BOLETÍN

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08.03.2017 Views

BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA terrenales que ordenan una conducta cotidiana en términos de evitar la consumación del pecado y la obtención de una vida virtuosa y cristiana. Por estar ligadas a la vida diaria, tienen un ancla en lo laico, en lo civil pero su propósito, además de garantizar fieles píos y salvos, redunda en un propósito de control social, de ejercicio de poder en términos de un equilibrio societal. Y seguimos en nuestra cultura bifronte religiosa-civil. En beneficio de evitar el pecado, en especial el de la carne, el más común, el que registra un mayor número de entradas en los tomos del Libro personal, las providencias se inspiran en la necesidad de una separación de los sexos de habitación, comunicación y actividades, aunque se trate de parientes. Existe un inminente peligro en el trato mismo cuando se refiere a los sexos diferentes. Aun los comprometidos no deben visitarse sino mantenerse separados. Básicamente esta es la gran preocupación del obispo Martí en su empeño de preservación de la vida cristiana de acuerdo con los mandamientos de la Iglesia y las buenas costumbres. Las providencias que dicta el Obispo a lo largo del país en este aspecto son uniformes en el sentido de que es la misma voluntad de establecer un parámetro común que facilite la separación, que ni siquiera se llegue a la comunicación. Siendo sexos que se atraen deben estar lo más distanciados posibles para evitar siquiera una tentativa de pecado. Se trata de universos que no deben integrarse: “[…] ordenamos y mandamos a los padres de familias que pongan el mayor cuidado y esmero en prohibir semejante comunicación; y al mismo fin de evitar pecados, no deberán consentir que sus hijos e hijas, como los demás de su familia en llegando a la edad de la discreción, duermen en una misma pieza y mucho menos en una misma cama, preparándoles sitios independientes; cuyo asunto puede ser de tanta gravedad encargamos a los curas lo persuadan al pueblo con frecuencia y eficacia. Ítem. Para evitar obscenidades de palabras y acciones licenciosas entre los que han convenido casarse: les prohibimos que el uno entre a la casa del otro, bajo la pena de cuatro reales por cada vez que se contraviniere a esta prohibición, que deberán cobrar los curas para la fábrica o sacristía de la presente Iglesia” 61 . Del mismo modo que su predecesor, el obispo Diez Madroñero, el obispo Mariano Martí no sostenía ningún afecto por los bailes, especialmente en pareja. Allí se involucraban la comunicación, el tacto, la intimidad, el roce y el tocamiento, figuras ligadas con el pecado mortal y cuyo gestor era el mismísimo diablo. En consecuencia, Martí repudia todo lo que se le relacione y ordena a los religiosos influir en los padres para evitar que sus hijos incurran en tan pernicioso acto: 61 Obispo Mariano Martí, Documentos relativos a su visita… (Providencias), p. 14. 38

ESTUDIOS “[…] ordenamos y mandamos a los curas de la presente Iglesia que no cesen de clamar contra este tan pernicioso abuso de dichos bailes, de los cuales dijo un Santo Padre de la Iglesia, no eran otra cosa que un círculo cuyo centro es el Diablo, y las circunferencias sus Ministros” 62 . La noche para el obispo Martí es el advenimiento del aquelarre, la oportunidad en que pueden cometerse todo tipo de desafueros y expresiones de comunicación que lleguen a la lujuria. La noche es la oscuridad, lo no visto, la ausencia de luz y el obispo insiste en que todos los actos eclesiásticos se realicen de día. Prohíbe que se efectúen velorios de noche ya que ello conlleva la reunión, la exposición a que los sexos distintos estén juntos, la oportunidad de que se llegue a la ruindad de acompañar todo lo anterior con el consumo de bebidas que procuren la borrachera, nublen el entendimiento y disipen la voluntad con lo que el maligno estaría presente para la consumación de la perdición. Es claro al expresar su rechazo a todo tipo de celebraciones religiosas de noche: “Es igualmente reprensible que por colorear torcidos fines se tomen por pretexto los piadosos cultos en las casas particulares donde se hacen altares y pesebres, y que abusando de la religiosidad con que deben tributarse sean proporción a muchas y graves ofensas contra Dios, ocasionadas de la junta de ambos sexos bailes, músicas y visitas, que hacen de noche en los dichos pesebres o altares sobre que con indecible dolor de nuestro corazón hemos sido informados de personas timoratas y que desean la salvación de las almas” 63 . El consumo de alcohol nubla el entendimiento, lo desperdiga, lo somete al arbitrio de unos sentidos desatados, altera la consciencia y, en esta medida, la aleja de los cometidos temporales y espirituales que administra la figura del Obispo en esta cruzada por el arraigo de los valores. Al consumo de alcohol se le rechaza de plano porque mina de tal forma el conocimiento que degrada al hombre al estado más primitivo y de brutalidad. Naturalmente, el Obispo poco se paseó en este aspecto por el hecho de que el vino está ligado al hecho mismo del origen de la cristiandad. Cristo reparte pan y vino en la Última Cena siendo que la comida y la bebida son una representación del cuerpo y la sangre del redentor sin mencionar el milagro de la multiplicación de los panes y el vino en las bodas de Canáan. Al vino desde luego no se refiere con precisión el Obispo sino habla de “bebezones”, “embriagueces”, “aguardiente”, “chicha”, “guarapo”, “caratos”, 62 Ibídem, p. 15. 63 Ibídem, p. 84. 39

