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Excodra XIX: El lenguaje

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EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 19<br />

(EL LENGUAJE)<br />

Revista <strong>Excodra</strong>. Número <strong>XIX</strong>, <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>. Julio, 2014. ISSN 2014­1998.


ÍNDICE<br />

Editorial<br />

Prosa<br />

Los atormentandos del <strong>lenguaje</strong>, Federico Fernández Giordano<br />

Un paseo por la British Library, Carmen de Agustín Pavón<br />

Sobre la palabra y la escritura, Antonio Tello<br />

Xwan, Tania Hernández<br />

William Burroughs: <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> y la metáfora viral, José Manuel Vara<br />

Tantas muertes tantas, Chus Molina Raspal<br />

Lenguas de agua y fuego, Emilio Gómez Barroso<br />

Primer intento, Cristina López Lumbreras<br />

<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> y la moral del esclavo, Javier Puerma Bonilla<br />

Palabras como golpes, Beti Mármol<br />

Claude, Sylvia Ortega<br />

<strong>El</strong> viaje, Maica Bermejo Miranda<br />

Poesía<br />

Apelación a Dylan Thomas, Carlos Barbarito<br />

Intuición y delirio en sincopada decadencia estereotipada, José Manuel Vara<br />

SCAT, Abel Santos<br />

Poesía visual<br />

Don Quijote en el Raval, Agustín Calvo Galán


Pintura<br />

Jalón de Aquiles<br />

Marta Adserias<br />

Fotografía<br />

Raquel Calvo<br />

<strong>El</strong>i Mora<br />

Entrevista<br />

Sergi Bellver


EDITORIAL<br />

En este nuevo número de la Revista <strong>Excodra</strong>, el decimonoveno, miramos de<br />

frente a lo que sea <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>. Y lo hemos mirado bien dentro, le hemos<br />

quitado la ropa, la piel, la carne y hemos observado su estructura y sus<br />

conexiones, unos con microscopio, otros a simple vista, otros con telescopio,<br />

pero siempre explorando al <strong>lenguaje</strong> desde el mismo <strong>lenguaje</strong>, curiosa<br />

situación, en la que el objeto de estudio es idéntico y el mismo a las<br />

herramientas que usamos para estudiarlo. En este número se propone al<br />

<strong>lenguaje</strong> como esencia primera, base del pensamiento, de la conciencia, de la<br />

generación de realidad, pero también como producto de la memoria, como<br />

herramienta del entendimiento, como virus, como vehículo de las emociones o<br />

como expresión del pensamiento. Hemos mirado al <strong>lenguaje</strong> desde varias<br />

ópticas, todas enriquecedoras. Hemos puesto al <strong>lenguaje</strong> frente a la política, a<br />

la poesía, a la literatura en general, al amor, a la historia, a la economía o a la<br />

psicología, buscando el contraste que nos permita ver su contorno, sus límites,<br />

y quede así definido. Bajo toda esa colección de intuiciones, el <strong>lenguaje</strong> late y<br />

se expande y contrae, absorbiendo el pasado, llevando dentro de sí todo lo<br />

sucedido desde cualquiera que fuera el principio de los tiempos, piénsenlo,<br />

haciéndonos lo pasado presente, dándonos las llaves que abrirán las puertas<br />

de los días que vendrán, limitándose a sí mismo, limitando, ya sea ampliando<br />

o reduciendo, nuestro ser, nuestro existir.<br />

Creo que será difícil que alguien pueda hacerme cambiar de opinión respecto<br />

a esta afirmación: Somos <strong>lenguaje</strong>.<br />

Somos <strong>lenguaje</strong>: Somos fuego. Me gusta sentir al <strong>lenguaje</strong> como una llama<br />

que se alimenta de lo dado consumiéndolo y a su vez que nosotros podemos<br />

seguir alimentándola para que siga ardiendo. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es fuego, dialéctica<br />

pura, pues tras lo que destruye, de las cenizas formadas, surgen nuevos


<strong>lenguaje</strong>s que llevan dentro de sí lo destruido, lo pasado.<br />

Hay una escena en una de las películas de Hannibal (el Dr. Lecter) que me<br />

describe muy bien lo que sea el <strong>lenguaje</strong>. En la escena, Hannibal, mira a una<br />

cámara en la lejanía y agita a brazo levantado su mano abierta de derecha a<br />

izquierda. Quien lo mira, al otro lado de la imagen que captura la cámara, se<br />

pregunta: “¿Qué querrá decir: hola, o adiós?”<br />

Es genial, eso es el <strong>lenguaje</strong>: Lo que existe desde quien lo percibe.<br />

Porque el <strong>lenguaje</strong>, y esto hay que dejarlo claro, es todo aquello que activa<br />

nuestros sentidos (desde fuera: por la vista, por el oído, por el gusto, por el<br />

tacto, por el olfato; o desde dentro: la nociocepción, la propiocepción, los<br />

sueños), con lo cual cada uno tendrá: Su propia realidad y produciendo desde<br />

sí, su propio <strong>lenguaje</strong> basado en todos los demás.<br />

Como el niño que nace, y al sentir, comienza a crear.<br />

No os enredo más, disfrutar de este nuevo número.<br />

Salud.


PROSA<br />

Los atormentandos del <strong>lenguaje</strong>:<br />

Una aproximación al pensamiento trágico<br />

En La aliteratura contemporánea, 1 Claude Mauriac apuntaba que la<br />

importancia de escribir diarios reside en retener lo valioso de nuestras vidas,<br />

consignar lo que de otro modo podría ser olvidado. ¿Qué sentido tiene<br />

entonces –se preguntaba el mismo Mauriac— escribir lo que sabemos que ya<br />

sabemos, lo que jamás podría ser olvidado? Hay en esta pregunta viciosa una<br />

intuición de algo resbaladizo y problemático, algo parecido a arenas<br />

movedizas: un sustrato ominoso del mundo (y del <strong>lenguaje</strong>) que por lo común<br />

tendemos a silenciar en la vida consciente, pero que nos “habla”<br />

taimadamente; como un activo congelado en el sistema de préstamos y<br />

transacciones del habla corriente. Lo que “sabemos que ya sabemos”, de más<br />

está decirlo, es aquello que sabemos sin pasar por el proceso del <strong>lenguaje</strong><br />

corriente, pero que no obstante es susceptible de ser pensable. (De ahí que la<br />

interpelación común entre los enamorados, “¿en qué estás pensando?” o “¿qué<br />

piensas?”, sea casi siempre una proposición nula o carente de sentido; y de ahí<br />

que la expresión coloquial a modo de saludo “¿qué dices?” ­­“qué dius?” en<br />

catalán, “what are you doing?” en inglés, etc­­ tenga tanta preminencia sobre<br />

la primera, siendo que lo pensable es constantemente desechado por lo decible<br />

y lo fáctico, sin que esto implique que lo decible y lo fáctico correspondan a<br />

aquello mismo que pensamos.)<br />

<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> se convierte así en una operación de cabotaje, un desplegamiento<br />

de circunloquios y circunvoluciones (préstamos y transacciones) que bloquean<br />

o desvían los activos inutilizables pensables. Entonces toda la actividad de la


escritura se convierte en un gigantesco subterfugio, un condenado y<br />

condenatorio acto de evasión de lo absoluto, que se traduce en residuo o<br />

inercia de su propio residuo.<br />

Esa intuición trágica del mundo (lo que sabemos que sabemos, pero no<br />

utilizamos cotidianamente) subsiste congelada, asediada por el cerco de la<br />

palabra, por ese aludir desde lejos que enseñaba la etimología de Apolo, 2 y no<br />

es casualidad que Nietzsche, el primer filósofo preocupado por definir la<br />

filosofía trágica, señalase la importancia de Dioniso. ¿Qué es lo que sabía<br />

Dioniso, que tanto cautiva incluso a los cultores de un sistema de valores<br />

unitario, apolíneo y luminoso? Dioniso es el dios de los borrachos, de los<br />

locos, de los músicos (y cabría añadir: de los niños). De aquellos que “saben”<br />

antes de efectuar el despliegue de circunloquios, cabotajes y circunvoluciones.<br />

La intuición trágica del mundo no es entonces una cosa metafísica (situada<br />

“más allá”), sino hipo­física (situada “más acá”), y parece claro que la<br />

experiencia del origen como ambigüedad y no­dualidad, propia de las<br />

filosofías orientales y recogida por Heráclito, era previa a la escisión dialéctica.<br />

La experiencia de la ambigüedad cobró nuevos bríos entre los grandes trágicos<br />

del Siglo de Oro de Atenas, el siglo de Eurípides y de los sofistas, en un<br />

momento en que el viejo orden político se derrumbaba; la seguridad de la<br />

polis se abría a la “globalización” y al imperialismo, a la guerra y la tyché, y de<br />

alguna manera toda la filosofía de Platón, la filosofía positiva por excelencia,<br />

es una reacción inflamada contra la incertidumbre de la tragedia. La filosofía<br />

positiva es contraria a ese conocimiento del origen, el conocimiento pensable<br />

de lo ambiguo, pues éste deconstruye todo lo que previamente habíamos<br />

construido como orden armonioso (decible). De ahí la idea de terror filosófico,<br />

característica del pensamiento trágico, en su des­ocultación obstinada del noser.<br />

Y Clement Rosset parece sugerir que es precisamente la pérdida de


nuestros constructos mentales lo que nos conecta con ese no­orden originario<br />

y pre­existencial (por eso el filósofo francés hablará de azar constituyente, y no<br />

de azar constituido). 3 En este sentido, la locura ha sido siempre un prisma<br />

lúcido de la realidad. “Somos lo que nos falta”, oigo que dice un enfermo<br />

mental en la tele. “La esquizofrenia es un desorden mental”, asevera otro. Y<br />

Artaud: “Padezco una espantosa enfermedad del espíritu. Mi pensamiento me<br />

abandona totalmente. Se trata de una ausencia total, una completa pérdida.” 4<br />

Ese “algo que nos falta” y ese “desorden” son en verdad el anatema de lo<br />

racional, pero son también la causa de todo deseo, como enseña la “ausenciapresentificada”<br />

lacaniana. Una ausencia o vacío que, a modo de remolino, nos<br />

erotiza inevitablemente hacia su centro, como la vieja Moby Dick tiraba de<br />

Ahab hacia las profundidades. <strong>El</strong> loco nos muestra con insoportable claridad<br />

que tras las aguas de la identidad, tras la ousía platónica no había sino un<br />

abismo negro, un gigantesco desorden primordial, y la ilusión ontológica<br />

sucumbe siempre a ese estado primordial, que es un estado de disipación o<br />

reposo, un estado de suspensión del juicio ontológico (en palabras de Rosset,<br />

un estado de muerte); un “grado cero” de naturaleza donde las cosas han<br />

accedido (porque no pueden hacer otra cosa) a su propia no­naturaleza.<br />

Para ilustrar esta noción de no­naturaleza, Rosset evoca el cuento de<br />

Maupassant, La noche, en el que un hombre pierde las coordenadas de la<br />

realidad a medida que camina por las avenidas y parques de París. “París no<br />

existe”, concluye Rosset, en una de las afirmaciones más perturbadoras y<br />

profundas del anti­éxtasis trágico. De un modo parecido, Deleuze afirmaba<br />

que “no hay lengua en sí, ni universalidad del <strong>lenguaje</strong>, tan sólo un cúmulo de<br />

dialectos, de patois, de argots, de lenguas especiales”. Cúmulo de patois o<br />

lenguas especiales que explicitan la pluralidad de miradas (la psicopatía de la<br />

mirada) que proyectamos sobre el mundo. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es entonces una<br />

psicopatía de primer orden; un “derrumbamiento central del alma, una


especie de erosión, esencial y fugaz a la vez, del pensamiento”. 5<br />

Como observó Heidegger, en la fisura antropocéntrica, en el tránsito socrático<br />

del concepto al juicio, del símbolo a la razón, se da un desplazamiento de la<br />

intuición en favor del método y de la Idea, y eso es lo que define la “fisura”<br />

platónica: el Ser es abandonado más allá del plexo del ente. Dicho de otro<br />

modo: lo indecible es subvertido por lo decible, en una polarización (un<br />

“exorcismo”, como lo llama Salvador Pániker) que caracteriza todo el<br />

movimiento metafísico y el proceso dialéctico positivo. La filosofía positiva<br />

practica un “exorcismo” sobre lo Real al despojarlo de su fondo ilimitado, su<br />

espíritu caótico e incognoscible. La filosofía trágica, por su parte, devuelve al<br />

espíritu su cualidad primera irracional, su no­dualidad original, su physis hipofísica.<br />

Artaud escribiría su Heliogábalo pensando en esta regresión crítica al<br />

origen indiferenciado. Y es de nuevo la anti­episteme del terror filosófico la<br />

que asoma al esquema vital de los atormentados, si bien éstos se distancian de<br />

aquélla en cuanto que persiguen (a su manera divergente y cáustica) la<br />

plenitud del ser. Así Rimbaud se perderá por el norte de África, y Artaud “se<br />

pasará la vida corriendo detrás de su ser, intentando alcanzar a su doble, para<br />

fundirse con él y no formar finalmente más que uno”. 6<br />

Después de Communications y el postestructuralismo, tras la “absoluta<br />

dispersión” de los sistemas de pensamiento de Foucault, tras la noción de<br />

multiplicidad de <strong>lenguaje</strong>s del segundo Wittgenstein, o tras el propio Teorema<br />

de Gödel, de alguna manera podía parecer que el <strong>lenguaje</strong> hacía esfuerzos por<br />

recuperar la consistencia perdida; Umberto Eco llamaba al orden y nos<br />

recordaba que “para empezar un discurso sobre la libertad de interpretación,<br />

hay que hacer una defensa del sentido literal”… pero he aquí que ese sentido<br />

literal, ese estado de cosas normalizado no puede estarse quieto mucho<br />

tiempo. Enseguida el <strong>lenguaje</strong> se encabrita sobre sí mismo y vuelve por sus


auténticos fueros, que son los del decurso suicida e incoercible del niño<br />

esquizoanalítico, la suma irracional que se precipita por el abismo. La escisión<br />

dialéctica parece que es incapaz de soportar su propia continuidad, su propio<br />

empuje unitario, y antes o después vuelve a caer en el remolino de las<br />

palabras y el pensamiento, el entrecruzarse de las cosas y las ideas, la<br />

licuadora­sumidero que fagocita con solvencia nuestra noción de sentido.<br />

Hay en esa postura tormentosa (ya no ante el mundo, sino ante el propio<br />

<strong>lenguaje</strong>) un componente central que es el de la escritura como problemática.<br />

La comprensión de la escritura como problemática es el corazón y los<br />

intestinos de los atormentados del <strong>lenguaje</strong>. 7 Una problemática como antiliteratura<br />

más real que la propia literatura, por la misma razón que lo nodicho<br />

por la filosofía trágica es más real que lo dicho, más real que la supuesta<br />

realidad objetiva que resulta ser esquemática y falsaria. En este sentido tanto<br />

los atormentados como los trágicos son generadores de una realidad desintegral.<br />

Los primeros evacúan esa desintegración de lo real en una<br />

sublimación con sentido ideológico, ético o estético, mientras que los segundos<br />

están acogidos al límite del silencio. Tras ese límite, que es el límite trágico del<br />

mundo, sólo resta aprender a reconciliarse con el mundo. Hemos perdido el<br />

contacto con el mundo cuando afirmamos que ese mundo está sustentado en<br />

alguna causa razonable (la realidad ilusoria, la realidad del idealismo y el<br />

subjetivismo, la realidad­espectáculo, y por encima de todas, la realidad como<br />

causalidad necesaria). La realidad es “engaño” o “maya” desde el momento en<br />

que la sometemos a la escisión antropocéntrica, a la contradicción de términos<br />

que viven en la lógica, así como a la fisura entre lo finito y lo infinito.<br />

Disuélvase esa escisión ontológica (y con ella el conflicto seminal de los<br />

atormentados) y se comprobará cómo el verdadero rostro del mundo no era la<br />

máscara ilusoria del drama, sino la mueca enloquecida del buen Dioniso.


Anotaciones:<br />

1 Claude Mauriac; La aliteratura contemporánea; Ediciones Guadarrama, Madrid, 1972.<br />

2 Según Giorgio Colli: “aquel que destruye totalmente”; “aquel que hiere desde lejos”;<br />

“aquel que actúa desde lejos”. En <strong>El</strong> nacimiento de la filosofía; Giorgio Colli; Tusquets, 1977.<br />

3 Clement Rosset; Lógica de lo peor; Seix Barral, Barcelona, 1975.<br />

4 Antonin Artaud, en carta a Jacques Rivière, citado por Mauriac, op. Cit.<br />

5 Claude Mauriac; op. cit.<br />

6 Ibíd.<br />

7 Según Artaud, atormentados del <strong>lenguaje</strong> eran François Villon, Baudelaire, Edgar Allan<br />

Poe, Nerval… A los que cabría añadir otros nombres como Kierkegaard, Rimbaud, Kafka,<br />

Pizarnick, Cioran, o el propio Artaud.<br />

FFG


Un paseo por la British Library<br />

[Leer en voz alta]<br />

In principio erat Verbum<br />

Juan, I:1<br />

EnelprincipiofueelVerboyelVerboestabaenDiosyelVerboeraDiosycomoloibaaente<br />

ndersilatraducciónquenoshacíanleeresasmonjasnohabíatraducidoelverbolatino<br />

porsuequivalentecastellanoosealapalabraporfinenestabibliotecapuedoleerinthe<br />

begynnyngwasthewordytodotienesentidoclaroquelapalabraesdiosperoquizáesa<br />

smonjasquenoshacíanleerlabibliacadadíanoquisieranqueentendiéramosnadaell<br />

assólonecesitabanqueobedeciésemosyadormecernuestrasconcienciaseslamentir<br />

alaquenacedel<strong>lenguaje</strong>oel<strong>lenguaje</strong>elquenaceporlanecesidaddementirlaperpetu<br />

acióndelamentiralaquenaceconlaescrituraqueenelprincipioeranletrasgrabadasa<br />

manoenpiedraoenpergaminorecitadasenvozaltasinsignoalgunodepuntuaciónar<br />

duotrabajoeldellectordesentrañarestamarañamientrasmurmullaentremurmullo<br />

sdeotrostantoslectores<br />

[Leer para sí]<br />

hasta que un día, oh maravilla, perfeccionamos el arte de grabar nuestros<br />

pensamientos, traduciendo el <strong>lenguaje</strong>, nuestra consciencia parlante ­¿es el<br />

nacimiento del <strong>lenguaje</strong> el nacimiento de la consciencia, o quizá el nacimiento<br />

de la consciencia sea el nacimiento del <strong>lenguaje</strong>?­ a claras líneas sobre una<br />

superficie, signos de puntuación, tipografías estandarizadas que permiten el<br />

mínimo esfuerzo a nuestras retinas, a nuestros cerebros –la biblioteca es el<br />

universo, y al significado de verba volant, scripta manent se le acaba dando la<br />

vuelta para siempre: ahora lo venerable es lo escrito, lo hablado ya no llega a<br />

los dioses como entonces­; podemos leer los pensamientos de otro o incluso


eleer los propios, y podemos hacerlo para nosotros mismos, sin perturbar la<br />

paz de los otros lectores con nuestro murmullo: en la biblioteca, templo del<br />

<strong>lenguaje</strong>, reina el silencio. Traducción imperfecta en muchos casos, cuando<br />

quien junta una palabra con la siguiente y las lanza al mundo sabe que por<br />

mucho que se esfuerce sus palabras quedan lejos de reflejar adecuadamente el<br />

sabor de su decepción, el olor de su alegría, el color de su ira, cuando quien<br />

recibe las palabras, por mucho que estén nítidamente impresas sobre una<br />

pantalla o sobre una hoja de papel, nunca podrá llegar a saber del todo qué<br />

querían decir esas palabras, qué esconden realmente, cómo ni por qué éstas<br />

fueron escritas, sino únicamente interpretar a partir de ellas un pedazo<br />

inexacto de significado, siempre a partir de su propia realidad, que no es la<br />

misma que la realidad ajena, cuando la palabra puede mentir diciendo la<br />

verdad e incluso decir la verdad mintiendo. Palabras que son formas, que son<br />

sonido, que son viento de vida que fluye entre los labios (en italiano, ser capaz<br />

de ver la palabra surgiendo dalle labbra; cada lengua acota de manera muy<br />

precisa lo que nos está permitido expresar con el <strong>lenguaje</strong>, cada concepto<br />

expresado en una lengua es ligeramente diferente y único, intenten si no lo<br />

creen traducir el kokoro japonés al castellano; intenten convencerme de que<br />

food significa lo mismo que comida: nunca lo creeré). La palabra: arma<br />

imperfecta con la que moldeamos el calor de una mano sobre nuestro costado,<br />

el rayo de luz que nos ciega, la frialdad del agua que nos resbala por la<br />

garganta; con la que intentamos sin éxito que los demás comprendan quiénes<br />

somos. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>: traducción imperfecta del mundo y arma poderosísima<br />

para darles la vuelta a las consciencias, para engañar, para manipular;<br />

también para complacer, para dar paz, para iluminar. Ya lo sabía quien escribió<br />

que la palabra es dios, que<br />

καὶ Θεὸς ἦν ὁ Λόγος, y también lo sabía quien<br />

decidió que nada podíamos fiar a la palabra, que Nullius in verba.<br />

CdAP


Sobre la palabra y la escritura<br />

En tanto que acto genésico, la escritura es fruto de esa pulsión íntima, sentida<br />

y profunda, el deseo, que nos induce a salvarnos de la extinción. <strong>El</strong> deseo es<br />

motor del instinto de supervivencia, pero el ser humano no sólo aspira a<br />

sobrevivir sino también a trascender su propia finitud y conocer la realidad de<br />

su propia existencia. <strong>El</strong> deseo humano compromete el placer de sentir y el<br />

gozo de saber del acto creador.<br />

De modo que, para no frustrar, para no abortar este propósito y caer bajo los<br />

efectos del caos y de las fuerzas corruptoras que amenazan la verdad y la<br />

belleza, esa poderosa pulsión genésica ha de someterse a una gramática. Es<br />

decir, un sistema racional de principios y leyes que hacen verificable la<br />

comunicación primordial entre el creador y el fruto de su deseo de vivir y<br />

conocer: la obra de arte.<br />

Las leyes y principios que conforman esta gramática surgen de la voluntad, la<br />

cual no limita el deseo sino que permite, en palabras de Schopenhauer, «trazar<br />

una meta a sus ansias infinitas y llenar el insondable abismo de su corazón».<br />

