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KRESLEY COLE<br />
<strong>El</strong> <strong>Beso</strong> <strong>del</strong> <strong>Rey</strong> <strong>Demonio</strong><br />
6° de la <strong>Serie</strong> <strong>Immortals</strong> <strong>After</strong> <strong>Dark</strong><br />
CAPÍTULLO 25<br />
A lo largo <strong>del</strong> día, el paisaje se fue transformando gradualmente. Los matorrales se hicieron<br />
cada vez más espesos, enredándose en sus pies al avanzar, y el bosque cada vez más tupido de<br />
árboles que el viento fustigaba continuamente. Los ríos habían cavado la meseta, formando a lado<br />
y lado precipicios que ofrecían vistas espectaculares.<br />
Sabine y Rydstrom continuaron su ascensión, cruzando riachuelos poco profundos uno tras<br />
otro.<br />
<strong>El</strong>la miraba cada zarza, el fuerte sol que caía sobre su cabeza, y al demonio cada vez que éste la<br />
ayudaba a beber de la cantimplora.<br />
Rydstrom no podía evitar pensar en lo que había sabido esa mañana. ¿Dónde estaba él hacía<br />
quinientos años, cuando Sabine estaba desprotegida y estaba siendo torturada?<br />
Si hubiera dejado su persecución de la corona y, en vez de eso, la hubiese buscado a ella, podría<br />
haberle ahorrado todo ese sufrimiento. «Mi mujer, degollada de esa manera cuando era sólo una<br />
niña.»<br />
¿Había pasado miedo? ¿Sabía lo que le iba a ocurrir?<br />
Había dicho que ésa no fue la última vez que la habían matado y, sobre eso, Rydstrom sabía<br />
que Sabine le había dicho la verdad. Entonces, ¿cuántas muertes había tenido que sufrir? ¿De qué<br />
otras formas había muerto? ¿Qué edad tenía cada vez?<br />
No era de extrañar que tuviera tan poca consideración por la vida.<br />
Esa mañana le había gritado, sacudiéndola para conseguir se lo dijera. Y algo había pasado.<br />
Sabine cambió totalmente de porte, sus ojos perdieron intensidad. Su arrogancia desapareció.<br />
Tal como ya había imaginado, antes, cada vez que la hechicera se sentía incómoda, se<br />
camuflaba bajo un espejismo que expresaba diversión o condescendencia. Pero ahora no tenía<br />
manera de crear ilusiones. Y Sabine estaba tan acostumbrada a esconderse místicamente tras<br />
ellas, que ya no se acordaba de cómo era mostrar sus verdaderos sentimientos.<br />
Aquella mañana la furiosa y sarcástica Sabine había empezado también a ruborizarse. Cada vez<br />
que pillaba a Rydstrom mirándole el mechón de pelo blanco o el cuello, sus mejillas adquirían un<br />
color rosado. Actuaba como si ahora él conociese una debilidad que ella se había esforzado mucho<br />
por mantener oculta.<br />
La hechicera se convirtió para él en un libro abierto. Y lo que podía leer allí lo trastornaba<br />
enormemente.<br />
Sabine le había preguntado si conocer su pasado había apaciguado su enfado <strong>del</strong> que él ya casi<br />
se había olvidado, como si hecho de estar tan confundido lo hubiera sobrepasado. A cada<br />
momento lo dejaba perplejo. Como si fuera el rompecabezas más complicado con que se hubiese<br />
encontrado jamás.<br />
Esta situación le recordaba cuando Bowen, su amigo licántropo, había intentado ganarse a la<br />
bella bruja Mariketa. Su relación había empezado mal, cuando él la encerró en una tumba de<br />
incubi y tardó semanas en rescatarla.<br />
Rydstrom todavía se acordaba de lo perplejo que se sintió cuando vio a su amigo comportarse<br />
de ese modo tan confuso y agresivo. En aquel entonces había sido un completo engreído, y le<br />
aconsejó a Bowen que se calmara y tratara de razonar. <strong>El</strong> licántropo le contestó que se lo pasaría<br />
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