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Círculo de fuerza<br />
Energía. Pura energía. El abrevadero donde apagar la sed. Fuente de<br />
entendimiento y comunicación. Apoyo condicionado, por algo son humanos.<br />
<strong>La</strong>zos que el tiempo no rompe. Complicidad sin palabras. Diversión<br />
compartida. Derroche de alegría. Soporte. Ancla.<br />
No es fácil que todas estas coincidencias converjan en tiempo y lugar, menos<br />
aún en una sola persona. De ahí que el suelo que apoya nuestros pasos esté<br />
formado por pequeños mosaicos, cristales que se fusionan a veces<br />
ensamblando una plataforma pétrea que nos sustenta. En otras, apenas cabe<br />
nuestro pie sobre el baldosín aislado que sujeta nuestro peso.<br />
Los amores vienen y van en nuestras vidas. Aparecen como astros fulgurantes<br />
que iluminan el cielo de la realidad durante ¿minutos? ¿horas? ¿meses?<br />
¿años? Al fin se desvanecen flotando en el espacio de silencios y olvido.<br />
Pasajeros efímeros en nuestro vehículo alado. Durante ese tiempo las otras<br />
presencias se diluyen, amortiguan su protagonismo, perviven en paralelo,<br />
comparten momentos, viven y permanecen.<br />
En los peores trances de la existencia, cuando el abismo se abre a los pies<br />
dejándonos aislados en el tiempo que nunca debiera haber existido. Cuando la<br />
sensación de ahogo, de pérdida, de incapacidad, es tan grande que bloquea el<br />
entendimiento y nos deja incapaces, encontramos tendida una mano, realidad<br />
que espanta tinieblas. Cuando no se puede hablar con nadie porque duele<br />
hasta el aliento y no queremos arrastrar en nuestra desventura a los seres<br />
vulnerables a nuestro dolor, acudimos a un buen amigo. Ése que sufre con<br />
nosotros, pero no tanto como cuando hay vínculos de sangre, él lo vive de otra<br />
manera. Objetivo en sus juicios desenreda la trama que asfixia nuestra lengua.<br />
Esos amigos que contamos con los dedos de la mano si tenemos suerte. A