En tanto que principio sustentador de la gramática del deseo, la voluntad, y lo<br />

que ella lleva consigo, el empeño y el rigor, es el medio del que se vale el<br />

creador, el artista, para alcanzar y salvaguardar la visión de la verdad y la<br />

belleza, y proteger así el lugar del hombre «en la escala tonal del ser», como<br />

dice George Steiner.<br />

Platón escribía en el Crátilo que «el <strong>lenguaje</strong> es una acción». De modo que la<br />

gramática del deseo representa la armadura con que el poeta entra en acción.<br />

Un tipo de acción vinculante que origina y refuerza el comportamiento<br />

humano y, consecuentemente, determina la acción social unificada para<br />

dominar el entorno.<br />

Quiero decir que el primate que funda la humanidad no lo hace cuando<br />

descubre la palabra, sino cuando percibe su cualidad transformadora. Es en


esta edad temprana cuando el aún homínido deja de comportarse de forma<br />

pasiva y empieza a actuar. La palabra le sirve para organizarse y para<br />

manifestar su poder sobre las cosas y los demás seres que habitan en el<br />

mundo.<br />

Es el momento en que el hechicero hace suyas las palabras que los comunican<br />

con los espíritus, como más tarde lo hará el sacerdote para intermediar entre<br />

los dioses y los pueblos, y como miles de años más tarde lo harán las<br />

entidades del poder político y económico para ejercer su dominio en un<br />

mundo laico, donde las antiguas divinidades se baten en violenta retirada o se<br />

acomodan a una suerte de interesada funcionalidad emocional.<br />

<strong>El</strong> hombre, una vez en posesión y dominio de la palabra, inventa los dioses y<br />

les atribuye la Creación manifestando de este modo la debilidad de su<br />

condición humana; la desconfianza en sus fuerzas para resistir la atracción de<br />

la materia inerte y de las fuerzas de la oscuridad, la fealdad, el caos y el<br />

olvido; la atracción del abismo de silencio que anida en el origen, y la<br />

evidencia de los límites de su saber para explicar el misterio primordial.<br />

No obstante, entre la vulnerabilidad humana y las poderosas fuerzas que<br />

niegan u obstaculizan el saber, el propósito del poeta es preservar la función<br />

comunicativa del <strong>lenguaje</strong>; proteger la raíz conceptual de la palabra, pues ésta<br />

nos acerca a la verdad última y amplía el territorio de las libertades y justicia<br />

sociales.<br />

En este propósito el poeta no puede caer en la impostura, la ignorancia y la<br />

negligencia, porque ellas trastocan la realidad y permiten, por ejemplo, el<br />

imperio de un <strong>lenguaje</strong> corrompido en el que las guerras colonialistas son<br />

«preventivas» o «humanitarias», que las víctimas son «daños colaterales», que<br />

el genocidio es «limpieza étnica», el abuso, «responsabilidad», la invasión,<br />

«liberación», los países pobres, «países emergentes», y que «amor»,<br />

«solidaridad», «perdón», etc., sean meros esqueletos fonéticos cuya carnadura<br />

se pierde por el uso sin sentido verdadero de la acción y conducta que


implican.<br />

Atacada así por las fuerzas irracionales del poder político y económico y por la<br />

acción devastadora del tiempo que consagra el olvido, la palabra cae enredada<br />

en el gran barullo verbal del sistema, la confusión babélica, y paralizada,<br />

perdida su capacidad de acción; imposibilitada de comunicar la verdad. Su<br />

parálisis es la parálisis del espíritu y, consecuentemente, el triunfo de la<br />

impunidad y de la falsedad de la obra de arte acomodada a la realidad nacida<br />

de la impostura.<br />

Entonces ¿para qué el poeta ha de llevar la palabra a los límites del misterio y<br />

confrontarla con el silencio? ¿Qué sentido tiene seguir el impulso de su deseo?<br />

La respuesta es que el poeta tiene la responsabilidad de preservar el valor<br />

significativo de la palabra, porque, como expresión de la comunidad humana,<br />

ella comporta la llave de la razón y del acto civilizador.<br />

<strong>El</strong> poeta es un civilizador y como tal sabe que la palabra, pronunciada en su<br />

verdadera y unívoca significación, es la que inspira el cuerpo ético de la<br />

comunidad, el cual, al determinar el comportamiento de los individuos, rige la<br />

convivencia en un marco de confianza y justicia, tal como podríamos definir la<br />

paz.<br />

Por otro lado, no debemos olvidar que la palabra, por su misma potencia<br />

significativa y la carga mítica de su raíz, es vehículo de conocimiento y<br />

libertad para el ser humano y su comunidad. La escritura es parte de la<br />

memoria sobre la que se construyen y perfeccionan la justicia y la felicidad en<br />

el mundo.<br />

Por esta razón, los cambios externos que se operan en ella, de acuerdo con la<br />

formulación de leyes y ordenamientos que consolidan el progreso y la<br />

felicidad de los hombres, enriquecen su significación esencial. Pero, sucede lo<br />

contrario cuando los cambios surgen de la impostura y la injusticia.<br />

Si según la intuición de Heidegger el ser humano es una unidad de materia y<br />

tiempo, la palabra, como expresión humana, también participa de su misma


naturaleza existencial y de su capacidad generadora [reproductora] de vida y<br />

saber. La palabra, el <strong>lenguaje</strong> en cualquiera de sus manifestaciones, es<br />

memoria, fijación efímera de aquello que nombra. Pero la memoria es<br />

vulnerable al olvido, el cual es a su vez uno de los agentes erosionadores del<br />

tiempo y del poder, el cual a su vez aspira a la impunidad.<br />

En esta circunstancia, la acción del poeta consiste en rescatar la palabra de la<br />

inflación verbal, del farfullo bárbaro y embrutecedor, y devolverle la vida y su<br />

verdadero sentido. Pero para este cometido, el poeta, consciente de sus<br />

propias flaquezas y temores, ha de mirar seguro de sí más allá del corto<br />

horizonte de lo falso y afrontar con decisión el viaje a través de un laberinto de<br />

voces que brillan y mudan de sentido, como he escrito en un poema de Sílabas<br />

de arena.<br />

La misión del creador es hallar la raíz, la nota articulada que contradiga al<br />

silencio, y atisbar las imágenes originales de su existencia humana. Asomarse<br />

al oscuro núcleo de su preexistencia animal sabiendo que esta odisea entre<br />

islas de conciencia está llena de acechanzas y que, víctima del horror, puede<br />

caer en la tentación del silencio, abandonarse al irresistible canto de las<br />

sirenas, y callar, «quedar sin palabras» y dejar que el olvido y la injusticia<br />

avancen sobre el mundo.<br />

No importa que en esta travesía sea herido, su piel lacerada, o enceguecidos<br />

los ojos con que mira la evidencia o advierte la revelación. <strong>El</strong> poeta no ha de<br />

temer al esfuerzo ­su voluntad­ ni cejar en su empeño de atravesar los<br />

territorios de palabras huecas y voces enmudecidas, y llegar hasta los confines<br />

significativos de la palabra, trepar a sus más altos muros léxicos y desde ellos<br />

observar, sobre la planicie que precede al tiempo sintáctico, el sumo<br />

entendimiento. La inminencia de lo indecible. <strong>El</strong> abismo.<br />

En el curso de este viaje y cuando el artista siente en su cuerpo toda su<br />

potencia creadora, es también el momento en que la palabra más fortaleza y<br />

verdad le exige. Ningún poeta sale indemne de esta empresa y, apenas intenta


salir del fuero verbal, donde rigen las leyes de la gramática, para entrar en los<br />

registros más profundos de la realidad, el impostor queda al descubierto.<br />

Porque este viaje supone ir más allá de los modos temporales, de las formas<br />

sintácticas, y de las significaciones superfluas, si se quiere alcanzar ese lugar<br />

en que la palabra desnuda puede ser sentida de un modo no verbal. Como voz<br />

original que late en el plexo de la conciencia humana, cuyo sonido será nota<br />

musical, pero también ruido, nota carente de pasión, si sólo es hueso<br />

descarnado, mero formalismo donde no palpita la vida. Experiencia autista del<br />

artista perdido en su propio ego.<br />

<strong>El</strong> momento más pleno y gozoso del acto creador se produce cuando el poeta<br />

siente que el aullido que nace en sus entrañas y atraviesa su mirada de carne<br />

regresa al poema no escrito. Ese poema construido con versos de palabras<br />

ausentes, es decir, ese poema no dicho. Ese poema no escrito todavía. Ese<br />

poema sin voz que disuelve la vida y enfrenta al creador con la metáfora del<br />

silencio que le llega desde el fondo del abismo.<br />

Ese poema sin elementos discernibles de tiempo y espacio ¿Qué es la luz antes<br />

de ser nombrada? ¿Qué es el árbol antes de ser llamado árbol? <strong>El</strong> nombre es<br />

semen, semilla, elemento germinal de las cosas del mundo, y el acto de<br />

nombrar que da lugar al poema es el mismo acto de crear, porque coagulamos<br />

el tiempo en la vida.<br />

Fuera de la realidad humana cabe suponer que la palabra original, el verbo,<br />

carece de conjugaciones de tiempo, de modo y de voz. <strong>El</strong> verbo, metáfora de<br />

la fuerza genésica que crea el mundo, es, paradójicamente, movimiento e<br />

inmovilidad, una palabra que representa la acción y la fijación. <strong>El</strong> verbo, como<br />

suma representación de la voz humana, es la palabra que se rebela contra el<br />

silencio y lo rompe.<br />

Dado que el <strong>lenguaje</strong> es un atributo humano, cuya partícula ínfima es la<br />

sílaba, es ésta, la que finalmente llega al territorio del origen, del no­tiempo,<br />

del silencio. Sin embargo, por su propia condición humana, no puede


traspasar sus fronteras y conocer el misterio de ese lugar donde acaba la<br />

muerte sin que le cueste la vida, pero sí sentir la inercia de su poder que hace<br />

que nada exista en el mundo antes de ser nombrado.<br />

Nada existe antes de ser nombrado. Por esto es tan importante para el poeta<br />

sentir en sus entrañas el <strong>lenguaje</strong> esencial; las palabras despojadas, tanto en sí<br />

mismas como en su articulación sintáctica, de todos los barnices y elementos<br />

superfluos con que la historia, los hábitos y las ideologías han ido cubriendo<br />

su superficie y ocultando su raíz significativa. Las palabras que trasuntan la<br />

materia del origen.<br />

Por esta razón, consciente de que ella, la palabra, es la esencia del ser<br />

humano, el principio que distingue su inteligencia, es que el poeta la conjura y<br />

la salva de penetrar definitivamente en el silencio, para narrar la experiencia<br />

de la creación (de la re­creación) que prolonga la existencia humana.<br />

Es así que la palabra, en tanto acción, es la negación del silencio y como tal, a<br />

pesar de la poderosa atracción que ejerce sobre ella el abismo, puede sentir la<br />

desesperada llamada de su creador, el poeta, y emprender el retorno. Es en<br />

este sentido profundo que el poeta salva la palabra de la muerte. Pues ella no<br />

sólo manifiesta la jerarquía del ser humano sobre las demás criaturas que<br />

habitan en el mundo, sino también su pretensión de ocupar un lugar entre los<br />

dioses e incluso de sustituirlos.<br />

La palabra es consustanciación del deseo, pulsión irreprimible de libertad del<br />

ser humano sobre cualquier forma de dominio. Expresión máxima de su<br />

soberanía en el mundo.<br />

Así, la creación aparece ante el poeta no como un mero acto de supervivencia<br />

animal, sino como una permanente confrontación entre el silencio y el sonido,<br />

entre los cuales existe un vínculo original que nunca desaparece del todo y<br />

que el poeta no ignora, pues de la tensión polar que late entre ellos surgen la<br />

música y la palabra; también el ruido que llena el mundo. La confusión.<br />

<strong>El</strong> silencio no es vacío. Tampoco ausencia. <strong>El</strong> silencio es energía, fuerza muda


del tiempo. <strong>El</strong> sonido ­la voz humana, los ruidos de la naturaleza y del obrar<br />

humano, incluso sus excrecencias­ es pálpito fugaz de la vida, frágil memoria,<br />

que el silencio en su fluir denota y atrae.<br />

En los aledaños del silencio, el sonido ­la materia viva­ reconoce en la<br />

irresistible fuerza que lo atrae algo de su propia esencia. En esa frontera al<br />

borde del abismo, el sonido afronta la atracción sujeto a la vida y, en tensión<br />

con el espíritu ­esa chispa de silencio que anima la carne­, nos revela destellos<br />

del conocimiento, de la belleza, las formas perecederas de la plenitud del<br />

goce; en esa pausa mínima y peligrosa, el sonido estalla en notas y palabras y<br />

al estallar asistimos al soberbio espectáculo de unas notas y palabras que,<br />

como estrellas fugaces, se pierden en lo hondo del silencio, y de otras que<br />

resisten la atracción y, despojadas y desnudas, nítidas y brillantes en su<br />

esencial significado, modulan armonías que evocan el misterio de lo creado, la<br />

secreta noción que funde el tiempo y la materia.<br />

Así, la música y la voz son expresiones humanas, huellas de civilización que<br />

deja el arduo empeño de hacer comprensible el mundo. Por lo tanto, las<br />

escrituras que nacen de ellas son ese último y desesperado intento humano de<br />

coagular el tiempo. Arquitectura de la memoria, gramática del deseo, en el<br />

espacio del silencio.<br />

Mientras el ser humano libra esa soberbia lucha contra el poder de los dioses<br />

­esa suprema y trágica abstracción por él ideada­, la palabra se rebela contra<br />

la acción erosionadora del tiempo, contra el olvido, y construye la memoria<br />

sin la cual no existiría civilización alguna.<br />

Es sobre la memoria que el ser humano puede proyectarse en el tiempo y<br />

trascender más allá de sus limitaciones individuales en la realidad del mundo.<br />

Es a partir de esta experiencia cuando empieza el proceso de gestación de la<br />

obra de arte, la concreción del deseo que ha llevado al poeta hasta la estación<br />

abisal. <strong>El</strong> instante maravilloso que pone al artista ante la sinceridad de su<br />

vocación. ¿Qué hacer? ¿Debe moldear la criatura a gusto de la comunidad?


¿Cómo revelar la verdad entrevista sin traicionarla ni traicionarse? ¿Cómo<br />

pintar, esculpir, escribir? ¿Cómo descubrir?<br />

Aunque la encomienda del poeta es social, su experiencia es individual y es<br />

ahora cuando advierte la presencia del otro; la de aquel con quien debe<br />

compartir lo entrevisto. Es decir, la obra que nace de su experiencia artística.<br />

Pero ¿quién es ese otro? ¿Importa?<br />

Estas preguntas identifican las trampas del poder humano y de cualquiera de<br />

sus ideologías que pretenda legitimar su dominio sobre los individuos. No se<br />

concibe la obra de arte para alguien determinado. No se la concibe para<br />

entretener, sino para revelar. La obra de arte, un cuadro, una escultura, una<br />

pieza musical, un libro, es una huella original. Se escribe, se pinta, se esculpe<br />

para conocer, conocerse y descubrir la realidad del mundo y de la naturaleza<br />

humana.<br />

<strong>El</strong> artista no es un maestro ni tampoco un bufón. <strong>El</strong> artista es un viajero del<br />

tiempo y del espacio cuya carta de navegación ­su creación­ es el mapa de su<br />

propia exploración del mundo; una carta que los otros pueden utilizar para<br />

sus particulares exploraciones. Quiero decir, siempre individuales.<br />

Si el escritor, por ejemplo, debiera escribir para el pueblo, para el lector ¿qué<br />

<strong>lenguaje</strong> debería utilizar para no engañarlo? ¿qué <strong>lenguaje</strong> debería emplear<br />

para no engañarse y falsear la realidad entrevista al borde del abismo?<br />

La escritura, como una de las formas de la creación, de la concreción del<br />

deseo, es un acto individual que exige un <strong>lenguaje</strong> genuino para reproducir<br />

todo aquello que se ha entrevisto más allá de la realidad visible. Y lo que se<br />

entrevé no son historias. Son dimensiones de la realidad.<br />

Las historias se sostienen en argumentos, cuya misma naturaleza inductiva<br />

tiende a dar una visión parcial o superficial de la realidad y,<br />

consecuentemente, a falsearla. No se escribe a partir de un argumento, sino de<br />

un proyecto de viaje cuyo único vehículo de transporte es la palabra. La<br />

palabra despojada de todas las pieles que cubren y opacan su más profundo e


íntimo significado.<br />

Ese corazón que, en su soledad vital, produce tantas armonías como almas<br />

estén dispuestas a escuchar sus latidos. Quiero decir, que estén dispuestas a<br />

rechazar la inducción argumental y a lanzarse a su propia empresa<br />

exploradora sin temor a perderse.<br />

Tanto crear una obra de arte como observarla o leerla han de ser actos de fe<br />

en la libertad individual.<br />

La libertad no es una abstracción y es cometido del creador contribuir a<br />

alcanzarla a través de una obra emancipada de las ideologías de poder. Éstas<br />

tienden a imponer una retórica que reduce y simplifica el discurso narrativo<br />

convirtiéndolo en una expresión superficial, maliciosamente instrumental, que<br />

escamotea la hondura de la realidad y, por lo tanto, el conocimiento y la<br />

liberación del espíritu.<br />

Por el contrario, la retórica de la libertad se vale de un <strong>lenguaje</strong> luminoso que<br />

alumbra la complejidad del mundo, señala el camino del saber y muestra las<br />

diversas dimensiones de la existencia. Es en esta búsqueda cierta cuando el<br />

otro se siente partícipe en el rescate de esa voz que refiere su propia existencia<br />

e identifica, en ese eco arrancado al silencio, la materia que alimenta esa<br />

memoria común en la que su experiencia individual no es ajena.<br />

Sólo si esto sucede, el poeta tendrá la certeza de que su deseo y la voluntad de<br />

crear habrán tenido sentido.<br />

AT


Xwan<br />

Existimos porque nos nombramos<br />

y somos nombrados<br />

Alberto Manguel<br />

Antes de Xwan yo no existía. Antes de él yo era etérea, un alma sin cuerpo.<br />

Fueron los viajes lingüísticos, que realizó sobre mi cuerpo, los que me<br />

volvieron tangible. Alternaba palabras en español con sus equivalentes en<br />

Kaqchikel y éstas iban cayendo, una a una, sobre las distintas partes de mi<br />

cuerpo que, al oírse nombrar, recibían la carga eléctrica necesaria para sentirse<br />

vivas. Cabello ­ wi’aj, ojos ­ wachaj, boca ­ chi’aj, pechos ­ tz’umaj. Cada<br />

palabra iba acompañada de un beso. Pero no era hasta que me nombraba<br />

Nuch’umil, Mi Estrella, que me sentía completa. Teníamos diecisiete años y<br />

apenas jugábamos a estrenar el amor.<br />

Llegaba a mi casa al mediodía, entre mi salida del colegio y su entrada al<br />

instituto. En ese entonces mi mamá trabajaba en un restaurante y no volvía<br />

sino hasta las cuatro de la tarde. Xwan acompañaba en las mañanas a su<br />

padre componiendo aparatos eléctricos. En las vacaciones y en días de feriado,<br />

trabajaba la jornada completa. “Para que aprenda el oficio” le contaba su<br />

padre orgulloso a todo el que quisiera escucharlo, aunque sabía muy bien que<br />

la energía que motivaba a Xwan no era electromagnética, como él hubiera<br />

querido.<br />

Nos conocimos un quince de septiembre. Había llegado a mi casa con su padre<br />

para componer el televisor que estaba arruinado y que mi mamá quería<br />

funcionando ese día para poder ver, como todos los años, el desfile patrio.<br />

