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ESTUDIOS<br />
El miedo derivativo (en términos históricos, culturales y psicológicos) es la marea<br />
inquietante y angustiante capaz de orientar nuestra conducta, modificar nuestra visión<br />
del mundo y nuestras expectativas en él. Bauman apunta que<br />
“es un fotograma fijo de la mente que podemos describir (mejor que de ningún otro<br />
modo) como el sentimiento de ser susceptible al peligro: una sensación de inseguridad<br />
(el mundo está lleno de peligros que pueden materializarse en cualquier momento<br />
sin apenas mediar aviso) y de vulnerabilidad (si el peligro nos agrede, habrá<br />
pocas o nulas posibilidades de escapar a él o de hacerle frente con una defensa eficaz;<br />
la suposición de nuestra vulnerabilidad frente a los peligros no depende tanto del<br />
volumen o la naturaleza de las amenazas reales como de la ausencia de confianza<br />
en las defensas disponibles)” 34 .<br />
Por tanto, este miedo interiorizado en nuestra rutina diaria es auto propulsivo.<br />
La marea representa la omnipresencia del peligro originario que siempre cambia de<br />
rostro. 35<br />
La historia de una represión<br />
Hace mucho tiempo una amiga me obsequió el famoso libro de Simone de Beauvoir,<br />
El Segundo Sexo. Es un ensayo enorme sobre la condición femenina a la largo<br />
de la historia humana. Recuerdo que me causó gran impresión el grado de reflexión<br />
filosófica e histórica de Beauvoir. Debo decir que no leí el texto completamente; pero<br />
sí me quedó rondando una metáfora que hoy la ubico bajo la estela del miedo:<br />
“Tiene un rostro de tinieblas, es el caos de donde todo ha salido y al que todo debe<br />
un día retornar… Es de noche en las entrañas de la tierra. Esa noche, en la que el<br />
hombre se ve amenazado con ser engullido, y que es el revés de la fecundidad, le<br />
espanta”. 36<br />
34<br />
Bauman se basa en la obra de Hugues Lagrange titulada La civilización del miedo, aun no traducido al castellano.<br />
Ibídem, p. 11.<br />
35<br />
Al respecto, Pilar Gonzalbo escribe algo muy interesante al respecto: “Hay circunstancias en las que no es posible<br />
identificar a un culpable de los males posibles o reales, así como hoy tampoco podemos mostrar a un posible sospechoso de<br />
haberlo manipulado. Con frecuencia es la sociedad la generadora de los miedos, esa sociedad impersonal que, sin embargo,<br />
formamos todos, pero a la que atribuimos una capacidad ordenadora que nos sobrepasa. No importa que tan antigua<br />
o reciente sea la sociedad reguladora (...) Ya sea en Mesoamérica, en la Puebla virreinal o en la Ciudad de México del<br />
siglo XXI, la ciudad impone sus normas y da origen a sus miedos”. Pilar Gonzalbo, “Reflexiones sobre el miedo en la<br />
historia”, p. 26.<br />
36<br />
Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Valencia, Ediciones Cátedra-Universidad de Valencia-Instituto de la Mujer,<br />
2005, p. 250.<br />
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