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Kresley Cole - Serie Immortals After Dark 07 - El Beso del Rey Demonio

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KRESLEY COLE<br />

<strong>El</strong> <strong>Beso</strong> <strong>del</strong> <strong>Rey</strong> <strong>Demonio</strong><br />

6° de la <strong>Serie</strong> <strong>Immortals</strong> <strong>After</strong> <strong>Dark</strong><br />

CAPÍTULLO 35<br />

Hacía dos días que su mujer estaba en libertad y el campamento entero estaba revolucionado.<br />

La que antes había sido una odiada hechicera ahora no cometía error alguno a ojos de sus<br />

súbditos..., y ella se estaba aprovechando de ello al máximo.<br />

Cuando un grupo de jóvenes diablesas le preguntaron qué nombre le pondría a un caballo,<br />

Sabine les respondió:<br />

—Me gusta cómo suena Fellatio.<br />

Cuando Rydstrom fue a buscarla para pedirle explicaciones, lo único que le dijo fue:<br />

—¿Sabes lo maravilloso que es oír a una de esas diablesas suspirar: «Me encanta mi Fellatio»?<br />

¡Hay cosas que ni el oro puede comprar! —Ante la mirada atónita de él, añadió: —Esa chica tiene<br />

diecinueve años. Si a esa edad no sabe lo que significa esa palabra, entonces tiene un problema<br />

más grave que el de tener un caballo con un nombre raro. Tú te burlaste de mí porque preferí<br />

seguir siendo una ignorante con respecto a vuestro idioma, una lengua que mi especie considera<br />

burda. Pero ¿acaso no es lo mismo que hacen las hembras de tu reino con el sexo?<br />

Rydstrom abrió la boca y luego la volvió a cerrar, incapaz de rebatir ese razonamiento.<br />

Y para colmo, a Sabine le encantaba dictar leyes. Una decretaba que los vinateros tenían que<br />

hacer vino dulce para ella. Otra, que el herrero tenía que forjarle una corona y una coraza cuanto<br />

antes. Otra, que el cocinero tenía que preparar platos vegetarianos.<br />

Puck la seguía a todas partes. Por suerte, no la entendía cuando ella le decía cosas como:<br />

«¿Todavía está detrás de mí? ¿Por qué no dejas de seguirme?». O «Me estás mirando otra vez, ¿a<br />

que sí? Puedo sentir tus pequeños ojos sobre mí».<br />

Aunque se comportaba como si no le hiciera ninguna gracia que Puck la acompañara, Rydstrom<br />

la había pillado un día sentada en un banco, dando golpecitos a su lado para que el pequeño<br />

demonio fuera a sentarse allí. Y también la había visto apartándole un mechón de pelo que le<br />

había caído sobre la frente.<br />

En ambas ocasiones, Sabine pareció sorprenderse a sí misma y las dos veces miró a su<br />

alrededor sintiéndose culpable, como si ser amable fuera algo inapropiado. En su viejo mundo<br />

quizá lo fuera.<br />

Y en lo que se refería a Rydstrom, el demonio no podía pasar suficiente tiempo con ella, pues la<br />

hechicera lo evitaba.<br />

Había exigido tener su propia tienda, negándose a compartir la de él. La noche <strong>del</strong> ataque <strong>del</strong><br />

basilisco, Rydstrom fue a buscarla para darle las gracias por haber salvado a su gente, y para<br />

decirle que quería que siguiera durmiendo con él.<br />

—Mis súbditos me han proporcionado un nuevo alojamiento —contestó ella. —Y ahora, si no te<br />

importa, he tenido un día agotador salvando a todos esos refugiados. Ya sabes, al fin y al cabo soy<br />

su reina, aunque tú hayas permitido que crean que soy una esclava sexual.<br />

—Ya no.<br />

—Sí. Lo he deducido cuando han empezado a traerme regalos y a jurarme obediencia. Me<br />

adoran. Acuñarán monedas con mi cara. Ya están en ello.<br />

Sabine seguía en sus trece. Rydstrom lo permitía porque, al menos seguía allí. Si se quedaba,<br />

pensó, tal vez llegarían a tener un futuro.<br />

Escaneado por CHARO – Corregido por Mara Adilén Página 182

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