Mientras los mayores se entretenían discutiendo el precio de la compostura,<br />

inicié una conversación con el chico preguntándole su nombre. Xwan, me<br />

respondió, como Juan pero con “x” y “w”. La chispa de su sonrisa se convirtió


en el cortocircuito que quemó todas mis resistencias.<br />

Eran días de guerra. Acabábamos de cumplir tres meses de relación cuando,<br />

de repente, dejó de llegar a mi casa. Después de tres semanas de<br />

desesperación, de preguntas sin respuestas, mi mamá y yo nos encontramos a<br />

su padre, un sábado, por casualidad, en una tienda de la colonia. Me contó<br />

que a Xwan lo habían enrolado en el servicio militar un día que fue a visitar a<br />

su hermana en una aldea cercana. “Se escapó por no querer matar y ahora<br />

nadie sabe dónde está”, me dijo su padre con lágrimas en los ojos. Lo abracé.<br />

Mi mamá también lloró. Entonces supe que ambos estaban enterados de lo<br />

que sucedía entre nosotros.<br />

Intenté olvidarlo, dándole a mi cuerpo otros cuerpos, buscando, en otras<br />

bocas, palabras que pudieran reemplazar a las suyas. Hoy en la mañana, como<br />

en los veinticinco quince­de­septiembres que pasaron desde mi primer<br />

encuentro con Xwan, me distraía viendo un programa matutino en uno de los<br />

canales nacionales. Cuando lo puse, entrevistaban a un escritor kakchiquel,<br />

que, según decían, había vuelto hace poco del exilio. De repente la palabra<br />

“Nuch’umil“, se desprendió de su discurso y llegó hasta mí, nombrándome, y<br />

encendiendo el interruptor de mi cuerpo que, comprendí entonces, había<br />

estado todo ese tiempo en modo de espera.<br />

TH


William Burroughs:<br />

<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> y la metáfora viral<br />

"Emitir no puede ser nunca más que un medio para emitir más, como la Droga. Trate<br />

usted de utilizar la droga como medio para otra cosa (...) Al emisor no le gusta la<br />

charla. <strong>El</strong> emisor no es un ser humano (...) Es el Virus Humano."<br />

William Burroughs<br />

"Porque ahora veo todavía más claramente el peligro: la lengua de nuestra conversación<br />

destruye continuamente la posibilidad de decir aquello de lo que hablamos."<br />

Martin Heidegger<br />

―¿Es inútil la escritura?<br />

― Como decía Marx, la idea se transforma en fuerza material cuando penetra en las<br />

masas, pero la poesía nunca ha penetrado en las masas. Un verso de Paul Verlaine<br />

sirvió de clave para la resistencia francesa: Mi corazón aquí y allá semejante a una hoja<br />

muerta.<br />

―¿<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> disfraza el pensamiento?<br />

―Bueno, depende de qué <strong>lenguaje</strong>.<br />

―¿Su <strong>lenguaje</strong>?<br />

―No, el mío es de verdad.<br />

―¿Nos engañamos a veces con el <strong>lenguaje</strong>?<br />

― <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> engaña, el <strong>lenguaje</strong> es la producción de la locura, según un texto mío de<br />

Aviso a los civilizados que se llama Ética y psicoanálisis, <strong>lenguaje</strong> y comunicación:<br />

Escribo, por no conocer ningún medio de ser algo mejor que un pingajo, dijo Bataille.<br />

―¿Por qué escribe Panero?<br />

―Por lo mismo: “No creo en nada, ni siquiera en el suicidio”.


Extracto de Platicando con Leopoldo María Panero<br />

27­06­07 Café Esdrújulo 17.45, Las Palmas de Gran Canaria<br />

Por Blanca Fernández<br />

“Language is a virus”<br />

William Burroughs<br />

<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>. Ese misterio en su formación y generación que nos caracteriza<br />

como seres humanos. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> engaña. Ese instrumento o herramienta vital<br />

para comunicarnos. Ese mecanismo casi mágico que nos permite formar<br />

sociedades basadas en símbolos convencionales aceptados por la inmensa<br />

mayoría. Lenguaje como forma de expresión. Lenguaje como medio de<br />

supervivencia. Lenguaje que cuesta definir de una forma concreta y, más aún,<br />

de explicar. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es la producción de la locura. La búsqueda en cualquier<br />

explorador de internet (principal herramienta “moderna” de información) nos<br />

lleva desde lo elemental de un intento de definición a la profundidad en la<br />

abstracción filosófica sobre el concepto <strong>lenguaje</strong>, pasando por teorías<br />

postfreudianas y por la metáfora viral, la compulsión y la literatura<br />

conspirativa de Burroughs, donde ya afirmaba que “el <strong>lenguaje</strong> es un virus que<br />

procede del espacio exterior”.<br />

Quizá lo mejor sea apoyarnos en un punto inicial, una propuesta de definición<br />

y, de ahí, proponer un giro radical desde una lógica tangible a un delirio que<br />

nos lleve a la metáfora simbólica del virus de Burroughs, pasando por la gran<br />

máxima lacaniana donde se postula que “el inconsciente está estructurado<br />

como un <strong>lenguaje</strong>”.


“<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es un virus”, así en pocas palabras el escritor William Burroughs<br />

logró expresar una de sus máximas, el que quizás sea el más lúcido y<br />

contundente de sus pensamientos. Wittgenstein, en la misma línea, decía: “al<br />

final, quizás, no seamos otra cosa que monstruos hechos de palabras”.<br />

Dice José Urriola que el <strong>lenguaje</strong>, visto bajo esa luz, se convierte entonces en un<br />

reactivo que se nos inocula en el torrente sanguíneo y se nos hace correr entre las<br />

dendritas cerebrales para transformarnos y así ayudar a constituir esa enorme<br />

fórmula química de la que estamos hechos. Somos el <strong>lenguaje</strong> que nos rodea, que<br />

asimilamos y metabolizamos, ese mismo que ­al final­ nos apoderamos y<br />

hacemos nuestro.<br />

Observo a mis hijos, uno está usando el teléfono como medio de<br />

comunicación, usa el <strong>lenguaje</strong> escrito a través de una de las infinitas<br />

herramientas propuestas como medio de transmisión de mensajes. <strong>El</strong> otro<br />

hace lo propio a través de la tablet donde se comunica mediante un espacio<br />

que dejan a la mensajería en un juego virtual que les permite intercambiar<br />

regalos “virtuales” para ampliar las posibilidades de su nivel de juego. Al<br />

detenerme a pensar un momento en este hecho asocio el concepto de virus a<br />

una especie de imposición social y mediàtica de cierta “malsanidad” donde se<br />

induce a usar el <strong>lenguaje</strong> como mecanismo alienante y que depende del<br />

consumo de estas mal llamadas herramientas comunicativas. Nos están<br />

haciendo asociar la comunicación a la necesidad de comprar ciertos productos<br />

esenciales en este mundo moderno, que devienen vitales según “los<br />

poseedores de la verdad absoluta”, para mantener un grado óptimo de<br />

relación y comunicación entre todos nosotros. Móviles, tablets y ordenadores<br />

se convierten en herramientas esenciales del <strong>lenguaje</strong>, que pasan por el filtro<br />

negativo del obligado consumo económico. <strong>El</strong> virus de Burroughs como<br />

enfermedad, como contagio, inoculado por las multinacionales de las nuevas


teconologías.<br />

Muchas veces nos preguntamos qué podemos hacer los padres, los que no<br />

queremos caer en la trampa tecnológica de reducir el <strong>lenguaje</strong> a un mero<br />

intercambio de mensajes sms o de whatsapp, los que pensamos distinto, los<br />

que no sabemos utilizar las redes sociales como forma única de comunicación<br />

ni nos interesa, para enfrentar esta situación donde la casa nos ha sido tomada<br />

y arrebatada por las llamadas telefónicas de agentes virulentos que<br />

representan a compañías de telefonía, que argumentan la necesidad imperiosa<br />

de que formemos parte de su cartera de clientes, porque es necesario, porque<br />

es vital, porque sin ellos no somos nada y nuestro espectro comunicativo<br />

estaría fatalmente amputado; y la respuesta ­no es menor ni descabellada­ está<br />

en el <strong>lenguaje</strong>. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> como anticuerpo, como vacuna, como cura, el<br />

<strong>lenguaje</strong> como sanación.<br />

O bien el <strong>lenguaje</strong> como un virus noble. Una sustancia digna que se logre colar<br />

por nuestros organismos para provocarles un contagio más feliz. Tenemos una<br />

responsabilidad enorme en el cultivo, la inoculación y la difusión de ese otro<br />

<strong>lenguaje</strong> que contrarreste y le quite espacios al que se nos está imponiendo.<br />

Un <strong>lenguaje</strong> que con su transmisión nos ayude a nombrar otra sociedad, que<br />

nos permita edificar otro modelo de mundo, aunque sea mediante esas<br />

mismas herramientas tecnológicas que nos intentan vender como únicas e<br />

imprescindibles, aunque sea nuestra responsabilidad usarlas de forma activa y<br />

creativa, y no como pasiva y sumisa a través de la infinita oferta de contenidos<br />

elegidos a la carta por los responsables creativos del gran cáncer de las<br />

multinacionales de la comunicación. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>, en fin, como materia prima<br />

para la autoconstrucción de otro tipo de comunicación que no esté sustentado<br />

en puros intereses económicos. Quizá la poesía suponga uno de los ejemplos<br />

de alternativa a este uso del <strong>lenguaje</strong> como virus noble, anticuerpo o como<br />

vacuna.


<strong>El</strong> psicoanálisis es una acción fundada en un deseo que utiliza la palabra como<br />

instrumento.<br />

La poesía es un hacer con las palabras. Poesía viene del griego ποίησις<br />

(poiesis) que significa tanto acción, creación, fabricación, confección, como<br />

poesía, poema. Y, ésta, del verbo ποιέω (poieo), que significa hacer, fabricar,<br />

ejecutar, engendrar, dar a luz, obtener, sacar, causar, obrar, ser eficaz. Como<br />

vemos, la palabra poesía no está nada lejos de la acción.<br />

En este sentido, otro de los usos del virus del <strong>lenguaje</strong> como cura sería la<br />

experiencia psicoanalítica, ya que el psicoanálisis es una acción fundada en un<br />

deseo que utiliza la palabra como instrumento.<br />

Jacques Lacan dice: “La poesía también, eso hace algo... Quizás preguntárselo<br />

(eso hace y a quién) sería una forma de introducción a lo que hay de acto en la<br />

poesía. <strong>El</strong> psicoanálisis hace algo, pero ciertamente, no en el sentido de la poesía.”<br />

Según Graciela Tustanoski, en su aproximación al estudio de la relación entre<br />

poesía y psicoanálisis con respecto al <strong>lenguaje</strong>, propone usar dos citas para<br />

introducir su tesis, la primera una frase de Hölderlin: “el deseo es que las<br />

palabras se abran como flores.” La segunda que usa es de Borges: “No me<br />

sorprendería que las circunstancias que he enumerado fueran erróneas... De lo<br />

que estoy seguro es de la brusca revelación que esos versos me depararon. Hasta<br />

esa noche el <strong>lenguaje</strong> no había sido otra cosa para mí que un medio de<br />

comunicación, un mecanismo cotidiano de signos: Los versos de Almafuerte que<br />

Evaristo Carriego nos recitó me revelaron que podía ser también una música, una<br />

pasión y un sueño. Housman ha escrito que la poesía es algo que sentimos con la<br />

carne y la sangre.” Según Tustanoski este párrafo de Borges nos conduce al<br />

menos a tres importantes cuestiones: la poesía como revelación, el tratamiento<br />

poético del <strong>lenguaje</strong> y la relación entre el <strong>lenguaje</strong> y el cuerpo. En lo referido<br />

al segundo punto, es decir, al tratamiento poético del <strong>lenguaje</strong>, otra autora,


Julia Kristeva, propone que el <strong>lenguaje</strong> poético es “el lugar mismo donde se<br />

destruye y se renueva el código social”. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> poético, entonces, se<br />

desprende del discurrir vacío del habla cotidiana para buscar sentidos nuevos.<br />

Y es, este es un punto de encuentro con el psicoanálisis. <strong>El</strong> psicoanálisis<br />

también pone en cuestión a los ideales admitidos del código común. Hecho<br />

que señaló Lacan en el seminario número 5.<br />

Desde el principio de su enseñanza, Lacan, pone en juego una antinomia: “a<br />

medida que el <strong>lenguaje</strong> se hace más funcional (a lo que añado el uso abusivo del<br />

<strong>lenguaje</strong> como mecanismo meramente transmisor mediante herramientas<br />

gestadas por la infección de las multinacionales, que inoculan falsa necesidad,<br />

virus infeccioso y contagioso, creado para consumir aplicaciones<br />

tecnológicas), se vuelve impropio para la palabra, y de hacérsenos demasiado<br />

particular, pierde su función de <strong>lenguaje</strong>.” <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> cuanto más sirve para<br />

comunicar, menos valor de palabra tiene. De esta manera distinguimos la<br />

palabra plena y la palabra vacía. Con respecto al sentido dado por el habla<br />

cotidiana esta distinción produce una paradoja ya que es la palabra plena o<br />

llena la que es capaz de provocar un vacío de sentido que permite algo nuevo;<br />

y la palabra vacía, a su vez, contradictoriamente, llena el tiempo de sentidos<br />

fútiles.<br />

En palabras de Tustanoski: “el acto de la palabra poética es un acto creativo. Es<br />

una palabra particular, fuera del circuito de la comunicación, que, tomada en su<br />

materialidad deja de ser un medio para ser un fin en sí misma. En el más allá del<br />

discurso cotidiano la palabra pierde su anudamiento con los sentidos prefijados<br />

para abrirse como una flor a la diversidad de sentidos”. Julia Kristeva nos dice:<br />

“<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> poético sitúa su propio proceso como indecidible entre el sentido y el<br />

sin­sentido, entre la lengua y el ritmo.” Para ella, hay un nivel del <strong>lenguaje</strong> que<br />

no tiene que ver con el sentido sino con la entonación y el ritmo que se da en


los primeros balbuceos del niño.<br />

<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es éste que comienza a desarrollarse y a cimentarse a partir de la<br />

gestación, y se configura según la relación del individuo con el mundo que lo<br />

rodea. De este modo, aprende a emitir, a escuchar y a comprender ciertos<br />

sonidos y no otros, planificando aquello que se pretende comunicar de una<br />

manera absolutamente particular.<br />

Como bien sabemos existen muchos <strong>lenguaje</strong>s diferentes, con lo que nos<br />

referimos a la diversidad de idiomas que existen alrededor del mundo. Los<br />

investigadores no han encontrado aún alguna lengua primitiva que se<br />

comporte como la madre de todas las demás, sin embargo, se han desarrollado<br />

múltiples hipótesis que explican al <strong>lenguaje</strong> como el resultado de ciertas<br />

relaciones psicofísicas que nacen a partir de las sensaciones, tanto visuales<br />

como auditivas. Otra rama de hipótesis plantea que el <strong>lenguaje</strong> se deriva de<br />

una evolución natural en la que convergen el entorno social y las necesidades<br />

humanas que de ahí aparecen. Las teorías modernas apuntan a que el <strong>lenguaje</strong><br />

es parte integral de nuestro cerebro, por lo que se va a manifestar de una<br />

forma u otra, y la educación lo que hace es desarrollar este impulso y<br />

habilidad latentes en nosotros.<br />

<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> se configura como aquella forma que tienen los seres humanos<br />

para comunicarse. Se trata de un conjunto de signos, tanto orales como<br />

escritos, que a través de su significado y su relación permiten la expresión y la<br />

comunicación humana.<br />

<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es posible gracias a diferentes y complejas funciones que realiza el<br />

cerebro. Estas funciones están relacionadas con lo denominado como<br />

inteligencia y memoria lingüística. La complejidad del <strong>lenguaje</strong> es una de las


grandes diferencias que separan al hombre de los animales, ya que si bien<br />

estos últimos también se comunican entre sí, lo hacen a través medios<br />

instintivos relacionados a diferentes condicionamientos que poca relación<br />

tienen con algún tipo de inteligencia como la humana.<br />

Llegados a este punto sobre el origen del <strong>lenguaje</strong>, sería interesante regresar a<br />

los postulados de William Burroughs al respecto: “el sujeto se encuentra<br />

manipulado y transformado por los procesos de contagio. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es un virus<br />

que se reproduce con gran facilidad y condiciona cualquier actividad humana,<br />

dando cuenta de su intoxicada naturaleza”.<br />

Burroughs teoriza a nivel de <strong>lenguaje</strong> escrito situándose sus propios textos<br />

(hipertextos) como referentes de un nuevo sentido explicativo al acto de la<br />

comunicación humana: “Los textos de Burroughs proliferan sin principio ni fin<br />

como una plaga, se reproducen y alargan en sentidos imprevisibles, son el<br />

producto de una hibridación de muy diversos registros que no tienen nada que<br />

ver con una evolución literaria tradicional, sus diferentes elementos ignoran la<br />

progresión de la narración y aparecen a la deriva desestructurando las novelas de<br />

su marco temporal, de su coexistencia espacial, de su significado, y posibilitando<br />

que sea el lector quien acabe por estructurarlas según sus propios deseos.<br />

Ante esta situación vírica que Burroughs considera que impregna la existencia, el<br />

escritor entiende que nuestro fin es el caos. <strong>El</strong> caos como un espacio mítico donde<br />

reina lo híbrido, la fusión de lo contradictorio, el doble monstruoso. La función<br />

del caos en la escritura será una fascinación por los residuos, por el flujo verbal<br />

que nos lleva al hundimiento y a la perdida, por el retorno al silencio. La<br />

aspiración será “Encontrar un <strong>lenguaje</strong> endémico, caótico, que sea un <strong>lenguaje</strong><br />

del cuerpo, que se convierta entonces en el fin reconocido de la escritura”.


