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EXCODRA<br />
REVISTA DE LITERATURA<br />
(Y OTRAS ARTES)<br />
Nº 19<br />
(EL LENGUAJE)<br />
Revista <strong>Excodra</strong>. Número <strong>XIX</strong>, <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>. Julio, 2014. ISSN 20141998.
ÍNDICE<br />
Editorial<br />
Prosa<br />
Los atormentandos del <strong>lenguaje</strong>, Federico Fernández Giordano<br />
Un paseo por la British Library, Carmen de Agustín Pavón<br />
Sobre la palabra y la escritura, Antonio Tello<br />
Xwan, Tania Hernández<br />
William Burroughs: <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> y la metáfora viral, José Manuel Vara<br />
Tantas muertes tantas, Chus Molina Raspal<br />
Lenguas de agua y fuego, Emilio Gómez Barroso<br />
Primer intento, Cristina López Lumbreras<br />
<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> y la moral del esclavo, Javier Puerma Bonilla<br />
Palabras como golpes, Beti Mármol<br />
Claude, Sylvia Ortega<br />
<strong>El</strong> viaje, Maica Bermejo Miranda<br />
Poesía<br />
Apelación a Dylan Thomas, Carlos Barbarito<br />
Intuición y delirio en sincopada decadencia estereotipada, José Manuel Vara<br />
SCAT, Abel Santos<br />
Poesía visual<br />
Don Quijote en el Raval, Agustín Calvo Galán
Pintura<br />
Jalón de Aquiles<br />
Marta Adserias<br />
Fotografía<br />
Raquel Calvo<br />
<strong>El</strong>i Mora<br />
Entrevista<br />
Sergi Bellver
EDITORIAL<br />
En este nuevo número de la Revista <strong>Excodra</strong>, el decimonoveno, miramos de<br />
frente a lo que sea <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>. Y lo hemos mirado bien dentro, le hemos<br />
quitado la ropa, la piel, la carne y hemos observado su estructura y sus<br />
conexiones, unos con microscopio, otros a simple vista, otros con telescopio,<br />
pero siempre explorando al <strong>lenguaje</strong> desde el mismo <strong>lenguaje</strong>, curiosa<br />
situación, en la que el objeto de estudio es idéntico y el mismo a las<br />
herramientas que usamos para estudiarlo. En este número se propone al<br />
<strong>lenguaje</strong> como esencia primera, base del pensamiento, de la conciencia, de la<br />
generación de realidad, pero también como producto de la memoria, como<br />
herramienta del entendimiento, como virus, como vehículo de las emociones o<br />
como expresión del pensamiento. Hemos mirado al <strong>lenguaje</strong> desde varias<br />
ópticas, todas enriquecedoras. Hemos puesto al <strong>lenguaje</strong> frente a la política, a<br />
la poesía, a la literatura en general, al amor, a la historia, a la economía o a la<br />
psicología, buscando el contraste que nos permita ver su contorno, sus límites,<br />
y quede así definido. Bajo toda esa colección de intuiciones, el <strong>lenguaje</strong> late y<br />
se expande y contrae, absorbiendo el pasado, llevando dentro de sí todo lo<br />
sucedido desde cualquiera que fuera el principio de los tiempos, piénsenlo,<br />
haciéndonos lo pasado presente, dándonos las llaves que abrirán las puertas<br />
de los días que vendrán, limitándose a sí mismo, limitando, ya sea ampliando<br />
o reduciendo, nuestro ser, nuestro existir.<br />
Creo que será difícil que alguien pueda hacerme cambiar de opinión respecto<br />
a esta afirmación: Somos <strong>lenguaje</strong>.<br />
Somos <strong>lenguaje</strong>: Somos fuego. Me gusta sentir al <strong>lenguaje</strong> como una llama<br />
que se alimenta de lo dado consumiéndolo y a su vez que nosotros podemos<br />
seguir alimentándola para que siga ardiendo. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es fuego, dialéctica<br />
pura, pues tras lo que destruye, de las cenizas formadas, surgen nuevos
<strong>lenguaje</strong>s que llevan dentro de sí lo destruido, lo pasado.<br />
Hay una escena en una de las películas de Hannibal (el Dr. Lecter) que me<br />
describe muy bien lo que sea el <strong>lenguaje</strong>. En la escena, Hannibal, mira a una<br />
cámara en la lejanía y agita a brazo levantado su mano abierta de derecha a<br />
izquierda. Quien lo mira, al otro lado de la imagen que captura la cámara, se<br />
pregunta: “¿Qué querrá decir: hola, o adiós?”<br />
Es genial, eso es el <strong>lenguaje</strong>: Lo que existe desde quien lo percibe.<br />
Porque el <strong>lenguaje</strong>, y esto hay que dejarlo claro, es todo aquello que activa<br />
nuestros sentidos (desde fuera: por la vista, por el oído, por el gusto, por el<br />
tacto, por el olfato; o desde dentro: la nociocepción, la propiocepción, los<br />
sueños), con lo cual cada uno tendrá: Su propia realidad y produciendo desde<br />
sí, su propio <strong>lenguaje</strong> basado en todos los demás.<br />
Como el niño que nace, y al sentir, comienza a crear.<br />
No os enredo más, disfrutar de este nuevo número.<br />
Salud.
PROSA<br />
Los atormentandos del <strong>lenguaje</strong>:<br />
Una aproximación al pensamiento trágico<br />
En La aliteratura contemporánea, 1 Claude Mauriac apuntaba que la<br />
importancia de escribir diarios reside en retener lo valioso de nuestras vidas,<br />
consignar lo que de otro modo podría ser olvidado. ¿Qué sentido tiene<br />
entonces –se preguntaba el mismo Mauriac— escribir lo que sabemos que ya<br />
sabemos, lo que jamás podría ser olvidado? Hay en esta pregunta viciosa una<br />
intuición de algo resbaladizo y problemático, algo parecido a arenas<br />
movedizas: un sustrato ominoso del mundo (y del <strong>lenguaje</strong>) que por lo común<br />
tendemos a silenciar en la vida consciente, pero que nos “habla”<br />
taimadamente; como un activo congelado en el sistema de préstamos y<br />
transacciones del habla corriente. Lo que “sabemos que ya sabemos”, de más<br />
está decirlo, es aquello que sabemos sin pasar por el proceso del <strong>lenguaje</strong><br />
corriente, pero que no obstante es susceptible de ser pensable. (De ahí que la<br />
interpelación común entre los enamorados, “¿en qué estás pensando?” o “¿qué<br />
piensas?”, sea casi siempre una proposición nula o carente de sentido; y de ahí<br />
que la expresión coloquial a modo de saludo “¿qué dices?” “qué dius?” en<br />
catalán, “what are you doing?” en inglés, etc tenga tanta preminencia sobre<br />
la primera, siendo que lo pensable es constantemente desechado por lo decible<br />
y lo fáctico, sin que esto implique que lo decible y lo fáctico correspondan a<br />
aquello mismo que pensamos.)<br />
<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> se convierte así en una operación de cabotaje, un desplegamiento<br />
de circunloquios y circunvoluciones (préstamos y transacciones) que bloquean<br />
o desvían los activos inutilizables pensables. Entonces toda la actividad de la
escritura se convierte en un gigantesco subterfugio, un condenado y<br />
condenatorio acto de evasión de lo absoluto, que se traduce en residuo o<br />
inercia de su propio residuo.<br />
Esa intuición trágica del mundo (lo que sabemos que sabemos, pero no<br />
utilizamos cotidianamente) subsiste congelada, asediada por el cerco de la<br />
palabra, por ese aludir desde lejos que enseñaba la etimología de Apolo, 2 y no<br />
es casualidad que Nietzsche, el primer filósofo preocupado por definir la<br />
filosofía trágica, señalase la importancia de Dioniso. ¿Qué es lo que sabía<br />
Dioniso, que tanto cautiva incluso a los cultores de un sistema de valores<br />
unitario, apolíneo y luminoso? Dioniso es el dios de los borrachos, de los<br />
locos, de los músicos (y cabría añadir: de los niños). De aquellos que “saben”<br />
antes de efectuar el despliegue de circunloquios, cabotajes y circunvoluciones.<br />
La intuición trágica del mundo no es entonces una cosa metafísica (situada<br />
“más allá”), sino hipofísica (situada “más acá”), y parece claro que la<br />
experiencia del origen como ambigüedad y nodualidad, propia de las<br />
filosofías orientales y recogida por Heráclito, era previa a la escisión dialéctica.<br />
La experiencia de la ambigüedad cobró nuevos bríos entre los grandes trágicos<br />
del Siglo de Oro de Atenas, el siglo de Eurípides y de los sofistas, en un<br />
momento en que el viejo orden político se derrumbaba; la seguridad de la<br />
polis se abría a la “globalización” y al imperialismo, a la guerra y la tyché, y de<br />
alguna manera toda la filosofía de Platón, la filosofía positiva por excelencia,<br />
es una reacción inflamada contra la incertidumbre de la tragedia. La filosofía<br />
positiva es contraria a ese conocimiento del origen, el conocimiento pensable<br />
de lo ambiguo, pues éste deconstruye todo lo que previamente habíamos<br />
construido como orden armonioso (decible). De ahí la idea de terror filosófico,<br />
característica del pensamiento trágico, en su desocultación obstinada del noser.<br />
Y Clement Rosset parece sugerir que es precisamente la pérdida de
nuestros constructos mentales lo que nos conecta con ese noorden originario<br />
y preexistencial (por eso el filósofo francés hablará de azar constituyente, y no<br />
de azar constituido). 3 En este sentido, la locura ha sido siempre un prisma<br />
lúcido de la realidad. “Somos lo que nos falta”, oigo que dice un enfermo<br />
mental en la tele. “La esquizofrenia es un desorden mental”, asevera otro. Y<br />
Artaud: “Padezco una espantosa enfermedad del espíritu. Mi pensamiento me<br />
abandona totalmente. Se trata de una ausencia total, una completa pérdida.” 4<br />
Ese “algo que nos falta” y ese “desorden” son en verdad el anatema de lo<br />
racional, pero son también la causa de todo deseo, como enseña la “ausenciapresentificada”<br />
lacaniana. Una ausencia o vacío que, a modo de remolino, nos<br />
erotiza inevitablemente hacia su centro, como la vieja Moby Dick tiraba de<br />
Ahab hacia las profundidades. <strong>El</strong> loco nos muestra con insoportable claridad<br />
que tras las aguas de la identidad, tras la ousía platónica no había sino un<br />
abismo negro, un gigantesco desorden primordial, y la ilusión ontológica<br />
sucumbe siempre a ese estado primordial, que es un estado de disipación o<br />
reposo, un estado de suspensión del juicio ontológico (en palabras de Rosset,<br />
un estado de muerte); un “grado cero” de naturaleza donde las cosas han<br />
accedido (porque no pueden hacer otra cosa) a su propia nonaturaleza.<br />
Para ilustrar esta noción de nonaturaleza, Rosset evoca el cuento de<br />
Maupassant, La noche, en el que un hombre pierde las coordenadas de la<br />
realidad a medida que camina por las avenidas y parques de París. “París no<br />
existe”, concluye Rosset, en una de las afirmaciones más perturbadoras y<br />
profundas del antiéxtasis trágico. De un modo parecido, Deleuze afirmaba<br />
que “no hay lengua en sí, ni universalidad del <strong>lenguaje</strong>, tan sólo un cúmulo de<br />
dialectos, de patois, de argots, de lenguas especiales”. Cúmulo de patois o<br />
lenguas especiales que explicitan la pluralidad de miradas (la psicopatía de la<br />
mirada) que proyectamos sobre el mundo. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es entonces una<br />
psicopatía de primer orden; un “derrumbamiento central del alma, una
especie de erosión, esencial y fugaz a la vez, del pensamiento”. 5<br />
Como observó Heidegger, en la fisura antropocéntrica, en el tránsito socrático<br />
del concepto al juicio, del símbolo a la razón, se da un desplazamiento de la<br />
intuición en favor del método y de la Idea, y eso es lo que define la “fisura”<br />
platónica: el Ser es abandonado más allá del plexo del ente. Dicho de otro<br />
modo: lo indecible es subvertido por lo decible, en una polarización (un<br />
“exorcismo”, como lo llama Salvador Pániker) que caracteriza todo el<br />
movimiento metafísico y el proceso dialéctico positivo. La filosofía positiva<br />
practica un “exorcismo” sobre lo Real al despojarlo de su fondo ilimitado, su<br />
espíritu caótico e incognoscible. La filosofía trágica, por su parte, devuelve al<br />
espíritu su cualidad primera irracional, su nodualidad original, su physis hipofísica.<br />
Artaud escribiría su Heliogábalo pensando en esta regresión crítica al<br />
origen indiferenciado. Y es de nuevo la antiepisteme del terror filosófico la<br />
que asoma al esquema vital de los atormentados, si bien éstos se distancian de<br />
aquélla en cuanto que persiguen (a su manera divergente y cáustica) la<br />
plenitud del ser. Así Rimbaud se perderá por el norte de África, y Artaud “se<br />
pasará la vida corriendo detrás de su ser, intentando alcanzar a su doble, para<br />
fundirse con él y no formar finalmente más que uno”. 6<br />
Después de Communications y el postestructuralismo, tras la “absoluta<br />
dispersión” de los sistemas de pensamiento de Foucault, tras la noción de<br />
multiplicidad de <strong>lenguaje</strong>s del segundo Wittgenstein, o tras el propio Teorema<br />
de Gödel, de alguna manera podía parecer que el <strong>lenguaje</strong> hacía esfuerzos por<br />
recuperar la consistencia perdida; Umberto Eco llamaba al orden y nos<br />
recordaba que “para empezar un discurso sobre la libertad de interpretación,<br />
hay que hacer una defensa del sentido literal”… pero he aquí que ese sentido<br />
literal, ese estado de cosas normalizado no puede estarse quieto mucho<br />
tiempo. Enseguida el <strong>lenguaje</strong> se encabrita sobre sí mismo y vuelve por sus
auténticos fueros, que son los del decurso suicida e incoercible del niño<br />
esquizoanalítico, la suma irracional que se precipita por el abismo. La escisión<br />
dialéctica parece que es incapaz de soportar su propia continuidad, su propio<br />
empuje unitario, y antes o después vuelve a caer en el remolino de las<br />
palabras y el pensamiento, el entrecruzarse de las cosas y las ideas, la<br />
licuadorasumidero que fagocita con solvencia nuestra noción de sentido.<br />
Hay en esa postura tormentosa (ya no ante el mundo, sino ante el propio<br />
<strong>lenguaje</strong>) un componente central que es el de la escritura como problemática.<br />
La comprensión de la escritura como problemática es el corazón y los<br />
intestinos de los atormentados del <strong>lenguaje</strong>. 7 Una problemática como antiliteratura<br />
más real que la propia literatura, por la misma razón que lo nodicho<br />
por la filosofía trágica es más real que lo dicho, más real que la supuesta<br />
realidad objetiva que resulta ser esquemática y falsaria. En este sentido tanto<br />
los atormentados como los trágicos son generadores de una realidad desintegral.<br />
Los primeros evacúan esa desintegración de lo real en una<br />
sublimación con sentido ideológico, ético o estético, mientras que los segundos<br />
están acogidos al límite del silencio. Tras ese límite, que es el límite trágico del<br />
mundo, sólo resta aprender a reconciliarse con el mundo. Hemos perdido el<br />
contacto con el mundo cuando afirmamos que ese mundo está sustentado en<br />
alguna causa razonable (la realidad ilusoria, la realidad del idealismo y el<br />
subjetivismo, la realidadespectáculo, y por encima de todas, la realidad como<br />
causalidad necesaria). La realidad es “engaño” o “maya” desde el momento en<br />
que la sometemos a la escisión antropocéntrica, a la contradicción de términos<br />
que viven en la lógica, así como a la fisura entre lo finito y lo infinito.<br />
Disuélvase esa escisión ontológica (y con ella el conflicto seminal de los<br />
atormentados) y se comprobará cómo el verdadero rostro del mundo no era la<br />
máscara ilusoria del drama, sino la mueca enloquecida del buen Dioniso.
