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Leonard? De estas cuestiones solía zafarse ― a veces con tristeza ― rotando en<br />
horizontal el dedo índice y señalándome el manuscrito. Más por necesidad<br />
propia que por táctica periodística, siempre acababa yo contándole mis<br />
miserias.<br />
Una semana más tarde, en mi día libre, Nastassja me escribió alarmada desde<br />
el hospital:<br />
―¡Tu hombrecito no para de llamarte! Al final te vas a buscar un<br />
problema, niña.<br />
No me lo pensé dos veces, me cambié de bragas, me enfundé en el vestido<br />
estampado corto y volé escaleras abajo, dejando agonizar tras la puerta del<br />
apartamento de Nas las últimas notas de piano de "Love Me Or Leave". No<br />
tardé mucho en llegar a la habitación 937. Leonard me entregó un sobre<br />
marrón con el manuscrito dentro y una dirección: Overtoom nº 513.<br />
"¡Josefine, Josefine! ¡Busca a Josefine!", me gritaba con sus labios mudos<br />
aferrándose a mis manos. Estaba muy agitado esa noche. Lo abracé largo y<br />
acaricié su cabeza desnuda hasta que finalmente se durmió. Salí a la escalera<br />
de emergencia y me encendí un cigarrillo. <strong>La</strong> segunda calada fue tan profunda<br />
que me hizo toser. Escupí a la negrura y me quedé embobada contemplando<br />
cómo la tormenta eléctrica se batía en retirada mar adentro. Hacía frío, tiré la<br />
colilla por el mismo abismo que el escupitajo y regresé junto a Leonard.<br />
Acerqué la butaca a su cama y me dormí cogida de su mano.<br />
<strong>La</strong> lluvia dejó el aire limpio, húmedo de mar. El alba se abría paso acribillando<br />
las últimas nubes moribundas, filtrando sus rayos por las rendijas de la<br />
persiana y haciendo que miles de motas de polvo fulgieran dentro de la<br />
habitación. Leonard levantó los brazos, como queriendo abrazar los diminutos<br />
soles que flotaban a su alrededor, y sonrió feliz.<br />
Besé sus labios aún calientes, y salí de la habitación 937 atropellando a las