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KRESLEY COLE<br />
<strong>El</strong> <strong>Beso</strong> <strong>del</strong> <strong>Rey</strong> <strong>Demonio</strong><br />
6° de la <strong>Serie</strong> <strong>Immortals</strong> <strong>After</strong> <strong>Dark</strong><br />
—Es cierto —dijo una diablesa desde atrás. —Es él.<br />
Se acercó a ellos. Era atractiva, tenía una larga melena castaña y unos brillantes cuernos<br />
pequeños. Y ah, claro, iba vestida con tonos pastel. Sabine la apuntó en su lista negra.<br />
Rydstrom entrecerró los ojos al mirarla.<br />
—¿Te conozco?<br />
La pregunta pareció sorprenderla.<br />
—Yo... sí, sí me conocéis. Soy Durinda. Era una de las damas de compañía de una de vuestras<br />
hermanas en Tornin. —Un pequeño demonio, de más o menos unos seis años de edad, sacó la<br />
cabeza por entre las faldas de Durinda. —Y éste es Puck. —Le atusó el rubio pelo. —Es el hijo de<br />
mi mejor amiga.<br />
A Puck le faltaba un colmillo de leche y se quedó embobado mirando a Sabine. Lo que pareció<br />
molestar a Durinda, porque le dijo al pequeño que se fuera inmediatamente.<br />
La hechicera se había convertido en el centro de atención. Con todas las miradas fijas en ella,<br />
Rydstrom volvió a hablar:<br />
—Mi prisionera, Sabine, <strong>del</strong> castillo de Tornin.<br />
Todos se quedaron boquiabiertos y la sala volvió a alborotarse<br />
—¿La hermana de Omort?<br />
—¿La Reina de los Espejismos?<br />
—¡Nos matará mientras durmamos!<br />
<strong>El</strong>la levantó la barbilla y miró a Rydstrom.<br />
—¿Así que ahora sólo soy tu prisionera? ¿Por qué no me has presentado como tú...?<br />
—Silencio.<br />
Él le apretó el brazo con tanta fuerza que Sabine hizo una mueca de dolor y decidió quedarse<br />
callada. De momento.<br />
Rydstrom se dirigió entonces al demonio que parecía estar mando.<br />
—¿Es aquí donde se abrirán los portales hacia la otra dimensión?<br />
—Sí, mi señor —respondió él. —Dentro de cuatro días.<br />
Sabine se dio cuenta de que Durinda parecía haberse quedado hipnotizada mirando el<br />
musculoso torso de Rydstrom. Había algo en la mirada de aquella diablesa que hizo que Sabine se<br />
acercara a él; en verdad, se le pegó tanto que Rydstrom la miró extrañado.<br />
Tal vez ella no terminara quedándose con su marido, pero por el momento le pertenecía, y a<br />
ella jamás le había gustado compartir.<br />
—Estoy segura de que estáis cansado <strong>del</strong> viaje, mi señor —dijo Durinda. —Podéis quedaros en<br />
mi tienda, y ya encontraremos algún lugar para... ella.<br />
—<strong>El</strong>la se queda conmigo —decretó él.<br />
—Por... por supuesto. —Durinda palideció al escuchar su tono de voz.<br />
—Durinda —dijo Sabine, —gracias por tu hospitalidad.<br />
«Qué menos.»<br />
A pesar de que los hombros de la diablesa se tensaron, los guió hasta su tienda. La lona era de<br />
color azul cielo con rayas grises, y había unas telas decorativas a ambos lados de la entrada. En<br />
conjunto la tienda era muy llamativa, y denotaba riqueza.<br />
Escaneado por CHARO – Corregido por Mara Adilén Página 162