Anotaciones:<br />
1 Claude Mauriac; La aliteratura contemporánea; Ediciones Guadarrama, Madrid, 1972.<br />
2 Según Giorgio Colli: “aquel que destruye totalmente”; “aquel que hiere desde lejos”;<br />
“aquel que actúa desde lejos”. En <strong>El</strong> nacimiento de la filosofía; Giorgio Colli; Tusquets, 1977.<br />
3 Clement Rosset; Lógica de lo peor; Seix Barral, Barcelona, 1975.<br />
4 Antonin Artaud, en carta a Jacques Rivière, citado por Mauriac, op. Cit.<br />
5 Claude Mauriac; op. cit.<br />
6 Ibíd.<br />
7 Según Artaud, atormentados del <strong>lenguaje</strong> eran François Villon, Baudelaire, Edgar Allan<br />
Poe, Nerval… A los que cabría añadir otros nombres como Kierkegaard, Rimbaud, Kafka,<br />
Pizarnick, Cioran, o el propio Artaud.<br />
FFG
Un paseo por la British Library<br />
[Leer en voz alta]<br />
In principio erat Verbum<br />
Juan, I:1<br />
EnelprincipiofueelVerboyelVerboestabaenDiosyelVerboeraDiosycomoloibaaente<br />
ndersilatraducciónquenoshacíanleeresasmonjasnohabíatraducidoelverbolatino<br />
porsuequivalentecastellanoosealapalabraporfinenestabibliotecapuedoleerinthe<br />
begynnyngwasthewordytodotienesentidoclaroquelapalabraesdiosperoquizáesa<br />
smonjasquenoshacíanleerlabibliacadadíanoquisieranqueentendiéramosnadaell<br />
assólonecesitabanqueobedeciésemosyadormecernuestrasconcienciaseslamentir<br />
alaquenacedel<strong>lenguaje</strong>oel<strong>lenguaje</strong>elquenaceporlanecesidaddementirlaperpetu<br />
acióndelamentiralaquenaceconlaescrituraqueenelprincipioeranletrasgrabadasa<br />
manoenpiedraoenpergaminorecitadasenvozaltasinsignoalgunodepuntuaciónar<br />
duotrabajoeldellectordesentrañarestamarañamientrasmurmullaentremurmullo<br />
sdeotrostantoslectores<br />
[Leer para sí]<br />
hasta que un día, oh maravilla, perfeccionamos el arte de grabar nuestros<br />
pensamientos, traduciendo el <strong>lenguaje</strong>, nuestra consciencia parlante ¿es el<br />
nacimiento del <strong>lenguaje</strong> el nacimiento de la consciencia, o quizá el nacimiento<br />
de la consciencia sea el nacimiento del <strong>lenguaje</strong>? a claras líneas sobre una<br />
superficie, signos de puntuación, tipografías estandarizadas que permiten el<br />
mínimo esfuerzo a nuestras retinas, a nuestros cerebros –la biblioteca es el<br />
universo, y al significado de verba volant, scripta manent se le acaba dando la<br />
vuelta para siempre: ahora lo venerable es lo escrito, lo hablado ya no llega a<br />
los dioses como entonces; podemos leer los pensamientos de otro o incluso
eleer los propios, y podemos hacerlo para nosotros mismos, sin perturbar la<br />
paz de los otros lectores con nuestro murmullo: en la biblioteca, templo del<br />
<strong>lenguaje</strong>, reina el silencio. Traducción imperfecta en muchos casos, cuando<br />
quien junta una palabra con la siguiente y las lanza al mundo sabe que por<br />
mucho que se esfuerce sus palabras quedan lejos de reflejar adecuadamente el<br />
sabor de su decepción, el olor de su alegría, el color de su ira, cuando quien<br />
recibe las palabras, por mucho que estén nítidamente impresas sobre una<br />
pantalla o sobre una hoja de papel, nunca podrá llegar a saber del todo qué<br />
querían decir esas palabras, qué esconden realmente, cómo ni por qué éstas<br />
fueron escritas, sino únicamente interpretar a partir de ellas un pedazo<br />
inexacto de significado, siempre a partir de su propia realidad, que no es la<br />
misma que la realidad ajena, cuando la palabra puede mentir diciendo la<br />
verdad e incluso decir la verdad mintiendo. Palabras que son formas, que son<br />
sonido, que son viento de vida que fluye entre los labios (en italiano, ser capaz<br />
de ver la palabra surgiendo dalle labbra; cada lengua acota de manera muy<br />
precisa lo que nos está permitido expresar con el <strong>lenguaje</strong>, cada concepto<br />
expresado en una lengua es ligeramente diferente y único, intenten si no lo<br />
creen traducir el kokoro japonés al castellano; intenten convencerme de que<br />
food significa lo mismo que comida: nunca lo creeré). La palabra: arma<br />
imperfecta con la que moldeamos el calor de una mano sobre nuestro costado,<br />
el rayo de luz que nos ciega, la frialdad del agua que nos resbala por la<br />
garganta; con la que intentamos sin éxito que los demás comprendan quiénes<br />
somos. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>: traducción imperfecta del mundo y arma poderosísima<br />
para darles la vuelta a las consciencias, para engañar, para manipular;<br />
también para complacer, para dar paz, para iluminar. Ya lo sabía quien escribió<br />
que la palabra es dios, que<br />
καὶ Θεὸς ἦν ὁ Λόγος, y también lo sabía quien<br />
decidió que nada podíamos fiar a la palabra, que Nullius in verba.<br />
CdAP
Sobre la palabra y la escritura<br />
En tanto que acto genésico, la escritura es fruto de esa pulsión íntima, sentida<br />
y profunda, el deseo, que nos induce a salvarnos de la extinción. <strong>El</strong> deseo es<br />
motor del instinto de supervivencia, pero el ser humano no sólo aspira a<br />
sobrevivir sino también a trascender su propia finitud y conocer la realidad de<br />
su propia existencia. <strong>El</strong> deseo humano compromete el placer de sentir y el<br />
gozo de saber del acto creador.<br />
De modo que, para no frustrar, para no abortar este propósito y caer bajo los<br />
efectos del caos y de las fuerzas corruptoras que amenazan la verdad y la<br />
belleza, esa poderosa pulsión genésica ha de someterse a una gramática. Es<br />
decir, un sistema racional de principios y leyes que hacen verificable la<br />
comunicación primordial entre el creador y el fruto de su deseo de vivir y<br />
conocer: la obra de arte.<br />
Las leyes y principios que conforman esta gramática surgen de la voluntad, la<br />
cual no limita el deseo sino que permite, en palabras de Schopenhauer, «trazar<br />
una meta a sus ansias infinitas y llenar el insondable abismo de su corazón».<br />
En tanto que principio sustentador de la gramática del deseo, la voluntad, y lo<br />
que ella lleva consigo, el empeño y el rigor, es el medio del que se vale el<br />
creador, el artista, para alcanzar y salvaguardar la visión de la verdad y la<br />
belleza, y proteger así el lugar del hombre «en la escala tonal del ser», como<br />
dice George Steiner.<br />
Platón escribía en el Crátilo que «el <strong>lenguaje</strong> es una acción». De modo que la<br />
gramática del deseo representa la armadura con que el poeta entra en acción.<br />
Un tipo de acción vinculante que origina y refuerza el comportamiento<br />
humano y, consecuentemente, determina la acción social unificada para<br />
dominar el entorno.<br />
Quiero decir que el primate que funda la humanidad no lo hace cuando<br />
descubre la palabra, sino cuando percibe su cualidad transformadora. Es en
esta edad temprana cuando el aún homínido deja de comportarse de forma<br />
pasiva y empieza a actuar. La palabra le sirve para organizarse y para<br />
manifestar su poder sobre las cosas y los demás seres que habitan en el<br />
mundo.<br />
Es el momento en que el hechicero hace suyas las palabras que los comunican<br />
con los espíritus, como más tarde lo hará el sacerdote para intermediar entre<br />
los dioses y los pueblos, y como miles de años más tarde lo harán las<br />
entidades del poder político y económico para ejercer su dominio en un<br />
mundo laico, donde las antiguas divinidades se baten en violenta retirada o se<br />
acomodan a una suerte de interesada funcionalidad emocional.<br />
<strong>El</strong> hombre, una vez en posesión y dominio de la palabra, inventa los dioses y<br />
les atribuye la Creación manifestando de este modo la debilidad de su<br />
condición humana; la desconfianza en sus fuerzas para resistir la atracción de<br />
la materia inerte y de las fuerzas de la oscuridad, la fealdad, el caos y el<br />
olvido; la atracción del abismo de silencio que anida en el origen, y la<br />
evidencia de los límites de su saber para explicar el misterio primordial.<br />
No obstante, entre la vulnerabilidad humana y las poderosas fuerzas que<br />
niegan u obstaculizan el saber, el propósito del poeta es preservar la función<br />
comunicativa del <strong>lenguaje</strong>; proteger la raíz conceptual de la palabra, pues ésta<br />
nos acerca a la verdad última y amplía el territorio de las libertades y justicia<br />
sociales.<br />
En este propósito el poeta no puede caer en la impostura, la ignorancia y la<br />
negligencia, porque ellas trastocan la realidad y permiten, por ejemplo, el<br />
imperio de un <strong>lenguaje</strong> corrompido en el que las guerras colonialistas son<br />
«preventivas» o «humanitarias», que las víctimas son «daños colaterales», que<br />
el genocidio es «limpieza étnica», el abuso, «responsabilidad», la invasión,<br />
«liberación», los países pobres, «países emergentes», y que «amor»,<br />
«solidaridad», «perdón», etc., sean meros esqueletos fonéticos cuya carnadura<br />
se pierde por el uso sin sentido verdadero de la acción y conducta que
implican.<br />
Atacada así por las fuerzas irracionales del poder político y económico y por la<br />
acción devastadora del tiempo que consagra el olvido, la palabra cae enredada<br />
en el gran barullo verbal del sistema, la confusión babélica, y paralizada,<br />
perdida su capacidad de acción; imposibilitada de comunicar la verdad. Su<br />
parálisis es la parálisis del espíritu y, consecuentemente, el triunfo de la<br />
impunidad y de la falsedad de la obra de arte acomodada a la realidad nacida<br />
de la impostura.<br />
Entonces ¿para qué el poeta ha de llevar la palabra a los límites del misterio y<br />
confrontarla con el silencio? ¿Qué sentido tiene seguir el impulso de su deseo?<br />
La respuesta es que el poeta tiene la responsabilidad de preservar el valor<br />
significativo de la palabra, porque, como expresión de la comunidad humana,<br />
ella comporta la llave de la razón y del acto civilizador.<br />
<strong>El</strong> poeta es un civilizador y como tal sabe que la palabra, pronunciada en su<br />
verdadera y unívoca significación, es la que inspira el cuerpo ético de la<br />
comunidad, el cual, al determinar el comportamiento de los individuos, rige la<br />
convivencia en un marco de confianza y justicia, tal como podríamos definir la<br />
paz.<br />
Por otro lado, no debemos olvidar que la palabra, por su misma potencia<br />
significativa y la carga mítica de su raíz, es vehículo de conocimiento y<br />
libertad para el ser humano y su comunidad. La escritura es parte de la<br />
memoria sobre la que se construyen y perfeccionan la justicia y la felicidad en<br />
el mundo.<br />
Por esta razón, los cambios externos que se operan en ella, de acuerdo con la<br />
formulación de leyes y ordenamientos que consolidan el progreso y la<br />
felicidad de los hombres, enriquecen su significación esencial. Pero, sucede lo<br />
contrario cuando los cambios surgen de la impostura y la injusticia.<br />
Si según la intuición de Heidegger el ser humano es una unidad de materia y<br />
tiempo, la palabra, como expresión humana, también participa de su misma
naturaleza existencial y de su capacidad generadora [reproductora] de vida y<br />
saber. La palabra, el <strong>lenguaje</strong> en cualquiera de sus manifestaciones, es<br />
memoria, fijación efímera de aquello que nombra. Pero la memoria es<br />
vulnerable al olvido, el cual es a su vez uno de los agentes erosionadores del<br />
tiempo y del poder, el cual a su vez aspira a la impunidad.<br />
En esta circunstancia, la acción del poeta consiste en rescatar la palabra de la<br />
inflación verbal, del farfullo bárbaro y embrutecedor, y devolverle la vida y su<br />
verdadero sentido. Pero para este cometido, el poeta, consciente de sus<br />
propias flaquezas y temores, ha de mirar seguro de sí más allá del corto<br />
horizonte de lo falso y afrontar con decisión el viaje a través de un laberinto de<br />
voces que brillan y mudan de sentido, como he escrito en un poema de Sílabas<br />
de arena.<br />
La misión del creador es hallar la raíz, la nota articulada que contradiga al<br />
silencio, y atisbar las imágenes originales de su existencia humana. Asomarse<br />
al oscuro núcleo de su preexistencia animal sabiendo que esta odisea entre<br />
islas de conciencia está llena de acechanzas y que, víctima del horror, puede<br />
caer en la tentación del silencio, abandonarse al irresistible canto de las<br />
sirenas, y callar, «quedar sin palabras» y dejar que el olvido y la injusticia<br />
avancen sobre el mundo.<br />
No importa que en esta travesía sea herido, su piel lacerada, o enceguecidos<br />
los ojos con que mira la evidencia o advierte la revelación. <strong>El</strong> poeta no ha de<br />
temer al esfuerzo su voluntad ni cejar en su empeño de atravesar los<br />
territorios de palabras huecas y voces enmudecidas, y llegar hasta los confines<br />
significativos de la palabra, trepar a sus más altos muros léxicos y desde ellos<br />
observar, sobre la planicie que precede al tiempo sintáctico, el sumo<br />
entendimiento. La inminencia de lo indecible. <strong>El</strong> abismo.<br />
En el curso de este viaje y cuando el artista siente en su cuerpo toda su<br />
potencia creadora, es también el momento en que la palabra más fortaleza y<br />
verdad le exige. Ningún poeta sale indemne de esta empresa y, apenas intenta
salir del fuero verbal, donde rigen las leyes de la gramática, para entrar en los<br />
registros más profundos de la realidad, el impostor queda al descubierto.<br />
Porque este viaje supone ir más allá de los modos temporales, de las formas<br />
sintácticas, y de las significaciones superfluas, si se quiere alcanzar ese lugar<br />
en que la palabra desnuda puede ser sentida de un modo no verbal. Como voz<br />
original que late en el plexo de la conciencia humana, cuyo sonido será nota<br />
musical, pero también ruido, nota carente de pasión, si sólo es hueso<br />
descarnado, mero formalismo donde no palpita la vida. Experiencia autista del<br />
artista perdido en su propio ego.<br />
<strong>El</strong> momento más pleno y gozoso del acto creador se produce cuando el poeta<br />
siente que el aullido que nace en sus entrañas y atraviesa su mirada de carne<br />
regresa al poema no escrito. Ese poema construido con versos de palabras<br />
ausentes, es decir, ese poema no dicho. Ese poema no escrito todavía. Ese<br />
poema sin voz que disuelve la vida y enfrenta al creador con la metáfora del<br />
silencio que le llega desde el fondo del abismo.<br />
Ese poema sin elementos discernibles de tiempo y espacio ¿Qué es la luz antes<br />
de ser nombrada? ¿Qué es el árbol antes de ser llamado árbol? <strong>El</strong> nombre es<br />
semen, semilla, elemento germinal de las cosas del mundo, y el acto de<br />
nombrar que da lugar al poema es el mismo acto de crear, porque coagulamos<br />
el tiempo en la vida.<br />
Fuera de la realidad humana cabe suponer que la palabra original, el verbo,<br />
carece de conjugaciones de tiempo, de modo y de voz. <strong>El</strong> verbo, metáfora de<br />
la fuerza genésica que crea el mundo, es, paradójicamente, movimiento e<br />
inmovilidad, una palabra que representa la acción y la fijación. <strong>El</strong> verbo, como<br />
suma representación de la voz humana, es la palabra que se rebela contra el<br />
silencio y lo rompe.<br />
Dado que el <strong>lenguaje</strong> es un atributo humano, cuya partícula ínfima es la<br />
sílaba, es ésta, la que finalmente llega al territorio del origen, del notiempo,<br />
del silencio. Sin embargo, por su propia condición humana, no puede
traspasar sus fronteras y conocer el misterio de ese lugar donde acaba la<br />
muerte sin que le cueste la vida, pero sí sentir la inercia de su poder que hace<br />
que nada exista en el mundo antes de ser nombrado.<br />
Nada existe antes de ser nombrado. Por esto es tan importante para el poeta<br />
sentir en sus entrañas el <strong>lenguaje</strong> esencial; las palabras despojadas, tanto en sí<br />
mismas como en su articulación sintáctica, de todos los barnices y elementos<br />
superfluos con que la historia, los hábitos y las ideologías han ido cubriendo<br />
su superficie y ocultando su raíz significativa. Las palabras que trasuntan la<br />
materia del origen.<br />
Por esta razón, consciente de que ella, la palabra, es la esencia del ser<br />
humano, el principio que distingue su inteligencia, es que el poeta la conjura y<br />
la salva de penetrar definitivamente en el silencio, para narrar la experiencia<br />
de la creación (de la recreación) que prolonga la existencia humana.<br />
Es así que la palabra, en tanto acción, es la negación del silencio y como tal, a<br />
pesar de la poderosa atracción que ejerce sobre ella el abismo, puede sentir la<br />
desesperada llamada de su creador, el poeta, y emprender el retorno. Es en<br />
este sentido profundo que el poeta salva la palabra de la muerte. Pues ella no<br />
sólo manifiesta la jerarquía del ser humano sobre las demás criaturas que<br />
habitan en el mundo, sino también su pretensión de ocupar un lugar entre los<br />
dioses e incluso de sustituirlos.<br />
La palabra es consustanciación del deseo, pulsión irreprimible de libertad del<br />
ser humano sobre cualquier forma de dominio. Expresión máxima de su<br />
soberanía en el mundo.<br />
Así, la creación aparece ante el poeta no como un mero acto de supervivencia<br />
animal, sino como una permanente confrontación entre el silencio y el sonido,<br />
entre los cuales existe un vínculo original que nunca desaparece del todo y<br />
que el poeta no ignora, pues de la tensión polar que late entre ellos surgen la<br />
música y la palabra; también el ruido que llena el mundo. La confusión.<br />
<strong>El</strong> silencio no es vacío. Tampoco ausencia. <strong>El</strong> silencio es energía, fuerza muda
del tiempo. <strong>El</strong> sonido la voz humana, los ruidos de la naturaleza y del obrar<br />
humano, incluso sus excrecencias es pálpito fugaz de la vida, frágil memoria,<br />
que el silencio en su fluir denota y atrae.<br />
En los aledaños del silencio, el sonido la materia viva reconoce en la<br />
irresistible fuerza que lo atrae algo de su propia esencia. En esa frontera al<br />
borde del abismo, el sonido afronta la atracción sujeto a la vida y, en tensión<br />
con el espíritu esa chispa de silencio que anima la carne, nos revela destellos<br />
del conocimiento, de la belleza, las formas perecederas de la plenitud del<br />
goce; en esa pausa mínima y peligrosa, el sonido estalla en notas y palabras y<br />
al estallar asistimos al soberbio espectáculo de unas notas y palabras que,<br />
como estrellas fugaces, se pierden en lo hondo del silencio, y de otras que<br />
resisten la atracción y, despojadas y desnudas, nítidas y brillantes en su<br />
esencial significado, modulan armonías que evocan el misterio de lo creado, la<br />
secreta noción que funde el tiempo y la materia.<br />
Así, la música y la voz son expresiones humanas, huellas de civilización que<br />
deja el arduo empeño de hacer comprensible el mundo. Por lo tanto, las<br />
escrituras que nacen de ellas son ese último y desesperado intento humano de<br />
coagular el tiempo. Arquitectura de la memoria, gramática del deseo, en el<br />
espacio del silencio.<br />
Mientras el ser humano libra esa soberbia lucha contra el poder de los dioses<br />
esa suprema y trágica abstracción por él ideada, la palabra se rebela contra<br />
la acción erosionadora del tiempo, contra el olvido, y construye la memoria<br />
sin la cual no existiría civilización alguna.<br />
Es sobre la memoria que el ser humano puede proyectarse en el tiempo y<br />
trascender más allá de sus limitaciones individuales en la realidad del mundo.<br />
Es a partir de esta experiencia cuando empieza el proceso de gestación de la<br />
obra de arte, la concreción del deseo que ha llevado al poeta hasta la estación<br />
abisal. <strong>El</strong> instante maravilloso que pone al artista ante la sinceridad de su<br />
vocación. ¿Qué hacer? ¿Debe moldear la criatura a gusto de la comunidad?
¿Cómo revelar la verdad entrevista sin traicionarla ni traicionarse? ¿Cómo<br />
pintar, esculpir, escribir? ¿Cómo descubrir?<br />
Aunque la encomienda del poeta es social, su experiencia es individual y es<br />
ahora cuando advierte la presencia del otro; la de aquel con quien debe<br />
compartir lo entrevisto. Es decir, la obra que nace de su experiencia artística.<br />
Pero ¿quién es ese otro? ¿Importa?<br />
Estas preguntas identifican las trampas del poder humano y de cualquiera de<br />
sus ideologías que pretenda legitimar su dominio sobre los individuos. No se<br />
concibe la obra de arte para alguien determinado. No se la concibe para<br />
entretener, sino para revelar. La obra de arte, un cuadro, una escultura, una<br />
pieza musical, un libro, es una huella original. Se escribe, se pinta, se esculpe<br />
para conocer, conocerse y descubrir la realidad del mundo y de la naturaleza<br />
humana.<br />
<strong>El</strong> artista no es un maestro ni tampoco un bufón. <strong>El</strong> artista es un viajero del<br />
tiempo y del espacio cuya carta de navegación su creación es el mapa de su<br />
propia exploración del mundo; una carta que los otros pueden utilizar para<br />
sus particulares exploraciones. Quiero decir, siempre individuales.<br />
Si el escritor, por ejemplo, debiera escribir para el pueblo, para el lector ¿qué<br />
<strong>lenguaje</strong> debería utilizar para no engañarlo? ¿qué <strong>lenguaje</strong> debería emplear<br />
para no engañarse y falsear la realidad entrevista al borde del abismo?<br />
La escritura, como una de las formas de la creación, de la concreción del<br />
deseo, es un acto individual que exige un <strong>lenguaje</strong> genuino para reproducir<br />
todo aquello que se ha entrevisto más allá de la realidad visible. Y lo que se<br />
entrevé no son historias. Son dimensiones de la realidad.<br />
Las historias se sostienen en argumentos, cuya misma naturaleza inductiva<br />
tiende a dar una visión parcial o superficial de la realidad y,<br />
consecuentemente, a falsearla. No se escribe a partir de un argumento, sino de<br />
un proyecto de viaje cuyo único vehículo de transporte es la palabra. La<br />
palabra despojada de todas las pieles que cubren y opacan su más profundo e
íntimo significado.<br />
Ese corazón que, en su soledad vital, produce tantas armonías como almas<br />
estén dispuestas a escuchar sus latidos. Quiero decir, que estén dispuestas a<br />
rechazar la inducción argumental y a lanzarse a su propia empresa<br />
exploradora sin temor a perderse.<br />
Tanto crear una obra de arte como observarla o leerla han de ser actos de fe<br />
en la libertad individual.<br />
La libertad no es una abstracción y es cometido del creador contribuir a<br />
alcanzarla a través de una obra emancipada de las ideologías de poder. Éstas<br />
tienden a imponer una retórica que reduce y simplifica el discurso narrativo<br />
convirtiéndolo en una expresión superficial, maliciosamente instrumental, que<br />
escamotea la hondura de la realidad y, por lo tanto, el conocimiento y la<br />
liberación del espíritu.<br />
Por el contrario, la retórica de la libertad se vale de un <strong>lenguaje</strong> luminoso que<br />
alumbra la complejidad del mundo, señala el camino del saber y muestra las<br />
diversas dimensiones de la existencia. Es en esta búsqueda cierta cuando el<br />
otro se siente partícipe en el rescate de esa voz que refiere su propia existencia<br />
e identifica, en ese eco arrancado al silencio, la materia que alimenta esa<br />
memoria común en la que su experiencia individual no es ajena.<br />
Sólo si esto sucede, el poeta tendrá la certeza de que su deseo y la voluntad de<br />
crear habrán tenido sentido.<br />
AT
Xwan<br />
Existimos porque nos nombramos<br />
y somos nombrados<br />
Alberto Manguel<br />
Antes de Xwan yo no existía. Antes de él yo era etérea, un alma sin cuerpo.<br />
Fueron los viajes lingüísticos, que realizó sobre mi cuerpo, los que me<br />
volvieron tangible. Alternaba palabras en español con sus equivalentes en<br />
Kaqchikel y éstas iban cayendo, una a una, sobre las distintas partes de mi<br />
cuerpo que, al oírse nombrar, recibían la carga eléctrica necesaria para sentirse<br />
vivas. Cabello wi’aj, ojos wachaj, boca chi’aj, pechos tz’umaj. Cada<br />
palabra iba acompañada de un beso. Pero no era hasta que me nombraba<br />
Nuch’umil, Mi Estrella, que me sentía completa. Teníamos diecisiete años y<br />
apenas jugábamos a estrenar el amor.<br />
Llegaba a mi casa al mediodía, entre mi salida del colegio y su entrada al<br />
instituto. En ese entonces mi mamá trabajaba en un restaurante y no volvía<br />
sino hasta las cuatro de la tarde. Xwan acompañaba en las mañanas a su<br />
padre componiendo aparatos eléctricos. En las vacaciones y en días de feriado,<br />
trabajaba la jornada completa. “Para que aprenda el oficio” le contaba su<br />
padre orgulloso a todo el que quisiera escucharlo, aunque sabía muy bien que<br />
la energía que motivaba a Xwan no era electromagnética, como él hubiera<br />
querido.<br />
Nos conocimos un quince de septiembre. Había llegado a mi casa con su padre<br />
para componer el televisor que estaba arruinado y que mi mamá quería<br />
funcionando ese día para poder ver, como todos los años, el desfile patrio.<br />
Mientras los mayores se entretenían discutiendo el precio de la compostura,<br />
inicié una conversación con el chico preguntándole su nombre. Xwan, me<br />
respondió, como Juan pero con “x” y “w”. La chispa de su sonrisa se convirtió
en el cortocircuito que quemó todas mis resistencias.<br />
Eran días de guerra. Acabábamos de cumplir tres meses de relación cuando,<br />
de repente, dejó de llegar a mi casa. Después de tres semanas de<br />
desesperación, de preguntas sin respuestas, mi mamá y yo nos encontramos a<br />
su padre, un sábado, por casualidad, en una tienda de la colonia. Me contó<br />
que a Xwan lo habían enrolado en el servicio militar un día que fue a visitar a<br />
su hermana en una aldea cercana. “Se escapó por no querer matar y ahora<br />
nadie sabe dónde está”, me dijo su padre con lágrimas en los ojos. Lo abracé.<br />
Mi mamá también lloró. Entonces supe que ambos estaban enterados de lo<br />
que sucedía entre nosotros.<br />
Intenté olvidarlo, dándole a mi cuerpo otros cuerpos, buscando, en otras<br />
bocas, palabras que pudieran reemplazar a las suyas. Hoy en la mañana, como<br />
en los veinticinco quincedeseptiembres que pasaron desde mi primer<br />
encuentro con Xwan, me distraía viendo un programa matutino en uno de los<br />
canales nacionales. Cuando lo puse, entrevistaban a un escritor kakchiquel,<br />
que, según decían, había vuelto hace poco del exilio. De repente la palabra<br />
“Nuch’umil“, se desprendió de su discurso y llegó hasta mí, nombrándome, y<br />
encendiendo el interruptor de mi cuerpo que, comprendí entonces, había<br />
estado todo ese tiempo en modo de espera.<br />
TH
William Burroughs:<br />
<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> y la metáfora viral<br />
"Emitir no puede ser nunca más que un medio para emitir más, como la Droga. Trate<br />
usted de utilizar la droga como medio para otra cosa (...) Al emisor no le gusta la<br />
charla. <strong>El</strong> emisor no es un ser humano (...) Es el Virus Humano."<br />
William Burroughs<br />
"Porque ahora veo todavía más claramente el peligro: la lengua de nuestra conversación<br />
destruye continuamente la posibilidad de decir aquello de lo que hablamos."<br />
Martin Heidegger<br />
―¿Es inútil la escritura?<br />
― Como decía Marx, la idea se transforma en fuerza material cuando penetra en las<br />
masas, pero la poesía nunca ha penetrado en las masas. Un verso de Paul Verlaine<br />
sirvió de clave para la resistencia francesa: Mi corazón aquí y allá semejante a una hoja<br />
muerta.<br />
―¿<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> disfraza el pensamiento?<br />
―Bueno, depende de qué <strong>lenguaje</strong>.<br />
―¿Su <strong>lenguaje</strong>?<br />
―No, el mío es de verdad.<br />
―¿Nos engañamos a veces con el <strong>lenguaje</strong>?<br />
― <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> engaña, el <strong>lenguaje</strong> es la producción de la locura, según un texto mío de<br />
Aviso a los civilizados que se llama Ética y psicoanálisis, <strong>lenguaje</strong> y comunicación:<br />
Escribo, por no conocer ningún medio de ser algo mejor que un pingajo, dijo Bataille.<br />
―¿Por qué escribe Panero?<br />
―Por lo mismo: “No creo en nada, ni siquiera en el suicidio”.
