BOLETÍN
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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Pero no es ese el cuento; en un momento de descanso después de almorzar, recordaba Leal, se pusieron a hacer comparaciones de las actitudes y formas de ser de los venezolanos y los nicaragüenses lo que terminó por ampliarse y establecer como una especie de plan comparativo de todas las sociedades latinoamericanas y cuáles las cosas que más nos unían y las que nos separaban. “ Yo, –decía Leal– hablaba de algunos lugares comunes como la unidad del idioma, la religión y las supersticiones como similitudes e identidades latinoamericanas”. Argüello le refirió un proverbio que se usa comúnmente en su país para luego afirmar que ese dicho popular nicaragüense resumía la personalidad social de los latinoamericanos en todos sus habitantes y en toda su extensión geográfica; intrigado, Ildefonso leal le increpa “¿qué cosa puede ser aquello que podía unir a los latinoamericanos más que el idioma, que la religión y las supersticiones?”; Molina Argüello le respondió: En mi país se dice comúnmente que: “No hay peor cosa que un indio repartiendo chicha” y hace silencio. Por supuesto, Leal hace lo que a cualquier mortal se le ocurriría hacer, que fue poner cara de incrédulo y emitir la interrogante de rigor, “¿y por qué cree usted que esa expresión unifica el sentir y forma de ser de todos los latinoamericanos, aparte de que no la entiendo?”; el historiador le responde; sencillo mi querido Ildefonso porque “el indio le reparte chicha a todas las personas menos a los indios”. En 1962 terminó Summa Cum Laude su doctorado y presentó la tesis doctoral con la que obtuvo mención publicación. Se trataba de una historia de la Universidad de Caracas desde 1721 (su creación) hasta 1827 (Decreto de Bolívar concediéndole autonomía y creación de la Universidad republicana). Permaneció en la UCV a lo largo de 38 años de los cuales buena parte se desempeñó como docente, otros tantos como Director del Archivo Histórico de la institución, desde donde continúa su labor de investigación acerca de la Historia de la Universidad, ahora con los papeles venezolanos y por tanto republicanos. Continúa sus funciones universitarias hasta el fin de sus días como “Cronista de la Universidad Central de Venezuela”. Esta actividad que había ganado en buena lid por haber dedicado su vida entera al estudio de las vicisitudes de la historia de la Universidad Real y Pontificia de Caracas, luego Universidad Central de Venezuela, no dejaba también de tener su parte ocurrente pues, en conversación privada en alguna ocasión le pregunté Doctor ¿y cuánto tiempo tiene usted ejerciendo las funciones de Cronista de la UCV? Y me respondió en bajo tono como solía hablar comúnmente, “mire yo tengo como veinte años en esa función y la ejerceré hasta el día en que me muera”. Al hacer esta última afirmación le noté algo que sólo quien le conociera bien podría notar, 18
In Memoria Ildefonso Leal una cierta picardía; inmediatamente hice la elemental pregunta: y ¿por cuál razón considera usted que va a durar en ese cargo por el resto de su vida? “Sencillo mi querido amigo –me respondió sereno- porque ese cargo es «ad honorem»”. He querido hacer una breve semblanza para recordar a un amigo entrañable, se que falta aquí un recorrido mayor por su prolífica obra académica, como suele hacerse en este país, pero sencillamente ella está allí, en las bibliotecas, y el mejor homenaje que se le puede hacer es leerla. 19
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Pero no es ese el cuento; en un momento de descanso después de almorzar, recordaba<br />
Leal, se pusieron a hacer comparaciones de las actitudes y formas de ser de los<br />
venezolanos y los nicaragüenses lo que terminó por ampliarse y establecer como una<br />
especie de plan comparativo de todas las sociedades latinoamericanas y cuáles las cosas<br />
que más nos unían y las que nos separaban. “ Yo, –decía Leal– hablaba de algunos<br />
lugares comunes como la unidad del idioma, la religión y las supersticiones como similitudes<br />
e identidades latinoamericanas”.<br />
Argüello le refirió un proverbio que se usa comúnmente en su país para luego afirmar<br />
que ese dicho popular nicaragüense resumía la personalidad social de los latinoamericanos<br />
en todos sus habitantes y en toda su extensión geográfica; intrigado, Ildefonso<br />
leal le increpa “¿qué cosa puede ser aquello que podía unir a los latinoamericanos<br />
más que el idioma, que la religión y las supersticiones?”; Molina Argüello le respondió:<br />
En mi país se dice comúnmente que: “No hay peor cosa que un indio repartiendo chicha”<br />
y hace silencio. Por supuesto, Leal hace lo que a cualquier mortal se le ocurriría<br />
hacer, que fue poner cara de incrédulo y emitir la interrogante de rigor, “¿y por qué<br />
cree usted que esa expresión unifica el sentir y forma de ser de todos los latinoamericanos,<br />
aparte de que no la entiendo?”; el historiador le responde; sencillo mi querido Ildefonso<br />
porque “el indio le reparte chicha a todas las personas menos a los indios”.<br />
En 1962 terminó Summa Cum Laude su doctorado y presentó la tesis doctoral<br />
con la que obtuvo mención publicación. Se trataba de una historia de la Universidad<br />
de Caracas desde 1721 (su creación) hasta 1827 (Decreto de Bolívar concediéndole<br />
autonomía y creación de la Universidad republicana). Permaneció en la UCV a lo<br />
largo de 38 años de los cuales buena parte se desempeñó como docente, otros tantos<br />
como Director del Archivo Histórico de la institución, desde donde continúa su<br />
labor de investigación acerca de la Historia de la Universidad, ahora con los papeles<br />
venezolanos y por tanto republicanos.<br />
Continúa sus funciones universitarias hasta el fin de sus días como “Cronista de la<br />
Universidad Central de Venezuela”. Esta actividad que había ganado en buena lid por<br />
haber dedicado su vida entera al estudio de las vicisitudes de la historia de la Universidad<br />
Real y Pontificia de Caracas, luego Universidad Central de Venezuela, no dejaba<br />
también de tener su parte ocurrente pues, en conversación privada en alguna ocasión<br />
le pregunté Doctor ¿y cuánto tiempo tiene usted ejerciendo las funciones de Cronista<br />
de la UCV? Y me respondió en bajo tono como solía hablar comúnmente, “mire yo<br />
tengo como veinte años en esa función y la ejerceré hasta el día en que me muera”. Al hacer<br />
esta última afirmación le noté algo que sólo quien le conociera bien podría notar,<br />
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