«Manolete» Deborah invitado polifacéticos

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Hoy, veinte años después de su muerte, tengo mi íntima duda de si su muerte no fue provocada por él mismo, por la lenta destrucción que llevó a cabo de su cuerpo y como remedio para concluir el «hastío vital» que el médico del Hospital de Navarra le diagnosticó en la revisión que se hizo en los primeros meses de 1994, poco antes de que yo le visitara la primera vez en «La Virgen». En la reedición de lo que entonces hablamos y que vio la luz en forma de libro en 1995, quiero mantener como arranque de su biografía taurina y humana la noche del 28 de agosto de 1947 en Linares, cuando con solo 21 años vio morir a su rival «Manolete», como producto de la implacable exigencia de los públicos y del sentido del pundonor de quien es ya una leyenda de nuestra vida y de la historia de España. 21

Durante un año compartí la vida de Luis Miguel Dominguín, su memoria, sus casas, sus secretos, sus manías, su ultimo escepticismo. En ese tiempo, creí encontrar en sus silencios mucha incredulidad, una cierta melancolía y mucha ironía inteligente. Y siempre la personalidad del gran tipo humano que fue Luis Miguel Dominguín. Su biografía es también la de toda una época de la vida española. Luis Miguel Dominguín me reveló cómo fue capaz de fascinar a hombres y mujeres, a políticos de derechas y de izquierdas, y que en contra de la imagen que él mismo cultivó, su bando estuvo siempre en el corazón y en la inteligencia. Leal a su familia y débil ante los placeres y perversiones de la vida, seductor y tímido a la vez, escéptico como un veterano de guerra y tierno como un candoroso niño, Luis Miguel Dominguín admitió que tuvo la ambición para llegar a lo más alto, pero que cuando estuvo allí, donde la envidia y el «tiro al blanco» se ejercitan con tanta precisión como saña, desafió a todos y a todo, haciendo el triple mortal para el que no todos los grandes ídolos están preparados, convirtiendo la provocación y la antipatía en uno de sus principales atractivos. También me contó que trató de hacer siempre lo que le dio la real gana, privilegio solo al alcance de quien además de esa libertad tiene criterio y carácter. En nuestras conversaciones, Luis Miguel se sinceró contando cómo se paseó por el mundo de la mano de pintores de fama mundial, con artistas de cine, personajes de la jet set, aristócratas, financieros, armadores griegos, reyes con y sin corona, y revelando que al margen de los ruedos compartió su mundo con el más ronco cantaor y la más racial bailaora. Luis Miguel tildó al «amigo del torero» como aquel que solo está con él mientras es figura e ignoró a los puristas y a los mediocres. CARLOS ABELLA

Hoy, veinte años después de su muerte, tengo mi íntima duda de si su muerte<br />

no fue provocada por él mismo, por la lenta destrucción que llevó a cabo de su<br />

cuerpo y como remedio para concluir el «hastío vital» que el médico del Hospital<br />

de Navarra le diagnosticó en la revisión que se hizo en los primeros meses de<br />

1994, poco antes de que yo le visitara la primera vez en «La Virgen».<br />

En la reedición de lo que entonces hablamos y que vio la luz en forma de<br />

libro en 1995, quiero mantener como arranque de su biografía taurina y humana<br />

la noche del 28 de agosto de 1947 en Linares, cuando con solo 21 años vio morir<br />

a su rival <strong>«Manolete»</strong>, como producto de la implacable exigencia de los públicos y<br />

del sentido del pundonor de quien es ya una leyenda de nuestra vida y de la historia<br />

de España.<br />

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