Extracto de Platicando con Leopoldo María Panero<br />
270607 Café Esdrújulo 17.45, Las Palmas de Gran Canaria<br />
Por Blanca Fernández<br />
“Language is a virus”<br />
William Burroughs<br />
<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>. Ese misterio en su formación y generación que nos caracteriza<br />
como seres humanos. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> engaña. Ese instrumento o herramienta vital<br />
para comunicarnos. Ese mecanismo casi mágico que nos permite formar<br />
sociedades basadas en símbolos convencionales aceptados por la inmensa<br />
mayoría. Lenguaje como forma de expresión. Lenguaje como medio de<br />
supervivencia. Lenguaje que cuesta definir de una forma concreta y, más aún,<br />
de explicar. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es la producción de la locura. La búsqueda en cualquier<br />
explorador de internet (principal herramienta “moderna” de información) nos<br />
lleva desde lo elemental de un intento de definición a la profundidad en la<br />
abstracción filosófica sobre el concepto <strong>lenguaje</strong>, pasando por teorías<br />
postfreudianas y por la metáfora viral, la compulsión y la literatura<br />
conspirativa de Burroughs, donde ya afirmaba que “el <strong>lenguaje</strong> es un virus que<br />
procede del espacio exterior”.<br />
Quizá lo mejor sea apoyarnos en un punto inicial, una propuesta de definición<br />
y, de ahí, proponer un giro radical desde una lógica tangible a un delirio que<br />
nos lleve a la metáfora simbólica del virus de Burroughs, pasando por la gran<br />
máxima lacaniana donde se postula que “el inconsciente está estructurado<br />
como un <strong>lenguaje</strong>”.
“<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es un virus”, así en pocas palabras el escritor William Burroughs<br />
logró expresar una de sus máximas, el que quizás sea el más lúcido y<br />
contundente de sus pensamientos. Wittgenstein, en la misma línea, decía: “al<br />
final, quizás, no seamos otra cosa que monstruos hechos de palabras”.<br />
Dice José Urriola que el <strong>lenguaje</strong>, visto bajo esa luz, se convierte entonces en un<br />
reactivo que se nos inocula en el torrente sanguíneo y se nos hace correr entre las<br />
dendritas cerebrales para transformarnos y así ayudar a constituir esa enorme<br />
fórmula química de la que estamos hechos. Somos el <strong>lenguaje</strong> que nos rodea, que<br />
asimilamos y metabolizamos, ese mismo que al final nos apoderamos y<br />
hacemos nuestro.<br />
Observo a mis hijos, uno está usando el teléfono como medio de<br />
comunicación, usa el <strong>lenguaje</strong> escrito a través de una de las infinitas<br />
herramientas propuestas como medio de transmisión de mensajes. <strong>El</strong> otro<br />
hace lo propio a través de la tablet donde se comunica mediante un espacio<br />
que dejan a la mensajería en un juego virtual que les permite intercambiar<br />
regalos “virtuales” para ampliar las posibilidades de su nivel de juego. Al<br />
detenerme a pensar un momento en este hecho asocio el concepto de virus a<br />
una especie de imposición social y mediàtica de cierta “malsanidad” donde se<br />
induce a usar el <strong>lenguaje</strong> como mecanismo alienante y que depende del<br />
consumo de estas mal llamadas herramientas comunicativas. Nos están<br />
haciendo asociar la comunicación a la necesidad de comprar ciertos productos<br />
esenciales en este mundo moderno, que devienen vitales según “los<br />
poseedores de la verdad absoluta”, para mantener un grado óptimo de<br />
relación y comunicación entre todos nosotros. Móviles, tablets y ordenadores<br />
se convierten en herramientas esenciales del <strong>lenguaje</strong>, que pasan por el filtro<br />
negativo del obligado consumo económico. <strong>El</strong> virus de Burroughs como<br />
enfermedad, como contagio, inoculado por las multinacionales de las nuevas
teconologías.<br />
Muchas veces nos preguntamos qué podemos hacer los padres, los que no<br />
queremos caer en la trampa tecnológica de reducir el <strong>lenguaje</strong> a un mero<br />
intercambio de mensajes sms o de whatsapp, los que pensamos distinto, los<br />
que no sabemos utilizar las redes sociales como forma única de comunicación<br />
ni nos interesa, para enfrentar esta situación donde la casa nos ha sido tomada<br />
y arrebatada por las llamadas telefónicas de agentes virulentos que<br />
representan a compañías de telefonía, que argumentan la necesidad imperiosa<br />
de que formemos parte de su cartera de clientes, porque es necesario, porque<br />
es vital, porque sin ellos no somos nada y nuestro espectro comunicativo<br />
estaría fatalmente amputado; y la respuesta no es menor ni descabellada está<br />
en el <strong>lenguaje</strong>. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> como anticuerpo, como vacuna, como cura, el<br />
<strong>lenguaje</strong> como sanación.<br />
O bien el <strong>lenguaje</strong> como un virus noble. Una sustancia digna que se logre colar<br />
por nuestros organismos para provocarles un contagio más feliz. Tenemos una<br />
responsabilidad enorme en el cultivo, la inoculación y la difusión de ese otro<br />
<strong>lenguaje</strong> que contrarreste y le quite espacios al que se nos está imponiendo.<br />
Un <strong>lenguaje</strong> que con su transmisión nos ayude a nombrar otra sociedad, que<br />
nos permita edificar otro modelo de mundo, aunque sea mediante esas<br />
mismas herramientas tecnológicas que nos intentan vender como únicas e<br />
imprescindibles, aunque sea nuestra responsabilidad usarlas de forma activa y<br />
creativa, y no como pasiva y sumisa a través de la infinita oferta de contenidos<br />
elegidos a la carta por los responsables creativos del gran cáncer de las<br />
multinacionales de la comunicación. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>, en fin, como materia prima<br />
para la autoconstrucción de otro tipo de comunicación que no esté sustentado<br />
en puros intereses económicos. Quizá la poesía suponga uno de los ejemplos<br />
de alternativa a este uso del <strong>lenguaje</strong> como virus noble, anticuerpo o como<br />
vacuna.
<strong>El</strong> psicoanálisis es una acción fundada en un deseo que utiliza la palabra como<br />
instrumento.<br />
La poesía es un hacer con las palabras. Poesía viene del griego ποίησις<br />
(poiesis) que significa tanto acción, creación, fabricación, confección, como<br />
poesía, poema. Y, ésta, del verbo ποιέω (poieo), que significa hacer, fabricar,<br />
ejecutar, engendrar, dar a luz, obtener, sacar, causar, obrar, ser eficaz. Como<br />
vemos, la palabra poesía no está nada lejos de la acción.<br />
En este sentido, otro de los usos del virus del <strong>lenguaje</strong> como cura sería la<br />
experiencia psicoanalítica, ya que el psicoanálisis es una acción fundada en un<br />
deseo que utiliza la palabra como instrumento.<br />
Jacques Lacan dice: “La poesía también, eso hace algo... Quizás preguntárselo<br />
(eso hace y a quién) sería una forma de introducción a lo que hay de acto en la<br />
poesía. <strong>El</strong> psicoanálisis hace algo, pero ciertamente, no en el sentido de la poesía.”<br />
Según Graciela Tustanoski, en su aproximación al estudio de la relación entre<br />
poesía y psicoanálisis con respecto al <strong>lenguaje</strong>, propone usar dos citas para<br />
introducir su tesis, la primera una frase de Hölderlin: “el deseo es que las<br />
palabras se abran como flores.” La segunda que usa es de Borges: “No me<br />
sorprendería que las circunstancias que he enumerado fueran erróneas... De lo<br />
que estoy seguro es de la brusca revelación que esos versos me depararon. Hasta<br />
esa noche el <strong>lenguaje</strong> no había sido otra cosa para mí que un medio de<br />
comunicación, un mecanismo cotidiano de signos: Los versos de Almafuerte que<br />
Evaristo Carriego nos recitó me revelaron que podía ser también una música, una<br />
pasión y un sueño. Housman ha escrito que la poesía es algo que sentimos con la<br />
carne y la sangre.” Según Tustanoski este párrafo de Borges nos conduce al<br />
menos a tres importantes cuestiones: la poesía como revelación, el tratamiento<br />
poético del <strong>lenguaje</strong> y la relación entre el <strong>lenguaje</strong> y el cuerpo. En lo referido<br />
al segundo punto, es decir, al tratamiento poético del <strong>lenguaje</strong>, otra autora,
Julia Kristeva, propone que el <strong>lenguaje</strong> poético es “el lugar mismo donde se<br />
destruye y se renueva el código social”. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> poético, entonces, se<br />
desprende del discurrir vacío del habla cotidiana para buscar sentidos nuevos.<br />
Y es, este es un punto de encuentro con el psicoanálisis. <strong>El</strong> psicoanálisis<br />
también pone en cuestión a los ideales admitidos del código común. Hecho<br />
que señaló Lacan en el seminario número 5.<br />
Desde el principio de su enseñanza, Lacan, pone en juego una antinomia: “a<br />
medida que el <strong>lenguaje</strong> se hace más funcional (a lo que añado el uso abusivo del<br />
<strong>lenguaje</strong> como mecanismo meramente transmisor mediante herramientas<br />
gestadas por la infección de las multinacionales, que inoculan falsa necesidad,<br />
virus infeccioso y contagioso, creado para consumir aplicaciones<br />
tecnológicas), se vuelve impropio para la palabra, y de hacérsenos demasiado<br />
particular, pierde su función de <strong>lenguaje</strong>.” <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> cuanto más sirve para<br />
comunicar, menos valor de palabra tiene. De esta manera distinguimos la<br />
palabra plena y la palabra vacía. Con respecto al sentido dado por el habla<br />
cotidiana esta distinción produce una paradoja ya que es la palabra plena o<br />
llena la que es capaz de provocar un vacío de sentido que permite algo nuevo;<br />
y la palabra vacía, a su vez, contradictoriamente, llena el tiempo de sentidos<br />
fútiles.<br />
En palabras de Tustanoski: “el acto de la palabra poética es un acto creativo. Es<br />
una palabra particular, fuera del circuito de la comunicación, que, tomada en su<br />
materialidad deja de ser un medio para ser un fin en sí misma. En el más allá del<br />
discurso cotidiano la palabra pierde su anudamiento con los sentidos prefijados<br />
para abrirse como una flor a la diversidad de sentidos”. Julia Kristeva nos dice:<br />
“<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> poético sitúa su propio proceso como indecidible entre el sentido y el<br />
sinsentido, entre la lengua y el ritmo.” Para ella, hay un nivel del <strong>lenguaje</strong> que<br />
no tiene que ver con el sentido sino con la entonación y el ritmo que se da en
los primeros balbuceos del niño.<br />
<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es éste que comienza a desarrollarse y a cimentarse a partir de la<br />
gestación, y se configura según la relación del individuo con el mundo que lo<br />
rodea. De este modo, aprende a emitir, a escuchar y a comprender ciertos<br />
sonidos y no otros, planificando aquello que se pretende comunicar de una<br />
manera absolutamente particular.<br />
Como bien sabemos existen muchos <strong>lenguaje</strong>s diferentes, con lo que nos<br />
referimos a la diversidad de idiomas que existen alrededor del mundo. Los<br />
investigadores no han encontrado aún alguna lengua primitiva que se<br />
comporte como la madre de todas las demás, sin embargo, se han desarrollado<br />
múltiples hipótesis que explican al <strong>lenguaje</strong> como el resultado de ciertas<br />
relaciones psicofísicas que nacen a partir de las sensaciones, tanto visuales<br />
como auditivas. Otra rama de hipótesis plantea que el <strong>lenguaje</strong> se deriva de<br />
una evolución natural en la que convergen el entorno social y las necesidades<br />
humanas que de ahí aparecen. Las teorías modernas apuntan a que el <strong>lenguaje</strong><br />
es parte integral de nuestro cerebro, por lo que se va a manifestar de una<br />
forma u otra, y la educación lo que hace es desarrollar este impulso y<br />
habilidad latentes en nosotros.<br />
<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> se configura como aquella forma que tienen los seres humanos<br />
para comunicarse. Se trata de un conjunto de signos, tanto orales como<br />
escritos, que a través de su significado y su relación permiten la expresión y la<br />
comunicación humana.<br />
<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es posible gracias a diferentes y complejas funciones que realiza el<br />
cerebro. Estas funciones están relacionadas con lo denominado como<br />
inteligencia y memoria lingüística. La complejidad del <strong>lenguaje</strong> es una de las
grandes diferencias que separan al hombre de los animales, ya que si bien<br />
estos últimos también se comunican entre sí, lo hacen a través medios<br />
instintivos relacionados a diferentes condicionamientos que poca relación<br />
tienen con algún tipo de inteligencia como la humana.<br />
Llegados a este punto sobre el origen del <strong>lenguaje</strong>, sería interesante regresar a<br />
los postulados de William Burroughs al respecto: “el sujeto se encuentra<br />
manipulado y transformado por los procesos de contagio. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es un virus<br />
que se reproduce con gran facilidad y condiciona cualquier actividad humana,<br />
dando cuenta de su intoxicada naturaleza”.<br />
Burroughs teoriza a nivel de <strong>lenguaje</strong> escrito situándose sus propios textos<br />
(hipertextos) como referentes de un nuevo sentido explicativo al acto de la<br />
comunicación humana: “Los textos de Burroughs proliferan sin principio ni fin<br />
como una plaga, se reproducen y alargan en sentidos imprevisibles, son el<br />
producto de una hibridación de muy diversos registros que no tienen nada que<br />
ver con una evolución literaria tradicional, sus diferentes elementos ignoran la<br />
progresión de la narración y aparecen a la deriva desestructurando las novelas de<br />
su marco temporal, de su coexistencia espacial, de su significado, y posibilitando<br />
que sea el lector quien acabe por estructurarlas según sus propios deseos.<br />
Ante esta situación vírica que Burroughs considera que impregna la existencia, el<br />
escritor entiende que nuestro fin es el caos. <strong>El</strong> caos como un espacio mítico donde<br />
reina lo híbrido, la fusión de lo contradictorio, el doble monstruoso. La función<br />
del caos en la escritura será una fascinación por los residuos, por el flujo verbal<br />
que nos lleva al hundimiento y a la perdida, por el retorno al silencio. La<br />
aspiración será “Encontrar un <strong>lenguaje</strong> endémico, caótico, que sea un <strong>lenguaje</strong><br />
del cuerpo, que se convierta entonces en el fin reconocido de la escritura”.
