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Elimino de esta definición las <strong>amistad</strong>es motivadas por el interés mutuo que<br />
implican un beneficio personal a través del otro, como si el afecto que nos une<br />
al otro fuera un medio para un fin. Evidentemente bajo la etiqueta de <strong>amistad</strong><br />
son clasificadas varios tipos de relaciones cordiales hacia el otro caracterizadas<br />
por cierta philía, entendida aquí como relación cordial más allá de su original<br />
sentido afectivo en torno a un vínculo, y así aunque la <strong>amistad</strong> necesita<br />
siempre de una reciprocidad, ésta sólo alcanza el mayor y el mejor de sus<br />
grados cuando el amigo comparte lo que uno es con el otro. <strong>La</strong> verdadera<br />
<strong>amistad</strong> es el fin en sí mismo, lo que significa que el movimiento que nos lleva<br />
y une al otro es el de una donación que redunda en un beneficio no<br />
consciente: el de la mejora de quienes somos. Por ello, en este sentido de<br />
donación y de entrega sin pedir nada a cambio pero también sin irreflexiva y<br />
ciega pasión, la <strong>amistad</strong> tiene algo de virtuoso porque mejora a quienes<br />
participan de una misma <strong>amistad</strong>.<br />
<strong>La</strong> <strong>amistad</strong> interesada no quiere al otro por sí mismo, sino por el beneficio que<br />
puede reportar. Lo que encontramos en este caso, empleando una antigua<br />
distinción, no es philía (amor por los hombres) sino philésis (el amor por los<br />
objetos), es decir, amor por lo que se puede conseguir. Una vez que el motivo<br />
de interés desaparece la <strong>amistad</strong> se disuelve. No se trata por ello en este tipo<br />
de artificiosa <strong>amistad</strong> de que el otro sea amado por lo que procura, como dirá<br />
Aristóteles, sino que lo que se ama es el propio yo y en torno a ese ego la<br />
relación con el otro se ha establecido a partir del deseo por lo que se quiere<br />
obtener a través de él. El amigo, para ser tal, ha de darse y de compartir lo<br />
más propio. <strong>La</strong> <strong>amistad</strong> nos hace mejores (o, al menos debería): el amigo<br />
penetra en quienes somos y nos hace extender el amor hacia uno mismo en<br />
amor hacia el otro, un otro que ahora es constitutivo. <strong>La</strong> conexión con el<br />
amigo permea hasta tal punto en la identidad personal que no seríamos la<br />
misma persona sin el otro. <strong>La</strong> <strong>amistad</strong> es compromiso: nos compromete con el