Burroughs parece situar al <strong>lenguaje</strong> en el campo de la enfermedad, del caos.<br />

La teoría del caos, nacida en 1961, se define como “estudio de la incertidumbre<br />

y la impredictibilidad en las matemáticas y en la naturaleza”. <strong>El</strong> objeto de<br />

estudio de la teoría del caos lo constituyen fenómenos dinámicos fuera de<br />

equilibrio de comportamiento no lineal. Como señala Natalia Bondarenko<br />

Pisemskaya: “A pesar de la opinión generalmente aceptada de que la teoría del<br />

caos, utilizada con éxito en numerosas disciplinas, no se puede aplicar a la<br />

lingüística, existe evidencia contundente de que en el <strong>lenguaje</strong> humano están<br />

presentes fenómenos caóticos. La explicación es que los cambios en cualquier<br />

sistema sólo se perciben después de un tiempo característico, un período<br />

significativamente largo en comparación con la vida humana, y hasta que este<br />

cambio ocurra, todo parece estable e inmutable. En realidad, todo lo que parece<br />

estable es una ilusión, pero no óptica, sino de escala. Finalmente, la teoría del<br />

caos tiene que ver con la incapacidad para predecir y controlar, incapacidad para<br />

una descripción completa, incapacidad para producir un conocimiento acabado.<br />

Por eso, cualquier estudio de cualquier fenómeno, incluyendo el del <strong>lenguaje</strong><br />

humano, nunca será completo y siempre estará intrínsicamente ligado a la<br />

información ausente y al misterio.”<br />

A pesar del desconocimiento del origen del <strong>lenguaje</strong>, lo único que es posible<br />

afirmar es que resulta absolutamente imposible definirlo en forma acotada, ya<br />

que se trata de una facultad humana que evoluciona constantemente ante la<br />

aparición de nuevas necesidades de expresión. De este modo, no existe<br />

ninguna lengua que pueda decirse completa, ya que no existe alguna que<br />

logre expresar la totalidad de sensaciones, sentimientos e ideas que siente el<br />

ser humano.<br />

Y para concluir no se me ocurre nada mejor que el poema de Jacques Lacan,<br />

fechado el 6 de agosto de 1929 ­y envíado a su amigo Ferdinand Alquié.<br />

En la carta a F. Alquié, el título es: Panta Rei, en caracteres griegos.<br />

En Le Phare de Neuilly y en Le Magazine Littéraire el soneto aparece con el


título HIATUS IRRATIONALIS.<br />

Cosas, que fluya en ti el sudor o la savia,<br />

Formas, que nazcan del yunque o la sangre,<br />

Tu torrente no es más denso que mi sueño;<br />

Y si no los golpeo con un deseo incesante,<br />

Atravieso tu agua, caigo hacia la arena<br />

Atraído por el peso de mi demonio pensante.<br />

Solo golpea al duro suelo del que se alza el ser,<br />

Al ciego y sordo mal, al dios sin sentido,<br />

Pero apenas todo verbo ha muerto en mi garganta,<br />

Cosas, que nacieron de la sangre o de la fragua,<br />

Naturaleza, me pierdo en el flujo de un elemento:<br />

<strong>El</strong> que corre en mí, el mismo que te subleva,<br />

Formas, que fluya en ti el sudor o la savia,<br />

Es el fuego que me hace tu amante inmortal.<br />

Melancholiae tibi Bellae. Hardelot 6 août 1929.<br />

JACQUES LACAN


Hiatus Irrationalis<br />

Choses, que coule en vous la sueur ou la sève, / Formes, que vous naissiez de la forge ou<br />

du sang, / Votre torrent n’est pas plus dense que mon rêve; / Et, si je ne vous bats d’un<br />

désir incessant, // Je traverse votre eau, je tombe vers la grève / Où m’attire le poids de<br />

mon démon pensant. / Seul, il heurte au sol dur sur quoi l’être s’élève, / Au mal aveugle<br />

et sourd, au dieu privé de sens, // Mais sitôt que tout verbe a péri dans ma gorge, /<br />

Choses, que vous naissiez du sang ou de la forge, / Nature, ­ je me perds au flux d’un<br />

élément: // Celui qui couve en moi, le même vous soulève, / Formes, que coule en vous<br />

la sueur ou la sève, / C’est le feu qui me fait votre immortel amant.<br />

JMV


Tantas muertes tantas<br />

Tantas muertes tantas y tú aquí estúpidamente sentada maquinando tus<br />

pequeñas tretas para la vida y todos ellos ya no están y todos ellos han vivido<br />

ese paso y ninguno te ha podido contar cómo es aquello ni un libro de entre<br />

los millones que hay escritos en el mundo te lo cuenta y ellos ya lo han vivido<br />

y por eso no están aquí para contártelo y mientras nosotros seguimos<br />

inventándonos una vida y pensando continuamente en una muerte que nunca<br />

sabremos y cuando la sepamos no estaremos ese absurdo lo es todo no hay<br />

nada más importante no hay nada más en realidad esto de aquí es la mayoría<br />

de las veces invención y paso cauteloso ante el horror cómo no pensar en la<br />

inutilidad hoy he leído que la escritura es un acto de cobardía es ante todo la<br />

destrucción de uno mismo y la literatura es casi lo único ya que tengo aquí así<br />

que cobardía y destrucción para seguir viviendo a veces desearía a pesar del<br />

miedo terminar pero lo mas seguro es que después sólo habría esa extensión<br />

sin principio ni fin ni lugar no sé lo que es y da terror imaginarlo así que sólo<br />

tengo valor para vivir este juego y el acto de cruzar la frontera que sí será<br />

vivido y nunca se lo podremos contar a nadie lo quiero imaginar como un<br />

lugar en el que todo lo que fue antes se condensará en pequeñas gotas quizás<br />

de la felicidad suprema quizás del sinsentido y juego más nimio sobre todo a<br />

los que nos ha tocado esta vida sin demasiados obstáculos negros sólo<br />

sufrimientos diminutos y alguna suerte que otra la fascinación más absoluta<br />

me va dominando hacia este mundo que no existe hacia ese paso de frontera<br />

¡todos los hombres amados habitan bajo tierra! mi padre, andrés, hayko,<br />

orhan, andréi, carlos preguntar y que no me contesten ya estáis en el otro lado<br />

si es que hay lado en el otro lado y qué me importan las pequeñas empresas<br />

por eso sólo me interesa lo absoluto del silencio y el agujero negro del sexo<br />

yacer en una cama con otro cuerpo sin mentiras ni construcciones en el aire lo<br />

esencial el silencio el goce y el abismo de los agujeros negros como los de


millares construir agujeros diligentemente mientras vas cayendo por uno de<br />

ellos la vida es un agujero que nunca se acaba porque el final es la muerte y la<br />

muerte es otro agujero que nunca se acaba y en medio te sujetan los agujeros<br />

de las palabras (a veces) y del silencio y del sexo más inaudito el resto es<br />

trivial así que le buscas a él en medio de la trivialidad más absoluta porque<br />

buscas lo que su cuerpo y su mente te puede dar encima de tu cuerpo y tu<br />

mente no importa lo demás lo demás son los cuentos que te has contado<br />

(¡tantos!) y te has creído pero ahora ya no mucho ya casi nada las palabras de<br />

danilo kis enfebrecido hablando de la muerte antes de morir él mismo<br />

prematuramente el silencio que encuentras detrás de cada revelación tu<br />

silencio y tu consistencia en la verdad y el sexo que ahora él me da sin<br />

palabras (¡yo que amé tanto las palabras!) donde descubro un lugar de paz y<br />

entender sólo un paso para convertirme ya en ese ser fascinado por la muerte<br />

que pregunta a sus muertos y nunca obtiene respuesta pero continúa<br />

preguntando es vital la pregunta te hace saber donde está ese ser que vive en<br />

el silencio de las palabras y de los agujeros la sensación de cordura que me<br />

habita mientras escribo me aleja acercándome de otra manera a lo cotidiano<br />

voy con otra alegría a encontrarme en los lugares del ser y el estar porque a<br />

mi lado hay un cuerpo que puede hacer las cosas más inmensas y ya no te vas<br />

porque esperas el milagro de su último gesto o porque has encontrado un<br />

lugar en la extrañeza de su silencio probar a estar con él de otra manera<br />

probar a ser eso a vivir que ocurre con él probar a dejarme llevar por lo que va<br />

pasando y no preguntarme nada en este camino por donde la vida me ha ido<br />

metiendo y que construyo en mi silencio y en mis palabras ¿qué me importa<br />

más: ganar la pequeña y miserable batalla en la que conseguir que él se<br />

entregue bajo mis piernas (¿y después qué?) o quedarme en ese gesto<br />

contraído de su cara mientras está encima de mí dejándome todo el poso de<br />

sabia amarga? no preguntemos más no desesperemos horademos otros<br />

caminos que tienen que ver más con la esencia que yo ahora habito y a la que


he llegado después de muchos intentos en la duda de la normalidad y que<br />

tienen que ver más con un cuerpo como respuesta la esencia primera el lugar<br />

donde situarme siempre me pareció inmenso un cuerpo dispuesto para el goce<br />

deja ya de buscar la constatación de que no estás sola estás sola todos lo<br />

estamos y ahí estás bien si un cuerpo cerca te invade de vez en cuando y en<br />

ese misterio puedes yacer has caminado un largo camino para saberte situada<br />

en ese lugar dejando ya definitivamente atrás las pequeñas vocecitas sino para<br />

qué tanto sufrimiento has tenido que llegar a ese lugar no era posible otro<br />

despójate de una vez sé tú sin que nadie más lo sepa no es necesario el<br />

regocijo es íntimo sólo deseo ver cómo su cuerpo se inclina y entra en mí y su<br />

cara se contrae puedo esperar horas hasta que llegue ese momento horas en<br />

las que no importa lo que hable o haga no hay que buscar ese tipo de<br />

identificación sólo después llegará la comunión de los cuerpos y a través de<br />

ella la de las mentes él es un hombre que habita abismos y por eso tiene<br />

miedo mucho lo que de él me interesa nunca será dicho ni por él ni por mí<br />

sólo será vivido ¿y el resto de la vida? el resto de la vida cobra sentido después<br />

de ese acto no espero nada de él es libre soy libre me he ido ya tan lejos que<br />

casi todas esas palabras suenan huecas las palabras con las que se comunican<br />

se atropellan se agitan estoy muy lejos en la tundra en la tierra del silencio me<br />

he ido allí y he recuperado la inocencia algo limpio se ha introducido en mí y<br />

sube y sube no para de subir mientras yo desciendo y desciendo por el<br />

misterio de los agujeros negros todo casa y ahí encuentro silencios en los<br />

puños y casi ya no deseo nada quédate aunque sea un rato para que pueda<br />

entender la tundra o ésta sea más amable quédate a mi lado aunque estés<br />

lejos mientras me abrazas ahora ya sé que los momentos de revelación no se<br />

perpetúan ahora ya sé que la revelación no se queda para darle un sentido a<br />

todo hay que trabajarse la revelación o a veces también puede pasar que al día<br />

siguiente ya no tiene sentido o los acontecimientos la superan o los viejos<br />

hábitos te asolan Celan diez días su cuerpo arrastrado por el agua


golpeándose contra piedras y fango y orillas rugosas diez días donde nadie<br />

sabía y él ¿él sabía? ¿dónde estuvo esos diez días aparte de en el agua fría y<br />

sucia? ¿ya no dolor ni amor ni pena? ¿ya nada a pesar de un cuerpo? la<br />

existencia de su cuerpo flotando ¿qué existencia es? ¿dónde colocar la mente?<br />

y el cuerpo ¿no es nada? mi país es esto que escucho y esto que escribo y esto<br />

que leo y todo lo que tengo adentro casi intacto pero que clama por ser<br />

manchado por los asuntos del exterior así debe ser si soy humana no hay otra<br />

patria hoy encuentro un jardincillo escalonado y escondido que me recuerda a<br />

Lisboa el mismo hecho de citarnos así o buscarnos y encontrarnos veo las<br />

cosas de otra manera otra luz otra dimensión todo deja de importar miro la<br />

pared de enfrente y recupero de un golpe el mundo que perdí antes de<br />

encontrarlo su locura me alimenta me da vida siempre necesité el delirio cerca<br />

de mí salir del balcón exorcizar los miedos ya tempranos con locura hablar<br />

como en las películas más amadas quiero que llegue tan adentro que pueda<br />

romper las cuerdas buscando entre los rastrojos rascando la tierra hacia<br />

adentro hacia adentro y aún más y luego que suba y me recorra las venas<br />

todas sentir eso tan profundo que hace que la emoción se expanda y salte al<br />

abismo buscando siempre algo que me deje permanecer en un vibrato intenso<br />

y absoluto vivir ahí crucificada los prados oscuros y el maíz crecido las espigas<br />

el matadero estoy todo el tiempo hablando de lo mismo sólo de una cosa<br />

ChMR


Lenguas de agua y fuego<br />

I. Sobre la lengua, el deseo y el destino<br />

Al abordar el <strong>lenguaje</strong> los poetas siempre huyen de la máxima de limpieza y<br />

fijeza que conforman las academias, por más Reales que sean. Éstas se ocupan<br />

de la transmisión de una pureza idílica que, a duras penas se mantiene a<br />

través de los usos populares que la cambian y la vuelven más rica. También la<br />

lengua es arrebatada de su origen popular y fijada en los anaqueles de las<br />

bibliotecas que duermen la escritura.<br />

La lengua nos espera, nos acuna y nos despierta. Nacemos a una voz que nos<br />

arrulla, pero aprendemos su flexibilidad a base de juegos y trampas, quiebros<br />

del deseo, rupturas de lo esperado. Cuando escuchamos los primeros<br />

balbuceos de un niño nos sorprendemos y reímos como cuando nos hace<br />

gracia un chiste o algo inesperado, palabras trocadas que hacen un sentido<br />

nuevo y se vuelven otras por homofonía o aliteración, ese es el origen del<br />

poema, que sin embargo nos abandona a medida que se va conformando el<br />

aparato lógico.<br />

<strong>El</strong>egir una teoría de la lengua es cuanto menos difícil y muchas veces depende<br />

de nuestra intención; si elegimos precisión nos ponemos del lado de una<br />

lengua mayoritaria, si elegimos movimiento nos alejamos del acuerdo,<br />

apuntando al cambio y a lo nuevo. Las teorías que voltearon el efecto formal<br />

del <strong>lenguaje</strong> tomaron el camino de horadar el constructo lógico­científico de lo<br />

que había sido comúnmente admitido. Una cantidad no poco importante de<br />

autores ligaron la lengua a las matemáticas, idea que, aunque de primeras nos<br />

evoca la evitación del error, permitió abrirla al azar, aquello que había<br />

quedado fuera de la cuenta y la sucesión de términos coherentes a una lógica<br />

tradicional, volvía con renovada fuerza. <strong>El</strong> aparato lógico tarda tiempo en<br />

asentarse, y aun así no llega a cubrir con su hábito normativo todo lo que nos


sucede. Casos como Foucault, Badiou, Freud o Lacan rescatan sombras donde<br />

lo simbólico no llega a envolver lo real, entendido esto como lo que sorprende<br />

la línea continua e imaginaria del pensamiento especulativo. <strong>El</strong>los trabajaron<br />

conceptos expulsados de la cultura oficial como Acontecimiento, Discurso e<br />

Inconsciente.<br />

La idea de discurso no es nueva, ¿qué es un discurso? Foucault a raíz de la<br />

toma de posesión de un lugar en La Academia de las Artes lo hace<br />

cuestionando la idea de autor, logrando abrir una página más en la pregunta<br />

¿quién o qué habla a través de nosotros?<br />

Por otro lado a raíz del desencanto del socialismo real proclamado por<br />

Breznev (expresidente de la URSS) muchos intelectuales europeos se<br />

dedicaron a investigar el error de la transmisión de la simbología, que no<br />

conseguía trasladar por sí misma la necesidad de una revolución. La<br />

simbología soviética no había logrado sustituir la heráldica medieval en el<br />

corazón del Pueblo. Seguían pesando sobre su intención los años de<br />

analfabetismo, sustituidos apresuradamente por una idea de hombre universal<br />

imposible a todas luces.<br />

<strong>El</strong> sueño del Pueblo abría la pregunta de cómo se le despierta, y una vez<br />

despierto cómo se le vuelve a dormir o cómo se le sostiene en una vigilia<br />

necesaria con un altar vacío de dioses. <strong>El</strong> avance del capitalismo en la política,<br />

grosso modo, ha producido, una sucesión de alternancias que siempre ha<br />

garantizado las deudas contraídas para el destino de una nación, unas más<br />

amables que otras, pero siempre con cumplida prevalencia.<br />

Tomemos este preámbulo para hablar de algunos agujeros del sistema y de<br />

paso percibir más de cerca ciertas amenazas a la palabra precisa, al cálculo del<br />

orden.


II. Quemarse a lo bonzo<br />

Recientemente tras la gran depresión surgida en estos últimos años, avalada<br />

por la actuación de bancos y mercados, un hombre arruinado se quema a lo<br />

bonzo en Atenas, prendiendo una llama que origina cambios de gobierno, y un<br />

nuevo panorama político que produce brechas en la vieja Europa. <strong>El</strong> dinero<br />

fue suficiente para acallar la voz de los pueblos en tiempos de bonanza, pero<br />

cuando el oro se va de los lugares malditos, se percibe claramente su jaez “La<br />

riqueza es la esencia del rico”, tarde o temprano el brillo vuelve a los bolsillos<br />

que lo inventaron, pero más valorado. Y el valor es esencial para percibir las<br />

diferencias entre clases.<br />

La idea de quemarse a lo bonzo no es nueva: La expresión tiene su origen en<br />

la ola de suicidios de monjes budistas (en japonés es 坊 主 bō<br />

zu, o bonzo en<br />

castellano que lo cogió prestado del francés bonze), que se produjeron a<br />

principios de los años 60 como protesta contra el régimen tiránico de Vietnam<br />

del Sur. Quang Duc, monje budista vietnamita se suicidó quemándose en una<br />

zona muy concurrida de Saigón el 11 de junio de 1963. <strong>El</strong> método sería<br />

posteriormente repetido por otras muchas personas a modo de protesta,<br />

normalmente de carácter político.<br />

Pero, no solamente lo que incendia el discurso común es la inmolación, sino<br />

los gritos que, desesperados, proclaman el fin de periodos de decadencia e<br />

injusticia. En Buenos Aires, después del corralito cruzó una voz por la calle<br />

diciendo: “que se vayan todos”, a la plaza de Mayo acudieron millones de<br />

personas para secundar la protesta, que produjo sucesivas caídas de gobiernos<br />

hasta que se instalaron los Kirchner, que derogaron la ley de punto final<br />

suspendiendo el pago de la deuda hasta que el país no se recuperara y<br />

juzgaron a los militares responsables de la desaparición de miles de<br />

argentinos. Las caceroladas que se produjeron en esos días en Buenos Aires<br />

tuvieron la forma de un acontecimiento. La viveza del grito fue capaz de hacer


saltar de la cadena un significante no calculado en la cadena de significantes.<br />

Puede que mucha gente no esté de acuerdo, pero un grito así capaz de unir a<br />

un montón de personas merece elevarlo a la categoría de comunicación<br />

precisa, el grito llega al sitio justo: voltear lo que ya no es capaz de apasionar.<br />

III. Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?<br />

<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> de los sueños abre también una realidad que nos despierta a un<br />

mundo enigmático, pues toma el <strong>lenguaje</strong> como nuevo cada vez, ya que el<br />

jeroglífico onírico se arma con piezas de diferentes cajas, “los sueños no son los<br />

sueños, sino lo que se dice de ellos”, comenta Freud, y también sostiene que es<br />

el lugar donde se hacen y se enredan los deseos insatisfechos en la vigilia.<br />

Hay un sueño fuerte que podemos tomar como ejemplo de la intraducibilidad<br />

de los mismos a un <strong>lenguaje</strong> común, pero entre esa intraducibilidad se escapa<br />

algo de la conmoción:<br />

“Muerto el niño, se acostó el padre en la habitación contigua a aquella en la que<br />

se hallaba el cadáver y dejó abierta la puerta, por la que penetraba el resplandor<br />

de los cirios. Un anciano, amigo suyo, quedó velando el cadáver. Después de<br />

algunas horas de reposo soñó que su hijo se acercaba a la cama en que se<br />

hallaba, le tocaba en el brazo y le murmuraba al oído, en tono de amargo<br />

reproche: «Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?» A estas palabras despierta<br />

sobresaltado, observa un gran resplandor que ilumina la habitación vecina, corre<br />

a ella, encuentra dormido al anciano que velaba el cadáver de su hijo y ve que<br />

uno de los cirios ha caído sobre el ataúd y ha prendido fuego a una manga de la<br />

mortaja.”<br />

Sigmund Freud: “La interpretación de los sueños” Cap. VII.<br />

La llamada es conmovedora, pero la pregunta de ¿qué y a qué despierta un


sueño? No es fácil de apagar con una respuesta simple. A primera vista parece<br />

que en el duermevela el padre ha percibido el resplandor de la llama a través<br />

del quicio de la puerta, pero ¿y la voz del sueño que reprocha al padre,<br />

vencido de cansancio y harto de llorar, que no ha velado lo suficientemente a<br />

su hijo? ¿y el hijo redivivo en el sueño del padre, conforme a su deseo de que<br />

siga viviendo, recordándole al padre que arde en su ataúd?<br />

¿Qué es lo que conmueve? ¿<strong>El</strong> fuego o la culpa del padre por no haber<br />

cuidado lo suficiente al hijo?<br />

Es difícil establecer el sujeto de este sueño, pues el sujeto de la invocación es<br />

el hijo, pero el sujeto del movimiento es el padre, que no soporta el reproche<br />

de su hijo.<br />

Hay infinidad de manuales que circulan intentando hablar de la simbología<br />

del sueño, pero esto nunca fue importante para Freud.<br />

En el sueño de Chuang Tzu, filósofo chino del siglo IV, poco importa si es Tzu<br />

quien sueña ser una mariposa o es la mariposa que sueña ser el maestro:<br />

“Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que<br />

había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que<br />

era Tzu.”<br />

Freud no se siente atraído por la simbología del sueño, sino por su solución<br />

del sueño, ¿qué soluciona el sueño? <strong>El</strong> deseo del padre de que el hijo reviva<br />

aun marcándolo con un reproche, un deseo inconsciente fraguado en su<br />

tragedia.<br />

Lo importante de los sueños no es su traducción, sino que lo que se lee en<br />

ellos es una solución a qué, al sujeto del deseo. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> del sueño tiene que<br />

volver al lugar que lo produjo, igual que cuando se lee una obra no se espera<br />

aprender de memoria sus pasajes, sino que estos sirvan para leer otras cosas<br />

que vuelvan a hacer revivirla. No solamente se trata de leer la obra hecha por<br />

un autor, sino que esta permanezca viva fuera su clasificación en los estantes<br />

de una biblioteca.


