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KRESLEY COLE<br />
<strong>El</strong> <strong>Beso</strong> <strong>del</strong> <strong>Rey</strong> <strong>Demonio</strong><br />
6° de la <strong>Serie</strong> <strong>Immortals</strong> <strong>After</strong> <strong>Dark</strong><br />
Al alzar la cabeza, lo vio desnudo, recostado contra una roca, con un brazo apoyado en una<br />
rodilla que tenía levantada. La estaba mirando con expresión inescrutable. A pesar de que su<br />
pecto seguía siendo demoníaco, sus ojos obsidianos no parecían ya tan frenéticos.<br />
Sabine jamás podría olvidar la posesividad que había visto en la mirada <strong>del</strong> demonio aquella<br />
noche. Se le puso la piel de gallina al recordar lo satisfecho que se había sentido consigo mismo<br />
después de que ella lo observara estallar de placer.<br />
Rydstrom se puso en pie, un ejemplar magnífico de virilidad un cuerpo hecho para el sexo.<br />
Pertenecía a aquellos parajes; igual que un animal salvaje, era un ser mitológico, un ser sacado de<br />
una leyenda.<br />
Y era su marido.<br />
Cuando llegó junto a ella, el cuerpo de Sabine volvía a estar inquieto, pero estaba demasiado<br />
cansada como para plantearse tener un orgasmo. <strong>El</strong> demonio la rodeó con los brazos, acercándola<br />
a él.<br />
Sabine se tensó ante ese gesto hasta entonces desconocido, comprendió que quería que<br />
durmieran juntos. En aquella p tura.<br />
Cuando Rydstrom le acarició el rostro con el suyo, los párpados de Sabine empezaron a<br />
cerrarse. Su cuerpo era sorprendentemente cálido. <strong>El</strong> demonio le besó el cuello, la oreja. Sus<br />
caricias eran tiernas de nuevo. Era como si se arrepintiera de haberle hecho daño, a pesar de ser él<br />
mismo quien le había infligido el castigo. Por todos los dioses, ¡no dejaba de confundirla!<br />
Aunque no le soltó las manos, Sabine corría el riesgo de proyectar espejismos estando dormida,<br />
sin darse cuenta. En ese preciso instante, habría dado su mejor diadema a cambio de una poción<br />
para poder mantenerse despierta. La idea de que Rydstrom pudiera ver sus más profundos<br />
pensamientos, sus recuerdos.<br />
Le preocupaba qué pensaría su demonio <strong>del</strong> pasado de su esposa si ella se atreviera a<br />
contárselo. No quería que la juzgara, mucho peor, que sintiera lástima. Su madre solía decir: «Que<br />
los dioses me lo den todo, excepto la compasión de un buen hombre».<br />
Sí, Sabine estaba ansiosa, pero tenía los músculos doloridos, y era tan agradable sentir el<br />
cuerpo de él pegado al suyo... Cálido, fuerte..., seguro.<br />
«No sueñes... no sueñes...»<br />
A Sabine se le cayó de nuevo la cabeza, y luego se quedó profundamente dormida.<br />
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