper
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El francotirador (<strong>American</strong> <strong>Sniper</strong>)<br />
Han pasado poco más de diez años desde que atestiguamos las primeras<br />
guerras del siglo XXI, aunque en realidad lo de Afganistán e Irak se trató, como<br />
bien apuntó en su momento el historiador Eric Hobsbawm, de dos invasiones sin<br />
precedentes, al ser cometidas por un imperio sin contrapeso, como ha sido<br />
Estados Unidos después del fin de la Guerra Fría. En este breve lapso ya se han<br />
comenzado a consolidar las narrativas del vencedor, escritas, por supuesto,<br />
desde ese país, gustoso de verse a sí mismo como el ganador de un “conflicto”<br />
entre partes completamente dispares.<br />
Estas narrativas tienen como objetivo un posicionamiento de los “resultados”<br />
ante la opinión pública mundial, y en el mejor de los casos, de matización y<br />
humanización de los brutales acontecimientos que han tenido como<br />
consecuencia dos países completamente destruidos, especialmente en el caso<br />
de Irak. A veces de manera poco sutil, estas historias se centran en resaltar las<br />
cualidades, dificultades, o por lo menos los dilemas enfrentados por sus<br />
protagonistas estadounidenses (militares, agentes, etc.), a la par de envilecer<br />
aún más a la contraparte.<br />
Una de las tareas más sobresalientes en este sentido, por su ágil narrativa y la<br />
plataforma masiva en que se presentó, fue la película Zero Dark Thirty (2012),<br />
de Kathryn Bigelow, quien ya había hecho un ejercicio en la misma línea con<br />
The Hurt Locker de 2008, ambas historias sobre la guerra en Irak, contadas<br />
desde el punto de vista del invasor. Bigelow fue premiada con un Óscar por<br />
mejor dirección, en un claro posicionamiento ideológico de la industria del cine<br />
estadounidense.<br />
La industria del libro no se ha quedado atrás, y <strong>American</strong> <strong>Sniper</strong>, la autobiografía<br />
del francotirador Chris Kyle en que se basa este estreno, fue uno de los bestsellers<br />
del 2012. Promocionado por el marketing editorial como “el francotirador<br />
más letal de la historia”, un tagline resaltado en negritas y con letras
capitalizadas en la portada del libro, se trata de la historia de un hombre oriundo<br />
de Texas que encontró en la corporación SEALS de la Marina (la de mayor élite,<br />
considerada incluso “secreta”) de Estados Unidos, un segundo hogar en el que<br />
terminó de formar su identidad. Es conocido que quienes pertenecen a esta élite<br />
son los militares que han tolerado el entrenamiento más tortuoso, tanto en el<br />
sentido físico como psicológico.<br />
Es esta élite a la que se le acredita la captura y asesinato de Osama bin Laden,<br />
y en el caso de Irak y de este soldado en particular, los 160 disparos certeros en<br />
contra de “insurgentes” iraquíes. Premiado con las más altas distinciones<br />
militares por su “valor”, Kyle cuenta cómo después del primer tiro, su oficio se<br />
convirtió en uno de mayor facilidad, y que ejecutaba con total sangre fría.<br />
Textualmente: “No tengo que prepararme ni hacer nada especial mentalmente –<br />
miro a través del visor, centro a mi objetivo y mato a mi enemigo, antes de que él<br />
mate a uno de los míos”.<br />
No es que se espere reflexión de personas que, carentes de una crianza moral y<br />
crítica, terminan siendo cooptadas y sometidas por años a esos niveles de<br />
adoctrinamiento por instituciones del Estado, pero el relato de Kyle, quien<br />
además se considera un guerrero cristiano que encontró en los iraquíes al<br />
enemigo perfecto (“me han quitado tanto”, afirma en un pasaje), da cuenta del<br />
estado mental de la mayoría de los hombres que fueron enviados a Irak, antes y<br />
después de la guerra: hombres que en casa carecían de rumbo o<br />
reconocimiento, y que en la guerra y después de ella, gozaron al fin de estatus<br />
social, de respeto y de un propósito en la vida.<br />
Además del relato espeluznante de la guerra y de la banalidad de quienes la<br />
hacen en el campo de batalla, en la autobiografía tenemos también un trivial<br />
conflicto matrimonial, en el que la esposa de Kyle se queja de que los SEALS le<br />
robaron al marido. El texto da cuenta de un hombre de pocas luces, usado para<br />
un fin terrible por hombres infinitamente más perversos que él, y su<br />
