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KRESLEY COLE<br />
<strong>El</strong> <strong>Beso</strong> <strong>del</strong> <strong>Rey</strong> <strong>Demonio</strong><br />
6° de la <strong>Serie</strong> <strong>Immortals</strong> <strong>After</strong> <strong>Dark</strong><br />
Si no se había enamorado en cinco siglos, veía difícil que le sucediera entonces. Hacía tiempo<br />
que sospechaba que su capacidad<br />
Para amar a un hombre se había desvanecido en alguna de sus muertes.<br />
Además, ella jamás podría confiar en nadie que no fuera Lanthe, y, según la sabiduría popular<br />
que emanaba de los libros de su hermana, no se puede amar a alguien en quien no se confía.<br />
—Da igual, el hecho de que yo sea el amor de su vida no implica que él sea el mío. —Las<br />
hechiceras no creían en el destino, así que tampoco creían en que hubiera una persona<br />
predestinada a estar con otra.<br />
Pero bueno, Sabine tendría que tener cuidado con su prisionero. Encariñarse con él, o con su<br />
cuerpo, o con sus besos, podría hacer que todo fuera más... desagradable, cuando ya hubiera<br />
conseguido su propósito.<br />
—¿Vamos a por los pantalones? —Lanthe se frotó las manos. —Veamos si lo que dicen sobre<br />
los demonios es cierto.<br />
—Oh, sí que es cierto. De hecho, creo que incluso se quedan cortos —contestó. Se mordió el<br />
labio inferior. Rydstrom todavía estaba semierecto, y ella no sabía si quería que alguien más lo<br />
viera en ese estado. —Dejadnos solas —les dijo a sus sirvientes.<br />
Cuando éstos así lo hicieron, Sabine cogió la cintera de los pantalones de Rydstrom, pero se<br />
paró cuando ya tenía los dedos encima <strong>del</strong> botón de la bragueta.<br />
—Creo que se los dejaré puestos. Así podré quitárselos luego con un golpe de efecto.<br />
Lanthe levantó las cejas al percibir el sentido de propiedad su hermana.<br />
—¿Qué? —preguntó ésta a la defensiva. —Lo único que pasa es que no quiero que tenga frío.<br />
—Se centró en sujetar las muñecas <strong>del</strong> demonio al cabezal.<br />
—Ya —respondió Lanthe. —Te estaré observando. —Cerró las esposas que había en los pies de<br />
la cama alrededor de los tobillos <strong>del</strong> prisionero.<br />
Con Rydstrom ya inmovilizado, Sabine se acercó a su hermana y ambas se quedaron<br />
observándolo.<br />
Sus anchos hombros parecían ocupar todo el colchón, y su torso se estrechaba con elegancia<br />
hacia la cintura. <strong>El</strong> vello que le cubría los brazos, el pecho y el ombligo era negro, pero tenía<br />
destellos dorados que brillaban sobre su bronceada piel.<br />
—Es... Abie, es magnífico —suspiró Lanthe. —Tienes a tu propio demonio como esclavo sexual<br />
para hacer con él lo que te apetezca. ¡Yo también quiero uno!<br />
—Sí, pero todavía tengo que convencerlo de que acepte el papel. Y no me queda demasiado<br />
tiempo.<br />
Su hermana asintió ya más seria.<br />
—Hay una cosa que no hemos tenido en cuenta... ¿Y si resulta que Rydstrom es el único ser<br />
capaz de anteponer el deber a la lujuria? ¿Y si es capaz de mantener sus promesas pase lo que<br />
pase?<br />
—No existe tal individuo —respondió Sabine sin dudarlo.<br />
—No sé. Tal vez Rydstrom sea tan honorable, tan de los buenos, que alguien <strong>del</strong> Pravus no<br />
pueda tentarlo.<br />
—¿Estás poniendo en duda mis técnicas de seducción? —Hettiah ya la había retado<br />
públicamente en ese aspecto. —¿Qué te parece si nos apostamos algo?<br />
Escaneado por CHARO – Corregido por Mara Adilén Página 38