Burroughs parece situar al <strong>lenguaje</strong> en el campo de la enfermedad, del caos.<br />
La teoría del caos, nacida en 1961, se define como “estudio de la incertidumbre<br />
y la impredictibilidad en las matemáticas y en la naturaleza”. <strong>El</strong> objeto de<br />
estudio de la teoría del caos lo constituyen fenómenos dinámicos fuera de<br />
equilibrio de comportamiento no lineal. Como señala Natalia Bondarenko<br />
Pisemskaya: “A pesar de la opinión generalmente aceptada de que la teoría del<br />
caos, utilizada con éxito en numerosas disciplinas, no se puede aplicar a la<br />
lingüística, existe evidencia contundente de que en el <strong>lenguaje</strong> humano están<br />
presentes fenómenos caóticos. La explicación es que los cambios en cualquier<br />
sistema sólo se perciben después de un tiempo característico, un período<br />
significativamente largo en comparación con la vida humana, y hasta que este<br />
cambio ocurra, todo parece estable e inmutable. En realidad, todo lo que parece<br />
estable es una ilusión, pero no óptica, sino de escala. Finalmente, la teoría del<br />
caos tiene que ver con la incapacidad para predecir y controlar, incapacidad para<br />
una descripción completa, incapacidad para producir un conocimiento acabado.<br />
Por eso, cualquier estudio de cualquier fenómeno, incluyendo el del <strong>lenguaje</strong><br />
humano, nunca será completo y siempre estará intrínsicamente ligado a la<br />
información ausente y al misterio.”<br />
A pesar del desconocimiento del origen del <strong>lenguaje</strong>, lo único que es posible<br />
afirmar es que resulta absolutamente imposible definirlo en forma acotada, ya<br />
que se trata de una facultad humana que evoluciona constantemente ante la<br />
aparición de nuevas necesidades de expresión. De este modo, no existe<br />
ninguna lengua que pueda decirse completa, ya que no existe alguna que<br />
logre expresar la totalidad de sensaciones, sentimientos e ideas que siente el<br />
ser humano.<br />
Y para concluir no se me ocurre nada mejor que el poema de Jacques Lacan,<br />
fechado el 6 de agosto de 1929 y envíado a su amigo Ferdinand Alquié.<br />
En la carta a F. Alquié, el título es: Panta Rei, en caracteres griegos.<br />
En Le Phare de Neuilly y en Le Magazine Littéraire el soneto aparece con el
título HIATUS IRRATIONALIS.<br />
Cosas, que fluya en ti el sudor o la savia,<br />
Formas, que nazcan del yunque o la sangre,<br />
Tu torrente no es más denso que mi sueño;<br />
Y si no los golpeo con un deseo incesante,<br />
Atravieso tu agua, caigo hacia la arena<br />
Atraído por el peso de mi demonio pensante.<br />
Solo golpea al duro suelo del que se alza el ser,<br />
Al ciego y sordo mal, al dios sin sentido,<br />
Pero apenas todo verbo ha muerto en mi garganta,<br />
Cosas, que nacieron de la sangre o de la fragua,<br />
Naturaleza, me pierdo en el flujo de un elemento:<br />
<strong>El</strong> que corre en mí, el mismo que te subleva,<br />
Formas, que fluya en ti el sudor o la savia,<br />
Es el fuego que me hace tu amante inmortal.<br />
Melancholiae tibi Bellae. Hardelot 6 août 1929.<br />
JACQUES LACAN
Hiatus Irrationalis<br />
Choses, que coule en vous la sueur ou la sève, / Formes, que vous naissiez de la forge ou<br />
du sang, / Votre torrent n’est pas plus dense que mon rêve; / Et, si je ne vous bats d’un<br />
désir incessant, // Je traverse votre eau, je tombe vers la grève / Où m’attire le poids de<br />
mon démon pensant. / Seul, il heurte au sol dur sur quoi l’être s’élève, / Au mal aveugle<br />
et sourd, au dieu privé de sens, // Mais sitôt que tout verbe a péri dans ma gorge, /<br />
Choses, que vous naissiez du sang ou de la forge, / Nature, je me perds au flux d’un<br />
élément: // Celui qui couve en moi, le même vous soulève, / Formes, que coule en vous<br />
la sueur ou la sève, / C’est le feu qui me fait votre immortel amant.<br />
JMV
Tantas muertes tantas<br />
Tantas muertes tantas y tú aquí estúpidamente sentada maquinando tus<br />
pequeñas tretas para la vida y todos ellos ya no están y todos ellos han vivido<br />
ese paso y ninguno te ha podido contar cómo es aquello ni un libro de entre<br />
los millones que hay escritos en el mundo te lo cuenta y ellos ya lo han vivido<br />
y por eso no están aquí para contártelo y mientras nosotros seguimos<br />
inventándonos una vida y pensando continuamente en una muerte que nunca<br />
sabremos y cuando la sepamos no estaremos ese absurdo lo es todo no hay<br />
nada más importante no hay nada más en realidad esto de aquí es la mayoría<br />
de las veces invención y paso cauteloso ante el horror cómo no pensar en la<br />
inutilidad hoy he leído que la escritura es un acto de cobardía es ante todo la<br />
destrucción de uno mismo y la literatura es casi lo único ya que tengo aquí así<br />
que cobardía y destrucción para seguir viviendo a veces desearía a pesar del<br />
miedo terminar pero lo mas seguro es que después sólo habría esa extensión<br />
sin principio ni fin ni lugar no sé lo que es y da terror imaginarlo así que sólo<br />
tengo valor para vivir este juego y el acto de cruzar la frontera que sí será<br />
vivido y nunca se lo podremos contar a nadie lo quiero imaginar como un<br />
lugar en el que todo lo que fue antes se condensará en pequeñas gotas quizás<br />
de la felicidad suprema quizás del sinsentido y juego más nimio sobre todo a<br />
los que nos ha tocado esta vida sin demasiados obstáculos negros sólo<br />
sufrimientos diminutos y alguna suerte que otra la fascinación más absoluta<br />
me va dominando hacia este mundo que no existe hacia ese paso de frontera<br />
¡todos los hombres amados habitan bajo tierra! mi padre, andrés, hayko,<br />
orhan, andréi, carlos preguntar y que no me contesten ya estáis en el otro lado<br />
si es que hay lado en el otro lado y qué me importan las pequeñas empresas<br />
por eso sólo me interesa lo absoluto del silencio y el agujero negro del sexo<br />
yacer en una cama con otro cuerpo sin mentiras ni construcciones en el aire lo<br />
esencial el silencio el goce y el abismo de los agujeros negros como los de
millares construir agujeros diligentemente mientras vas cayendo por uno de<br />
ellos la vida es un agujero que nunca se acaba porque el final es la muerte y la<br />
muerte es otro agujero que nunca se acaba y en medio te sujetan los agujeros<br />
de las palabras (a veces) y del silencio y del sexo más inaudito el resto es<br />
trivial así que le buscas a él en medio de la trivialidad más absoluta porque<br />
buscas lo que su cuerpo y su mente te puede dar encima de tu cuerpo y tu<br />
mente no importa lo demás lo demás son los cuentos que te has contado<br />
(¡tantos!) y te has creído pero ahora ya no mucho ya casi nada las palabras de<br />
danilo kis enfebrecido hablando de la muerte antes de morir él mismo<br />
prematuramente el silencio que encuentras detrás de cada revelación tu<br />
silencio y tu consistencia en la verdad y el sexo que ahora él me da sin<br />
palabras (¡yo que amé tanto las palabras!) donde descubro un lugar de paz y<br />
entender sólo un paso para convertirme ya en ese ser fascinado por la muerte<br />
que pregunta a sus muertos y nunca obtiene respuesta pero continúa<br />
preguntando es vital la pregunta te hace saber donde está ese ser que vive en<br />
el silencio de las palabras y de los agujeros la sensación de cordura que me<br />
habita mientras escribo me aleja acercándome de otra manera a lo cotidiano<br />
voy con otra alegría a encontrarme en los lugares del ser y el estar porque a<br />
mi lado hay un cuerpo que puede hacer las cosas más inmensas y ya no te vas<br />
porque esperas el milagro de su último gesto o porque has encontrado un<br />
lugar en la extrañeza de su silencio probar a estar con él de otra manera<br />
probar a ser eso a vivir que ocurre con él probar a dejarme llevar por lo que va<br />
pasando y no preguntarme nada en este camino por donde la vida me ha ido<br />
metiendo y que construyo en mi silencio y en mis palabras ¿qué me importa<br />
más: ganar la pequeña y miserable batalla en la que conseguir que él se<br />
entregue bajo mis piernas (¿y después qué?) o quedarme en ese gesto<br />
contraído de su cara mientras está encima de mí dejándome todo el poso de<br />
sabia amarga? no preguntemos más no desesperemos horademos otros<br />
caminos que tienen que ver más con la esencia que yo ahora habito y a la que
he llegado después de muchos intentos en la duda de la normalidad y que<br />
tienen que ver más con un cuerpo como respuesta la esencia primera el lugar<br />
donde situarme siempre me pareció inmenso un cuerpo dispuesto para el goce<br />
deja ya de buscar la constatación de que no estás sola estás sola todos lo<br />
estamos y ahí estás bien si un cuerpo cerca te invade de vez en cuando y en<br />
ese misterio puedes yacer has caminado un largo camino para saberte situada<br />
en ese lugar dejando ya definitivamente atrás las pequeñas vocecitas sino para<br />
qué tanto sufrimiento has tenido que llegar a ese lugar no era posible otro<br />
despójate de una vez sé tú sin que nadie más lo sepa no es necesario el<br />
regocijo es íntimo sólo deseo ver cómo su cuerpo se inclina y entra en mí y su<br />
cara se contrae puedo esperar horas hasta que llegue ese momento horas en<br />
las que no importa lo que hable o haga no hay que buscar ese tipo de<br />
identificación sólo después llegará la comunión de los cuerpos y a través de<br />
ella la de las mentes él es un hombre que habita abismos y por eso tiene<br />
miedo mucho lo que de él me interesa nunca será dicho ni por él ni por mí<br />
sólo será vivido ¿y el resto de la vida? el resto de la vida cobra sentido después<br />
de ese acto no espero nada de él es libre soy libre me he ido ya tan lejos que<br />
casi todas esas palabras suenan huecas las palabras con las que se comunican<br />
se atropellan se agitan estoy muy lejos en la tundra en la tierra del silencio me<br />
he ido allí y he recuperado la inocencia algo limpio se ha introducido en mí y<br />
sube y sube no para de subir mientras yo desciendo y desciendo por el<br />
misterio de los agujeros negros todo casa y ahí encuentro silencios en los<br />
puños y casi ya no deseo nada quédate aunque sea un rato para que pueda<br />
entender la tundra o ésta sea más amable quédate a mi lado aunque estés<br />
lejos mientras me abrazas ahora ya sé que los momentos de revelación no se<br />
perpetúan ahora ya sé que la revelación no se queda para darle un sentido a<br />
todo hay que trabajarse la revelación o a veces también puede pasar que al día<br />
siguiente ya no tiene sentido o los acontecimientos la superan o los viejos<br />
hábitos te asolan Celan diez días su cuerpo arrastrado por el agua
golpeándose contra piedras y fango y orillas rugosas diez días donde nadie<br />
sabía y él ¿él sabía? ¿dónde estuvo esos diez días aparte de en el agua fría y<br />
sucia? ¿ya no dolor ni amor ni pena? ¿ya nada a pesar de un cuerpo? la<br />
existencia de su cuerpo flotando ¿qué existencia es? ¿dónde colocar la mente?<br />
y el cuerpo ¿no es nada? mi país es esto que escucho y esto que escribo y esto<br />
que leo y todo lo que tengo adentro casi intacto pero que clama por ser<br />
manchado por los asuntos del exterior así debe ser si soy humana no hay otra<br />
patria hoy encuentro un jardincillo escalonado y escondido que me recuerda a<br />
Lisboa el mismo hecho de citarnos así o buscarnos y encontrarnos veo las<br />
cosas de otra manera otra luz otra dimensión todo deja de importar miro la<br />
pared de enfrente y recupero de un golpe el mundo que perdí antes de<br />
encontrarlo su locura me alimenta me da vida siempre necesité el delirio cerca<br />
de mí salir del balcón exorcizar los miedos ya tempranos con locura hablar<br />
como en las películas más amadas quiero que llegue tan adentro que pueda<br />
romper las cuerdas buscando entre los rastrojos rascando la tierra hacia<br />
adentro hacia adentro y aún más y luego que suba y me recorra las venas<br />
todas sentir eso tan profundo que hace que la emoción se expanda y salte al<br />
abismo buscando siempre algo que me deje permanecer en un vibrato intenso<br />
y absoluto vivir ahí crucificada los prados oscuros y el maíz crecido las espigas<br />
el matadero estoy todo el tiempo hablando de lo mismo sólo de una cosa<br />
ChMR
Lenguas de agua y fuego<br />
I. Sobre la lengua, el deseo y el destino<br />
Al abordar el <strong>lenguaje</strong> los poetas siempre huyen de la máxima de limpieza y<br />
fijeza que conforman las academias, por más Reales que sean. Éstas se ocupan<br />
de la transmisión de una pureza idílica que, a duras penas se mantiene a<br />
través de los usos populares que la cambian y la vuelven más rica. También la<br />
lengua es arrebatada de su origen popular y fijada en los anaqueles de las<br />
bibliotecas que duermen la escritura.<br />
La lengua nos espera, nos acuna y nos despierta. Nacemos a una voz que nos<br />
arrulla, pero aprendemos su flexibilidad a base de juegos y trampas, quiebros<br />
del deseo, rupturas de lo esperado. Cuando escuchamos los primeros<br />
balbuceos de un niño nos sorprendemos y reímos como cuando nos hace<br />
gracia un chiste o algo inesperado, palabras trocadas que hacen un sentido<br />
nuevo y se vuelven otras por homofonía o aliteración, ese es el origen del<br />
poema, que sin embargo nos abandona a medida que se va conformando el<br />
aparato lógico.<br />
<strong>El</strong>egir una teoría de la lengua es cuanto menos difícil y muchas veces depende<br />
de nuestra intención; si elegimos precisión nos ponemos del lado de una<br />
lengua mayoritaria, si elegimos movimiento nos alejamos del acuerdo,<br />
apuntando al cambio y a lo nuevo. Las teorías que voltearon el efecto formal<br />
del <strong>lenguaje</strong> tomaron el camino de horadar el constructo lógicocientífico de lo<br />
que había sido comúnmente admitido. Una cantidad no poco importante de<br />
autores ligaron la lengua a las matemáticas, idea que, aunque de primeras nos<br />
evoca la evitación del error, permitió abrirla al azar, aquello que había<br />
quedado fuera de la cuenta y la sucesión de términos coherentes a una lógica<br />
tradicional, volvía con renovada fuerza. <strong>El</strong> aparato lógico tarda tiempo en<br />
asentarse, y aun así no llega a cubrir con su hábito normativo todo lo que nos
sucede. Casos como Foucault, Badiou, Freud o Lacan rescatan sombras donde<br />
lo simbólico no llega a envolver lo real, entendido esto como lo que sorprende<br />
la línea continua e imaginaria del pensamiento especulativo. <strong>El</strong>los trabajaron<br />
conceptos expulsados de la cultura oficial como Acontecimiento, Discurso e<br />
Inconsciente.<br />
La idea de discurso no es nueva, ¿qué es un discurso? Foucault a raíz de la<br />
toma de posesión de un lugar en La Academia de las Artes lo hace<br />
cuestionando la idea de autor, logrando abrir una página más en la pregunta<br />
¿quién o qué habla a través de nosotros?<br />
Por otro lado a raíz del desencanto del socialismo real proclamado por<br />
Breznev (expresidente de la URSS) muchos intelectuales europeos se<br />
dedicaron a investigar el error de la transmisión de la simbología, que no<br />
conseguía trasladar por sí misma la necesidad de una revolución. La<br />
simbología soviética no había logrado sustituir la heráldica medieval en el<br />
corazón del Pueblo. Seguían pesando sobre su intención los años de<br />
analfabetismo, sustituidos apresuradamente por una idea de hombre universal<br />
imposible a todas luces.<br />
<strong>El</strong> sueño del Pueblo abría la pregunta de cómo se le despierta, y una vez<br />
despierto cómo se le vuelve a dormir o cómo se le sostiene en una vigilia<br />
necesaria con un altar vacío de dioses. <strong>El</strong> avance del capitalismo en la política,<br />
grosso modo, ha producido, una sucesión de alternancias que siempre ha<br />
garantizado las deudas contraídas para el destino de una nación, unas más<br />
amables que otras, pero siempre con cumplida prevalencia.<br />
Tomemos este preámbulo para hablar de algunos agujeros del sistema y de<br />
paso percibir más de cerca ciertas amenazas a la palabra precisa, al cálculo del<br />
orden.
II. Quemarse a lo bonzo<br />
Recientemente tras la gran depresión surgida en estos últimos años, avalada<br />
por la actuación de bancos y mercados, un hombre arruinado se quema a lo<br />
bonzo en Atenas, prendiendo una llama que origina cambios de gobierno, y un<br />
nuevo panorama político que produce brechas en la vieja Europa. <strong>El</strong> dinero<br />
fue suficiente para acallar la voz de los pueblos en tiempos de bonanza, pero<br />
cuando el oro se va de los lugares malditos, se percibe claramente su jaez “La<br />
riqueza es la esencia del rico”, tarde o temprano el brillo vuelve a los bolsillos<br />
que lo inventaron, pero más valorado. Y el valor es esencial para percibir las<br />
diferencias entre clases.<br />
La idea de quemarse a lo bonzo no es nueva: La expresión tiene su origen en<br />
la ola de suicidios de monjes budistas (en japonés es 坊 主 bō<br />
zu, o bonzo en<br />
castellano que lo cogió prestado del francés bonze), que se produjeron a<br />
principios de los años 60 como protesta contra el régimen tiránico de Vietnam<br />
del Sur. Quang Duc, monje budista vietnamita se suicidó quemándose en una<br />
zona muy concurrida de Saigón el 11 de junio de 1963. <strong>El</strong> método sería<br />
posteriormente repetido por otras muchas personas a modo de protesta,<br />
normalmente de carácter político.<br />
Pero, no solamente lo que incendia el discurso común es la inmolación, sino<br />
los gritos que, desesperados, proclaman el fin de periodos de decadencia e<br />
injusticia. En Buenos Aires, después del corralito cruzó una voz por la calle<br />
diciendo: “que se vayan todos”, a la plaza de Mayo acudieron millones de<br />
personas para secundar la protesta, que produjo sucesivas caídas de gobiernos<br />
hasta que se instalaron los Kirchner, que derogaron la ley de punto final<br />
suspendiendo el pago de la deuda hasta que el país no se recuperara y<br />
juzgaron a los militares responsables de la desaparición de miles de<br />
argentinos. Las caceroladas que se produjeron en esos días en Buenos Aires<br />
tuvieron la forma de un acontecimiento. La viveza del grito fue capaz de hacer
saltar de la cadena un significante no calculado en la cadena de significantes.<br />
Puede que mucha gente no esté de acuerdo, pero un grito así capaz de unir a<br />
un montón de personas merece elevarlo a la categoría de comunicación<br />
precisa, el grito llega al sitio justo: voltear lo que ya no es capaz de apasionar.<br />
III. Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?<br />
<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> de los sueños abre también una realidad que nos despierta a un<br />
mundo enigmático, pues toma el <strong>lenguaje</strong> como nuevo cada vez, ya que el<br />
jeroglífico onírico se arma con piezas de diferentes cajas, “los sueños no son los<br />
sueños, sino lo que se dice de ellos”, comenta Freud, y también sostiene que es<br />
el lugar donde se hacen y se enredan los deseos insatisfechos en la vigilia.<br />
Hay un sueño fuerte que podemos tomar como ejemplo de la intraducibilidad<br />
de los mismos a un <strong>lenguaje</strong> común, pero entre esa intraducibilidad se escapa<br />
algo de la conmoción:<br />
“Muerto el niño, se acostó el padre en la habitación contigua a aquella en la que<br />
se hallaba el cadáver y dejó abierta la puerta, por la que penetraba el resplandor<br />
de los cirios. Un anciano, amigo suyo, quedó velando el cadáver. Después de<br />
algunas horas de reposo soñó que su hijo se acercaba a la cama en que se<br />
hallaba, le tocaba en el brazo y le murmuraba al oído, en tono de amargo<br />
reproche: «Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?» A estas palabras despierta<br />
sobresaltado, observa un gran resplandor que ilumina la habitación vecina, corre<br />
a ella, encuentra dormido al anciano que velaba el cadáver de su hijo y ve que<br />
uno de los cirios ha caído sobre el ataúd y ha prendido fuego a una manga de la<br />
mortaja.”<br />
Sigmund Freud: “La interpretación de los sueños” Cap. VII.<br />
La llamada es conmovedora, pero la pregunta de ¿qué y a qué despierta un
sueño? No es fácil de apagar con una respuesta simple. A primera vista parece<br />
que en el duermevela el padre ha percibido el resplandor de la llama a través<br />
del quicio de la puerta, pero ¿y la voz del sueño que reprocha al padre,<br />
vencido de cansancio y harto de llorar, que no ha velado lo suficientemente a<br />
su hijo? ¿y el hijo redivivo en el sueño del padre, conforme a su deseo de que<br />
siga viviendo, recordándole al padre que arde en su ataúd?<br />
¿Qué es lo que conmueve? ¿<strong>El</strong> fuego o la culpa del padre por no haber<br />
cuidado lo suficiente al hijo?<br />
Es difícil establecer el sujeto de este sueño, pues el sujeto de la invocación es<br />
el hijo, pero el sujeto del movimiento es el padre, que no soporta el reproche<br />
de su hijo.<br />
Hay infinidad de manuales que circulan intentando hablar de la simbología<br />
del sueño, pero esto nunca fue importante para Freud.<br />
En el sueño de Chuang Tzu, filósofo chino del siglo IV, poco importa si es Tzu<br />
quien sueña ser una mariposa o es la mariposa que sueña ser el maestro:<br />
“Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que<br />
había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que<br />
era Tzu.”<br />
Freud no se siente atraído por la simbología del sueño, sino por su solución<br />
del sueño, ¿qué soluciona el sueño? <strong>El</strong> deseo del padre de que el hijo reviva<br />
aun marcándolo con un reproche, un deseo inconsciente fraguado en su<br />
tragedia.<br />
Lo importante de los sueños no es su traducción, sino que lo que se lee en<br />
ellos es una solución a qué, al sujeto del deseo. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> del sueño tiene que<br />
volver al lugar que lo produjo, igual que cuando se lee una obra no se espera<br />
aprender de memoria sus pasajes, sino que estos sirvan para leer otras cosas<br />
que vuelvan a hacer revivirla. No solamente se trata de leer la obra hecha por<br />
un autor, sino que esta permanezca viva fuera su clasificación en los estantes<br />
de una biblioteca.