IV. Culturas del agua<br />

Nos movemos en lenguas de prestigio, durante siglos unas lenguas se han<br />

impuesto a otras debido sobre todo a una mayor presencia comercial,<br />

comunicativa o bélica. Sin embargo, hubo culturas que es muy importante que<br />

tengamos en cuenta a la hora de establecer la relación entre <strong>lenguaje</strong> y deseo.<br />

Marcel Mauss, Georges Bataille y Jacques Lacan analizaron la estructura del<br />

don a través de un ritual muy especial que se daba en las regiones amerindias<br />

de América del Norte, en lo que ahora llamamos la Columbia Británica, dicha<br />

tierra era poblada por diferentes tribus (los Haida, Tlingit, Tsimshian, Salish,<br />

Nuu­chah­nulth, y Kwakiutl) (Kwakwaka'wakw). Este ritual se llamaba<br />

potlatch, consistía en un intercambio de bienes por prestigio, acudían a ellos<br />

una gran masa hombres, la ceremonia solía durar varios días con un frenesí<br />

que iba in crescendo conforme pasaba el tiempo. Los jefes de las tribus<br />

subastaban sus bienes en clara ostentación de una riqueza que ya no les era<br />

útil. Al final de la ceremonia todos los bienes acumulados en la subasta se<br />

apilaban y se quemaban en una gran hoguera. ¿Qué recibían a cambio de ello?<br />

Prestigio, cuanto más grande era la sustracción de bienes a los grandes<br />

hombres de otras tribus más renombre cobraba el organizador de dicho ritual,<br />

después de ello era seguido por una gran parte de los asistentes y se convertía<br />

en el hombre más poderoso. Era la democracia del fuego o el feudalismo<br />

negativo.<br />

Aparentemente esto parece un relato antropológico de una cultura que<br />

evidentemente fue dominada por la lengua de la guerra, ya que no eran<br />

belicistas, sino que hacían que la extracción y destrucción de bienes se<br />

convirtiera en poder de seguimiento. Sin embargo, este ritual mostraba:<br />

Una circulación periódica del poder sin eliminación de hombres, proponiendo<br />

sumarlos a la causa más sagrada.<br />

Dejar libre el campo del deseo. Según Jacques Lacan los límites del deseo son


el Bien y lo Bello, llegados a estos límites el deseo se retira, ya que la esencia<br />

del deseo es su ser insatisfecho o la imposibilidad de calcularlo en bienes.<br />

Estas culturas se organizaban alrededor de una idea sagrada: Los tejidos hay<br />

que destejerlos y el tiempo deshacerlo para recuperar algo de lo nuevo.<br />

Hay un pasaje bíblico que muestra muy bien la imposibilidad de llegar al bien<br />

supremo. Jesucristo se dirige a los apóstoles y les dice: “Haced como los lirios<br />

del campo, no hilan ni tejen, pero su traje es la envidia de cualquier emperador”.<br />

Nosotros no estamos en este caso, como dice Lacan, hilamos y tejemos, y<br />

confundimos eso con el amor como cuando le damos nuestro manto a otro<br />

para cubrir la angustia que nos despierta su miseria, pero es posible que el<br />

otro no busque resguardarse del frío con el manto del que lo mira con<br />

indiferencia, sino que el otro lo ame.<br />

Por otra parte el tejido está hecho para meter la cabeza en él y así cubrir<br />

nuestra desnudez desde la cultura dominante, también, por qué no, los textos,<br />

incluso los que se escriben sobre soportes extraños, están para<br />

descontextualizarlos y leer con ellos las cosas vivas.<br />

EGB


Primer intento<br />

Existe un tiempo que parece sólo transcurrir en mí y en mí existe una historia<br />

que se narra silenciosa entre recuerdos de una realidad ajena y vagas<br />

impresiones de trascendencia. Inmersa en este tiempo y esta historia siento<br />

que no existen suficientes palabras capaces de cohesionar mis pensamientos,<br />

siento que desconozco el <strong>lenguaje</strong> con el que se narran las ideas, los atisbos,<br />

desordenados y confusos, siento que no encuentro el lugar para el caos o la<br />

divergencia. Se me revela la imposibilidad del <strong>lenguaje</strong> y soy consciente de mi<br />

incapacidad de narrar para lector alguno. Porque aunque todo es lengua para<br />

el que escucha, aunque todo dice, hay realidades que no tienen reflejo, que<br />

siempre han de manifestarse desde fuera, desde la marginalidad y el<br />

descrédito más absolutos, desde la inexistencia. Hay cosmovisiones que no se<br />

encuentran en las palabras, que rehuyen los significantes condenados a<br />

significar, las cárceles de ideas que tantas palabras prostituidas y maltratadas<br />

representan.<br />

Siempre he pensado que los <strong>lenguaje</strong>s una vez aparecen en nuestro suceder<br />

nos escriben y des(es)criben inevitablemente, nos explican y despliegan el<br />

mapa del universo, de cualquiera que imaginemos. Pienso que no existe<br />

<strong>lenguaje</strong> irrelevante y que aunque desconocido ningún <strong>lenguaje</strong> es imposible.<br />

Sin embargo, no creo en la definición acertada, ni en la correspondencia entre<br />

signos, pues los significados al fin y al cabo están creados del mismo material<br />

del que nos creamos nosotros mismos: Pura abstracción.<br />

Arcanos ancestrales. Antesalas de la substancia. Cérvix literarias. Símbolos<br />

imperfectos de imaginarios y realidades. Nigromancia inflorescente.<br />

Los <strong>lenguaje</strong>s son insuficientes, voces titilantes de lo imposible, poesía de lo<br />

desconocido, de lo extraordinario, de aquello que en algún lugar espera para


dar sentido a las correspondencias imprevistas que impulsan nuestro devenir.<br />

Y mi devenir está impulsado por una serie de relatos que retengo en la fría<br />

clandestinidad de la memoria como embarcaciones encalladas esperando una<br />

corriente que las haga navegar. Pero temo que nunca llegue el momento<br />

oportuno, que no aparezca la palabra exacta, soy consciente de crear historias<br />

atrapadas en un bucle de autorreferencialidad, historias que se podrían incluir<br />

en cualquier <strong>lenguaje</strong> ya existente y en ninguno al mismo tiempo, y esto me<br />

atormenta.<br />

Sin embargo, he de decir que algunas ideas, aquellas que logran hacerse con<br />

un cuerpo textual más bien poco referencial, parecen ser fieles de forma<br />

aleatoria e inesperada al <strong>lenguaje</strong> de la casualidad. La casualidad es la tinta<br />

que escribe mi relato, la coincidencia, la convergencia de un torrente de<br />

experiencias, sensaciones y sin sentidos. Lo meramente casual ha dejado de<br />

existir para mí, todo significa. Todo significa y entre significados propios y<br />

ajenos sé que encontraré el nexo que me unirá definitivamente a ese tiempo y<br />

esa historia que se narra silenciosa, a esos recuerdos de otra realidad que me<br />

inquietan y desvelan. Porque quizá tenga que recordar cien sueños para<br />

escribir un verso, para completar un párrafo o formar siquiera una palabra,<br />

pero quiero que cuándo suceda, mi relato albergue toda la inmensidad del<br />

<strong>lenguaje</strong> en una única y polimorfa expresión de libertad.<br />

CLL


<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> y la moral del esclavo<br />

«¿Quién anda por ahí?»<br />

(…)<br />

«No es nadie, señor, soy yo».<br />

<strong>El</strong> laberinto de la soledad, Octavio Paz<br />

<strong>El</strong> dios desconocido de los helenos sirvió a Pablo de Tarso para hablar del suyo<br />

propio. En el Areópago se rendía culto a una deidad sin nombre; esto permitió<br />

que las palabras del apóstol reverberaran en toda su amplitud. Las personas<br />

que entonces le escuchaban eran cuencos vacíos de prejuicios, receptáculos<br />

expectantes dispuestos a creer. Pablo les dio un nombre. Después de<br />

pronunciado su nombre, quienes allí se congregaban aprendieron a quién<br />

adoraban.<br />

Correr hacia la adultez significa arrojar nombres sobre los campos. Ha muerto<br />

mamá, y no volverá. Y no volverá. Caín mató a Abel. Fin. Estás enfermo;<br />

herido de vida. Estoy vivo. Amo. Quizás el <strong>lenguaje</strong> no cree mundos, o puede<br />

que sí; pero también puede que no. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es como esa luz amaneciente,<br />

cribada por entre los mil brazos salomónicos de los árboles abriéndose en<br />

deíficos tentáculos níveos. La luz amortiguada en las aguas mansas, creadora<br />

de penumbras y destellos titilantes. La luz tiene una sombra, y también el<br />

<strong>lenguaje</strong> tiene su pequeña o gran sombra.<br />

<strong>El</strong> mundo y sus hechos son un árbol, un parasol o una pagoda. Hay árboles<br />

mayores que otros, pero todos dan sombra. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>, como la luz, significa<br />

sus pigmentos. <strong>El</strong> púrpura es púrpura por la luz, y el rojo también. He aquí<br />

una mesa redonda de bordes romos. Las palabras son pues esa luz trémula y


mortecina que distrae nuestra atención hacia este o aquel punto, con cierto<br />

grado de arbitrariedad. Es el río, ese río de oro que corre hacia algún lugar de<br />

donde no se vuelve, como escribió una vez la hada de la literatura Ana María<br />

Matute, y cuyo cauce delimita su amplitud o estrechez; el río es más río<br />

cuando se desborda y abraza la ribera; no se es río por el cauce, sino por las<br />

márgenes. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> miente menos cuanto más se sale del camino de<br />

baldosas amarillas.<br />

Tal es el poder de la palabra que le es negada a muchos por su locura. Los<br />

locos, término extraño, han sido privados de palabra; el acto elocutivo<br />

invalida ya sus efectos. Los locos necesitan que firmen por ellos, no disponen<br />

de su yo. Y cuando se quiere desautorizar a alguien se le tacha de loco: “estás<br />

loco.” La palabra alumbra y oscurece. Cuando los argumentos propios no<br />

gustan, la solución pasa por demonizar el discurso; con ello no sólo se logra<br />

eliminar el eco de los mismos, sino también hurtar la voz. Y yo pregunto: ¿qué<br />

es un ser humano sin su voz? Pregunto yo, no preguntan por mí. Decir yo, es<br />

decir “existo”, porque existir no es siempre razón biológica, a pesar de<br />

provenir todos del mismo sitio. Es más, si se piensa detenidamente mirando<br />

atrás… ¿Son más los humanos libres de la historia que los esclavos?<br />

Decir es arrastrar esa marea insepulta de lo que somos a la vida. No amamos<br />

del todo hasta que decimos: “yo amo.” Y de esta forma no somos hasta que<br />

pronunciamos; pronunciar no como seres balbucientes, sino como semidioses<br />

que, a cada paso, piensan diciendo conscientes de la solemnidad ritual del<br />

momento. Hablando podemos mentirnos, podemos decirnos lo que no es que,<br />

para nosotros, será. En la misma línea, lo sacro y lo mágico ancestral de la<br />

palabra propicia el milagro de matar lo que es; para lo cual nos serviremos del<br />

tabú. No se pronuncia algo, ergo no existe. Como niños que se cubren los ojos:<br />

“no estoy.” Como la fe. Da igual que se piense, da igual que se vea; no existe.


La palabra es sutil, pero miremos sobre todo su sombra, miremos las márgenes<br />

del río. Miremos lo que no enfocan esos cañones áureos y alados desbalagados<br />

entre las ramas de nuestro árbol. <strong>El</strong> dolor de la palabra es lo que omite, lo que<br />

no quiere o no sabe decir. <strong>El</strong> poeta no siente más, no siente mejor, el poeta se<br />

sienta a la sombra de la palabra, abraza lo desenfocado del trueno.<br />

Lo sutil de la palabra, lo que nos ancla, lo que llevamos marcado de<br />

nacimiento es lo no deliberado; lo que se hereda. Siempre me ha horrorizado<br />

el <strong>lenguaje</strong> cotidiano. Bueno, no siempre. También me ha sobrepasado por su<br />

potencia expresiva y por su poética, o capacidad creadora. “Ganarse la vida” es<br />

una de esas frases que le hacen a uno entender en qué clase de lugar vive,<br />

hablamos ­no vivimos­ un tipo de sociedad que nos moldea: señoras y señores,<br />

mesas y puertas, gánense la vida, y así lograrán la manumisión de sus<br />

espíritus. Son mujeres y hombres en tanto se ganen el derecho a serlo ­o, al<br />

menos, eso parece decírsenos de forma velada.<br />

Tanto es así que el ser humano primero hace lo quimérico, construye muros<br />

inexpugnables, y luego dice que hacer lo contrario es quimérico; y, peor aún,<br />

nos lo creemos. Somos al mismo tiempo dios y pobre diablo; creamos a dios,<br />

nos lo inventamos. Le damos el poder, decimos que nos ha creado. ¿Quién<br />

duda de la existencia de dios ­o de Dios­? Yo digo “dios”, y Dios existe. Todo lo<br />

pensado ­se piensa con palabras­ existe. ¿Cómo puedo yo, en mi humildad de<br />

hombre que apenas puede escribir estas líneas, negar lo creado con palabras?<br />

No hay ciencia ­y espero que se me entienda­ que pueda destruir lo construido<br />

con palabras.<br />

Pero no todo es negativo; la palabra tiene la calidad de la infancia. Érase una<br />

vez en un mundo inventado. Un mundo que puede ser posible, aunque no<br />

probable. Tomás Moro al componer su Utopía manifestó que deseaba que


aquello ocurriese, pero que no lo esperaba. Soñar no es esperar. Hablar no es<br />

mentir. Decir “nosotros” es trazar una línea de paredes altas, saber que hay un<br />

“vosotros.” Pero sobre todo la palabra no debería de servir para afianzar<br />

creencias ni dogmas; jamás deberían haber perdido nuestros helenos del<br />

Areópago su capacidad de asombro, la enormidad de sus almas al adorar a un<br />

dios ­con minúscula­ desconocido. Adorar a un dios sin nombre, un dios<br />

pequeño, que se duda a sí mismo. Que habla.<br />

JPB


Palabras como golpes<br />

Levantó los ojos y allí estaba de nuevo. Aquel crío rollizo, vestido con el<br />

uniforme del campamento infierno, el pantalón corto sujeto con un cinturón<br />

de cuero demasiado apretado, y la camisa color caqui, enorme sobre sus<br />

hombros estrechos y desgarbados. Tenía la expresión de siempre, entre<br />

temerosa e implada, como si fuera a romper a llorar al instante siguiente.<br />

Parpadeó molesto y el espejo reflejó entonces al hombre, las canas pintadas de<br />

negro, el traje de corte impecable y los cristales de las gafas sin montura<br />

matizando en parte su mirada, repentinamente embrutecida.<br />

“Se va a enterar esa zorra inútil, joder; los puños planchados otra vez con<br />

dobleces”, pensó mientras salía del baño en dirección a la cocina sacudiendo<br />

los brazos con violencia para ocultar las dos franjas de tela de la camisa que<br />

asomaban apenas por las mangas de la americana.<br />

“Eres estúpida”, le escupió al oído a su mujer, quien no pareció oírle y<br />

continuó extrayendo prendas húmedas con olor a flores del tambor abierto de<br />

la lavadora, ante el que se inclinaba lenta, trabajosamente. “Y por favor”,<br />

añadió, “adecéntate un poco, das asco con solo mirarte”.<br />

Sin esperar respuesta, buscó de nuevo su imagen, ahora en el espejo del<br />

recibidor. Con el traje completo, apenas resultaban perceptibles la falta de<br />

vigor de su torso, la curva abultada del vientre y el extraño perfil convexo de<br />

su pubis bajo la tela del pantalón, ajustado en exceso. Prendió con dedos<br />

ágiles y aire mundano la botonadura de la chaqueta, basculó satisfecho sobre<br />

los lustrosos zapatos de cordones y salió del piso sin despedirse. Al tomar<br />

asiento en la trasera del Audi estacionado frente al portal, su gesto recuperó<br />

inmediatamente la dureza. Esperó a que el chófer, aprensivo, rodeara a<br />

grandes zancadas el coche, tras cerrar suavemente su puerta.<br />

“La madre que os parió a todos”, exclamó irritado, “aquí dentro hace un calor<br />

del carajo. A ver si mañana, mientras esperas en la puta cola del paro, logras


ecordar cómo funciona un climatizador, maldito cabrón ignorante”.<br />

BM


Claude<br />

Le descubrí a través de los cristales de un bar. Llevaba zancadas de medio<br />

metro y movía los brazos a discreción, como si fuera un niño pequeño. Llovía<br />

a mares. Me dieron unas ganas peligrosas de seguirle, frenarle y asfixiarle con<br />

un beso. La lluvia le dejó correr de largo y en un segundo, desapareció.<br />

Tres días más tarde coincidí con él en la presentación de un libro. <strong>El</strong> acto<br />

transcurría en el Museo del Romanticismo, y supersticiosa como soy, pensé<br />

que aquello podía ser una señal. Me acerqué a él imitando los andares felinos<br />

de las modelos. Y poniéndole un dedo sobre la barbilla le dije: “Me gusta tu<br />

barba descuidada.”<br />

Contestó algo raro como: “Qu'est­ce que tu dis?”. Y no dejó de acariciarme el<br />

dedo. Al terminar la presentación, me agarró la mano y me sacó a la calle<br />

abriendo un paso violento entre la gente. Llovía a mares. Nos refugiamos bajo<br />

la marquesina del museo. “Qu'est­ce que tu veux de moi, ma belle?”.<br />

Susurraba muy sexy, todo el tiempo. Y yo, yo no entendía más que las gotas de<br />

agua contra mis pestañas y el rumor de sus dedos bajo mi jersey. Tras un<br />

restregón tan bonito que hacía honor al nombre de nuestro refugio, nos<br />

despedimos sin darnos datos para que eso ocurriera de nuevo.<br />

Una vez más el azar me puso frente a él. Coincidimos en un café cercano a la<br />

Plaza de las Descalzas. “Ma douce. C’est une joie de te revoir, petite fille”. No<br />

supe en aquel momento que me decía. No fue necesario comprender sus<br />

palabras para besarle la boca y el cuello hasta pintarle de rojo la camisa. Se<br />

apartó de la gente que le acompañaba y pidió una botella de champán para<br />

compartir conmigo. Tan solo cruzábamos risas, caricias y miradas. De vez en<br />

cuando alguna palabra incomprensible para el otro, pero dulce siempre. Me<br />

arrastró ebria hacia la calle. Llovía a mares. Un taxi nos llevó al Holliday Inn<br />

de la calle Manuela Malasaña. Tímida, pedí una habitación. Él me observaba


fascinado: “J’aime la sonorité de tes mots”. Por pudor no os contaré lo que<br />

ocurrió en aquella habitación del Holliday Inn. No más que la lluvia taconeaba<br />

la ventana como una bailaora y él sonreía. Y yo. Y los cristales se manchaban<br />

de vaho. Y no se veía más que oscuro entre las rendijas. Y se escuchaban<br />

gemidos de paloma y bocas sorbiendo piel. Y blanco. Y risas. Por eso repetimos<br />

la semana siguiente y la otra y la de después. Convertimos esa habitación en<br />

un tablao flamenco.<br />

Le llevé a Alcalá de Henares, a Toledo y al Escorial. “Qui est­ce?” “Qu’est que<br />

c’est?”. Preguntaba curioso y yo contestaba lo que me venía en gana: “<strong>El</strong> perro<br />

de San Roque”. “Un poco de tinta”. “Mañana vuelve”. “Llueve a mares”.<br />

Me dijo que se llamaba Claude y me enamoré. Nos encontrábamos cada tarde<br />

en el café de Las Descalzas y de ahí al Holliday Inn. “Ça va?” “Me quedé sin<br />

crema de manos” “Tu as fain?” “Fumemos maría” “Tu veux faire quoi?” “A mí<br />

también me gusta el aire”.<br />

Quise más y más de Claude. Tanto que me matriculé en la Alliance Française<br />

para hablar igual que él. Cada día le decía una palabra nueva: “Bonjour”<br />

“Qu'est­ce qui te plaît ?” “Tu m’aimes?”. Así, poco a poco, me iba descubriendo<br />

con palabras, frases, párrafos, hasta que en algún momento logré mantener<br />

una conversación con él. Y luego otra y alguna más.<br />

Ayer se me perdió la mirada a través de los cristales de un bar. Llovía a mares.<br />

Había bebido mucho champán cuando le vi pasar, dando zancadas largas y<br />

moviendo los brazos a discreción, como si fuera un niño pequeño. Corrí tras él<br />

y le atropellé peligrosamente. “Qu'est­ce qui te prend?”. Le susurré acariciando<br />

su barbilla con el índice. “Pourquoi tu viens plus au café de Las Descalzas? ".<br />

Claude me miraba fijamente, con cara de extrañeza. No sabía qué le estaba


diciendo. Rechazó mi dedo y continuó con sus zancadas de medio metro,<br />

pisando los charcos. Volví al bar de los cristales sin dejar de pensar en él.<br />

