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KRESLEY COLE<br />
<strong>El</strong> <strong>Beso</strong> <strong>del</strong> <strong>Rey</strong> <strong>Demonio</strong><br />
6° de la <strong>Serie</strong> <strong>Immortals</strong> <strong>After</strong> <strong>Dark</strong><br />
Rydstrom ni siquiera pudo tratar de controlar la rabia y el alivio que sintió antes de que la<br />
hechicera volviera a hablar.<br />
—¿Quieres ver lo que me imaginé?<br />
Sin apartarse de él, levantó las manos y se las colocó <strong>del</strong>ante de la cara. <strong>El</strong> aire de encima de<br />
ellas se calentó y en el muro de la celda empezó a aparecer un espejismo, igual que si fuera una<br />
película.<br />
Rydstrom se quedó boquiabierto al ver lo que la hechicera había conjurado. Podía verla<br />
desnuda, a cuatro patas, y él estaba detrás de ella sujetándola por la cintura y haciéndole el amor.<br />
Empezaron a pesarle los párpados y apretó con fuerza la mandíbula. Le resultaba imposible<br />
dejar de mirar la escena y con cada latido de su corazón se excitaba más y más. <strong>El</strong> odio que sentía<br />
hacia Sabine empezaba a diluirse en el incontrolable deseo de estar con ella.<br />
«Si pudiera tocarme, aliviar un poco la presión, entonces tal vez pudiese pensar...»<br />
Imaginarse a sí mismo haciéndole el amor era una cosa; verlo, otra muy distinta. Cuando<br />
Rydstrom contempló en el espejismo cómo deslizaba su erección dentro de Sabine, fue incapaz de<br />
evitar que se le escapara un gemido.<br />
—No sabes con qué estás jugando. Perderé el control. Podría llegar a matarte.<br />
—¿Quieres ver en qué estaba pensando cuando llegué al orgasmo? —le preguntó ella,<br />
ignorando sus palabras.<br />
La idea de que se masturbara hasta alcanzar el clímax...<br />
De repente, el espejismo cambió y mostró a la hechicera de rodillas frente al demonio. <strong>El</strong> tenía<br />
una mano enredada en su melena, y le inclinaba la cabeza para que ella pudiera rodear su<br />
erección con la boca. En la imagen, Rydstrom movía las caderas para introducirse más en sus<br />
labios, y era evidente que él también estaba a punto de llegar al orgasmo, con la cabeza<br />
completamente echada hacia atrás. ¿Sabine había estado imaginando eso?<br />
<strong>El</strong>la se paseó despacio hasta colocarse entre él y el espejismo, que seguía avanzando. Rydstrom<br />
se quedó sin aliento, y el tiempo pareció detenerse.<br />
—¿Sabine? —Iba vestida con el traje típico de las hechiceras, el mismo que las antiguas brujas<br />
llevaban siglos atrás. En la cabeza tenía una preciosa diadema de oro y plata que bien podría haber<br />
sido la corona de una reina, y la melena suelta le caía alrededor <strong>del</strong> rostro.<br />
Se había pintado la zona de alrededor de los ojos con lápiz negro, causando la impresión de que<br />
llevaba un antifaz que resaltaba el ámbar de sus iris, y tenía los labios de color rojo sangre. <strong>El</strong> corsé<br />
metálico apenas le cubría los pechos. Debajo <strong>del</strong> mismo, una minifalda de malla casi transparente<br />
hecha de oro se pegaba a sus muslos.<br />
A Rydstrom siempre le había parecido que el traje típico de las hechiceras podía ser<br />
increíblemente erótico, pero jamás lo había visto en la mujer adecuada.<br />
Hasta entonces, pensó soltando una maldición. «Niégalo cuanto quieras...»<br />
La Tradición permitía que se vistieran así porque eran uno de los clanes más débiles de entre<br />
todas las especies. No tenían garras, así que se las ponían postizas. Eran muy vulnerables, de modo<br />
que se cubrían el torso y la cabeza con metal. Y las máscaras que se pintaban desconcertaban a<br />
sus enemigos.<br />
Si antes de esa noche ya le parecía irresistible...<br />
Escaneado por CHARO – Corregido por Mara Adilén Página 60