IV. Culturas del agua<br />
Nos movemos en lenguas de prestigio, durante siglos unas lenguas se han<br />
impuesto a otras debido sobre todo a una mayor presencia comercial,<br />
comunicativa o bélica. Sin embargo, hubo culturas que es muy importante que<br />
tengamos en cuenta a la hora de establecer la relación entre <strong>lenguaje</strong> y deseo.<br />
Marcel Mauss, Georges Bataille y Jacques Lacan analizaron la estructura del<br />
don a través de un ritual muy especial que se daba en las regiones amerindias<br />
de América del Norte, en lo que ahora llamamos la Columbia Británica, dicha<br />
tierra era poblada por diferentes tribus (los Haida, Tlingit, Tsimshian, Salish,<br />
Nuuchahnulth, y Kwakiutl) (Kwakwaka'wakw). Este ritual se llamaba<br />
potlatch, consistía en un intercambio de bienes por prestigio, acudían a ellos<br />
una gran masa hombres, la ceremonia solía durar varios días con un frenesí<br />
que iba in crescendo conforme pasaba el tiempo. Los jefes de las tribus<br />
subastaban sus bienes en clara ostentación de una riqueza que ya no les era<br />
útil. Al final de la ceremonia todos los bienes acumulados en la subasta se<br />
apilaban y se quemaban en una gran hoguera. ¿Qué recibían a cambio de ello?<br />
Prestigio, cuanto más grande era la sustracción de bienes a los grandes<br />
hombres de otras tribus más renombre cobraba el organizador de dicho ritual,<br />
después de ello era seguido por una gran parte de los asistentes y se convertía<br />
en el hombre más poderoso. Era la democracia del fuego o el feudalismo<br />
negativo.<br />
Aparentemente esto parece un relato antropológico de una cultura que<br />
evidentemente fue dominada por la lengua de la guerra, ya que no eran<br />
belicistas, sino que hacían que la extracción y destrucción de bienes se<br />
convirtiera en poder de seguimiento. Sin embargo, este ritual mostraba:<br />
Una circulación periódica del poder sin eliminación de hombres, proponiendo<br />
sumarlos a la causa más sagrada.<br />
Dejar libre el campo del deseo. Según Jacques Lacan los límites del deseo son
el Bien y lo Bello, llegados a estos límites el deseo se retira, ya que la esencia<br />
del deseo es su ser insatisfecho o la imposibilidad de calcularlo en bienes.<br />
Estas culturas se organizaban alrededor de una idea sagrada: Los tejidos hay<br />
que destejerlos y el tiempo deshacerlo para recuperar algo de lo nuevo.<br />
Hay un pasaje bíblico que muestra muy bien la imposibilidad de llegar al bien<br />
supremo. Jesucristo se dirige a los apóstoles y les dice: “Haced como los lirios<br />
del campo, no hilan ni tejen, pero su traje es la envidia de cualquier emperador”.<br />
Nosotros no estamos en este caso, como dice Lacan, hilamos y tejemos, y<br />
confundimos eso con el amor como cuando le damos nuestro manto a otro<br />
para cubrir la angustia que nos despierta su miseria, pero es posible que el<br />
otro no busque resguardarse del frío con el manto del que lo mira con<br />
indiferencia, sino que el otro lo ame.<br />
Por otra parte el tejido está hecho para meter la cabeza en él y así cubrir<br />
nuestra desnudez desde la cultura dominante, también, por qué no, los textos,<br />
incluso los que se escriben sobre soportes extraños, están para<br />
descontextualizarlos y leer con ellos las cosas vivas.<br />
EGB
Primer intento<br />
Existe un tiempo que parece sólo transcurrir en mí y en mí existe una historia<br />
que se narra silenciosa entre recuerdos de una realidad ajena y vagas<br />
impresiones de trascendencia. Inmersa en este tiempo y esta historia siento<br />
que no existen suficientes palabras capaces de cohesionar mis pensamientos,<br />
siento que desconozco el <strong>lenguaje</strong> con el que se narran las ideas, los atisbos,<br />
desordenados y confusos, siento que no encuentro el lugar para el caos o la<br />
divergencia. Se me revela la imposibilidad del <strong>lenguaje</strong> y soy consciente de mi<br />
incapacidad de narrar para lector alguno. Porque aunque todo es lengua para<br />
el que escucha, aunque todo dice, hay realidades que no tienen reflejo, que<br />
siempre han de manifestarse desde fuera, desde la marginalidad y el<br />
descrédito más absolutos, desde la inexistencia. Hay cosmovisiones que no se<br />
encuentran en las palabras, que rehuyen los significantes condenados a<br />
significar, las cárceles de ideas que tantas palabras prostituidas y maltratadas<br />
representan.<br />
Siempre he pensado que los <strong>lenguaje</strong>s una vez aparecen en nuestro suceder<br />
nos escriben y des(es)criben inevitablemente, nos explican y despliegan el<br />
mapa del universo, de cualquiera que imaginemos. Pienso que no existe<br />
<strong>lenguaje</strong> irrelevante y que aunque desconocido ningún <strong>lenguaje</strong> es imposible.<br />
Sin embargo, no creo en la definición acertada, ni en la correspondencia entre<br />
signos, pues los significados al fin y al cabo están creados del mismo material<br />
del que nos creamos nosotros mismos: Pura abstracción.<br />
Arcanos ancestrales. Antesalas de la substancia. Cérvix literarias. Símbolos<br />
imperfectos de imaginarios y realidades. Nigromancia inflorescente.<br />
Los <strong>lenguaje</strong>s son insuficientes, voces titilantes de lo imposible, poesía de lo<br />
desconocido, de lo extraordinario, de aquello que en algún lugar espera para
dar sentido a las correspondencias imprevistas que impulsan nuestro devenir.<br />
Y mi devenir está impulsado por una serie de relatos que retengo en la fría<br />
clandestinidad de la memoria como embarcaciones encalladas esperando una<br />
corriente que las haga navegar. Pero temo que nunca llegue el momento<br />
oportuno, que no aparezca la palabra exacta, soy consciente de crear historias<br />
atrapadas en un bucle de autorreferencialidad, historias que se podrían incluir<br />
en cualquier <strong>lenguaje</strong> ya existente y en ninguno al mismo tiempo, y esto me<br />
atormenta.<br />
Sin embargo, he de decir que algunas ideas, aquellas que logran hacerse con<br />
un cuerpo textual más bien poco referencial, parecen ser fieles de forma<br />
aleatoria e inesperada al <strong>lenguaje</strong> de la casualidad. La casualidad es la tinta<br />
que escribe mi relato, la coincidencia, la convergencia de un torrente de<br />
experiencias, sensaciones y sin sentidos. Lo meramente casual ha dejado de<br />
existir para mí, todo significa. Todo significa y entre significados propios y<br />
ajenos sé que encontraré el nexo que me unirá definitivamente a ese tiempo y<br />
esa historia que se narra silenciosa, a esos recuerdos de otra realidad que me<br />
inquietan y desvelan. Porque quizá tenga que recordar cien sueños para<br />
escribir un verso, para completar un párrafo o formar siquiera una palabra,<br />
pero quiero que cuándo suceda, mi relato albergue toda la inmensidad del<br />
<strong>lenguaje</strong> en una única y polimorfa expresión de libertad.<br />
CLL
<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> y la moral del esclavo<br />
«¿Quién anda por ahí?»<br />
(…)<br />
«No es nadie, señor, soy yo».<br />
<strong>El</strong> laberinto de la soledad, Octavio Paz<br />
<strong>El</strong> dios desconocido de los helenos sirvió a Pablo de Tarso para hablar del suyo<br />
propio. En el Areópago se rendía culto a una deidad sin nombre; esto permitió<br />
que las palabras del apóstol reverberaran en toda su amplitud. Las personas<br />
que entonces le escuchaban eran cuencos vacíos de prejuicios, receptáculos<br />
expectantes dispuestos a creer. Pablo les dio un nombre. Después de<br />
pronunciado su nombre, quienes allí se congregaban aprendieron a quién<br />
adoraban.<br />
Correr hacia la adultez significa arrojar nombres sobre los campos. Ha muerto<br />
mamá, y no volverá. Y no volverá. Caín mató a Abel. Fin. Estás enfermo;<br />
herido de vida. Estoy vivo. Amo. Quizás el <strong>lenguaje</strong> no cree mundos, o puede<br />
que sí; pero también puede que no. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es como esa luz amaneciente,<br />
cribada por entre los mil brazos salomónicos de los árboles abriéndose en<br />
deíficos tentáculos níveos. La luz amortiguada en las aguas mansas, creadora<br />
de penumbras y destellos titilantes. La luz tiene una sombra, y también el<br />
<strong>lenguaje</strong> tiene su pequeña o gran sombra.<br />
<strong>El</strong> mundo y sus hechos son un árbol, un parasol o una pagoda. Hay árboles<br />
mayores que otros, pero todos dan sombra. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>, como la luz, significa<br />
sus pigmentos. <strong>El</strong> púrpura es púrpura por la luz, y el rojo también. He aquí<br />
una mesa redonda de bordes romos. Las palabras son pues esa luz trémula y
mortecina que distrae nuestra atención hacia este o aquel punto, con cierto<br />
grado de arbitrariedad. Es el río, ese río de oro que corre hacia algún lugar de<br />
donde no se vuelve, como escribió una vez la hada de la literatura Ana María<br />
Matute, y cuyo cauce delimita su amplitud o estrechez; el río es más río<br />
cuando se desborda y abraza la ribera; no se es río por el cauce, sino por las<br />
márgenes. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> miente menos cuanto más se sale del camino de<br />
baldosas amarillas.<br />
Tal es el poder de la palabra que le es negada a muchos por su locura. Los<br />
locos, término extraño, han sido privados de palabra; el acto elocutivo<br />
invalida ya sus efectos. Los locos necesitan que firmen por ellos, no disponen<br />
de su yo. Y cuando se quiere desautorizar a alguien se le tacha de loco: “estás<br />
loco.” La palabra alumbra y oscurece. Cuando los argumentos propios no<br />
gustan, la solución pasa por demonizar el discurso; con ello no sólo se logra<br />
eliminar el eco de los mismos, sino también hurtar la voz. Y yo pregunto: ¿qué<br />
es un ser humano sin su voz? Pregunto yo, no preguntan por mí. Decir yo, es<br />
decir “existo”, porque existir no es siempre razón biológica, a pesar de<br />
provenir todos del mismo sitio. Es más, si se piensa detenidamente mirando<br />
atrás… ¿Son más los humanos libres de la historia que los esclavos?<br />
Decir es arrastrar esa marea insepulta de lo que somos a la vida. No amamos<br />
del todo hasta que decimos: “yo amo.” Y de esta forma no somos hasta que<br />
pronunciamos; pronunciar no como seres balbucientes, sino como semidioses<br />
que, a cada paso, piensan diciendo conscientes de la solemnidad ritual del<br />
momento. Hablando podemos mentirnos, podemos decirnos lo que no es que,<br />
para nosotros, será. En la misma línea, lo sacro y lo mágico ancestral de la<br />
palabra propicia el milagro de matar lo que es; para lo cual nos serviremos del<br />
tabú. No se pronuncia algo, ergo no existe. Como niños que se cubren los ojos:<br />
“no estoy.” Como la fe. Da igual que se piense, da igual que se vea; no existe.
La palabra es sutil, pero miremos sobre todo su sombra, miremos las márgenes<br />
del río. Miremos lo que no enfocan esos cañones áureos y alados desbalagados<br />
entre las ramas de nuestro árbol. <strong>El</strong> dolor de la palabra es lo que omite, lo que<br />
no quiere o no sabe decir. <strong>El</strong> poeta no siente más, no siente mejor, el poeta se<br />
sienta a la sombra de la palabra, abraza lo desenfocado del trueno.<br />
Lo sutil de la palabra, lo que nos ancla, lo que llevamos marcado de<br />
nacimiento es lo no deliberado; lo que se hereda. Siempre me ha horrorizado<br />
el <strong>lenguaje</strong> cotidiano. Bueno, no siempre. También me ha sobrepasado por su<br />
potencia expresiva y por su poética, o capacidad creadora. “Ganarse la vida” es<br />
una de esas frases que le hacen a uno entender en qué clase de lugar vive,<br />
hablamos no vivimos un tipo de sociedad que nos moldea: señoras y señores,<br />
mesas y puertas, gánense la vida, y así lograrán la manumisión de sus<br />
espíritus. Son mujeres y hombres en tanto se ganen el derecho a serlo o, al<br />
menos, eso parece decírsenos de forma velada.<br />
Tanto es así que el ser humano primero hace lo quimérico, construye muros<br />
inexpugnables, y luego dice que hacer lo contrario es quimérico; y, peor aún,<br />
nos lo creemos. Somos al mismo tiempo dios y pobre diablo; creamos a dios,<br />
nos lo inventamos. Le damos el poder, decimos que nos ha creado. ¿Quién<br />
duda de la existencia de dios o de Dios? Yo digo “dios”, y Dios existe. Todo lo<br />
pensado se piensa con palabras existe. ¿Cómo puedo yo, en mi humildad de<br />
hombre que apenas puede escribir estas líneas, negar lo creado con palabras?<br />
No hay ciencia y espero que se me entienda que pueda destruir lo construido<br />
con palabras.<br />
Pero no todo es negativo; la palabra tiene la calidad de la infancia. Érase una<br />
vez en un mundo inventado. Un mundo que puede ser posible, aunque no<br />
probable. Tomás Moro al componer su Utopía manifestó que deseaba que
aquello ocurriese, pero que no lo esperaba. Soñar no es esperar. Hablar no es<br />
mentir. Decir “nosotros” es trazar una línea de paredes altas, saber que hay un<br />
“vosotros.” Pero sobre todo la palabra no debería de servir para afianzar<br />
creencias ni dogmas; jamás deberían haber perdido nuestros helenos del<br />
Areópago su capacidad de asombro, la enormidad de sus almas al adorar a un<br />
dios con minúscula desconocido. Adorar a un dios sin nombre, un dios<br />
pequeño, que se duda a sí mismo. Que habla.<br />
JPB
Palabras como golpes<br />
Levantó los ojos y allí estaba de nuevo. Aquel crío rollizo, vestido con el<br />
uniforme del campamento infierno, el pantalón corto sujeto con un cinturón<br />
de cuero demasiado apretado, y la camisa color caqui, enorme sobre sus<br />
hombros estrechos y desgarbados. Tenía la expresión de siempre, entre<br />
temerosa e implada, como si fuera a romper a llorar al instante siguiente.<br />
Parpadeó molesto y el espejo reflejó entonces al hombre, las canas pintadas de<br />
negro, el traje de corte impecable y los cristales de las gafas sin montura<br />
matizando en parte su mirada, repentinamente embrutecida.<br />
“Se va a enterar esa zorra inútil, joder; los puños planchados otra vez con<br />
dobleces”, pensó mientras salía del baño en dirección a la cocina sacudiendo<br />
los brazos con violencia para ocultar las dos franjas de tela de la camisa que<br />
asomaban apenas por las mangas de la americana.<br />
“Eres estúpida”, le escupió al oído a su mujer, quien no pareció oírle y<br />
continuó extrayendo prendas húmedas con olor a flores del tambor abierto de<br />
la lavadora, ante el que se inclinaba lenta, trabajosamente. “Y por favor”,<br />
añadió, “adecéntate un poco, das asco con solo mirarte”.<br />
Sin esperar respuesta, buscó de nuevo su imagen, ahora en el espejo del<br />
recibidor. Con el traje completo, apenas resultaban perceptibles la falta de<br />
vigor de su torso, la curva abultada del vientre y el extraño perfil convexo de<br />
su pubis bajo la tela del pantalón, ajustado en exceso. Prendió con dedos<br />
ágiles y aire mundano la botonadura de la chaqueta, basculó satisfecho sobre<br />
los lustrosos zapatos de cordones y salió del piso sin despedirse. Al tomar<br />
asiento en la trasera del Audi estacionado frente al portal, su gesto recuperó<br />
inmediatamente la dureza. Esperó a que el chófer, aprensivo, rodeara a<br />
grandes zancadas el coche, tras cerrar suavemente su puerta.<br />
“La madre que os parió a todos”, exclamó irritado, “aquí dentro hace un calor<br />
del carajo. A ver si mañana, mientras esperas en la puta cola del paro, logras
ecordar cómo funciona un climatizador, maldito cabrón ignorante”.<br />
BM
Claude<br />
Le descubrí a través de los cristales de un bar. Llevaba zancadas de medio<br />
metro y movía los brazos a discreción, como si fuera un niño pequeño. Llovía<br />
a mares. Me dieron unas ganas peligrosas de seguirle, frenarle y asfixiarle con<br />
un beso. La lluvia le dejó correr de largo y en un segundo, desapareció.<br />
Tres días más tarde coincidí con él en la presentación de un libro. <strong>El</strong> acto<br />
transcurría en el Museo del Romanticismo, y supersticiosa como soy, pensé<br />
que aquello podía ser una señal. Me acerqué a él imitando los andares felinos<br />
de las modelos. Y poniéndole un dedo sobre la barbilla le dije: “Me gusta tu<br />
barba descuidada.”<br />
Contestó algo raro como: “Qu'estce que tu dis?”. Y no dejó de acariciarme el<br />
dedo. Al terminar la presentación, me agarró la mano y me sacó a la calle<br />
abriendo un paso violento entre la gente. Llovía a mares. Nos refugiamos bajo<br />
la marquesina del museo. “Qu'estce que tu veux de moi, ma belle?”.<br />
Susurraba muy sexy, todo el tiempo. Y yo, yo no entendía más que las gotas de<br />
agua contra mis pestañas y el rumor de sus dedos bajo mi jersey. Tras un<br />
restregón tan bonito que hacía honor al nombre de nuestro refugio, nos<br />
despedimos sin darnos datos para que eso ocurriera de nuevo.<br />
Una vez más el azar me puso frente a él. Coincidimos en un café cercano a la<br />
Plaza de las Descalzas. “Ma douce. C’est une joie de te revoir, petite fille”. No<br />
supe en aquel momento que me decía. No fue necesario comprender sus<br />
palabras para besarle la boca y el cuello hasta pintarle de rojo la camisa. Se<br />
apartó de la gente que le acompañaba y pidió una botella de champán para<br />
compartir conmigo. Tan solo cruzábamos risas, caricias y miradas. De vez en<br />
cuando alguna palabra incomprensible para el otro, pero dulce siempre. Me<br />
arrastró ebria hacia la calle. Llovía a mares. Un taxi nos llevó al Holliday Inn<br />
de la calle Manuela Malasaña. Tímida, pedí una habitación. Él me observaba
fascinado: “J’aime la sonorité de tes mots”. Por pudor no os contaré lo que<br />
ocurrió en aquella habitación del Holliday Inn. No más que la lluvia taconeaba<br />
la ventana como una bailaora y él sonreía. Y yo. Y los cristales se manchaban<br />
de vaho. Y no se veía más que oscuro entre las rendijas. Y se escuchaban<br />
gemidos de paloma y bocas sorbiendo piel. Y blanco. Y risas. Por eso repetimos<br />
la semana siguiente y la otra y la de después. Convertimos esa habitación en<br />
un tablao flamenco.<br />
Le llevé a Alcalá de Henares, a Toledo y al Escorial. “Qui estce?” “Qu’est que<br />
c’est?”. Preguntaba curioso y yo contestaba lo que me venía en gana: “<strong>El</strong> perro<br />
de San Roque”. “Un poco de tinta”. “Mañana vuelve”. “Llueve a mares”.<br />
Me dijo que se llamaba Claude y me enamoré. Nos encontrábamos cada tarde<br />
en el café de Las Descalzas y de ahí al Holliday Inn. “Ça va?” “Me quedé sin<br />
crema de manos” “Tu as fain?” “Fumemos maría” “Tu veux faire quoi?” “A mí<br />
también me gusta el aire”.<br />
Quise más y más de Claude. Tanto que me matriculé en la Alliance Française<br />
para hablar igual que él. Cada día le decía una palabra nueva: “Bonjour”<br />
“Qu'estce qui te plaît ?” “Tu m’aimes?”. Así, poco a poco, me iba descubriendo<br />
con palabras, frases, párrafos, hasta que en algún momento logré mantener<br />
una conversación con él. Y luego otra y alguna más.<br />
Ayer se me perdió la mirada a través de los cristales de un bar. Llovía a mares.<br />