Desde que he aprendido su idioma, nos hemos dejado de entender.<br />

SO


<strong>El</strong> viaje<br />

Saltó del jergón de golpe, angustiado, y quedó de pie en equilibrio inestable<br />

balanceándose sobre los pies, tratando de saber dónde se encontraba, nublado<br />

aun el entendimiento por los garfios del sueño. La luz difusa que se colaba a<br />

través de la grieta en la pared que hacía las veces de ventana, apenas si le<br />

dejaba ver lo que había a su alrededor. Poco a poco los acontecimientos<br />

pasados acudieron a su cabeza haciéndole consciente de su situación, la<br />

sucesión de hechos vividos se desplegó ante sus ojos en un abanico de<br />

imágenes, caleidoscopio febril que le mostraba en una amalgama desordenada<br />

la cruda realidad.<br />

Fernando se pasó las manos por la frente retirando el cabello lacio y oscuro<br />

que le caía sobre la cara como si al mismo tiempo pudiera espantar los<br />

miedos. Una vez acostumbrado a la penumbra percibió con un poco más de<br />

claridad el entorno donde se encontraba, un giro de 180 grados sobre sí<br />

mismo le aportó la información necesaria, para saber, que se encontraba en<br />

una habitación de unos escasos cuatro metros cuadrados con paredes de<br />

ladrillo manchados de cal.<br />

Apenas recordaba cómo le habían metido a empujones en la habitación, el<br />

guardián mal encarado le agarró por los pies y le llevó rebotando sobre el<br />

suelo desigual, después sintió cerrarse una puerta y escuchó el cerrojazo,<br />

buscó a tientas con los brazos extendidos algo que le sirviera de referencia,<br />

palpando el aire en un juego loco de gallina ciega. Al encontrar lo que parecía<br />

una especie de colchón, se arrastró como pudo y quedó encima de él en<br />

posición fetal escondida la cabeza entre las manos, le dolía cada hueso del<br />

cuerpo, el agotamiento pudo más que el dolor y cayó en un profundo sopor<br />

del que le ha despertado la sed, la sensación de vacío en el estómago y el


agudo dolor de cabeza que atraviesa sus sienes como un puñal.<br />

Cómo es posible, se pregunta, hace tan solo unos días planeaba el viaje de su<br />

vida a tierras remotas, quería irse lejos de todo lo conocido, le asfixiaba el<br />

ambiente del barrio, la parloteante cordialidad de los vecinos, la charla<br />

insustancial de su novia, la monótona cantinela de los niños, incluso las<br />

llamadas de sus amigos que le convocaban a encuentros y tertulias, le<br />

resultaban cargantes.<br />

Realmente estaba hastiado, harto de escuchar lo mismo a las mismas personas<br />

en parecidas situaciones diciendo las mismas o parecidas cosas, el cansancio<br />

hizo mella en él desvirtuando su percepción auditiva.<br />

Lo que para los demás eran palabras para Fernando era ruido, un ruido<br />

monocorde que le impedía pensar y que le obligaba a mantener su atención en<br />

personas y cuestiones completamente ajenas a sus gustos e intereses.<br />

Quería estar solo, sin hablar con nadie, sin esforzarse por escuchar lo que no<br />

quería oír, volar lo más lejos posible de su entorno cotidiano, diluirse en algún<br />

espacio en el que fuera totalmente un extraño, para que nadie le acosara con<br />

la carga de palabras que forzosamente tenía que soportar.<br />

Tomó la decisión una mañana, al pasar por una agencia de viajes especializada<br />

en aventuras y después de contemplar en el escaparate los diferentes<br />

catálogos, entró decidido en la tienda, al cruzar la puerta una campanilla sonó<br />

avisando de su llegada. No había nadie para atenderle en ninguna de las dos<br />

mesas de madera donde reposaban un par de ordenadores, al poco un<br />

avispado comercial apareció con restos de carmín en los labios acompañado<br />

por su compañera de trabajo que ocupó una de las sillas, y que se zambulló


acto seguido escondiendo su turbación entre los montoncitos de papeles<br />

mientras tecleaba con furia.<br />

<strong>El</strong> comercial después de limpiarse la boca con la mano le indicó con un<br />

ademán que tomara asiento, Fernando le explicó brevemente su deseo de<br />

viajar, no le importaba dónde con tal de que fuera como mucho en un par de<br />

días, quería ir a un lugar lo más escondido posible, lejos de cualquier tipo de<br />

civilización cercana o atrayente para el flujo de turistas que con ansias de<br />

aventura se diseminaban por todos los confines del globo. Por supuesto el<br />

desplazamiento sería hecho a su medida, sin acompañantes que le fastidiaran<br />

con sus charlas, preguntas e historias sobre las naciones que habían recorrido.<br />

Fernando estaba convencido de que la gente peregrina con el único propósito<br />

de contar después sus trayectos en una retahíla interminable, sin escucharse<br />

entre ellos, en una vanagloriosa y extraña competición de países visitados que<br />

muestran como una colección de cromos. Si le, no le. He estado, no he estado.<br />

La decisión la tomó con bastante rapidez, no estaba dispuesto a soportar la<br />

incontinencia verbal del empleado ni a sufrir sus interminables explicaciones y<br />

consejos, sin hacer caso de sus recomendaciones escogió una república<br />

africana por el simple hecho de que su lengua oficial le era absolutamente<br />

desconocida, por tanto podría mantenerse al margen de cualquier atisbo de<br />

comunicación, el único inconveniente eran las vacunas que forzosamente<br />

necesitaba para entrar en el estado, esto le supondría un retraso en sus planes.<br />

De todas maneras pensó que este retraso le permitiría preparar su periplo con<br />

el secreto que él quería, no estaba dispuesto a que le siguieran asaeteando allá<br />

donde fuera con mensajitos y llamadas de toda índole, máxime cuando su<br />

cumpleaños lo celebraría a miles de kilómetros, es más, dejaría el móvil en<br />

España y cogería si eso era posible uno cuando llegara al aeropuerto de<br />

destino, y si no ya se las arreglaría. Estaba decidido, este año no podrían darle


la murga aunque quisieran.<br />

Cuando llegó al aeropuerto de Mogadiscio no le sorprendió el ambiente<br />

enrarecido, ya sabía él que ese País estaba tachado de conflictivo, a la gente le<br />

gusta exagerar para sentirse más importante. Tras pasar los trámites<br />

aduaneros y recoger su equipaje salió dispuesto a disfrutar de lleno su<br />

aventura. <strong>El</strong> chirrido de las llantas sobre el pavimento dejó en suspenso<br />

cualquier atisbo de actividad, Fernando no daba crédito a lo que veían sus<br />

ojos, la gente corría despavorida como conejos asustados hacia sus<br />

madrigueras huyendo del convoy que había aparecido como por arte de<br />

magia.<br />

Él no tuvo la decisión ni la oportunidad de escapar, uno de los hombres<br />

uniformados que bajaron del jeep le apuntó directamente con el arma<br />

mientras le preguntaba en un idioma totalmente desconocido, haciendo un<br />

gran esfuerzo consiguió hilvanar unas palabras temblorosas explicando al<br />

soldado que él era ciudadano español en viaje de turismo, el soldado volvió a<br />

articular los sonidos incomprensibles en un tono mucho más elevado mientras<br />

hacía gestos intimidatorios. De nuevo volvió Fernando a dar sus razones, esta<br />

vez casi a gritos, contagiado por la excitación de su interlocutor. Todo en vano,<br />

lo siguiente fue el culetazo en la cabeza que le hizo desmoronarse como un<br />

pelele y el calor de la sangre corriendo por su cara.<br />

Tirado en el jeep, durante el camino hacia lo desconocido, trató en vano de<br />

comprender lo que hablaban entre ellos, tampoco logró hacerse entender a<br />

pesar de sus gritos desesperados, lo más que consiguió fue que le patearan<br />

entre risas y conversaciones indescifrables, que, Fernando, habría dado la vida<br />

por entender.


Nunca supo que la vida le iba en ello.<br />

MB


POESÍA<br />

Apelación a Dylan Thomas<br />

Quizás el secreto esté en los ojos de un roedor que ahora muerde los barrotes<br />

de su jaula. En el óxido de otros barrotes, en celda de cárcel o manicomio. En<br />

la cárcel donde alguien sueña que regresa a casa otra vez niño y llama a su<br />

madre y ella trae, en un plato, bizcochos. En el manicomio donde cada cual<br />

rota sobre sí mismo y gira alrededor de un alto árbol sin raíces y dirigido por<br />

entero hacia las nubes. En la gravilla. En el cieno. En lo que se arroja de la<br />

casa luego de la limpieza. En el oro. En el preciso movimiento de un reloj. En<br />

el impreciso testimonio de quien mira a través de una rendija. En la dirección<br />

al mar, al gallo que rasga el aire de la mañana, al oráculo que algunos<br />

suponen reside en un trapo atado a un palo enterrado, al grafito de un lápiz<br />

que olvidaron en una caja. Tal vez, bajo una camisa de mujer, en la palabra<br />

rosicler, en un gorrión, cualquiera de los que anidan de a decenas en las<br />

ramas, en un pasaje que habla de lluvias, de sapos y ranas, en un almacén con<br />

olor a aceites y pinturas. ¿Cuál es ese secreto, qué contiene, qué poder reside<br />

en su sustancia, qué ángel o demonio lo habita, por qué el anhelo por hallarlo,<br />

para qué esta página que lo invoca?<br />

CB


Intuición y delirio en sincopada decadencia estereotipada<br />

A William B.<br />

La intuición es una entidad mutante,<br />

y el <strong>lenguaje</strong> una extensión deforme<br />

de un tumor cerebral.<br />

Hay algo más allá del iris ocular,<br />

una especie de telón de fondo cristalino<br />

que refleja luz herida<br />

que proviene del exterior,<br />

atrapada en fragmentos indivisibles<br />

e irremediablemente erróneos.<br />

A veces, la intuición parece guiarnos<br />

por la locura de la vida<br />

de forma arrebatada.<br />

Otras sólo conduce<br />

a un pozo insondable de sarcasmos.<br />

Es entonces cuando entiendo<br />

que el <strong>lenguaje</strong><br />

es sólo<br />

un esqueje protésico del alma.<br />

JMV


SCAT<br />

Te miro recorrer el pasillo desnuda,<br />

camino del cuarto de baño,<br />

después de hacerte el amor.<br />

Te giras,<br />

te detienes<br />

un instante,<br />

y me sonríes,<br />

todo tu ser me sonríe<br />

en un <strong>lenguaje</strong><br />

que no me cuesta nada comprender.<br />

Luego entras en la ducha<br />

y tarareas algo<br />

que me parece la mejor canción<br />

nunca escrita del jazz.<br />

Cuando vuelves,<br />

he olvidado la letra<br />

de los versos que pensaba escribirte<br />

y beso tus pies<br />

limpios de jazmín<br />

antes de hacerte el amor otra vez.<br />

He hallado la belleza, me digo,<br />

esa de la que nunca podré hablar.


Así como hay escritos<br />

que no tienen nombre<br />

la blanca poesía de tu cuerpo<br />

no tiene palabras.<br />

AS


POESÍA VISUAL<br />

Don Quijote en el Raval<br />

I


II


III<br />

ACG


PINTURA


PINTURA I<br />

Jalón de Aquiles


PINTURA II


Marta Adserias


FOTOG


RAFÍA


FOTOGRAFÍA I


Raquel Calvo


FOTOGRAFÍA II<br />

<strong>El</strong>i Mora


ENTREVISTA<br />

Sergi Bellver, por RDF.<br />

Encontrar la persona adecuada a la que entrevistar para este número de la<br />

revista sobre <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong>, me costó, me costó muchísimo, porque necesitaba a<br />

alguien que se mojara, que se abriera, que cuando yo le lanzara todas esas<br />

preguntas con puertas abiertas, quisiera entrar por ellas y se extendiera,<br />

hablara, se mostrara sin miedo, para indagar sobre un concepto en particular,<br />

sobre el <strong>lenguaje</strong>. Por suerte, una pequeña punzada ahí dentro me dijo el<br />

nombre y terminó saliendo una gran entrevista gracias al entrevistado. Quiero<br />

agradecer la generosidad de Sergi Bellver en sus respuestas, porque aunque a<br />

veces intentó el regate dejando para autoridades mayores alguna cuestión, al<br />

final fue a por todas, de frente, se abrió el pecho y se dejó llevar. Os llevará<br />

con él, sin duda, a la reflexión sobre qué sea el <strong>lenguaje</strong>.<br />

Sergi Bellver ha sido crítico literario, periodista cultural y editor, pero sobre todo, es<br />

escritor, contador de historias. Recientemente ha publicado “Agua dura”, su<br />

primera colección de relatos donde, en sus propias palabras, aborda temas<br />

como la familia en tanto fuente de conflicto, la búsqueda de nuestro lugar en el<br />

mundo y la posibilidad de una segunda oportunidad para quienes han llevado<br />

una existencia al margen de la inercia general.<br />

Os llevará con él.


ENTREVISTA a Sergi Bellver<br />

Sergi, ¿qué es para ti el <strong>lenguaje</strong>?<br />

La ventana por la que el mundo entra en mi casa y lo descubro, aunque no<br />

olvido que hay siempre otras ventanas, algunas mucho más diáfanas. También<br />

es la puerta desde la que salgo al mundo, aunque siempre habrá una puerta<br />

trasera por la que escapar de otros modos de mí mismo. Una manera de talar<br />

las certezas que nos acechan y, tal vez, ver el bosque. Un reflejo<br />

necesariamente difuso e incompleto de la vida. Un mapa del naufragio. Una<br />

forma de supervivencia. Una embajada inmaterial en la que pedir asilo político<br />

para la identidad, cuando ya apenas quedan fronteras por blindar. Y mi medio<br />

de vida, literal y literario: escribo para intentar ganarme el pan sin perder el<br />

sentido de lo que entiendo por vida, pero también para olvidar el camino<br />

marcado por otros, para ser libre, para hacer pie en algunos de los paisajes del<br />

prójimo y para entrar en su casa con algo del mundo a cuestas. Sin todo eso,<br />

para mí, el <strong>lenguaje</strong> quedaría en mera herramienta y la literatura en poco más<br />

que artesanía, producción y mercado.<br />

¿La existencia es sólo <strong>lenguaje</strong>? Entendiendo como existencia un<br />

concepto que se articula, nace y se hace mediante el <strong>lenguaje</strong>. Sé que me<br />

sigues. ¿Qué somos, mero discurso, simple pensamiento?<br />

En todo caso, si nos ceñimos a la convención de lo que es el <strong>lenguaje</strong>,<br />

hablaríamos apenas de la existencia humana, pero podríamos acotar aún más<br />

esa noción si pensáramos en las vidas de tantas personas condicionadas por su<br />

estado físico y mental, por el entorno en que les haya tocado desarrollarse o<br />

contra el que traten de sobrevivir. ¿Es más pobre la experiencia vital de<br />

alguien que la apoye en otro sistema de relación con el mundo y con los


demás? ¿La de alguien que viva en soledad o que, entre semejantes, esté<br />

privado del <strong>lenguaje</strong> hablado y escrito? Hubo un caso apasionante, el de Helen<br />

Keller, una mujer que nació en el siglo <strong>XIX</strong> y que con apenas año y medio de<br />

vida quedó ciega, sorda y muda por una enfermedad. Cuando creció, aprendió<br />

a comunicarse con el exterior gracias a una cuidadora y a través de un<br />

rudimentario sistema de signos trazados al tacto en la palma de su mano.<br />

Murió casi nonagenaria, habiendo «dictado» varios libros sobre su vida y<br />

admirada por personajes como Mark Twain. Un ejemplo como éste, para mí,<br />

demuestra dos paradojas en el tema que nos ocupa: que el ser humano no es<br />

sólo <strong>lenguaje</strong> pero lo necesita desesperadamente para ampliar y profundizar<br />

en su experiencia del mundo a través del conocimiento compartido con los<br />

demás, y que, al mismo tiempo, el <strong>lenguaje</strong> humano, tal y como lo<br />

entendemos, es a menudo una herramienta muy limitada que no puede<br />

asimilarse al todo en la existencia ni aprehenderla.<br />

Decía Wittgenstein, tantas veces citado por la intelligentsia posmoderna, que<br />

«Los límites de mi <strong>lenguaje</strong> son los límites de mi mundo», y en cierto modo es<br />

así, porque a veces parece que no podemos concebir lo que ni siquiera<br />

alcanzamos a nombrar, pero tampoco hay que tomar esta cita por axioma,<br />

pues somos receptores sintonizados en un solo punto del dial, cuando ese<br />

mundo nos está bombardeando con miles de ondas en frecuencias distintas<br />

que no siempre vamos a saber decodificar sólo con el <strong>lenguaje</strong>, y sin embargo<br />

están ahí, vibrando, formando también parte de la existencia. <strong>El</strong> problema,<br />

creo, viene cuando pretendemos abarcar la existencia sólo con el pensamiento<br />

y su primo hermano, el <strong>lenguaje</strong>. No sólo es absurdo, también es imposible.<br />

Mareemos un poco la perdiz con aquello de que lo primero fue el verbo.<br />

¿Te animas a discurrir sobre ello?


Seguramente lo primero fue bajar de los árboles, levantarnos sobre nuestros<br />

cuartos traseros, otear por encima de las hierbas altas en la sabana, desarrollar<br />

un pulgar oponible, construir herramientas, empezar a despreciar la carroña,<br />

pasar de ser presas a depredadores, comer un montón de carne fresca, asarla<br />

en un buen fuego y cebar así nuestros cerebros generación tras generación<br />

hasta el litro y pico de capacidad. Y gruñir un poco durante el proceso,<br />

imagino, con cualquier forma cada vez menos primitiva de <strong>lenguaje</strong>. De ahí<br />

que el verbo no fuera exactamente ni el huevo ni la gallina. Teorizar sobre<br />

todo esto me queda muy lejos, pues yo apenas soy un contador de historias y,<br />

a veces, quizá, un aprendiz de mago, pero tengo claras dos cosas. La primera,<br />

que, precisamente, perdernos en una maraña teórica nos lleva a actitudes<br />

como la de Derrida, por ejemplo, cuyo discurso seguro que todavía sirve para<br />

impresionar a alguna tierna estudiante de Filosofía y Letras, pero que con su<br />

dialéctica insufrible de la deconstrucción y la negación constante parece<br />

convertir el <strong>lenguaje</strong> y el pensamiento en armas arrojadizas, en vez de tender<br />

puentes reales para la comunicación entre los seres humanos. La segunda, que<br />

hay múltiples formas de <strong>lenguaje</strong>s en otras especies, algunas muy complejas,<br />

como la de los cetáceos, pero que el cerebro humano ha desarrollado una<br />

estructura esencialmente narrativa: nos contamos historias a nosotros mismos<br />

para procesar y comprender la realidad, reconstruimos la memoria con retazos<br />

de ficción que tomamos por reales y reelaboramos nuestro pensamiento<br />

consciente cada noche, cuando soñamos, mientras asistimos a una película de<br />

la que nuestro cerebro supraconsciente es el audaz guionista. Me quedo con<br />

ello, con esa íntima necesidad humana por las historias, digan lo que digan los<br />

intelectuales, y con el <strong>lenguaje</strong> como vehículo para contarlas. No puedo decir<br />

más sin empezar a parecer una hormiga tratando de filosofar sobre lo que<br />

habrá o no más allá del parque. No soy ningún intelectual, sólo un escritor,<br />

una hormiga con alas, si acaso.


