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<strong>BOLETÍN</strong> DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA<br />

el pasado, como afirma nítidamente Pilar Gonzalbo 27 . El norte es apreciar las manifestaciones<br />

externas de los miedos y sus consecuencias; o dicho de otra forma: efectuar<br />

una comprensión densa y jugosa de las relaciones sociales y culturales.<br />

Vayamos a un ejemplo en el siglo xix: tenemos el miedo femenino al maltrato<br />

conyugal; o también el miedo al parto. Este tipo de temor entra en las dos familias<br />

ensayadas arriba: el natural y el cultural. Sin embargo, cuando leemos a contrapelo las<br />

fuentes, se nos revela que la mujer solo actúa como “víctima”: ella tiene miedo a que su<br />

hijo muera en el parto, que salga con deformaciones fisiológicas; en otras ocasiones, la<br />

amenaza silenciosa de no poder procrear, de quedarse viuda en una sociedad donde la<br />

maternidad resulta un discurso muy influyente. El historiador tiene la posibilidad de<br />

comprender su figura dentro de la pasividad. Los miedos que atraviesan la pasividad<br />

se deciden, en fin, por el padecimiento íntimo y silencioso.<br />

No pasa lo mismo cuando hablamos del miedo de una institución del Antiguo<br />

Régimen: la Corona. El discurso realista se ve amenazado por la filosofía ilustrada y<br />

la libertad de cultos, por ejemplo. Frente a ello, señala a su “enemigo” dentro de un<br />

sistema cultural bastante diferenciado en términos políticos, ideológicos y culturales.<br />

¿Qué hace el rey y la aristocracia cuando se ven amenazados? Pues, entablar un<br />

enfrentamiento, esto es, reaccionar generando una batalla donde los miedos vienen a<br />

ser materia obligada. De tal manera que del papel de victimario se moviliza también<br />

como generador de una pragmática del terror, que el historiador puede comprender<br />

dentro de la voluntad de poder.<br />

El poder del rumor<br />

En las sociedades preindustriales el poder del rumor adquiere una potencia importante.<br />

En El miedo en Occidente, Jean Delumeau demuestra cómo poblaciones<br />

enteras son sometidas al paroxismo del miedo gracias a los rumores infundados, que<br />

respondían más bien a creencias colectivas ya sedimentadas. Son las “mentalidades<br />

mágicas”, como él las define, que interpretan la amenaza atemorizante mediante los<br />

residuos adquiridos a través del tiempo y que pueden hacer derramar mucha sangre y<br />

27<br />

“Una tarea ardua, y por demás inútil, sería la búsqueda de las causas reales de los miedos identificados en la historia;<br />

podían existir o no tales causas, podían ser insuficientes o insignificantes, podían haber nacido en la mente de algún<br />

individuo y haber crecido como gigantesca bola de nieve en los rumores de las masas; lo que importa es que la gente creía<br />

en ellos y, por tanto, sus consecuencias eran tan reales como si efectivamente existieran”. Pilar Gonzalbo, “Reflexiones<br />

sobre el miedo en la historia”. En: Pilar Gonzalbo, Anne Staples, Valentina Torres (Comps.), Una historia de<br />

los usos del miedo, México, D.F., El Colegio de México, Universidad Iberoamericana, 2009, p. 23.<br />

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