Había bebido mucho champán cuando le vi pasar, dando zancadas largas y<br />
moviendo los brazos a discreción, como si fuera un niño pequeño. Corrí tras él<br />
y le atropellé peligrosamente. “Qu'estce qui te prend?”. Le susurré acariciando<br />
su barbilla con el índice. “Pourquoi tu viens plus au café de Las Descalzas? ".<br />
Claude me miraba fijamente, con cara de extrañeza. No sabía qué le estaba
diciendo. Rechazó mi dedo y continuó con sus zancadas de medio metro,<br />
pisando los charcos. Volví al bar de los cristales sin dejar de pensar en él.<br />
Desde que he aprendido su idioma, nos hemos dejado de entender.<br />
SO
<strong>El</strong> viaje<br />
Saltó del jergón de golpe, angustiado, y quedó de pie en equilibrio inestable<br />
balanceándose sobre los pies, tratando de saber dónde se encontraba, nublado<br />
aun el entendimiento por los garfios del sueño. La luz difusa que se colaba a<br />
través de la grieta en la pared que hacía las veces de ventana, apenas si le<br />
dejaba ver lo que había a su alrededor. Poco a poco los acontecimientos<br />
pasados acudieron a su cabeza haciéndole consciente de su situación, la<br />
sucesión de hechos vividos se desplegó ante sus ojos en un abanico de<br />
imágenes, caleidoscopio febril que le mostraba en una amalgama desordenada<br />
la cruda realidad.<br />
Fernando se pasó las manos por la frente retirando el cabello lacio y oscuro<br />
que le caía sobre la cara como si al mismo tiempo pudiera espantar los<br />
miedos. Una vez acostumbrado a la penumbra percibió con un poco más de<br />
claridad el entorno donde se encontraba, un giro de 180 grados sobre sí<br />
mismo le aportó la información necesaria, para saber, que se encontraba en<br />
una habitación de unos escasos cuatro metros cuadrados con paredes de<br />
ladrillo manchados de cal.<br />
Apenas recordaba cómo le habían metido a empujones en la habitación, el<br />
guardián mal encarado le agarró por los pies y le llevó rebotando sobre el<br />
suelo desigual, después sintió cerrarse una puerta y escuchó el cerrojazo,<br />
buscó a tientas con los brazos extendidos algo que le sirviera de referencia,<br />
palpando el aire en un juego loco de gallina ciega. Al encontrar lo que parecía<br />
una especie de colchón, se arrastró como pudo y quedó encima de él en<br />
posición fetal escondida la cabeza entre las manos, le dolía cada hueso del<br />
cuerpo, el agotamiento pudo más que el dolor y cayó en un profundo sopor<br />
del que le ha despertado la sed, la sensación de vacío en el estómago y el
agudo dolor de cabeza que atraviesa sus sienes como un puñal.<br />
Cómo es posible, se pregunta, hace tan solo unos días planeaba el viaje de su<br />
vida a tierras remotas, quería irse lejos de todo lo conocido, le asfixiaba el<br />
ambiente del barrio, la parloteante cordialidad de los vecinos, la charla<br />
insustancial de su novia, la monótona cantinela de los niños, incluso las<br />
llamadas de sus amigos que le convocaban a encuentros y tertulias, le<br />
resultaban cargantes.<br />
Realmente estaba hastiado, harto de escuchar lo mismo a las mismas personas<br />
en parecidas situaciones diciendo las mismas o parecidas cosas, el cansancio<br />
hizo mella en él desvirtuando su percepción auditiva.<br />
Lo que para los demás eran palabras para Fernando era ruido, un ruido<br />
monocorde que le impedía pensar y que le obligaba a mantener su atención en<br />
personas y cuestiones completamente ajenas a sus gustos e intereses.<br />
Quería estar solo, sin hablar con nadie, sin esforzarse por escuchar lo que no<br />
quería oír, volar lo más lejos posible de su entorno cotidiano, diluirse en algún<br />
espacio en el que fuera totalmente un extraño, para que nadie le acosara con<br />
la carga de palabras que forzosamente tenía que soportar.<br />
Tomó la decisión una mañana, al pasar por una agencia de viajes especializada<br />
en aventuras y después de contemplar en el escaparate los diferentes<br />
catálogos, entró decidido en la tienda, al cruzar la puerta una campanilla sonó<br />
avisando de su llegada. No había nadie para atenderle en ninguna de las dos<br />
mesas de madera donde reposaban un par de ordenadores, al poco un<br />
avispado comercial apareció con restos de carmín en los labios acompañado<br />
por su compañera de trabajo que ocupó una de las sillas, y que se zambulló
acto seguido escondiendo su turbación entre los montoncitos de papeles<br />
mientras tecleaba con furia.<br />
<strong>El</strong> comercial después de limpiarse la boca con la mano le indicó con un<br />
ademán que tomara asiento, Fernando le explicó brevemente su deseo de<br />
viajar, no le importaba dónde con tal de que fuera como mucho en un par de<br />
días, quería ir a un lugar lo más escondido posible, lejos de cualquier tipo de<br />
civilización cercana o atrayente para el flujo de turistas que con ansias de<br />
aventura se diseminaban por todos los confines del globo. Por supuesto el<br />
desplazamiento sería hecho a su medida, sin acompañantes que le fastidiaran<br />
con sus charlas, preguntas e historias sobre las naciones que habían recorrido.<br />
Fernando estaba convencido de que la gente peregrina con el único propósito<br />
de contar después sus trayectos en una retahíla interminable, sin escucharse<br />
entre ellos, en una vanagloriosa y extraña competición de países visitados que<br />
muestran como una colección de cromos. Si le, no le. He estado, no he estado.<br />
La decisión la tomó con bastante rapidez, no estaba dispuesto a soportar la<br />
incontinencia verbal del empleado ni a sufrir sus interminables explicaciones y<br />
consejos, sin hacer caso de sus recomendaciones escogió una república<br />
africana por el simple hecho de que su lengua oficial le era absolutamente<br />
desconocida, por tanto podría mantenerse al margen de cualquier atisbo de<br />
comunicación, el único inconveniente eran las vacunas que forzosamente<br />
necesitaba para entrar en el estado, esto le supondría un retraso en sus planes.<br />
De todas maneras pensó que este retraso le permitiría preparar su periplo con<br />
el secreto que él quería, no estaba dispuesto a que le siguieran asaeteando allá<br />
donde fuera con mensajitos y llamadas de toda índole, máxime cuando su<br />
cumpleaños lo celebraría a miles de kilómetros, es más, dejaría el móvil en<br />
España y cogería si eso era posible uno cuando llegara al aeropuerto de<br />
destino, y si no ya se las arreglaría. Estaba decidido, este año no podrían darle
la murga aunque quisieran.<br />
Cuando llegó al aeropuerto de Mogadiscio no le sorprendió el ambiente<br />
enrarecido, ya sabía él que ese País estaba tachado de conflictivo, a la gente le<br />
gusta exagerar para sentirse más importante. Tras pasar los trámites<br />
aduaneros y recoger su equipaje salió dispuesto a disfrutar de lleno su<br />
aventura. <strong>El</strong> chirrido de las llantas sobre el pavimento dejó en suspenso<br />
cualquier atisbo de actividad, Fernando no daba crédito a lo que veían sus<br />
ojos, la gente corría despavorida como conejos asustados hacia sus<br />
madrigueras huyendo del convoy que había aparecido como por arte de<br />
magia.<br />
Él no tuvo la decisión ni la oportunidad de escapar, uno de los hombres<br />
uniformados que bajaron del jeep le apuntó directamente con el arma<br />
mientras le preguntaba en un idioma totalmente desconocido, haciendo un<br />
gran esfuerzo consiguió hilvanar unas palabras temblorosas explicando al<br />
soldado que él era ciudadano español en viaje de turismo, el soldado volvió a<br />
articular los sonidos incomprensibles en un tono mucho más elevado mientras<br />
hacía gestos intimidatorios. De nuevo volvió Fernando a dar sus razones, esta<br />
vez casi a gritos, contagiado por la excitación de su interlocutor. Todo en vano,<br />
lo siguiente fue el culetazo en la cabeza que le hizo desmoronarse como un<br />
pelele y el calor de la sangre corriendo por su cara.<br />
Tirado en el jeep, durante el camino hacia lo desconocido, trató en vano de<br />
comprender lo que hablaban entre ellos, tampoco logró hacerse entender a<br />
pesar de sus gritos desesperados, lo más que consiguió fue que le patearan<br />
entre risas y conversaciones indescifrables, que, Fernando, habría dado la vida<br />
por entender.
Nunca supo que la vida le iba en ello.<br />
MB
POESÍA<br />
Apelación a Dylan Thomas<br />
Quizás el secreto esté en los ojos de un roedor que ahora muerde los barrotes<br />
de su jaula. En el óxido de otros barrotes, en celda de cárcel o manicomio. En<br />
la cárcel donde alguien sueña que regresa a casa otra vez niño y llama a su<br />
madre y ella trae, en un plato, bizcochos. En el manicomio donde cada cual<br />
rota sobre sí mismo y gira alrededor de un alto árbol sin raíces y dirigido por<br />
entero hacia las nubes. En la gravilla. En el cieno. En lo que se arroja de la<br />
casa luego de la limpieza. En el oro. En el preciso movimiento de un reloj. En<br />
el impreciso testimonio de quien mira a través de una rendija. En la dirección<br />
al mar, al gallo que rasga el aire de la mañana, al oráculo que algunos<br />
suponen reside en un trapo atado a un palo enterrado, al grafito de un lápiz<br />
que olvidaron en una caja. Tal vez, bajo una camisa de mujer, en la palabra<br />
rosicler, en un gorrión, cualquiera de los que anidan de a decenas en las<br />
ramas, en un pasaje que habla de lluvias, de sapos y ranas, en un almacén con<br />
olor a aceites y pinturas. ¿Cuál es ese secreto, qué contiene, qué poder reside<br />
en su sustancia, qué ángel o demonio lo habita, por qué el anhelo por hallarlo,<br />
para qué esta página que lo invoca?<br />
CB
Intuición y delirio en sincopada decadencia estereotipada<br />
A William B.<br />
La intuición es una entidad mutante,<br />
y el <strong>lenguaje</strong> una extensión deforme<br />
de un tumor cerebral.<br />
Hay algo más allá del iris ocular,<br />
una especie de telón de fondo cristalino<br />
que refleja luz herida<br />
que proviene del exterior,<br />
atrapada en fragmentos indivisibles<br />
e irremediablemente erróneos.<br />
A veces, la intuición parece guiarnos<br />
por la locura de la vida<br />
de forma arrebatada.<br />
Otras sólo conduce<br />
a un pozo insondable de sarcasmos.<br />
Es entonces cuando entiendo<br />
que el <strong>lenguaje</strong><br />
es sólo<br />
un esqueje protésico del alma.<br />
JMV
SCAT<br />
Te miro recorrer el pasillo desnuda,<br />
camino del cuarto de baño,<br />
después de hacerte el amor.<br />
Te giras,<br />
te detienes<br />
un instante,<br />
y me sonríes,<br />
todo tu ser me sonríe<br />
en un <strong>lenguaje</strong><br />
que no me cuesta nada comprender.<br />
Luego entras en la ducha<br />
y tarareas algo<br />
que me parece la mejor canción<br />
nunca escrita del jazz.<br />
Cuando vuelves,<br />
he olvidado la letra<br />
de los versos que pensaba escribirte<br />
y beso tus pies<br />
limpios de jazmín<br />
antes de hacerte el amor otra vez.<br />
He hallado la belleza, me digo,<br />
esa de la que nunca podré hablar.
Así como hay escritos<br />
que no tienen nombre<br />
la blanca poesía de tu cuerpo<br />
no tiene palabras.<br />
AS
POESÍA VISUAL<br />
Don Quijote en el Raval<br />
I
II
III<br />
ACG
PINTURA
PINTURA I<br />
Jalón de Aquiles
PINTURA II
Marta Adserias
FOTOG
RAFÍA
FOTOGRAFÍA I
Raquel Calvo
FOTOGRAFÍA II<br />
<strong>El</strong>i Mora
ENTREVISTA<br />
Sergi Bellver, por RDF.<br />
Encontrar la persona adecuada a la que entrevistar para este número de la<br />
revista sobre <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>, me costó, me costó muchísimo, porque necesitaba a<br />
alguien que se mojara, que se abriera, que cuando yo le lanzara todas esas<br />
preguntas con puertas abiertas, quisiera entrar por ellas y se extendiera,<br />
hablara, se mostrara sin miedo, para indagar sobre un concepto en particular,<br />
sobre el <strong>lenguaje</strong>. Por suerte, una pequeña punzada ahí dentro me dijo el<br />
nombre y terminó saliendo una gran entrevista gracias al entrevistado. Quiero<br />
agradecer la generosidad de Sergi Bellver en sus respuestas, porque aunque a<br />
veces intentó el regate dejando para autoridades mayores alguna cuestión, al<br />
final fue a por todas, de frente, se abrió el pecho y se dejó llevar. Os llevará<br />
con él, sin duda, a la reflexión sobre qué sea el <strong>lenguaje</strong>.<br />
Sergi Bellver ha sido crítico literario, periodista cultural y editor, pero sobre todo, es<br />
escritor, contador de historias. Recientemente ha publicado “Agua dura”, su<br />
primera colección de relatos donde, en sus propias palabras, aborda temas<br />
como la familia en tanto fuente de conflicto, la búsqueda de nuestro lugar en el<br />
mundo y la posibilidad de una segunda oportunidad para quienes han llevado<br />
una existencia al margen de la inercia general.<br />
Os llevará con él.
ENTREVISTA a Sergi Bellver<br />
Sergi, ¿qué es para ti el <strong>lenguaje</strong>?<br />
La ventana por la que el mundo entra en mi casa y lo descubro, aunque no<br />
olvido que hay siempre otras ventanas, algunas mucho más diáfanas. También<br />
es la puerta desde la que salgo al mundo, aunque siempre habrá una puerta<br />
trasera por la que escapar de otros modos de mí mismo. Una manera de talar<br />
las certezas que nos acechan y, tal vez, ver el bosque. Un reflejo<br />
necesariamente difuso e incompleto de la vida. Un mapa del naufragio. Una<br />
forma de supervivencia. Una embajada inmaterial en la que pedir asilo político<br />
para la identidad, cuando ya apenas quedan fronteras por blindar. Y mi medio<br />
de vida, literal y literario: escribo para intentar ganarme el pan sin perder el<br />
sentido de lo que entiendo por vida, pero también para olvidar el camino<br />
marcado por otros, para ser libre, para hacer pie en algunos de los paisajes del<br />
prójimo y para entrar en su casa con algo del mundo a cuestas. Sin todo eso,<br />
para mí, el <strong>lenguaje</strong> quedaría en mera herramienta y la literatura en poco más<br />
que artesanía, producción y mercado.<br />
¿La existencia es sólo <strong>lenguaje</strong>? Entendiendo como existencia un<br />
concepto que se articula, nace y se hace mediante el <strong>lenguaje</strong>. Sé que me<br />
sigues. ¿Qué somos, mero discurso, simple pensamiento?<br />
En todo caso, si nos ceñimos a la convención de lo que es el <strong>lenguaje</strong>,<br />
hablaríamos apenas de la existencia humana, pero podríamos acotar aún más<br />
esa noción si pensáramos en las vidas de tantas personas condicionadas por su<br />
estado físico y mental, por el entorno en que les haya tocado desarrollarse o<br />
contra el que traten de sobrevivir. ¿Es más pobre la experiencia vital de<br />
alguien que la apoye en otro sistema de relación con el mundo y con los
demás? ¿La de alguien que viva en soledad o que, entre semejantes, esté<br />
privado del <strong>lenguaje</strong> hablado y escrito? Hubo un caso apasionante, el de Helen<br />
Keller, una mujer que nació en el siglo <strong>XIX</strong> y que con apenas año y medio de<br />
vida quedó ciega, sorda y muda por una enfermedad. Cuando creció, aprendió<br />
a comunicarse con el exterior gracias a una cuidadora y a través de un<br />
rudimentario sistema de signos trazados al tacto en la palma de su mano.<br />
Murió casi nonagenaria, habiendo «dictado» varios libros sobre su vida y<br />
admirada por personajes como Mark Twain. Un ejemplo como éste, para mí,<br />
demuestra dos paradojas en el tema que nos ocupa: que el ser humano no es<br />
sólo <strong>lenguaje</strong> pero lo necesita desesperadamente para ampliar y profundizar<br />
en su experiencia del mundo a través del conocimiento compartido con los<br />
demás, y que, al mismo tiempo, el <strong>lenguaje</strong> humano, tal y como lo<br />
entendemos, es a menudo una herramienta muy limitada que no puede<br />
asimilarse al todo en la existencia ni aprehenderla.<br />
Decía Wittgenstein, tantas veces citado por la intelligentsia posmoderna, que<br />
«Los límites de mi <strong>lenguaje</strong> son los límites de mi mundo», y en cierto modo es<br />
así, porque a veces parece que no podemos concebir lo que ni siquiera<br />
alcanzamos a nombrar, pero tampoco hay que tomar esta cita por axioma,<br />
pues somos receptores sintonizados en un solo punto del dial, cuando ese<br />
mundo nos está bombardeando con miles de ondas en frecuencias distintas<br />
que no siempre vamos a saber decodificar sólo con el <strong>lenguaje</strong>, y sin embargo<br />
están ahí, vibrando, formando también parte de la existencia. <strong>El</strong> problema,<br />
creo, viene cuando pretendemos abarcar la existencia sólo con el pensamiento<br />
y su primo hermano, el <strong>lenguaje</strong>. No sólo es absurdo, también es imposible.<br />
Mareemos un poco la perdiz con aquello de que lo primero fue el verbo.<br />
¿Te animas a discurrir sobre ello?
Seguramente lo primero fue bajar de los árboles, levantarnos sobre nuestros<br />
cuartos traseros, otear por encima de las hierbas altas en la sabana, desarrollar<br />
un pulgar oponible, construir herramientas, empezar a despreciar la carroña,<br />
pasar de ser presas a depredadores, comer un montón de carne fresca, asarla<br />
en un buen fuego y cebar así nuestros cerebros generación tras generación<br />
hasta el litro y pico de capacidad. Y gruñir un poco durante el proceso,<br />
imagino, con cualquier forma cada vez menos primitiva de <strong>lenguaje</strong>. De ahí<br />
que el verbo no fuera exactamente ni el huevo ni la gallina. Teorizar sobre<br />
todo esto me queda muy lejos, pues yo apenas soy un contador de historias y,<br />
a veces, quizá, un aprendiz de mago, pero tengo claras dos cosas. La primera,<br />
que, precisamente, perdernos en una maraña teórica nos lleva a actitudes<br />
como la de Derrida, por ejemplo, cuyo discurso seguro que todavía sirve para<br />
impresionar a alguna tierna estudiante de Filosofía y Letras, pero que con su<br />
dialéctica insufrible de la deconstrucción y la negación constante parece<br />
convertir el <strong>lenguaje</strong> y el pensamiento en armas arrojadizas, en vez de tender<br />
puentes reales para la comunicación entre los seres humanos. La segunda, que<br />
hay múltiples formas de <strong>lenguaje</strong>s en otras especies, algunas muy complejas,<br />
como la de los cetáceos, pero que el cerebro humano ha desarrollado una<br />
estructura esencialmente narrativa: nos contamos historias a nosotros mismos<br />
para procesar y comprender la realidad, reconstruimos la memoria con retazos<br />
de ficción que tomamos por reales y reelaboramos nuestro pensamiento<br />
consciente cada noche, cuando soñamos, mientras asistimos a una película de<br />
la que nuestro cerebro supraconsciente es el audaz guionista. Me quedo con<br />
ello, con esa íntima necesidad humana por las historias, digan lo que digan los<br />
intelectuales, y con el <strong>lenguaje</strong> como vehículo para contarlas. No puedo decir<br />
más sin empezar a parecer una hormiga tratando de filosofar sobre lo que<br />
habrá o no más allá del parque. No soy ningún intelectual, sólo un escritor,<br />
una hormiga con alas, si acaso.