Lenguajes hay varios, no sólo con la palabra como componente primero<br />

pero después siempre como vía donde rueda el entendimiento. Con el<br />

DRAE me llevo a morir, pero esta acepción sobre el <strong>lenguaje</strong> me gusta<br />

mucho: 6. m. Conjunto de señales que dan a entender algo. <strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> de<br />

los ojos, el de las flores. ¿Qué <strong>lenguaje</strong> te llena más? Háblanos también<br />

sobre el <strong>lenguaje</strong> del agua (luego volveremos sobre esto).<br />

Como te comentaba hace un momento, y según esa acepción que señalas, el<br />

<strong>lenguaje</strong> no es patrimonio exclusivo del ser humano. Todo es en cierto modo<br />

<strong>lenguaje</strong> entre los seres vivos, desde el rastro químico entre los microscópicos<br />

a los códigos cromáticos entre flores e insectos o al canto de los pájaros y las<br />

yubartas. Lo que parece diferenciarnos del resto de especies es la capacidad<br />

para aprehender y reproducir conceptos abstractos en signos y comunicarlos a<br />

terceros, esto es, para multiplicar la experiencia del individuo a través de la<br />

memoria global de la especie y viceversa. Cada manifestación personal<br />

relevante se anuda al discurso de todo el género humano. Esto es así en cada<br />

campo y actividad, empezando por la tecnología, pero también en lo poético y<br />

literario, y no puedo evitar recordar precisamente ahora aquellas palabras de<br />

Walt Whitman en boca del desaparecido Robin Williams: That the powerful<br />

play goes on, and you will contribute a verse.<br />

En mi caso particular, desde muy niño tuve la necesidad de expresarme de un<br />

modo, digamos, artístico. Primero fueron el dibujo y la pintura. <strong>El</strong> cine<br />

apareció como sueño inalcanzable, y hasta llegué a crear y dirigir un corto de<br />

animación en el colegio. Más tarde lo intenté con la música, ese <strong>lenguaje</strong><br />

absoluto y universal, pero sin ningún talento. Desde el principio la escritura<br />

estuvo siempre ahí como actividad secundaria, subalterna de las demás, o<br />

como una discreta compañera de viaje, luego la dejé en el dique seco una<br />

larguísima temporada, y fue sólo hace siete años cuando me tomé en serio


dedicarme por completo a la literatura. Quizá porque me di cuenta de que,<br />

negado para la música, con un talento corriente para el dibujo y sin medios<br />

para estudiar ni hacer cine, la ficción literaria me permitía comunicar al<br />

menos una parte de mi visión de las cosas. Aunque las palabras a menudo no<br />

basten y lo inefable sea siempre un pez escurridizo, ya no se me ocurre otra<br />

manera de estar en el mundo que sumergido en el <strong>lenguaje</strong> literario,<br />

persiguiendo a ese pez con las palabras, a veces disolviéndome en el agua al<br />

escribir, como aquel otro poisson soluble de los surrealistas.<br />

Juntando las piezas del puzzle de las preguntas anteriores, y aquello de<br />

que lo que no se nombra no existe, y de cómo introducir significados en<br />

las palabras para manipular a las personas, las sociedades, ¿recuerdas<br />

1984, de George Orwell, la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la<br />

ignorancia es la fuerza? Te lo dejo así, para que lo lleves a nuestro día de<br />

hoy, para que nos reflexiones aquí sobre el <strong>lenguaje</strong> y la política.<br />

No sólo recuerdo esa obra de Orwell, sino que la tengo tan presente que una<br />

de las citas que abrirá mi primera novela le pertenece. Lo que dijo Goebbels<br />

sigue vigente y las mentiras repetidas hasta la saciedad acaban instaurándose<br />

como verdades. La cosa ha ido a peor, y si esas mentiras vienen de ciertos<br />

poderes, hoy en día ni siquiera necesitan de la reiteración para ser tomadas<br />

como dogmas. <strong>El</strong> poder ha entendido, especialmente desde mediados del siglo<br />

XX, que dominar el <strong>lenguaje</strong> es dominar a las masas, y si en los años más<br />

terribles de los totalitarismos de cualquier signo, el nazi o el soviético, da lo<br />

mismo, ese dominio se apoyaba en la violencia, hoy en día lo hace de forma<br />

cada vez menos sutil en el control de la prensa, la manipulación de la<br />

economía y la dosificación del miedo. Del miedo al otro, al cambio o al<br />

desastre completo, es decir, a perder lo poco que nos queda. Así, acorraladas<br />

contra las paredes de su establo hipotecado, sin necesidad de la violencia


directa, sino por su propio y atemorizado convencimiento, esas masas son<br />

todavía más manejables.<br />

Hablando hace unos días en otra entrevista sobre el Holocausto judío, una de<br />

mis obsesiones como autor, decía que acabamos de ver cómo Israel ha<br />

masacrado a civiles inocentes de otro pueblo con la excusa de la lícita<br />

autodefensa frente a la amenaza terrorista. La semántica es muy peligrosa en<br />

manos de alguien con la habilidad y el cinismo suficientes, y del mismo modo<br />

que los nazis supieron jugar sus bazas psicológicas en una Alemania deprimida<br />

por la Gran Guerra para cosificar a un supuesto enemigo interno, el ser<br />

humano es capaz de justificar casi cualquier cosa en cuanto ve a sus<br />

semejantes como elementos informes de un todo y no como personas valiosas<br />

una por una. También lo hicieron los estadounidenses en Hiroshima, sólo que<br />

de forma automática.<br />

Volviendo a Orwell y a otros aspectos de la actualidad, confundir venganza<br />

con justicia, ataque con defensa, bomba atómica con acción de guerra,<br />

prórroga para el crimen con resolución de la ONU, estafa financiera con crisis<br />

global, robo institucional con reajuste económico o tutela con democracia, ha<br />

pasado a ser una inercia aceptada de forma más o menos tácita por casi todo<br />

el mundo. En ese sentido, el <strong>lenguaje</strong> es un arma poderosa en manos del más<br />

hábil o el más perverso. De vez en cuando asoman voces de protesta entre la<br />

gente, especialmente en las redes sociales, ese penúltimo reducto para la<br />

libertad de expresión que más pronto que tarde terminará también por ser<br />

controlado y dirigido como lo están los medios de comunicación. Pero sin una<br />

verdadera reflexión detrás, sin una base real que parta de una información<br />

libre (si existe aún) y de una capacidad crítica con perspectiva, esas voces<br />

terminan siendo poco más que arrebatos, apenas el ruido de fondo de un eco<br />

perfectamente previsto, asumible y digerible por el sistema. Para combatir ese


control ya no basta con el <strong>lenguaje</strong> del individuo, porque el poder modula su<br />

discurso a conveniencia, lo emite a mayor volumen y desde mil altavoces<br />

distintos a la vez. En fin, no conozco la solución, pero creo que me doy cuenta<br />

del problema.<br />

No lo tengo ahora a mano, pero creo que era Ortega y Gasset quien nos<br />

decía que un nuevo <strong>lenguaje</strong> se imponía para poder cambiar nuestro<br />

presente. ¿Cómo comenzar a crear una nueva vida partiendo de la base?<br />

Como digo, no estoy en condiciones de proponer una solución, aunque<br />

presiento que no va a bastar ya con el <strong>lenguaje</strong>. No soy un intelectual, repito,<br />

sólo un contador de historias, alguien que se sirve de la ficción para<br />

cuestionarse el mundo y motivar al lector a que se haga las mismas preguntas<br />

o, mejor aún, se plantee otras a raíz de lo leído. Soy un nómada que observa y<br />

regresa de sus viajes abrumado y con más dudas que respuestas. Decía<br />

también Ortega que «<strong>El</strong> <strong>lenguaje</strong> es por esencia diálogo, y todas las otras<br />

formas de hablar depotencian su eficacia», y es que el problema fundamental<br />

de este tiempo, en particular en España, reside en la falta de diálogo real, pues<br />

asistimos a un fuego cruzado de monólogos en el que nadie parece escuchar a<br />

nadie, sino estar más pendiente de su respuesta que del entendimiento mutuo.<br />

Y así volvemos al punto en el que se gripa el motor de la especie: cada verso<br />

individual ya no construye el eterno y grandioso drama de la cadena, sino que<br />

desaparece fundido en el discurso general que hace girar la máquina. Pero ya<br />

no avanzamos con ella: nos aplasta. En cierto modo, es como si hubiéramos<br />

pasado de nuevo a ser presas y carroñeros en la sabana, con la diferencia de<br />

que nuestra carne es ahora la de una manada de consumidores y nuestro<br />

alimento el forraje de mil ideas prestadas, masticadas y vomitadas por otros.


¿Tienes en mente el <strong>lenguaje</strong> del ditirambo? Esta frase de Nietzsche me<br />

arde: La más poderosa fuerza para el símbolo existida con anterioridad<br />

resulta pobre y un mero juego frente a este retorno del <strong>lenguaje</strong> a la<br />

naturaleza de la figuración.<br />

Pienso en Paul Celan, por ejemplo, y en cómo para él la búsqueda de lo<br />

inalcanzable en el <strong>lenguaje</strong> constituía un camino poético en sí misma. Esa<br />

búsqueda literaria me conmueve, pero no me completa, pues no puedo dejar<br />

de lado la realidad y a mis semejantes en el proceso. Tal vez por ello trabajo<br />

más la narrativa que la poesía, al menos en esta etapa de mi vida y de mi<br />

actividad como autor. Es como si al buscar otros <strong>lenguaje</strong>s por el mero<br />

concepto en vacío del <strong>lenguaje</strong>, algunos perdieran la facultad del habla, de<br />

comunicar de veras algo a los demás. Y, al menos en eso, soy de la opinión de<br />

Ortega: prefiero el diálogo al monólogo, por excelso que sea. En mi trabajo<br />

cuido muchísimo el <strong>lenguaje</strong>, tanto en lo formal como en lo simbólico, y me<br />

irrita la escritura desmañada de otros autores contemporáneos o actuales,<br />

pero la lingüística no es mi tarea primordial. Como pensaba Benjamin del<br />

oficio de traductor, quien, para él, esclarecía una lengua originaria al manejar<br />

otras, creo que, como narrador, mi propósito es aclarar un poco la verdad en<br />

lo real a través de la ficción, esto es, traducir la vida en ficciones y así, tal vez,<br />

esclarecerla un poco.<br />

«La poesía es la unidad de destino del <strong>lenguaje</strong>», dijo también, más o menos,<br />

Celan. Pero Celan escribía en alemán, lo que le separaba de sus compatriotas<br />

rumanos y de sus correligionarios judíos, del mismo modo que a Franz Kafka,<br />

quien, como Rilke, escribía también en alemán, lo que les separaba a su vez de<br />

sus compatriotas checos. Lo que intento decir, torpemente, es que ni siquiera<br />

la más pura intención en el <strong>lenguaje</strong> impide las barreras, los muros y los<br />

guetos más cotidianos. Y eso a veces me descorazona. Y por eso hubiera


vendido mi alma al Mefistóteles de Fausto, por haber tenido talento para la<br />

música, ese verdadero <strong>lenguaje</strong> de lo inefable y lo universal. Pero tengo el<br />

oído musical de un gnomo de jardín, de los de barro, quiero decir. ¿Cómo<br />

empezar pues, y qué empezar, con el <strong>lenguaje</strong>? ¿Qué ética del <strong>lenguaje</strong> elegir<br />

en la creación literaria? ¿Figuración o abstracción? ¿Contar historias o arrojar<br />

conceptos? ¿Representar el mundo o instaurar el <strong>lenguaje</strong> como mundo<br />

aparte? No tengo ni idea. <strong>El</strong> irlandés Samuel Beckett escribió en francés, el<br />

ruso Nabókov fue un esteta del inglés literario y mi admirado Joseph Conrad,<br />

el polaco, narró en un inglés luminoso. Pienso en todos ellos y veo que ni<br />

siquiera en manos de los más grandes el <strong>lenguaje</strong> no dejará nunca de ser, al<br />

mismo tiempo, un puente y un lastre. Y ya tengo bastante con manejar eso<br />

como para enredarme en una diatriba conceptual sobre el <strong>lenguaje</strong> y sus<br />

utopías. Me viene grande. Se lo dejaremos a Barthes, a quien se le daba<br />

mucho mejor discurrir sobre todo esto, y quien dijo en <strong>El</strong> grado cero de la<br />

escritura que «las antiguas categorías literarias, vaciadas en el mejor de los<br />

casos de su contenido tradicional, que era la expresión de una esencia<br />

intemporal del hombre, se conservan finalmente sólo por una forma<br />

específica, un orden lexical o sintáctico, en una palabra, un <strong>lenguaje</strong>: la<br />

escritura absorbe en adelante toda la identidad literaria de una obra».<br />

Sergi, tu escritura es muy potente y precisamente se carga de<br />

connotaciones, va más allá de lo que denota, y se expande mediante el<br />

símbolo que se abre, que permite la apertura a diferentes significados.<br />

Háblanos sobre lo que sientes sobre tu <strong>lenguaje</strong>, sobre la importancia del<br />

<strong>lenguaje</strong> para expresar justamente lo que deseamos expresar.<br />

Hilaré una cita con otra, pues siempre tengo presente este párrafo de la<br />

imperfecta y tantas veces mal leída Rayuela, cuando Cortázar habla por boca<br />

de Etienne para decir que «[...] el escritor tiene que incendiar el <strong>lenguaje</strong>,


acabar con las formas coaguladas e ir todavía más allá, poner en duda la<br />

posibilidad de que este <strong>lenguaje</strong> esté todavía en contacto con lo que pretende<br />

mentar. No ya las palabras en sí, porque eso importa menos, sino la estructura<br />

total de una lengua, de un discurso». En mi literatura, como he comentado<br />

antes, hay desde luego una consideración esencial por el <strong>lenguaje</strong>, por cuidar<br />

lo formal en tanto vehículo para comunicar el sentido de lo que escribo, pero<br />

también como fin artístico en sí mismo. Con todo, hay dos matices<br />

importantes: ese fin artístico no puede reducirse sólo al placer estético y aquel<br />

vehículo no puede ser más importante que el sentido de lo narrado.<br />

Dicho esto, intento siempre manejar el poder simbólico de las palabras, cuidar<br />

las relaciones que establecen en un mismo campo semántico, apoyarme<br />

siempre en imágenes potentes, que haya algo de mí en lo escrito que me deje<br />

expuesto y en riesgo, distanciarme lo justo para evocar las emociones sin que<br />

lo dejen todo perdido de sentimentalismo, no dar demasiado masticado el<br />

texto y, sobre todo, disponer varias capas de lectura en él, para dejar que sea<br />

el lector inteligente quien cosa los últimos flecos. A veces creo que lo consigo,<br />

y la distancia entre mi tentativa y el resultado se reduce. O esa es la sensación<br />

que tengo después de ver con perspectiva lo que he publicado y de escuchar a<br />

personas más sabias que yo hablar de ello. Otras veces no alcanzo lo que me<br />

propongo y el texto acaba en la papelera. Pero en ocasiones, las mejores, se<br />

produce el milagro y el texto termina desvelándome detalles y sentidos que<br />

escapaban a mi plan original. Disfruto mucho cuando sucede esa suerte de<br />

epifanía, porque significa que he estado manejando material sensible y de<br />

buen calado. Tiene que ver con esos otros puntos del dial que te comentaba al<br />

principio, con cómo el rumor de la existencia nos llega a través de otras<br />

frecuencias y longitudes de onda, con cómo nos hace vibrar desde un lugar<br />

que no es ni puede ser siempre el intelecto.


Agua dura... ¿qué es?<br />

Mi primer libro de relatos, mi estreno en solitario como narrador y la obra de<br />

un escritor en pleno proceso de aprendizaje. Del libro en sí prefiero no<br />

hablarte demasiado y que sean los lectores quienes descubran y valoren mi<br />

propuesta. Sólo añadiré que, en esa docena de relatos, y a través del agua y lo<br />

animal como metáforas un tanto oscuras y comunes a la mayoría de historias,<br />

abordo temas como la familia en tanto fuente de conflicto, la búsqueda de<br />

nuestro lugar en el mundo y la posibilidad de una segunda oportunidad para<br />

quienes han llevado una existencia al margen de la inercia general.<br />

Llegué a ti por cierto conflicto literario que mejor dejaremos de lado<br />

salvo que quieras retomarlo... La cuestión es que, después de aquello, te<br />

impones y creas (o ya la habías creado, no lo sé, pero ya lo creo que<br />

creas) una colección de cuentos cojonuda, permíteme la coloquialidad.<br />

Siempre me gusta preguntar esto: ¿cómo surge? Y, ¿qué tal llevas la<br />

recepción tan buena que está teniendo, te está cambiando mucho?<br />

Francamente, no sé ahora mismo a qué conflicto te refieres, aunque me<br />

rondan un par por la mente. En todo caso, seguro que ya no tiene la menor<br />

importancia y, sea el que fuere, los problemas que haya podido tener durante<br />

estos años en el llamado mundillo literario han venido siempre cortados por el<br />

mismo doble patrón: mi proverbial capacidad para ser un bocazas que dice lo<br />

que piensa y haberme topado en mal momento con una serie de personajes<br />

mezquinos, hipócritas y desleales, sin ningún otro talento que el de echar<br />

mierda sobre el trabajo de los demás.<br />

Cuando al terminar el libro, hace ahora justo un año, le planteé su publicación<br />

a mis editores, Eduardo Riestra, del sello coruñés Ediciones del Viento, y Pedro


Medina, de la editorial digital Sub­Urbano, de Miami, estaba convencido de<br />

poder defender la propuesta narrativa que Agua dura implica. Lo que no<br />

esperaba era que la acogida de los lectores y de buena parte de la crítica fuera<br />

tan positiva y generosa. De modo que ese primer paso en mi carrera como<br />

autor ha resultado mucho mejor de lo que podía imaginar. Pero eso sólo te<br />

anima a seguir trabajando, tal vez con algo más de confianza, y poco más. No<br />

creo que me cambie demasiado el «éxito» que puedan tener mis libros de<br />

ahora en adelante, la verdad. Primero, porque empecé a escribir ya bastante<br />

mayor y, por decirlo así, con el carácter formado y en su sitio, haciendo las<br />

cosas sin prisa ni pausa. Segundo, porque ese «éxito» a nuestro nivel, es decir,<br />

a la escala de un escritor español prácticamente desconocido que publica en<br />

editoriales independientes, sigue siendo una cosa muy modesta y de andar por<br />

casa. Y, tercero, y el más importante, porque estoy más pendiente de seguir<br />

cierta ética personal que de subir o bajar escalones en esta fiesta loca,<br />

decadente y algo absurda del sector editorial. Le tengo dicho a mis amigos que<br />

si alguna vez me vuelvo como uno de esos escritores «importantes» que sólo<br />

habla con otros escritores «de su nivel» y editores de copetín; que si alguna<br />

vez dejo de tratar a todo el mundo con el respeto que cada uno se gane, sean<br />

escritores, editores, lectores, camareros, mecánicos o temporeros de la fresa;<br />

que si alguna vez dejo de escuchar sin prejuicios ni galones a la gente, que por<br />

favor me den una paliza, por mamarracho, y luego quemen mi casa y aren mis<br />

campos con sal.<br />

Desde tu facebook nos vas anticipando una trilogía de las que quita el<br />

hipo. Para terminar, cuéntanos aquí un poco más sobre ella por favor.<br />

Una de las pocas cosas que he aprendido en estos últimos años es a no dar<br />

demasiados pormenores de los proyectos en ciernes, porque uno nunca sabe si<br />

se pueden estropear las cosas. De hecho, en mi Facebook personal nunca doy


detalles concretos, sino muy de vez en cuando pistas generales, por compartir<br />

con mis amigos y lectores el proceso y mi entusiasmo al trabajar. Porque<br />

tampoco me parece natural que un escritor que vive para, por y en (todavía no<br />

«de», por desgracia) la literatura no hable jamás de aquello que le apasiona y<br />

en lo que emplea un montón de horas días tras día. Sería como un cirujano<br />

vocacional que sólo colgara en las redes fotos de gatitos y primeros planos de<br />

sus pies en la playa y no comentara nunca nada de su trabajo y su pasión por<br />

la medicina. Sí puedo adelantarte, en líneas generales, que serán tres novelas<br />

con un tema de fondo común, pero desarrolladas en tres momentos y lugares<br />

distintos. En la primera de ellas, plantearé una distopía en un futuro<br />

inmediato. En la segunda, toda la historia sucederá en un espacio natural<br />

aislado y en los años 70. Y la novela que cerrará la trilogía, la más densa y<br />

extensa de las tres, continuará ese viaje regresivo hasta el final de la Segunda<br />

Guerra Mundial, adentrándose en los años de juventud de un personaje que<br />

aparecerá también, en su madurez y en su senectud, en las otras dos novelas.<br />

Y, de nuevo, el agua volverá a jugar un papel simbólico y determinante en<br />

toda la trilogía. De todos modos, estamos hablando de una tarea que empezó<br />

hace más de tres años y que me tomará por lo menos otros tres. Pero antes de<br />

terminar y publicar esas novelas es muy posible que tenga un segundo libro de<br />

relatos en las librerías. Esperemos que todo salga tan bien como con el<br />

primero.


COLABORADORES<br />

Federico Fernández Giordano<br />

Federico Fernández Giordano (1977) es escritor, ensayista y periodista. Desde 1995 ha<br />

trabajado para importantes editoriales de Barcelona, especializándose como corrector de<br />

estilo. Ha publicado dos novelas ­galardonadas con sendos premios literarios­ y relatos en<br />

antologías. Ha sido crítico literario y articulista para diversos medios tales como <strong>El</strong> País<br />

Cultural de Montevideo, argumentista de cine en Filmax y Castelao Productions,<br />

comentarista de radio, así como compositor y guitarrista en sus ratos libres.


Carmen de Agustín Pavón<br />

València, 1980. Estudió Biología y se doctoró en Neurociencias por la Universitat de<br />

València. Actualmente y por poco tiempo, está de paso por Barcelona, tras escala en<br />

Cambridge con breve transbordo en Roma. Rata de biblioteca, su carácter pragmático la<br />

llevó a sustituir sus poco realistas aspiraciones literarias por las científicas, quedándose a<br />

medias en ambas.<br />

Como divulgadora científica, escribe para las revistas “Mente y Cerebro”, “Historia y Vida” y<br />

la desaparecida “Redes para la ciencia”. En el blog “De ratones y hombres” intenta<br />

combinar la neurociencia con retazos de historia y literatura<br />

(http://www.investigacionyciencia.es/blogs/psicologia­y­neurociencia/30/posts), mientras<br />

que en “Carmen a la romana” narra las aventuras de una pequeña científica cabreada en el<br />

exilio (http://carmenalaromana.blogspot.com).


Antonio Tello<br />

Autoría de la fotografía: Víctor Outomouro<br />

Córdoba, Argentina (1945). Poeta, narrador y periodista. En 1975, amenazado de muerte,<br />

abandonó su país exiliándose primero a París y luego a Barcelona, donde reside<br />

actualmente.<br />

Su extensa obra abarca poesía, novela, cuento y cuento infantil, teatro, ensayo y biografía.<br />

Es uno de los creadores más audaces e innovadores de la literatura argentina, caracterizado<br />

por un estilo y un universo propios, algunos de cuyos rasgos más notorios dan a su<br />

narrativa y a su poesía una original intensidad.<br />

Su extensa obra incluye poesía, novela, narrativa infantil y juvenil, teatro, biografía de<br />

grandes personajes y una abundante ensayística que aborda la historia, la política, la<br />

religión, la sociología y la lengua. En este capítulo destacan Extraños en el paraíso, Historia<br />

del siglo XX (2 vols.), Atlas político, Atlas de religiones, Breve historia de Argentina,<br />

Diccionario erótico de voces de España e Hispanoamérica y, entre otros, Diccionario<br />

político. Voces y locuciones.<br />

Buena parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, portugués, griego, turco, ruso,<br />

coreano, tailandés, etc.