desconocimiento de esta situación es tal vez su peor tragedia personal. La ironía<br />
de la vida de Chris Kyle –pasada por alto en la película– es que no perdió la vida
en Irak, sino en su propio país y a manos de otro veterano de guerra, quien<br />
padecía estrés postraumático y en un arrebato semi esquizofrénico, vació una<br />
pistola en la nuca de Kyle mientras ambos practicaban tiro en una localidad de la<br />
cada vez más apocalíptica Texas.<br />
La versión simple, superficial y dicharachera de Chris Kyle ha sido adaptada por<br />
el guionista Jason Dean Hall, un novato que está encontrando éxito en las<br />
narrativas de guerra, y es protagonizada por Bradley Cooper, quien también<br />
funge como co-productor después de varios años de haber comprado los<br />
derechos del libro y dedicarse a conseguir financiamiento para este proyecto que<br />
por alguna razón le resulta el más personal de su carrera. En manos de Clint<br />
Eastwood como director, la historia promete más que un relato simplista sobre<br />
un conflicto complejo que no parece tener fin: no sólo el de la guerra en el<br />
devastado Irak, sino la guerra en forma de trauma que acompaña a los<br />
veteranos en caso de poder regresar a casa en otra cosa que no sea una bolsa<br />
de cadáver.<br />
De la larguísima carrera cinematográfica de Clint Eastwood se pueden resaltar<br />
varias cosas, como el hecho de que hace mucho rompió con el estereotipo del<br />
actor de Westerns promotores de la ideología más conservadora y de películas<br />
de acción con un exagerado nivel de testosterona. Eastwood se hizo cineasta<br />
sobre la marcha, perfeccionando una sensibilidad para penetrar en el alma<br />
humana y proyectarla en la pantalla, tanto así que hoy es uno de los autores de<br />
cine clásico más importantes.<br />
Tiene, por ejemplo, el crédito de haber repensando géneros que se creían<br />
muertos o “superados”, como el Western, en la enorme El jinete pálido de 1985.<br />
Pero hablar de una capacidad para hallar meros matices en sus historias y sus<br />
personajes, es hacerle poca justicia a este cineasta capaz de desentrañar la<br />
misma condición humana, con todas sus contradicciones, errores y dilemas,<br />
como hizo en Bird (1988), sobre el jazzista Charlie Parker, y Mystic River (2003).
En sus abordajes sobre la guerra ha posicionado un punto de vista –ejercicio del<br />
que muchos rehúyen cuando más se necesita– alejado del aleccionamiento o<br />
del panfleto. El caso de Heartbreak Ridge (1986) le costó un enfrentamiento con<br />
el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Más recientemente, en<br />
Cartas desde Iwo Jima (2006), Eastwood rompe con la narrativa del vencedor<br />
para contar la historia desde el punto de vista del otro.<br />
Aunque el veterano director no ha intervenido en el guión de El francotirador, y<br />
sobre todo, éste se limita a adaptar la visión del propio Kyle, ignorando el<br />
desastre de las principales víctimas –los iraquíes– y el grave problema de salud<br />
mental de los veteranos, Eastwood muy probablemente irá más allá de las<br />
anécdotas exageradas y las bravuconerías de un hombre macho en realidad<br />
inmensamente débil, como fue Chris Kyle, muchas de ellas puestas en tela de<br />
juicio por oficiales, periodistas y hasta otros Marines.<br />
¿Quien se esconde detrás de este guerrero que prefería usar una cachucha en<br />
vez de casco “para parecer más cool”, y mientras mascaba chicle, qué sentía al<br />
matar como un autómata a hombres y niños en un país tan lejano, cuando en el<br />
suyo lo esperaban su esposa e hijos en la seguridad de su hogar? Y la<br />
devastación del país invadido, ¿qué efecto tiene en los “vencedores”, mucho<br />
más allá de la retórica oficial?<br />
Lejos de “trasladar” una historia del libro al cine, la oportunidad de Eastwood es<br />
poner en la mira de la cámara cinematográfica al francotirador más letal de<br />
Estados Unidos para invitar a una necesaria reflexión colectiva sobre la<br />
ignorancia, la religión, el culto a las armas y la oportunidad de negocio que<br />
supone la mitificación de este guerrero texano, como elementos novedosos de la<br />
bancarrota moral de un imperio que ya conocemos con bastante familiaridad, y<br />
cuyos fundamentales delirios de superioridad han causado muerte y destrucción<br />
en otras partes del mundo.