BOLETÍN
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<strong>BOLETÍN</strong> DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA<br />
Los argumentos quizás amigables y compresivos de Montilla, se contrastaban contra<br />
la política represiva de algunos tribunales que osaban prescindir de fórmulas sacratísimas<br />
para llevar a cabo ejecuciones de sentencias de muerte de algunos líderes<br />
reformistas e incluso contravenían órdenes ya decretadas (como sucedió con Farías,<br />
al secuestrarse sus propiedades), contra las cuales estaba de antemano pronunciado el<br />
Presidente de la República.<br />
Vargas era partidario de imponer el escarmiento y salvar la majestad de la ley conmutando<br />
sentencias de muerte, imponiendo otras penas menores y llevando la acción<br />
del indulto a favorecer a esas personas. El tema del movimiento reformista en<br />
Maracaibo a nivel de amnistía se resolvió rápidamente, pero con relación a los otros<br />
movimientos de “facciosos” a nivel nacional, la resolución desató un impresionante<br />
debate, quizás más rico que durante los sucesos reformistas. Por ejemplo, los ocurridos<br />
en Puerto Cabello fueron motivo de uno de los episodios más interesantes por la<br />
ardiente discusión que suscitó y demostró cuán difícil era armonizar en medio de las<br />
luchas políticas y la severidad de la Ley con el humanitario impulso a la clemencia.<br />
Consideraciones Finales<br />
La culminación de la Guerra de Independencia y la difícil convivencia en la unidad<br />
colombiana, trajeron como desenlace el ascenso de un personal político distinto al de<br />
los promotores del movimiento emancipador, necesariamente implicó un parto espinoso,<br />
para el advenimiento del estado nacional, puesto que planteaba significativamente<br />
la ruptura radical con el pasado inmediato, un pasado que era glorioso, pero que ahora<br />
simplemente se marcaba por el rechazo categórico a la fórmula colombiana y la condena<br />
abierta a la hegemonía autoritaria del Libertador Simón Bolívar y al centralismo.<br />
A partir de la creación de la República, el gobierno del general José Antonio Páez,<br />
como otra de las medidas para debilitar a aquella élite que durante los años de la Independencia<br />
asumió definidas posiciones autonomistas, colocó al frente de los organismos<br />
locales a funcionarios provenientes del militarismo vencedor.<br />
Este vuelco en la estructura de poder ocasionó que para el caso de la provincia de<br />
Maracaibo se dividiera en dos bandos: los “Campesinos”, formados por la mayor parte<br />
de la gente notable e influyente económicamente, perteneciente a todos los gremios<br />
y que contaban con apoyo político en sectores menos privilegiados. Los “Tembleques”<br />
representaban el sector “arribista” que desautorizaban y desconocían en forma<br />
permanente a los miembros de la élite local. A mediados de 1834, durante el proceso<br />
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