Historia particular de cien palabras es fruto de su permanente interés por la<br />

lengua como piedra angular de la realidad cultural y espiritual del ser humano<br />

y de la escritura como expresión de la identidad individual y colectiva.


Tania Hernández<br />

Tania Hernández nació en la ciudad de Guatemala en 1968. Estudió Ingeniería en Sistemas<br />

en la Universidad de San Carlos de Guatemala para continuar sus estudios de Informática y<br />

Literatura Latinoamericana en Fráncfort del Meno. Actualiza regularmente dos blogs de<br />

cine con énfasis en cine latinoamericano y en especial guatemalteco y un blog literario. Ha<br />

publicado reseñas, artículos, cuentos y poesías en varias revistas, periódicos y en<br />

compilaciones antológicas. Su primer libro: “Love Veintediez” fue publicado en diciembre<br />

del 2011 por la Editorial Sin Tecomates en Guatemala. <strong>El</strong> segundo está en proceso de<br />

edición.


Chus Molina Raspal<br />

Nací en Guadalajara pero vivo en Coruña desde hace ya bastantes años. Aquí me dedico a<br />

dar clases de español a inmigrantes para el Ayuntamiento, a estudiantes extranjeros en la<br />

Universidad y a trabajadores extranjeros en empresas. Asimismo, imparto talleres de<br />

Escritura Creativa y coordino el Club Virtual de Lectura de las Bibliotecas Municipales de<br />

Coruña. Durante años realicé colaboraciones literarias en la revista mensual Compostelán.<br />

Soy autora del libro de poemas, inédito, Por el camino de en medio.


Abel Santos<br />

Abel Santos (Barcelona, 1976) Criado en ciudades dormitorio del extrarradio, vive en<br />

Cornellá hasta los 15 años. Desde entonces reside en Sant Boi de Llobregat con estancias<br />

breves en ciudades como Madrid o Zaragoza.<br />

Ha publicado los libros de poemas Esencia (Ediciones Az90, 1998), <strong>El</strong> lado opuesto al<br />

viento (Parnass Ediciones, 2010), Todo descansa en la superficie (Ediciones Vitruvio,<br />

Colección Baños del Carmen, 2013).<br />

Pronto verá la luz una breve antología personal de su obra poética titulada Demasiado<br />

joven para el blues, Antología Personal 1998­2014, con prólogo de Javier Cánaves.<br />

Ha coordinado la antología de poesía de varios autores La casa de los corazones rotos,<br />

donde reúne a 22 poetas a los que admira, entre los cuales se encuentran Roger Wolfe,<br />

Manuel Vilas, Karmelo Iribarren, Ana Pérez Cañamares, Itzíar Mïnguez Arnáiz, el aforista<br />

Ramón Eder, y el cantante, músico y poeta Diego Vasallo.<br />

Ha colaborado en numerosas antologías de poesía y narrativa, entre las que destacan En<br />

legítima defensa, poetas en tiempos de crisis (Bartleby Editores, 2014), con prólogo de<br />

Antonio Gamoneda; y Winnipeg: Poesía Chileno Española Contemporánea (Ediciones<br />

Santiagoinédito, Chile, 2011), donde poetas españoles como Benjamín Prado y Andrés<br />

Néuman, unen sus voces con poetas chilenos como Francisco Véjar para conmemorar el 50<br />

aniversario del Premio Nobel a Pablo Neruda; también ha prologado libros como el I<br />

Concurso de Microrrelatos Lorenzo Silva. Sus poemas han sido publicados en diversas<br />

revistas impresas y digitales. En 2011 fue encargado de prensa y relaciones públicas del I<br />

Festival de poesía y microrrelato: Vilapoética, de la ciudad de Viladecans.


Tras 8 años metido en drogas y alcohol, aunque sin abandonar la escritura, de todo ese<br />

material adverso sale el libro de poemas <strong>El</strong> lado opuesto al viento, en el que advierte de los<br />

peligros de traspasar ciertos límites.<br />

Sin estudios relevantes y de formación autodidacta, su estilo, claro y afilado, de una lírica<br />

casi en ruinas, trata temas urbanos y cotidianos, aunque casi siempre inclinado hacia un<br />

crecimiento personal.<br />

Él mismo ha bautizado su poética de Realismo Bastardo, que bebe tanto del mundo real<br />

como del mundo poético o más introspectivo, sin una clara escuela o movimiento como<br />

padre definido.<br />

Algunos de sus poemas han sido traducidos al árabe y al inglés.<br />

Desde 2010 administra su propio blog: Demasiado joven para el blues<br />

www.abelsantospoesia.blogspot.com


Carlos Barbarito<br />

Autoría de la fotografía: Ileana Andrea Gómez Gavinoser<br />

http://www.ileanaaggavinoser.blogspot.com.ar/<br />

Nacido en Pergamino, Buenos Aires, Argentina, 6 de febrero de 1955) es un escritor<br />

argentino, y ha publicado libros de poesía y de crítica de artes plásticas.<br />

Poesía quebrada (Mano de Obra, Buenos Aires, 1984).<br />

Teatro de lirios (Fundación Alejandro González Gattone, Pergamino, 1985).<br />

Éxodos y trenes (Último Reino, Buenos Aires, 1987).<br />

Páginas del poeta flaco (Filofalsía, Buenos Aires, 1988).<br />

Caballos y otros poemas (Hojas de Sudestada, La Plata, 1990)<br />

Parte de entrañas (Arché, Buenos Aires, 1991).<br />

Bestiario de amor (<strong>El</strong> primer siglo, Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional<br />

del Litoral, Santa Fe, 1992).<br />

Viga bajo el agua (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1992).<br />

Meninas/Desnudo y la máscara (Poesía. Ganadores del Concurso Nacional de Poesía<br />

Enrique Pezzoni 1992. Centro de Estudiantes Facultad de Filosofía y Letras de la<br />

Universidad de Buenos Aires, Último Reino, Buenos Aires, 1992).<br />

<strong>El</strong> peso de los días (Ediciones <strong>El</strong>ectrónicas Altamira, Buenos Aires, 1995).<br />

La luz y alguna cosa (Último Reino, Buenos Aires, 1998).<br />

Desnuda materia (Ediciones del Árbol, Buenos Aires, 1999).


Puntos de fuga (Colectivo ZonAlta, Toluca, 2002).<br />

La orilla desierta (Andrómeda, San José de Costa Rica, 2003).<br />

Piedra encerrada en piedra (Hespérides, La Plata, 2005).<br />

Les minutes qui passent (Poietes, Foetz, 2005).<br />

Figuras de ojo y sombras (Bermingham Edit., Donostia, 2006).<br />

Música humana y de paramecio (Colección Manija, San José de Costa Rica, 2008)<br />

Un fuego bajo un cielo que huye (Baile del Sol, Tenerife, 2009)<br />

Cenizas del mediodía (Praxis, México D.F., 2010)<br />

Feu sous un ciel en fuite Traducción de Patrick Cintas (Le Chasseur Abstrait Éditeur,<br />

2010)<br />

<strong>El</strong> lugar de las apariciones (en preparación, prólogo de Carlos M. Luis y dibujos de<br />

Mónica Goldstein, Libros del Innombrable, Zaragoza)


Javier Puerma Bonilla<br />

Javier Puerma Bonilla (1989­), poeta y ensayista cordobés. Licenciado en Traducción e<br />

Interpretación en la Universidad de Granada y Magister egresado de la Universidad de<br />

Córdoba. Ha sido lector de lengua y literatura en universidades de Europa y Estados<br />

Unidos. Miembro directivo del Museo Histórico de Santaella. Ganador del premio andaluz<br />

de poesía Antonio Gala (2007). En 2014 es admitido en el Colegio de Europa y la Escuela<br />

Diplomática de España.


Sylvia Ortega<br />

Madrileña de origen actualmente reside en Toulouse donde trabaja como traductora,<br />

intérprete y profesora de español. Ha realizado talleres de escritura creativa en la Escuela<br />

de Escritores, Fuentetaja y Berkana y ha impartido un taller de literatura erótica en La<br />

Piscifactoría Laboratorio de Creación. Ha dirigido el bar literario La Louchette, en Madrid.<br />

Se dedica a escribir cuentos y tiene algunos de ellos publicados en las revistas “Al otro lado<br />

del Espejo” de la editorial LVR y “Cuaderno de Creación” de la editorial<br />

Palimpsesto2punto0. Además del libro de relatos “La amante judía” con la editorial<br />

Neurótika Books. Colabora con la revista “Horizons Magrhébins” de Toulouse y “<strong>El</strong> Café<br />

Latino” que se edita en París.


Maica Bermejo Miranda<br />

Nace en Guadix (Granada) en 1951 y reside en Madrid desde 1957.<br />

Escritora autodidacta y compulsiva. Escribe poemas, relatos y cuentos, refleja con un<br />

<strong>lenguaje</strong> directo y sencillo vida y sentimientos como una necesidad vital "Nada hay más<br />

fascinante que dejar la palabra en libertad dueña absoluta de su destino".<br />

Su poesía, parte fundamental de su obra, se mueve entre luces y sombras.<br />

A través de las redes sociales y diversos blogs literarios conecta con distintos grupos de<br />

escritores que enriquecen potencian y dan un impulso definitivo a su creación.<br />

Colabora en la antología Seda y Fuego y en las revistas literarias Hankover, Acantilados de<br />

Papel, Culturamas<br />

Actualmente forma parte del Proyecto "Escritores Perdidos" en el Largometraje documental<br />

“Perdidos. Un lugar para encontrar” ­ Un retrato directo y frontal sobre la generación<br />

perdida de la literatura española.


Emilio Gómez Barroso<br />

- Licenciado en filosofía y ciencias de la educación por la UCM<br />

- DEA de filosofía en la UNED. Ciclo Historia y lectura con la línea de investigación del<br />

tiempo ideal al tiempo real Hegel y Marx<br />

- Psicoanalista Miembro de la Escuela Abierta de Psicoanálisis<br />

- Miembro del grupo de lectura del Capital en <strong>El</strong>eko (Carabanchel)<br />

- Autor del libro “Tiempo y política” Marx­Hegel­Freud­Lacan Ed. Atuel<br />

- Coautor de “Lacan: amor y deseo en la civilización del odio” Universidad de Granada<br />

- Coautor de “Lacan: la marca del leer” Ed. Anthropos<br />

- Coautor de “ Silencio y política” UAM<br />

- <strong>El</strong>eko UPCA (Universidad Popular de Carabanchel) CSO situado en Carabanchel<br />

Madrid<br />

- Proyecto de universidad popular UPCA, con líneas de investigación sobre procesos de<br />

gentrificación<br />

- Kapitalistas (nos llamamos así) somos un grupo de lectura sobre el Capital de Karl<br />

Marx, un grupo de gente heterogénea interesados en aprender de Marx y criticarlo desde<br />

ámbitos distintos, desde otras lecturas y experiencias.


Beti Mármol<br />

Beti Mármol es el pseudónimo tras el que se esconde una jurista vallisoletana que escribe y<br />

publica en Facebook pequeños relatos sobre cualquier cosa. En tan solo un año, ha<br />

conseguido un grupo creciente de variopintos y fieles seguidores que le animan a seguir<br />

publicando casi a diario. Si aun no le has pedido amistad para poder visitar su muro, ya<br />

estás tardando. https://www.facebook.com/beti.marmol.7


Cristina López Lumbreras<br />

Cristina López Lumbreras. 1987. Siempre errante. Castellana renegada. Oaxaqueña de<br />

adopción. Irrelevante. Licenciada en Filología Inglesa y Comunicación Audiovisual.<br />

“Soy yo, soy la que escribe y la inspiración. Soy tres. Soy ella y yo misma pensando en la<br />

otra que me gustaría ser, tratando de crearla frase a frase, párrafo a párrafo, punto a punto.<br />

Somos yo. <strong>El</strong>las son compañeras y yo portavoz, ellas alma y yo cuerpo agrietado y<br />

boikoteador, soy la representación manifiesta, la que exterioriza temores, consiente<br />

excentricidades y justifica debrayes. Soy yo, ella y aquélla, soy las otras y yo misma pero a<br />

veces no consigo distinguirlas porque sólo junto a ellas soy Cristina.”


José Manuel Vara<br />

Nacido en 1965.<br />

LIBROS PUBLICADOS:<br />

Ego Pervertum, junto a Denisse Sánchez. Neurótika Books, 2010.<br />

Daño Selectivo. Neurótika Books, 2011, <strong>Excodra</strong> Editorial, 2013.<br />

La habitación roja. Neurótika Books, 2011.<br />

Poesía bastarda de saldo, Neurótika Books 2012.<br />

Dead Zone, poesía de Lucía de Fraga y José Manuel Vara. Neurótika Books, 2012.<br />

Pecados capitales y emociones asociadas. Neurótika Books, 2013.<br />

FANZINES, ANTOLOGÍAS, ETC.:<br />

Resaca, Hank Over, un homenaje a Charles Bukowski. Ed, Caballo de Troya. Vinalia<br />

Trippers, Plan 9 del espacio exterior. Viscerales. Ediciones del Viento. Esto no rima,<br />

antología de poesía indignada. Editorial Origami. Una navidad de muerte. Editorial<br />

Origami. Vinalia Trippers, Trippers from the Crypt. Vinalia Trippers, Spanish Quinqui.<br />

Underground Boys. Neurótika Books.<br />

Gestiona:<br />

Editorial Neurótika Books: http://issuu.com/varaneurotika<br />

Blog: http://atrocityexhibitionfanzine.blogspot.com.es/


Jalón de Aquiles<br />

Nacido en Barcelona... un 31 de julio de 1982. Prematuramente destaco su interés por el<br />

Color. Tras finalizar sus estudios básicos, sabia bien cual era el camino a seguir, así tuvo<br />

lugar su entrada en una escuela de arte, allí transcurrieron cinco años de su vida, durante<br />

los cuales sus creaciones adquirieron personalidad propia.<br />

Con un estilo pictórico influenciado mayormente por el surrealismo el modernismo y el<br />

impresionismo, sus obras muestran mundos fantásticos y situaciones cotidianas. <strong>El</strong> color es<br />

el protagonista en sus obras, lo cual hace que haya gran variedad de temas. La música es<br />

uno de los principales factores de inspiración en su obra.<br />

Hoy en día con exposiciones varias, profesor de pintura, diseñador, ilustrador y muralista<br />

urbano persiste su pasión por la pintura...


Marta Adserias<br />

Marta Adserias nació en Barcelona el 3 de marzo de 1992.<br />

Ha ido exponiendo en algunos bares de Barcelona, basa sus trabajos principalmente en la<br />

feminidad, con ellos quiere hablar sobre las limitaciones de una mujer, paralizadas y<br />

inexpresivas tan sólo comunicándose con miradas. realiza la mayoría de sus obras con<br />

lápiz y bolígrafo, aunque sus próximostrabajos son a acuarela. También es aficionada a las<br />

fotografías, siempre siguiendo un mismo dogma sobre la feminidad y sus controversias.<br />

La podéis encontrar en su blog: http://cargocollective.com/madserias/admin


Agustín Calvo Galán<br />

Barcelona, 1968. Ha publicado los libros de poemas: Letras transformistas, una selección de<br />

sus poemas conceptuales y visuales (2005), Otra ciudad (libro objeto, 2006) Poemas para el<br />

entreacto (2007) y A la vendimia en Portugal, (2009). Y, desde el colectivo Labcrom di Sol,<br />

ha promovido la publicación de homenajes a poetas experimentales contemporáneos. Su<br />

obra como poeta visual ha sido recogida en diferentes antologías especializadas como<br />

Poesía experimental española, Ed. Marenostrum (2004), Breviario de poesía experimental y<br />

mailart. Ed. Corona del Sur (2006). Poesía visual española (antología incompleta) Ed.<br />

Calambur (2007), Fragmentos de entusiasmo, poesía visual española. Ayuntamiento de<br />

Guadalajara (2007). Esencial visual Instituto Cervantes de Fez (Marruecos, 2008). Ojos que<br />

sí ven, antología de poetas experimentales de México y España Ed. Corona del Sur (2010),<br />

etc. En marzo de 2008 participó como ponente en el I encuentro con la poesía española<br />

contemporánea en la Universidad de Bari (Italia). Colabora habitualmente en revista y<br />

publicaciones de poesía. Desde noviembre de 2006 hace crecer un blog de interconexión<br />

entre poetas españoles llamado [las afinidades electivas]. Exposiciones: Por otro lado, ha<br />

participado en numerosas exposiciones colectivas con sus poemas visuales, además, ha<br />

realizado exposiciones en solitario: “Letras transformistas”, poemas visuales y collages,<br />

junio de 2003, Centre Cívic Drassanes (Barcelona), “Fotopoemas”, diciembre de 2006, La<br />

Vaquería (Tarragona), “Proyecto Desvelos”, abril de 2008, Sala Valentina (Barcelona),<br />

"Poemas y objetos" octubre de 2008, Ateneu Igualadí (Igualada, Barcelona), "Fotopoemas"<br />

julio de 2010, Centre Cívic Ca l'Herrero, Portbou (Girona) y "Paisatges i poemes visual" abril<br />

de 2011, Biblioteca de Ripollet.


<strong>El</strong>i Mora<br />

<strong>El</strong>i Mora. Nacida en Barcelona en 1984, licenciada en Biología. En la actualidad se está<br />

perparando para doctorase en biología evolutiva. Fotográfa Amateur des de 2008, ha<br />

colaborado con diferentes revistas y medios de comunicación. Puedes ver su trabajo aquí<br />

www.elimoraphotography.com


Raquel Calvo<br />

Fotógrafa. Ha publicado Live is life. Esta revista la conoció a través de este trabajo, la vio de<br />

refilón y en persona en un show Loopoético de Jordi Corominas i Julián para después ver<br />

las fotografías del evento y quedar más prendado. Por estas casualidades de la vida el editor<br />

se topó con ella por la calle mientras iba con su hija, y la chiquitina que no quiso decirle el<br />

nombre pues iba enfadada, así que aprovechamos la ocasión: Su nombre es Blanca ­seguro<br />

te lo dice en persona...­. Y extraemos estas palabras de la bio de su libro ­todo lo demás, es<br />

misterio­: “La exposición “Live is Life” es, por una parte, el testimonio de la fotógrafa<br />

Raquel Calvo de la escena musical en la ciudad de Barcelona, que tuvo lugar entre los años<br />

2008 y 2012. Escena que continua evolucionando, y que ha sido ­y continúa siendo­ caldo<br />

de cultivo en el que se encuentran muchas de las inquietudes que inspiran el universo de la<br />

mirada de Raquel. La experiencia de la exposición “Live is Life” se completa con una serie<br />

de textos, gracias a la colaboración de grandes personalidades en el mundo del periodismo<br />

y la literatura, textos que son indisociables a las imágenes de Raquel, y que en ocasiones se<br />

nos antojan como las piezas de un misterio que el espectador deberá descubrir por sí<br />

mismo.”


Sergi Bellver<br />

Crédito de la foto: “© M.”<br />

Sergi Bellver (Barcelona, 1971).<br />

Es autor del libro de relatos Agua dura (Ediciones del Viento, 2013; versión digital en Sub­<br />

Urbano Ediciones), que ha tenido una notable recepción por parte de la crítica y los<br />

lectores, y del que algunos cuentos han sido traducidos al húngaro y al francés. Desde<br />

2010, sus relatos han aparecido en una decena de antologías de España y Latinoamérica,<br />

además de en diversos diarios y revistas. Ha escrito dos guiones para cortometraje y ha<br />

colaborado como script consultant en el rodaje de otro. Es uno de los fundadores del<br />

movimiento Nuevo Drama.<br />

Trabajó tres años como editor para un sello independiente y es el responsable de la edición<br />

y el prólogo de los libros colectivos Chéjov comentado (Nevsky Prospects, 2010), Mi madre<br />

es un pez (Libros del Silencio, 2011; con Juan Soto Ivars) y Madrid, Nebraska (Bartleby,<br />

2014). También ha escrito los prólogos para nuevas traducciones de <strong>El</strong> jugador, de<br />

Dostoievski (Nevsky Prospects, 2013), y, en catalán, de La metamorfosi, de Kafka (Base,<br />

2014).<br />

Entre 2008 y 2014 colaboró como crítico literario y periodista cultural en medios como el<br />

suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia y en las revistas Qué Leer, Tiempo, BCN Mes y<br />

Quimera. También ha publicado artículos, entrevistas y reseñas en diversos medios


digitales. Es profesor de narrativa y ha trabajado, entre otros centros, para la Escuela de<br />

Escritores de Madrid, ciudad en la que residió durante catorce años.<br />

Sitio web: www.sergibellver.com<br />

Imagen de portada: Blanca Fernández


EL LENGUAJE<br />

NÚMERO <strong>XIX</strong><br />

JULIO 2014<br />

REVISTA EXCODRA<br />

http://www.excodra.com

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