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Chica Tormento vió a Chico Superviviente mirándola. Recordó el día que<br />
entró en su vida. Cuando salió a buscar provisiones en la tormenta. <strong>La</strong><br />
tormenta los protegía de las bestias. Eso lo había aprendido hace ya mucho<br />
tiempo. A las bestias no les gustaban los rayos ni el agua enfurecida con ese<br />
ligero toque de ácido. Lo encontró en un viejo centro comercial, agazapado en<br />
la oscuridad, con los cabellos completamente blancos. Le tendió la mano y se<br />
lo llevó a casa, al igual que su mochila llena de cajas de tinte rojo. En<br />
ocasiones, no había suerte con la comida.<br />
Ninguno de los dos sabía de dónde habían salido las bestias.<br />
(El sueño de la razón produce monstruos)<br />
Ninguno recordaba de dónde procedían ni quiénes habían sido antes de la<br />
bomba. No quedaban fotos. No quedaban recuerdos. Sólo existían las bestias,<br />
los sueños angustiosos de Chico Superviviente y el insomnio de Chica<br />
Tormento.<br />
(Cuando la razón dormita, los miedos despiertan, lo atávico se despereza, los<br />
temores primitivos nos poseen, las pesadillas plagadas de engendros y fantasmas,<br />
de seres imposibles y espectros que vagan errabundos nos invaden sin tregua...<br />
Cuando los hombres no oyen el grito de la razón, todo se vuelven visiones)<br />
Chico Superviviente la miró mientras se acercaba al colchón y cogía algo de<br />
ropa de debajo de la almohada. De fondo, pudo escuchar la lluvia.<br />
—¿Vas a salir?— le preguntó bajo el manto de canas de su pelo.<br />
—¿Tú qué crees?<br />
—¿Sigues sin poder dormir?<br />
Ella se rió. Aunque fue una carcajada hueca. Como a desgana.