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KRESLEY COLE<br />
<strong>El</strong> <strong>Beso</strong> <strong>del</strong> <strong>Rey</strong> <strong>Demonio</strong><br />
6° de la <strong>Serie</strong> <strong>Immortals</strong> <strong>After</strong> <strong>Dark</strong><br />
—¿Ahora? ¿Ahora que tú estás al mando?<br />
La mirada de él se posó en el vientre de ella.<br />
—Oooh, entiendo. Ahora que crees que quizá lleve a tu hijo en mi interior. ¿Me vas a obligar a<br />
comer?<br />
—No es culpa mía que nos encontremos en esta tesitura. Recuérdalo —<strong>El</strong> tono de voz de<br />
Rydstrom hizo que Sabine levantara las cejas. —Si te has salido con la tuya y resulta que estás<br />
embarazada de un demonio, tienes que comer carne para alimentarlo.<br />
—¿No crees que me puede sentar mal comer algo que nunca he comido, algo que me da<br />
náuseas? Quizá, antes de haberme secuestrado deberías haber averiguado cómo tenerme<br />
contenta.<br />
Cuando el estómago de Sabine volvió a rugir, Rydstrom se levantó y cogió la bolsa vacía.<br />
—No te muevas, princesa. Volveré con algo que te dignes a comer.<br />
Al cabo de un rato, volvió con la bolsa llena y vació el contenido sobre la manta. <strong>El</strong>la arqueó una<br />
ceja al ver la selección de frutos rojos.<br />
—Alguien intentando envenenarme. Qué... novedad. —No son venenosas. —Rydstrom cogió<br />
algunas y se las metió en la boca.<br />
—No para los demonios, pero son tóxicas para mí. No somos de la misma especie.<br />
—Lo dices como si fuéramos de planetas distintos. Y no somos tan diferentes.<br />
—¿No? —La mirada de Sabine se posó en los cuernos de él. Rydstrom se pasó una mano por<br />
uno de ellos, y se ruborizó. Era extraño: parecía que estuviera provocándolo, pero no haciéndolo<br />
enfadar.<br />
Sabine negó con la cabeza al ver una sucia raíz entre las frutas.<br />
—¿Es eso corteza? —Con una risa, añadió: —Por todos los dioses, ¡me has traído corteza para<br />
roer!<br />
—¿Y como se supone que debo saber lo que comes? Has rechazado la buena comida...<br />
—Ese animal no es comida. Las hechiceras somos demasiado refinadas para comer otros seres<br />
vivos.<br />
—Te preocupas más de los animales que de otras personas.<br />
—¿Lo ves? Esa es la razón: las vacas no intentan robar poderes y las gallinas muy pocas veces<br />
intentan asesinarme. ¿Y por qué es así? Pues no lo sé. Es así, punto.<br />
—¿Hay algo de todo esto que puedas comer?<br />
—Esas moras no son venenosas.<br />
—Cuando Sabine las señaló con la cabeza, él fue a lavarlas con agua de la cantimplora, y al<br />
volver se sentó a su lado.<br />
Se las fue dando en la boca, y ella se tomó su tiempo. No quedaba más remedio que tener<br />
paciencia, ya que no tenía intención de dejar que comiera por sí misma.<br />
Pero al demonio no parecía importarle que cogiera una mora cada vez. De hecho, incluso<br />
parecía disfrutar con ello.<br />
—Mi nueva mascota es herbívora —dijo sonriendo con voz ronca.<br />
Desconcertada al verlo sonreír, Sabine miró a su alrededor.<br />
—Aquí arriba hace más frío. ¿Por qué hemos tenido que su tanto?<br />
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