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KRESLEY COLE<br />
<strong>El</strong> <strong>Beso</strong> <strong>del</strong> <strong>Rey</strong> <strong>Demonio</strong><br />
6° de la <strong>Serie</strong> <strong>Immortals</strong> <strong>After</strong> <strong>Dark</strong><br />
Pero justo cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo Rydstrom se apartó.<br />
—¡No, no, no! —Pataleó. —¡Estás haciendo... que... tenga ganas... de matarte! —dijo con la voz<br />
entrecortada.<br />
—Ya —contestó él, recorriéndole despacio todo el cuerpo con el dorso de los dedos, haciéndola<br />
estremecer. En el preciso instante en que la respiración de Sabine parecía calmarse, dijo— Separa<br />
más las piernas.<br />
Apretando los dientes, ella levantó la vista hacia las ramas q había por encima de la cabeza, y<br />
obedeció.<br />
Hora tras hora, Rydstrom la mantuvo al borde <strong>del</strong> abismo. Él tuvo dos orgasmos más, pero<br />
luego empezó a controlarse, decidido a aguantar más que ella.<br />
Él nunca había visto a ninguna hembra en ese estado. Sabine sacudía la cabeza de un lado a<br />
otro, su melena pelirroja, que se había secado, estaba extendida por encima <strong>del</strong> saco de dormir.<br />
Tenía los pezones excitados y arqueaba la espalda.<br />
Espejismos de llamas ardían a su alrededor.<br />
No permitirle alcanzar el orgasmo era una especie de castigo también para él... Iba en contra de<br />
todos sus instintos demoníacos no satisfacer a su compañera. Pero la reacción de la hechicera lo<br />
excitaba muchísimo.<br />
Y a pesar de todo, ella todavía no se había rendido. A pesar de él se moría de ganas de hacerle<br />
el amor, de poseer sin tregua aquel pálido cuerpo, estaban inmersos en una batalla de voluntades<br />
Y él nunca perdía esa clase de enfrentamientos...<br />
Cuando la luna empezó a ponerse, Sabine apenas podía respirar y tenía todo el cuerpo<br />
empapado de sudor, los pechos doloridos e irritados.<br />
Él estaba tumbado a su lado, y ella lo miró a los ojos.<br />
—A… abrázame, demonio —le susurró. —Yo haré el resto.<br />
La imagen que conjuraron esas palabras hizo que Rydstrom tuviera ganas de rugir. Abrazarla y<br />
que ella moviera las caderas para que ambos sexos se rozaran... hasta sentirla estremecerse entre<br />
sus brazos presa <strong>del</strong> placer...<br />
Agachó la cabeza y le recorrió un pecho con la lengua.<br />
—Suplícamelo, cariño —le susurró. —Y te juro que haré que tengas un orgasmo tan<br />
espectacular que verás las estrellas.<br />
—¡Jamás! —Sabine negó con la cabeza y gritó. —¡Tú no lo entiendes...!<br />
—¿Ah, no? —preguntó él, sentándose.<br />
Con los brazos todavía atados, Sabine se desplomó a un lado, con todo el cuerpo temblando y<br />
pegando las rodillas a su pecho. <strong>El</strong> se quedó mirándola mientras se quedaba dormida de<br />
cansancio.<br />
Todavía era de noche cuando se despertó. Estaba sola sobre el saco de dormir, y no tenía ni<br />
idea de cuánto tiempo había estado inconsciente. Inspeccionó su cuerpo y se quedó atónita.<br />
¿Rydstrom la había desatado <strong>del</strong> árbol y la había lavado?<br />
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