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KRESLEY COLE<br />
<strong>El</strong> <strong>Beso</strong> <strong>del</strong> <strong>Rey</strong> <strong>Demonio</strong><br />
6° de la <strong>Serie</strong> <strong>Immortals</strong> <strong>After</strong> <strong>Dark</strong><br />
—Porque la mayor parte de las criaturas no lo hacen.<br />
—No tendrías que preocuparte de eso si me liberaras. Yo puedo hablar con los animales.<br />
—Ah, ya.<br />
—<strong>Demonio</strong>, te digo la verdad. Puedo hablarles, y ellos me entienden.<br />
—Sea como sea, no vas a necesitar esa habilidad. Yo te protegeré de cualquier amenaza.<br />
—Amenazas. —A medida que se adentraban en el reino de Grave, le había visto inspeccionar<br />
pisadas en el barro, no apartar la mano de la empuñadura de la espada. —¡Qué bien! Estamos en<br />
peligro. Me has traído al lugar más peligroso <strong>del</strong> reino, hogar de las RDTE y cosas similares, y me<br />
atas las manos para que no me pueda defender.<br />
—¿Ratas De Tamaño Enorme? No creo que existan.<br />
Se quedó boquiabierta. Rydstrom había citado un trozo de La princesa prometida.<br />
—No te sorprendas tanto —dijo, algo ofendido. —En el aquelarre de las brujas ponen esa<br />
película las veinticuatro horas <strong>del</strong> día todos los días de la semana. Y las brujas brindan cada vez<br />
que oyen «Mi querido Westley» o algo así. Sería imposible que no me hubiera fijado.<br />
—¿Vas a menudo al aquelarre, a visitar a las brujas?<br />
Sabine podía imaginarse a esas pequeñas mercenarias de la magia tirándole los tejos al enorme<br />
rey demonio. A la hechicera no le gustaban las brujas, desconfiaba de ellas.<br />
—Suenas condescendiente. ¿No estáis las hechiceras y las brujas emparentadas?<br />
—Muy de lejos. —A pesar de que tenían antepasados comunes, ambas sentían especial<br />
predilección por la rebeldía y algunos de sus poderes eran intercambiables (y robables), las<br />
hechiceras pertenecían a una cultura única, muy distinta a la de las brujas, que adoraban la Tierra.<br />
—Bueno, contesta a mi pregunta.<br />
—Me he pasado por ahí algunas veces —dijo. —Como habrás podido averiguar al hurgar en mi<br />
cabeza, mi buen amigo Bowen está casado con Mariketa la Esperada.<br />
Sabine había oído hablar de ella, como la mayoría de la gente de la Tradición. Era la bruja más<br />
poderosa, tenía tanto talento con los espejos que la llamaban la Reina de los Reflejos.<br />
Robarle los poderes sería un golpe maestro. Pero atacar a una bruja poderosa o a todo un<br />
grupo de brujas era muy peligroso. Una bruja podía robar el poder de una hechicera... si la<br />
mataba.<br />
—Ah, sí. Me acuerdo de haber visto a Bowen. Es ese <strong>del</strong> que tienes celos.<br />
—Yo no tengo celos de él; envidiaba que hubiera encontrado a su compañera.<br />
—Pero ahora tú también la has encontrado.<br />
—Sí, por fin.<br />
—Y aun así, ¿no la soltarás?<br />
—Se iría corriendo a la primera oportunidad. Posiblemente llevándose a mi hijo con ella. Ambos<br />
son demasiado valiosos para mí como para arriesgarme a perderlos.<br />
«¿Debería decirle que no estoy embarazada?» Todavía se enfadaría más. Y ésa era la primera<br />
vez que lo notaba relajado desde que se habían conocido. Incluso aquella primera noche, antes de<br />
que supiera siquiera quién era ella, estaba tenso.<br />
Decidió mantener el secreto. Las hechiceras no tenían fama de cautelosas porque sí.<br />
Cuando se inclinó y le besó el puente de la nariz, ella preguntó:<br />
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