<strong>BOLETÍN</strong> DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA<br />

terrenales que ordenan una conducta cotidiana en términos de evitar la consumación<br />

del pecado y la obtención de una vida virtuosa y cristiana. Por estar ligadas a la vida diaria,<br />

tienen un ancla en lo laico, en lo civil pero su propósito, además de garantizar fieles<br />

píos y salvos, redunda en un propósito de control social, de ejercicio de poder en términos<br />

de un equilibrio societal. Y seguimos en nuestra cultura bifronte religiosa-civil.<br />

En beneficio de evitar el pecado, en especial el de la carne, el más común, el que<br />

registra un mayor número de entradas en los tomos del Libro personal, las providencias<br />

se inspiran en la necesidad de una separación de los sexos de habitación, comunicación<br />

y actividades, aunque se trate de parientes. Existe un inminente peligro en<br />

el trato mismo cuando se refiere a los sexos diferentes. Aun los comprometidos no<br />

deben visitarse sino mantenerse separados. Básicamente esta es la gran preocupación<br />

del obispo Martí en su empeño de preservación de la vida cristiana de acuerdo con<br />

los mandamientos de la Iglesia y las buenas costumbres. Las providencias que dicta<br />

el Obispo a lo largo del país en este aspecto son uniformes en el sentido de que es la<br />

misma voluntad de establecer un parámetro común que facilite la separación, que ni<br />

siquiera se llegue a la comunicación. Siendo sexos que se atraen deben estar lo más distanciados<br />

posibles para evitar siquiera una tentativa de pecado. Se trata de universos<br />

que no deben integrarse:<br />

“[…] ordenamos y mandamos a los padres de familias que pongan el mayor cuidado<br />

y esmero en prohibir semejante comunicación; y al mismo fin de evitar pecados,<br />

no deberán consentir que sus hijos e hijas, como los demás de su familia en llegando<br />

a la edad de la discreción, duermen en una misma pieza y mucho menos en una<br />

misma cama, preparándoles sitios independientes; cuyo asunto puede ser de tanta<br />

gravedad encargamos a los curas lo persuadan al pueblo con frecuencia y eficacia.<br />

Ítem. Para evitar obscenidades de palabras y acciones licenciosas entre los que han<br />

convenido casarse: les prohibimos que el uno entre a la casa del otro, bajo la pena<br />

de cuatro reales por cada vez que se contraviniere a esta prohibición, que deberán<br />

cobrar los curas para la fábrica o sacristía de la presente Iglesia” 61 .<br />

Del mismo modo que su predecesor, el obispo Diez Madroñero, el obispo Mariano<br />

Martí no sostenía ningún afecto por los bailes, especialmente en pareja. Allí se<br />

involucraban la comunicación, el tacto, la intimidad, el roce y el tocamiento, figuras<br />

ligadas con el pecado mortal y cuyo gestor era el mismísimo diablo. En consecuencia,<br />

Martí repudia todo lo que se le relacione y ordena a los religiosos influir en los padres<br />

para evitar que sus hijos incurran en tan pernicioso acto:<br />

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Obispo Mariano Martí, Documentos relativos a su visita… (Providencias), p. 14.<br />

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