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de <strong>amistad</strong> constituyen los lugares de su cristalización. Esto, por cierto, nos<br />
lleva a otro elemento definitorio de la <strong>amistad</strong>: el amigo es aquél con quien no<br />
sólo generamos comunidad, sino con quien compartimos vivencias comunes<br />
del pasado, aunque sean recordadas de distinto modo. En el ámbito de los<br />
ritos, la memoria del amigo ya difunto, por ejemplo, implica la realización de<br />
ciertos actos que lo traen de nuevo al presente a través de gestos de ponen de<br />
manifiesto cómo el amigo está presente de otro modo a través de nosotros.<br />
Justamente por eso el amigo es el otro en uno mismo.<br />
Ana, ¿la <strong>amistad</strong> es bella o es sublime o ambas, o ninguna...?<br />
Si la <strong>amistad</strong> tiene que ver con un compromiso y con una implicación con el<br />
otro no debería jamás ser sublime al menos en el sentido kantiano del<br />
término, es decir, como algo que se disfruta desde la distancia. <strong>La</strong> <strong>amistad</strong><br />
requiere implicación, cercanía y confianza. Puede ser sin embargo, bella por su<br />
forma, por sus modos, por la relación determinada que se establece entre los<br />
sujetos. Bello es abrir el mundo y aceptar lo diferente como igual y bello es un<br />
vínculo en el que la única compensación sea la que existe en la forma de la<br />
felicidad del otro que hacemos nuestra.