Lenguajes hay varios, no sólo con la palabra como componente primero<br />
pero después siempre como vía donde rueda el entendimiento. Con el<br />
DRAE me llevo a morir, pero esta acepción sobre el <strong>lenguaje</strong> me gusta<br />
mucho: 6. m. Conjunto de señales que dan a entender algo. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> de<br />
los ojos, el de las flores. ¿Qué <strong>lenguaje</strong> te llena más? Háblanos también<br />
sobre el <strong>lenguaje</strong> del agua (luego volveremos sobre esto).<br />
Como te comentaba hace un momento, y según esa acepción que señalas, el<br />
<strong>lenguaje</strong> no es patrimonio exclusivo del ser humano. Todo es en cierto modo<br />
<strong>lenguaje</strong> entre los seres vivos, desde el rastro químico entre los microscópicos<br />
a los códigos cromáticos entre flores e insectos o al canto de los pájaros y las<br />
yubartas. Lo que parece diferenciarnos del resto de especies es la capacidad<br />
para aprehender y reproducir conceptos abstractos en signos y comunicarlos a<br />
terceros, esto es, para multiplicar la experiencia del individuo a través de la<br />
memoria global de la especie y viceversa. Cada manifestación personal<br />
relevante se anuda al discurso de todo el género humano. Esto es así en cada<br />
campo y actividad, empezando por la tecnología, pero también en lo poético y<br />
literario, y no puedo evitar recordar precisamente ahora aquellas palabras de<br />
Walt Whitman en boca del desaparecido Robin Williams: That the powerful<br />
play goes on, and you will contribute a verse.<br />
En mi caso particular, desde muy niño tuve la necesidad de expresarme de un<br />
modo, digamos, artístico. Primero fueron el dibujo y la pintura. <strong>El</strong> cine<br />
apareció como sueño inalcanzable, y hasta llegué a crear y dirigir un corto de<br />
animación en el colegio. Más tarde lo intenté con la música, ese <strong>lenguaje</strong><br />
absoluto y universal, pero sin ningún talento. Desde el principio la escritura<br />
estuvo siempre ahí como actividad secundaria, subalterna de las demás, o<br />
como una discreta compañera de viaje, luego la dejé en el dique seco una<br />
larguísima temporada, y fue sólo hace siete años cuando me tomé en serio
dedicarme por completo a la literatura. Quizá porque me di cuenta de que,<br />
negado para la música, con un talento corriente para el dibujo y sin medios<br />
para estudiar ni hacer cine, la ficción literaria me permitía comunicar al<br />
menos una parte de mi visión de las cosas. Aunque las palabras a menudo no<br />
basten y lo inefable sea siempre un pez escurridizo, ya no se me ocurre otra<br />
manera de estar en el mundo que sumergido en el <strong>lenguaje</strong> literario,<br />
persiguiendo a ese pez con las palabras, a veces disolviéndome en el agua al<br />
escribir, como aquel otro poisson soluble de los surrealistas.<br />
Juntando las piezas del puzzle de las preguntas anteriores, y aquello de<br />
que lo que no se nombra no existe, y de cómo introducir significados en<br />
las palabras para manipular a las personas, las sociedades, ¿recuerdas<br />
1984, de George Orwell, la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la<br />
ignorancia es la fuerza? Te lo dejo así, para que lo lleves a nuestro día de<br />
hoy, para que nos reflexiones aquí sobre el <strong>lenguaje</strong> y la política.<br />
No sólo recuerdo esa obra de Orwell, sino que la tengo tan presente que una<br />
de las citas que abrirá mi primera novela le pertenece. Lo que dijo Goebbels<br />
sigue vigente y las mentiras repetidas hasta la saciedad acaban instaurándose<br />
como verdades. La cosa ha ido a peor, y si esas mentiras vienen de ciertos<br />
poderes, hoy en día ni siquiera necesitan de la reiteración para ser tomadas<br />
como dogmas. <strong>El</strong> poder ha entendido, especialmente desde mediados del siglo<br />
XX, que dominar el <strong>lenguaje</strong> es dominar a las masas, y si en los años más<br />
terribles de los totalitarismos de cualquier signo, el nazi o el soviético, da lo<br />
mismo, ese dominio se apoyaba en la violencia, hoy en día lo hace de forma<br />
cada vez menos sutil en el control de la prensa, la manipulación de la<br />
economía y la dosificación del miedo. Del miedo al otro, al cambio o al<br />
desastre completo, es decir, a perder lo poco que nos queda. Así, acorraladas<br />
contra las paredes de su establo hipotecado, sin necesidad de la violencia
directa, sino por su propio y atemorizado convencimiento, esas masas son<br />
todavía más manejables.<br />
Hablando hace unos días en otra entrevista sobre el Holocausto judío, una de<br />
mis obsesiones como autor, decía que acabamos de ver cómo Israel ha<br />
masacrado a civiles inocentes de otro pueblo con la excusa de la lícita<br />
autodefensa frente a la amenaza terrorista. La semántica es muy peligrosa en<br />
manos de alguien con la habilidad y el cinismo suficientes, y del mismo modo<br />
que los nazis supieron jugar sus bazas psicológicas en una Alemania deprimida<br />
por la Gran Guerra para cosificar a un supuesto enemigo interno, el ser<br />
humano es capaz de justificar casi cualquier cosa en cuanto ve a sus<br />
semejantes como elementos informes de un todo y no como personas valiosas<br />
una por una. También lo hicieron los estadounidenses en Hiroshima, sólo que<br />
de forma automática.<br />
Volviendo a Orwell y a otros aspectos de la actualidad, confundir venganza<br />
con justicia, ataque con defensa, bomba atómica con acción de guerra,<br />
prórroga para el crimen con resolución de la ONU, estafa financiera con crisis<br />
global, robo institucional con reajuste económico o tutela con democracia, ha<br />
pasado a ser una inercia aceptada de forma más o menos tácita por casi todo<br />
el mundo. En ese sentido, el <strong>lenguaje</strong> es un arma poderosa en manos del más<br />
hábil o el más perverso. De vez en cuando asoman voces de protesta entre la<br />
gente, especialmente en las redes sociales, ese penúltimo reducto para la<br />
libertad de expresión que más pronto que tarde terminará también por ser<br />
controlado y dirigido como lo están los medios de comunicación. Pero sin una<br />
verdadera reflexión detrás, sin una base real que parta de una información<br />
libre (si existe aún) y de una capacidad crítica con perspectiva, esas voces<br />
terminan siendo poco más que arrebatos, apenas el ruido de fondo de un eco<br />
perfectamente previsto, asumible y digerible por el sistema. Para combatir ese
control ya no basta con el <strong>lenguaje</strong> del individuo, porque el poder modula su<br />
discurso a conveniencia, lo emite a mayor volumen y desde mil altavoces<br />
distintos a la vez. En fin, no conozco la solución, pero creo que me doy cuenta<br />
del problema.<br />
No lo tengo ahora a mano, pero creo que era Ortega y Gasset quien nos<br />
decía que un nuevo <strong>lenguaje</strong> se imponía para poder cambiar nuestro<br />
presente. ¿Cómo comenzar a crear una nueva vida partiendo de la base?<br />
Como digo, no estoy en condiciones de proponer una solución, aunque<br />
presiento que no va a bastar ya con el <strong>lenguaje</strong>. No soy un intelectual, repito,<br />
sólo un contador de historias, alguien que se sirve de la ficción para<br />
cuestionarse el mundo y motivar al lector a que se haga las mismas preguntas<br />
o, mejor aún, se plantee otras a raíz de lo leído. Soy un nómada que observa y<br />
regresa de sus viajes abrumado y con más dudas que respuestas. Decía<br />
también Ortega que «<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es por esencia diálogo, y todas las otras<br />
formas de hablar depotencian su eficacia», y es que el problema fundamental<br />
de este tiempo, en particular en España, reside en la falta de diálogo real, pues<br />
asistimos a un fuego cruzado de monólogos en el que nadie parece escuchar a<br />
nadie, sino estar más pendiente de su respuesta que del entendimiento mutuo.<br />
Y así volvemos al punto en el que se gripa el motor de la especie: cada verso<br />
individual ya no construye el eterno y grandioso drama de la cadena, sino que<br />
desaparece fundido en el discurso general que hace girar la máquina. Pero ya<br />
no avanzamos con ella: nos aplasta. En cierto modo, es como si hubiéramos<br />
pasado de nuevo a ser presas y carroñeros en la sabana, con la diferencia de<br />
que nuestra carne es ahora la de una manada de consumidores y nuestro<br />
alimento el forraje de mil ideas prestadas, masticadas y vomitadas por otros.
¿Tienes en mente el <strong>lenguaje</strong> del ditirambo? Esta frase de Nietzsche me<br />
arde: La más poderosa fuerza para el símbolo existida con anterioridad<br />
resulta pobre y un mero juego frente a este retorno del <strong>lenguaje</strong> a la<br />
naturaleza de la figuración.<br />
Pienso en Paul Celan, por ejemplo, y en cómo para él la búsqueda de lo<br />
inalcanzable en el <strong>lenguaje</strong> constituía un camino poético en sí misma. Esa<br />
búsqueda literaria me conmueve, pero no me completa, pues no puedo dejar<br />
de lado la realidad y a mis semejantes en el proceso. Tal vez por ello trabajo<br />
más la narrativa que la poesía, al menos en esta etapa de mi vida y de mi<br />
actividad como autor. Es como si al buscar otros <strong>lenguaje</strong>s por el mero<br />
concepto en vacío del <strong>lenguaje</strong>, algunos perdieran la facultad del habla, de<br />
comunicar de veras algo a los demás. Y, al menos en eso, soy de la opinión de<br />
Ortega: prefiero el diálogo al monólogo, por excelso que sea. En mi trabajo<br />
cuido muchísimo el <strong>lenguaje</strong>, tanto en lo formal como en lo simbólico, y me<br />
irrita la escritura desmañada de otros autores contemporáneos o actuales,<br />
pero la lingüística no es mi tarea primordial. Como pensaba Benjamin del<br />
oficio de traductor, quien, para él, esclarecía una lengua originaria al manejar<br />
otras, creo que, como narrador, mi propósito es aclarar un poco la verdad en<br />
lo real a través de la ficción, esto es, traducir la vida en ficciones y así, tal vez,<br />
esclarecerla un poco.<br />
«La poesía es la unidad de destino del <strong>lenguaje</strong>», dijo también, más o menos,<br />
Celan. Pero Celan escribía en alemán, lo que le separaba de sus compatriotas<br />
rumanos y de sus correligionarios judíos, del mismo modo que a Franz Kafka,<br />
quien, como Rilke, escribía también en alemán, lo que les separaba a su vez de<br />
sus compatriotas checos. Lo que intento decir, torpemente, es que ni siquiera<br />
la más pura intención en el <strong>lenguaje</strong> impide las barreras, los muros y los<br />
guetos más cotidianos. Y eso a veces me descorazona. Y por eso hubiera
vendido mi alma al Mefistóteles de Fausto, por haber tenido talento para la<br />
música, ese verdadero <strong>lenguaje</strong> de lo inefable y lo universal. Pero tengo el<br />
oído musical de un gnomo de jardín, de los de barro, quiero decir. ¿Cómo<br />
empezar pues, y qué empezar, con el <strong>lenguaje</strong>? ¿Qué ética del <strong>lenguaje</strong> elegir<br />
en la creación literaria? ¿Figuración o abstracción? ¿Contar historias o arrojar<br />
conceptos? ¿Representar el mundo o instaurar el <strong>lenguaje</strong> como mundo<br />
aparte? No tengo ni idea. <strong>El</strong> irlandés Samuel Beckett escribió en francés, el<br />
ruso Nabókov fue un esteta del inglés literario y mi admirado Joseph Conrad,<br />
el polaco, narró en un inglés luminoso. Pienso en todos ellos y veo que ni<br />
siquiera en manos de los más grandes el <strong>lenguaje</strong> no dejará nunca de ser, al<br />
mismo tiempo, un puente y un lastre. Y ya tengo bastante con manejar eso<br />
como para enredarme en una diatriba conceptual sobre el <strong>lenguaje</strong> y sus<br />
utopías. Me viene grande. Se lo dejaremos a Barthes, a quien se le daba<br />
mucho mejor discurrir sobre todo esto, y quien dijo en <strong>El</strong> grado cero de la<br />
escritura que «las antiguas categorías literarias, vaciadas en el mejor de los<br />
casos de su contenido tradicional, que era la expresión de una esencia<br />
intemporal del hombre, se conservan finalmente sólo por una forma<br />
específica, un orden lexical o sintáctico, en una palabra, un <strong>lenguaje</strong>: la<br />
escritura absorbe en adelante toda la identidad literaria de una obra».<br />
Sergi, tu escritura es muy potente y precisamente se carga de<br />
connotaciones, va más allá de lo que denota, y se expande mediante el<br />
símbolo que se abre, que permite la apertura a diferentes significados.<br />
Háblanos sobre lo que sientes sobre tu <strong>lenguaje</strong>, sobre la importancia del<br />
<strong>lenguaje</strong> para expresar justamente lo que deseamos expresar.<br />
Hilaré una cita con otra, pues siempre tengo presente este párrafo de la<br />
imperfecta y tantas veces mal leída Rayuela, cuando Cortázar habla por boca<br />
de Etienne para decir que «[...] el escritor tiene que incendiar el <strong>lenguaje</strong>,
acabar con las formas coaguladas e ir todavía más allá, poner en duda la<br />
posibilidad de que este <strong>lenguaje</strong> esté todavía en contacto con lo que pretende<br />
mentar. No ya las palabras en sí, porque eso importa menos, sino la estructura<br />
total de una lengua, de un discurso». En mi literatura, como he comentado<br />
antes, hay desde luego una consideración esencial por el <strong>lenguaje</strong>, por cuidar<br />
lo formal en tanto vehículo para comunicar el sentido de lo que escribo, pero<br />
también como fin artístico en sí mismo. Con todo, hay dos matices<br />
importantes: ese fin artístico no puede reducirse sólo al placer estético y aquel<br />
vehículo no puede ser más importante que el sentido de lo narrado.<br />
Dicho esto, intento siempre manejar el poder simbólico de las palabras, cuidar<br />
las relaciones que establecen en un mismo campo semántico, apoyarme<br />
siempre en imágenes potentes, que haya algo de mí en lo escrito que me deje<br />
expuesto y en riesgo, distanciarme lo justo para evocar las emociones sin que<br />
lo dejen todo perdido de sentimentalismo, no dar demasiado masticado el<br />
texto y, sobre todo, disponer varias capas de lectura en él, para dejar que sea<br />
el lector inteligente quien cosa los últimos flecos. A veces creo que lo consigo,<br />
y la distancia entre mi tentativa y el resultado se reduce. O esa es la sensación<br />
que tengo después de ver con perspectiva lo que he publicado y de escuchar a<br />
personas más sabias que yo hablar de ello. Otras veces no alcanzo lo que me<br />
propongo y el texto acaba en la papelera. Pero en ocasiones, las mejores, se<br />
produce el milagro y el texto termina desvelándome detalles y sentidos que<br />
escapaban a mi plan original. Disfruto mucho cuando sucede esa suerte de<br />
epifanía, porque significa que he estado manejando material sensible y de<br />
buen calado. Tiene que ver con esos otros puntos del dial que te comentaba al<br />
principio, con cómo el rumor de la existencia nos llega a través de otras<br />
frecuencias y longitudes de onda, con cómo nos hace vibrar desde un lugar<br />
que no es ni puede ser siempre el intelecto.
Agua dura... ¿qué es?<br />
Mi primer libro de relatos, mi estreno en solitario como narrador y la obra de<br />
un escritor en pleno proceso de aprendizaje. Del libro en sí prefiero no<br />
hablarte demasiado y que sean los lectores quienes descubran y valoren mi<br />
propuesta. Sólo añadiré que, en esa docena de relatos, y a través del agua y lo<br />
animal como metáforas un tanto oscuras y comunes a la mayoría de historias,<br />
abordo temas como la familia en tanto fuente de conflicto, la búsqueda de<br />
nuestro lugar en el mundo y la posibilidad de una segunda oportunidad para<br />
quienes han llevado una existencia al margen de la inercia general.<br />
Llegué a ti por cierto conflicto literario que mejor dejaremos de lado<br />
salvo que quieras retomarlo... La cuestión es que, después de aquello, te<br />
impones y creas (o ya la habías creado, no lo sé, pero ya lo creo que<br />
creas) una colección de cuentos cojonuda, permíteme la coloquialidad.<br />
Siempre me gusta preguntar esto: ¿cómo surge? Y, ¿qué tal llevas la<br />
recepción tan buena que está teniendo, te está cambiando mucho?<br />
Francamente, no sé ahora mismo a qué conflicto te refieres, aunque me<br />
rondan un par por la mente. En todo caso, seguro que ya no tiene la menor<br />
importancia y, sea el que fuere, los problemas que haya podido tener durante<br />
estos años en el llamado mundillo literario han venido siempre cortados por el<br />
mismo doble patrón: mi proverbial capacidad para ser un bocazas que dice lo<br />
que piensa y haberme topado en mal momento con una serie de personajes<br />
mezquinos, hipócritas y desleales, sin ningún otro talento que el de echar<br />
mierda sobre el trabajo de los demás.<br />
Cuando al terminar el libro, hace ahora justo un año, le planteé su publicación<br />
a mis editores, Eduardo Riestra, del sello coruñés Ediciones del Viento, y Pedro
Medina, de la editorial digital SubUrbano, de Miami, estaba convencido de<br />
poder defender la propuesta narrativa que Agua dura implica. Lo que no<br />
esperaba era que la acogida de los lectores y de buena parte de la crítica fuera<br />
tan positiva y generosa. De modo que ese primer paso en mi carrera como<br />
autor ha resultado mucho mejor de lo que podía imaginar. Pero eso sólo te<br />
anima a seguir trabajando, tal vez con algo más de confianza, y poco más. No<br />
creo que me cambie demasiado el «éxito» que puedan tener mis libros de<br />
ahora en adelante, la verdad. Primero, porque empecé a escribir ya bastante<br />
mayor y, por decirlo así, con el carácter formado y en su sitio, haciendo las<br />
cosas sin prisa ni pausa. Segundo, porque ese «éxito» a nuestro nivel, es decir,<br />
a la escala de un escritor español prácticamente desconocido que publica en<br />
editoriales independientes, sigue siendo una cosa muy modesta y de andar por<br />
casa. Y, tercero, y el más importante, porque estoy más pendiente de seguir<br />
cierta ética personal que de subir o bajar escalones en esta fiesta loca,<br />
decadente y algo absurda del sector editorial. Le tengo dicho a mis amigos que<br />
si alguna vez me vuelvo como uno de esos escritores «importantes» que sólo<br />
habla con otros escritores «de su nivel» y editores de copetín; que si alguna<br />
vez dejo de tratar a todo el mundo con el respeto que cada uno se gane, sean<br />
escritores, editores, lectores, camareros, mecánicos o temporeros de la fresa;<br />
que si alguna vez dejo de escuchar sin prejuicios ni galones a la gente, que por<br />
favor me den una paliza, por mamarracho, y luego quemen mi casa y aren mis<br />
campos con sal.<br />
Desde tu facebook nos vas anticipando una trilogía de las que quita el<br />
hipo. Para terminar, cuéntanos aquí un poco más sobre ella por favor.<br />
Una de las pocas cosas que he aprendido en estos últimos años es a no dar<br />
demasiados pormenores de los proyectos en ciernes, porque uno nunca sabe si<br />
se pueden estropear las cosas. De hecho, en mi Facebook personal nunca doy
detalles concretos, sino muy de vez en cuando pistas generales, por compartir<br />
con mis amigos y lectores el proceso y mi entusiasmo al trabajar. Porque<br />
tampoco me parece natural que un escritor que vive para, por y en (todavía no<br />
«de», por desgracia) la literatura no hable jamás de aquello que le apasiona y<br />
en lo que emplea un montón de horas días tras día. Sería como un cirujano<br />
vocacional que sólo colgara en las redes fotos de gatitos y primeros planos de<br />
sus pies en la playa y no comentara nunca nada de su trabajo y su pasión por<br />
la medicina. Sí puedo adelantarte, en líneas generales, que serán tres novelas<br />
con un tema de fondo común, pero desarrolladas en tres momentos y lugares<br />
distintos. En la primera de ellas, plantearé una distopía en un futuro<br />
inmediato. En la segunda, toda la historia sucederá en un espacio natural<br />
aislado y en los años 70. Y la novela que cerrará la trilogía, la más densa y<br />
extensa de las tres, continuará ese viaje regresivo hasta el final de la Segunda<br />
Guerra Mundial, adentrándose en los años de juventud de un personaje que<br />
aparecerá también, en su madurez y en su senectud, en las otras dos novelas.<br />
Y, de nuevo, el agua volverá a jugar un papel simbólico y determinante en<br />
toda la trilogía. De todos modos, estamos hablando de una tarea que empezó<br />
hace más de tres años y que me tomará por lo menos otros tres. Pero antes de<br />
terminar y publicar esas novelas es muy posible que tenga un segundo libro de<br />
relatos en las librerías. Esperemos que todo salga tan bien como con el<br />
primero.
COLABORADORES<br />
Federico Fernández Giordano<br />
Federico Fernández Giordano (1977) es escritor, ensayista y periodista. Desde 1995 ha<br />
trabajado para importantes editoriales de Barcelona, especializándose como corrector de<br />
estilo. Ha publicado dos novelas galardonadas con sendos premios literarios y relatos en<br />
antologías. Ha sido crítico literario y articulista para diversos medios tales como <strong>El</strong> País<br />
Cultural de Montevideo, argumentista de cine en Filmax y Castelao Productions,<br />
comentarista de radio, así como compositor y guitarrista en sus ratos libres.
Carmen de Agustín Pavón<br />
València, 1980. Estudió Biología y se doctoró en Neurociencias por la Universitat de<br />
València. Actualmente y por poco tiempo, está de paso por Barcelona, tras escala en<br />
Cambridge con breve transbordo en Roma. Rata de biblioteca, su carácter pragmático la<br />
llevó a sustituir sus poco realistas aspiraciones literarias por las científicas, quedándose a<br />
medias en ambas.<br />
Como divulgadora científica, escribe para las revistas “Mente y Cerebro”, “Historia y Vida” y<br />
la desaparecida “Redes para la ciencia”. En el blog “De ratones y hombres” intenta<br />
combinar la neurociencia con retazos de historia y literatura<br />
(http://www.investigacionyciencia.es/blogs/psicologiayneurociencia/30/posts), mientras<br />
que en “Carmen a la romana” narra las aventuras de una pequeña científica cabreada en el<br />
exilio (http://carmenalaromana.blogspot.com).
Antonio Tello<br />
Autoría de la fotografía: Víctor Outomouro<br />
Córdoba, Argentina (1945). Poeta, narrador y periodista. En 1975, amenazado de muerte,<br />
abandonó su país exiliándose primero a París y luego a Barcelona, donde reside<br />
actualmente.<br />
Su extensa obra abarca poesía, novela, cuento y cuento infantil, teatro, ensayo y biografía.<br />
Es uno de los creadores más audaces e innovadores de la literatura argentina, caracterizado<br />
por un estilo y un universo propios, algunos de cuyos rasgos más notorios dan a su<br />
narrativa y a su poesía una original intensidad.<br />
Su extensa obra incluye poesía, novela, narrativa infantil y juvenil, teatro, biografía de<br />
grandes personajes y una abundante ensayística que aborda la historia, la política, la<br />
religión, la sociología y la lengua. En este capítulo destacan Extraños en el paraíso, Historia<br />
del siglo XX (2 vols.), Atlas político, Atlas de religiones, Breve historia de Argentina,<br />
Diccionario erótico de voces de España e Hispanoamérica y, entre otros, Diccionario<br />
político. Voces y locuciones.<br />
Buena parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, portugués, griego, turco, ruso,<br />
coreano, tailandés, etc.
Historia particular de cien palabras es fruto de su permanente interés por la<br />
lengua como piedra angular de la realidad cultural y espiritual del ser humano<br />
y de la escritura como expresión de la identidad individual y colectiva.
Tania Hernández<br />
Tania Hernández nació en la ciudad de Guatemala en 1968. Estudió Ingeniería en Sistemas<br />
en la Universidad de San Carlos de Guatemala para continuar sus estudios de Informática y<br />
Literatura Latinoamericana en Fráncfort del Meno. Actualiza regularmente dos blogs de<br />
cine con énfasis en cine latinoamericano y en especial guatemalteco y un blog literario. Ha<br />
publicado reseñas, artículos, cuentos y poesías en varias revistas, periódicos y en<br />
compilaciones antológicas. Su primer libro: “Love Veintediez” fue publicado en diciembre<br />
del 2011 por la Editorial Sin Tecomates en Guatemala. <strong>El</strong> segundo está en proceso de<br />
edición.
Chus Molina Raspal<br />
Nací en Guadalajara pero vivo en Coruña desde hace ya bastantes años. Aquí me dedico a<br />
dar clases de español a inmigrantes para el Ayuntamiento, a estudiantes extranjeros en la<br />
Universidad y a trabajadores extranjeros en empresas. Asimismo, imparto talleres de<br />
Escritura Creativa y coordino el Club Virtual de Lectura de las Bibliotecas Municipales de<br />
Coruña. Durante años realicé colaboraciones literarias en la revista mensual Compostelán.<br />
Soy autora del libro de poemas, inédito, Por el camino de en medio.
Abel Santos<br />
Abel Santos (Barcelona, 1976) Criado en ciudades dormitorio del extrarradio, vive en<br />
Cornellá hasta los 15 años. Desde entonces reside en Sant Boi de Llobregat con estancias<br />
breves en ciudades como Madrid o Zaragoza.<br />
Ha publicado los libros de poemas Esencia (Ediciones Az90, 1998), <strong>El</strong> lado opuesto al<br />
viento (Parnass Ediciones, 2010), Todo descansa en la superficie (Ediciones Vitruvio,<br />
Colección Baños del Carmen, 2013).<br />
Pronto verá la luz una breve antología personal de su obra poética titulada Demasiado<br />
joven para el blues, Antología Personal 19982014, con prólogo de Javier Cánaves.<br />
Ha coordinado la antología de poesía de varios autores La casa de los corazones rotos,<br />
donde reúne a 22 poetas a los que admira, entre los cuales se encuentran Roger Wolfe,<br />
Manuel Vilas, Karmelo Iribarren, Ana Pérez Cañamares, Itzíar Mïnguez Arnáiz, el aforista<br />
Ramón Eder, y el cantante, músico y poeta Diego Vasallo.<br />
Ha colaborado en numerosas antologías de poesía y narrativa, entre las que destacan En<br />
legítima defensa, poetas en tiempos de crisis (Bartleby Editores, 2014), con prólogo de<br />
Antonio Gamoneda; y Winnipeg: Poesía Chileno Española Contemporánea (Ediciones<br />
Santiagoinédito, Chile, 2011), donde poetas españoles como Benjamín Prado y Andrés<br />
Néuman, unen sus voces con poetas chilenos como Francisco Véjar para conmemorar el 50<br />
aniversario del Premio Nobel a Pablo Neruda; también ha prologado libros como el I<br />
Concurso de Microrrelatos Lorenzo Silva. Sus poemas han sido publicados en diversas<br />
revistas impresas y digitales. En 2011 fue encargado de prensa y relaciones públicas del I<br />
Festival de poesía y microrrelato: Vilapoética, de la ciudad de Viladecans.
Tras 8 años metido en drogas y alcohol, aunque sin abandonar la escritura, de todo ese<br />
material adverso sale el libro de poemas <strong>El</strong> lado opuesto al viento, en el que advierte de los<br />
peligros de traspasar ciertos límites.<br />
Sin estudios relevantes y de formación autodidacta, su estilo, claro y afilado, de una lírica<br />
casi en ruinas, trata temas urbanos y cotidianos, aunque casi siempre inclinado hacia un<br />
crecimiento personal.<br />
Él mismo ha bautizado su poética de Realismo Bastardo, que bebe tanto del mundo real<br />
como del mundo poético o más introspectivo, sin una clara escuela o movimiento como<br />
padre definido.<br />
Algunos de sus poemas han sido traducidos al árabe y al inglés.<br />
Desde 2010 administra su propio blog: Demasiado joven para el blues<br />
www.abelsantospoesia.blogspot.com
Carlos Barbarito<br />
Autoría de la fotografía: Ileana Andrea Gómez Gavinoser<br />
http://www.ileanaaggavinoser.blogspot.com.ar/<br />
Nacido en Pergamino, Buenos Aires, Argentina, 6 de febrero de 1955) es un escritor<br />
argentino, y ha publicado libros de poesía y de crítica de artes plásticas.<br />
Poesía quebrada (Mano de Obra, Buenos Aires, 1984).<br />
Teatro de lirios (Fundación Alejandro González Gattone, Pergamino, 1985).<br />
Éxodos y trenes (Último Reino, Buenos Aires, 1987).<br />
Páginas del poeta flaco (Filofalsía, Buenos Aires, 1988).<br />
Caballos y otros poemas (Hojas de Sudestada, La Plata, 1990)<br />
Parte de entrañas (Arché, Buenos Aires, 1991).<br />
Bestiario de amor (<strong>El</strong> primer siglo, Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional<br />
del Litoral, Santa Fe, 1992).<br />
Viga bajo el agua (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1992).<br />
Meninas/Desnudo y la máscara (Poesía. Ganadores del Concurso Nacional de Poesía<br />
Enrique Pezzoni 1992. Centro de Estudiantes Facultad de Filosofía y Letras de la<br />
Universidad de Buenos Aires, Último Reino, Buenos Aires, 1992).<br />
<strong>El</strong> peso de los días (Ediciones <strong>El</strong>ectrónicas Altamira, Buenos Aires, 1995).<br />
La luz y alguna cosa (Último Reino, Buenos Aires, 1998).<br />
Desnuda materia (Ediciones del Árbol, Buenos Aires, 1999).
Puntos de fuga (Colectivo ZonAlta, Toluca, 2002).<br />
La orilla desierta (Andrómeda, San José de Costa Rica, 2003).<br />
Piedra encerrada en piedra (Hespérides, La Plata, 2005).<br />
Les minutes qui passent (Poietes, Foetz, 2005).<br />
Figuras de ojo y sombras (Bermingham Edit., Donostia, 2006).<br />
Música humana y de paramecio (Colección Manija, San José de Costa Rica, 2008)<br />
Un fuego bajo un cielo que huye (Baile del Sol, Tenerife, 2009)<br />
Cenizas del mediodía (Praxis, México D.F., 2010)<br />
Feu sous un ciel en fuite Traducción de Patrick Cintas (Le Chasseur Abstrait Éditeur,<br />
2010)<br />
<strong>El</strong> lugar de las apariciones (en preparación, prólogo de Carlos M. Luis y dibujos de<br />
Mónica Goldstein, Libros del Innombrable, Zaragoza)
Javier Puerma Bonilla<br />
Javier Puerma Bonilla (1989), poeta y ensayista cordobés. Licenciado en Traducción e<br />
Interpretación en la Universidad de Granada y Magister egresado de la Universidad de<br />
Córdoba. Ha sido lector de lengua y literatura en universidades de Europa y Estados<br />
Unidos. Miembro directivo del Museo Histórico de Santaella. Ganador del premio andaluz<br />
de poesía Antonio Gala (2007). En 2014 es admitido en el Colegio de Europa y la Escuela<br />
Diplomática de España.
Sylvia Ortega<br />
Madrileña de origen actualmente reside en Toulouse donde trabaja como traductora,<br />
intérprete y profesora de español. Ha realizado talleres de escritura creativa en la Escuela<br />
de Escritores, Fuentetaja y Berkana y ha impartido un taller de literatura erótica en La<br />
Piscifactoría Laboratorio de Creación. Ha dirigido el bar literario La Louchette, en Madrid.<br />
Se dedica a escribir cuentos y tiene algunos de ellos publicados en las revistas “Al otro lado<br />
del Espejo” de la editorial LVR y “Cuaderno de Creación” de la editorial<br />
Palimpsesto2punto0. Además del libro de relatos “La amante judía” con la editorial<br />
Neurótika Books. Colabora con la revista “Horizons Magrhébins” de Toulouse y “<strong>El</strong> Café<br />
Latino” que se edita en París.
Maica Bermejo Miranda<br />
Nace en Guadix (Granada) en 1951 y reside en Madrid desde 1957.<br />
Escritora autodidacta y compulsiva. Escribe poemas, relatos y cuentos, refleja con un<br />
<strong>lenguaje</strong> directo y sencillo vida y sentimientos como una necesidad vital "Nada hay más<br />
fascinante que dejar la palabra en libertad dueña absoluta de su destino".<br />
Su poesía, parte fundamental de su obra, se mueve entre luces y sombras.<br />
A través de las redes sociales y diversos blogs literarios conecta con distintos grupos de<br />
escritores que enriquecen potencian y dan un impulso definitivo a su creación.<br />
Colabora en la antología Seda y Fuego y en las revistas literarias Hankover, Acantilados de<br />
Papel, Culturamas<br />
Actualmente forma parte del Proyecto "Escritores Perdidos" en el Largometraje documental<br />
“Perdidos. Un lugar para encontrar” Un retrato directo y frontal sobre la generación<br />
perdida de la literatura española.
Emilio Gómez Barroso<br />
- Licenciado en filosofía y ciencias de la educación por la UCM<br />
- DEA de filosofía en la UNED. Ciclo Historia y lectura con la línea de investigación del<br />
tiempo ideal al tiempo real Hegel y Marx<br />
- Psicoanalista Miembro de la Escuela Abierta de Psicoanálisis<br />
- Miembro del grupo de lectura del Capital en <strong>El</strong>eko (Carabanchel)<br />
- Autor del libro “Tiempo y política” MarxHegelFreudLacan Ed. Atuel<br />
- Coautor de “Lacan: amor y deseo en la civilización del odio” Universidad de Granada<br />
- Coautor de “Lacan: la marca del leer” Ed. Anthropos<br />
- Coautor de “ Silencio y política” UAM<br />
- <strong>El</strong>eko UPCA (Universidad Popular de Carabanchel) CSO situado en Carabanchel<br />
Madrid<br />
- Proyecto de universidad popular UPCA, con líneas de investigación sobre procesos de<br />
gentrificación<br />
- Kapitalistas (nos llamamos así) somos un grupo de lectura sobre el Capital de Karl<br />
Marx, un grupo de gente heterogénea interesados en aprender de Marx y criticarlo desde<br />
ámbitos distintos, desde otras lecturas y experiencias.
Beti Mármol<br />
Beti Mármol es el pseudónimo tras el que se esconde una jurista vallisoletana que escribe y<br />
publica en Facebook pequeños relatos sobre cualquier cosa. En tan solo un año, ha<br />
conseguido un grupo creciente de variopintos y fieles seguidores que le animan a seguir<br />
publicando casi a diario. Si aun no le has pedido amistad para poder visitar su muro, ya<br />
estás tardando. https://www.facebook.com/beti.marmol.7
Cristina López Lumbreras<br />
Cristina López Lumbreras. 1987. Siempre errante. Castellana renegada. Oaxaqueña de<br />
adopción. Irrelevante. Licenciada en Filología Inglesa y Comunicación Audiovisual.<br />
“Soy yo, soy la que escribe y la inspiración. Soy tres. Soy ella y yo misma pensando en la<br />
otra que me gustaría ser, tratando de crearla frase a frase, párrafo a párrafo, punto a punto.<br />
Somos yo. <strong>El</strong>las son compañeras y yo portavoz, ellas alma y yo cuerpo agrietado y<br />
boikoteador, soy la representación manifiesta, la que exterioriza temores, consiente<br />
excentricidades y justifica debrayes. Soy yo, ella y aquélla, soy las otras y yo misma pero a<br />
veces no consigo distinguirlas porque sólo junto a ellas soy Cristina.”
José Manuel Vara<br />
Nacido en 1965.<br />
LIBROS PUBLICADOS:<br />
Ego Pervertum, junto a Denisse Sánchez. Neurótika Books, 2010.<br />
Daño Selectivo. Neurótika Books, 2011, <strong>Excodra</strong> Editorial, 2013.<br />
La habitación roja. Neurótika Books, 2011.<br />
Poesía bastarda de saldo, Neurótika Books 2012.<br />
Dead Zone, poesía de Lucía de Fraga y José Manuel Vara. Neurótika Books, 2012.<br />
Pecados capitales y emociones asociadas. Neurótika Books, 2013.<br />
FANZINES, ANTOLOGÍAS, ETC.:<br />
Resaca, Hank Over, un homenaje a Charles Bukowski. Ed, Caballo de Troya. Vinalia<br />
Trippers, Plan 9 del espacio exterior. Viscerales. Ediciones del Viento. Esto no rima,<br />
antología de poesía indignada. Editorial Origami. Una navidad de muerte. Editorial<br />
Origami. Vinalia Trippers, Trippers from the Crypt. Vinalia Trippers, Spanish Quinqui.<br />
Underground Boys. Neurótika Books.<br />
Gestiona:<br />
Editorial Neurótika Books: http://issuu.com/varaneurotika<br />
Blog: http://atrocityexhibitionfanzine.blogspot.com.es/
Jalón de Aquiles<br />
Nacido en Barcelona... un 31 de julio de 1982. Prematuramente destaco su interés por el<br />
Color. Tras finalizar sus estudios básicos, sabia bien cual era el camino a seguir, así tuvo<br />
lugar su entrada en una escuela de arte, allí transcurrieron cinco años de su vida, durante<br />
los cuales sus creaciones adquirieron personalidad propia.<br />
Con un estilo pictórico influenciado mayormente por el surrealismo el modernismo y el<br />
impresionismo, sus obras muestran mundos fantásticos y situaciones cotidianas. <strong>El</strong> color es<br />
el protagonista en sus obras, lo cual hace que haya gran variedad de temas. La música es<br />
uno de los principales factores de inspiración en su obra.<br />
Hoy en día con exposiciones varias, profesor de pintura, diseñador, ilustrador y muralista<br />
urbano persiste su pasión por la pintura...
Marta Adserias<br />
Marta Adserias nació en Barcelona el 3 de marzo de 1992.<br />
Ha ido exponiendo en algunos bares de Barcelona, basa sus trabajos principalmente en la<br />
feminidad, con ellos quiere hablar sobre las limitaciones de una mujer, paralizadas y<br />
inexpresivas tan sólo comunicándose con miradas. realiza la mayoría de sus obras con<br />
lápiz y bolígrafo, aunque sus próximostrabajos son a acuarela. También es aficionada a las<br />
fotografías, siempre siguiendo un mismo dogma sobre la feminidad y sus controversias.<br />
La podéis encontrar en su blog: http://cargocollective.com/madserias/admin
Agustín Calvo Galán<br />
Barcelona, 1968. Ha publicado los libros de poemas: Letras transformistas, una selección de<br />
sus poemas conceptuales y visuales (2005), Otra ciudad (libro objeto, 2006) Poemas para el<br />
entreacto (2007) y A la vendimia en Portugal, (2009). Y, desde el colectivo Labcrom di Sol,<br />
ha promovido la publicación de homenajes a poetas experimentales contemporáneos. Su<br />
obra como poeta visual ha sido recogida en diferentes antologías especializadas como<br />
Poesía experimental española, Ed. Marenostrum (2004), Breviario de poesía experimental y<br />
mailart. Ed. Corona del Sur (2006). Poesía visual española (antología incompleta) Ed.<br />
Calambur (2007), Fragmentos de entusiasmo, poesía visual española. Ayuntamiento de<br />
Guadalajara (2007). Esencial visual Instituto Cervantes de Fez (Marruecos, 2008). Ojos que<br />
sí ven, antología de poetas experimentales de México y España Ed. Corona del Sur (2010),<br />
etc. En marzo de 2008 participó como ponente en el I encuentro con la poesía española<br />
contemporánea en la Universidad de Bari (Italia). Colabora habitualmente en revista y<br />
publicaciones de poesía. Desde noviembre de 2006 hace crecer un blog de interconexión<br />
entre poetas españoles llamado [las afinidades electivas]. Exposiciones: Por otro lado, ha<br />
participado en numerosas exposiciones colectivas con sus poemas visuales, además, ha<br />
realizado exposiciones en solitario: “Letras transformistas”, poemas visuales y collages,<br />
junio de 2003, Centre Cívic Drassanes (Barcelona), “Fotopoemas”, diciembre de 2006, La<br />
Vaquería (Tarragona), “Proyecto Desvelos”, abril de 2008, Sala Valentina (Barcelona),<br />
"Poemas y objetos" octubre de 2008, Ateneu Igualadí (Igualada, Barcelona), "Fotopoemas"<br />
julio de 2010, Centre Cívic Ca l'Herrero, Portbou (Girona) y "Paisatges i poemes visual" abril<br />
de 2011, Biblioteca de Ripollet.
<strong>El</strong>i Mora<br />
<strong>El</strong>i Mora. Nacida en Barcelona en 1984, licenciada en Biología. En la actualidad se está<br />
perparando para doctorase en biología evolutiva. Fotográfa Amateur des de 2008, ha<br />
colaborado con diferentes revistas y medios de comunicación. Puedes ver su trabajo aquí<br />
www.elimoraphotography.com
Raquel Calvo<br />
Fotógrafa. Ha publicado Live is life. Esta revista la conoció a través de este trabajo, la vio de<br />
refilón y en persona en un show Loopoético de Jordi Corominas i Julián para después ver<br />
las fotografías del evento y quedar más prendado. Por estas casualidades de la vida el editor<br />
se topó con ella por la calle mientras iba con su hija, y la chiquitina que no quiso decirle el<br />
nombre pues iba enfadada, así que aprovechamos la ocasión: Su nombre es Blanca seguro<br />
te lo dice en persona.... Y extraemos estas palabras de la bio de su libro todo lo demás, es<br />
misterio: “La exposición “Live is Life” es, por una parte, el testimonio de la fotógrafa<br />
Raquel Calvo de la escena musical en la ciudad de Barcelona, que tuvo lugar entre los años<br />
2008 y 2012. Escena que continua evolucionando, y que ha sido y continúa siendo caldo<br />
de cultivo en el que se encuentran muchas de las inquietudes que inspiran el universo de la<br />
mirada de Raquel. La experiencia de la exposición “Live is Life” se completa con una serie<br />
de textos, gracias a la colaboración de grandes personalidades en el mundo del periodismo<br />
y la literatura, textos que son indisociables a las imágenes de Raquel, y que en ocasiones se<br />
nos antojan como las piezas de un misterio que el espectador deberá descubrir por sí<br />
mismo.”
Sergi Bellver<br />
Crédito de la foto: “© M.”<br />
Sergi Bellver (Barcelona, 1971).<br />
Es autor del libro de relatos Agua dura (Ediciones del Viento, 2013; versión digital en Sub<br />
Urbano Ediciones), que ha tenido una notable recepción por parte de la crítica y los<br />
lectores, y del que algunos cuentos han sido traducidos al húngaro y al francés. Desde<br />
2010, sus relatos han aparecido en una decena de antologías de España y Latinoamérica,<br />
además de en diversos diarios y revistas. Ha escrito dos guiones para cortometraje y ha<br />
colaborado como script consultant en el rodaje de otro. Es uno de los fundadores del<br />
movimiento Nuevo Drama.<br />
Trabajó tres años como editor para un sello independiente y es el responsable de la edición<br />
y el prólogo de los libros colectivos Chéjov comentado (Nevsky Prospects, 2010), Mi madre<br />
es un pez (Libros del Silencio, 2011; con Juan Soto Ivars) y Madrid, Nebraska (Bartleby,<br />
2014). También ha escrito los prólogos para nuevas traducciones de <strong>El</strong> jugador, de<br />
Dostoievski (Nevsky Prospects, 2013), y, en catalán, de La metamorfosi, de Kafka (Base,<br />
2014).<br />
Entre 2008 y 2014 colaboró como crítico literario y periodista cultural en medios como el<br />
suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia y en las revistas Qué Leer, Tiempo, BCN Mes y<br />
Quimera. También ha publicado artículos, entrevistas y reseñas en diversos medios
digitales. Es profesor de narrativa y ha trabajado, entre otros centros, para la Escuela de<br />
Escritores de Madrid, ciudad en la que residió durante catorce años.<br />
Sitio web: www.sergibellver.com<br />
Imagen de portada: Blanca Fernández
EL LENGUAJE<br />
NÚMERO <strong>XIX</strong><br />
JULIO 2014<br />
REVISTA EXCODRA<br />
http://www.excodra.com