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Excodra III: Lo justo

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EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 3<br />

(LO JUSTO)<br />

Revista <strong>Excodra</strong>. Número <strong>III</strong>: <strong>Lo</strong> Justo. Octubre, 2011. ISSN 2014-1998.<br />

Rubén Darío Fernández


ÍNDICE<br />

Editorial<br />

Por ser de justicia<br />

Ficción<br />

Terminal 3 y Sin comentarios, Juan Francisco Ferré<br />

Un ejemplo de justicia asocial, Elvira Navarro<br />

Cuál es la respuesta, Anna Labad<br />

No ficción<br />

Divagaciones sobre lo <strong>justo</strong>, Jordi Corominas i Julián<br />

<strong>Lo</strong> <strong>justo</strong> y el Cornelismo, Luis M. Hermoza<br />

Poesía<br />

Inyección letal, La voz y <strong>Lo</strong> <strong>justo</strong>, Laia López Manrique<br />

Dispará, Anna Chinaski<br />

La batalla, Carlota Cánovas Cuneo<br />

Pintura<br />

Ludovica Bastianini<br />

Irene Gracia<br />

Entrevista + Aportación artística<br />

Iván Humanes<br />

Crítica Literaria<br />

Rafael Morales Barba, sobre La noche del eclipse tú de Luis Artigué<br />

Reseñas<br />

<strong>Lo</strong>s espejos, de Inés Arredondo<br />

La emboscada, de Iván Humanes<br />

Tiempo inhabitable, de Pepa Nieto<br />

La sobriedad del galápago, de Sara Mesa<br />

Colaboradores


EDITORIAL<br />

Por ser de justicia<br />

Cuando pensé en hacer un número con esta temática, <strong>Lo</strong> <strong>justo</strong>, tenía en mente<br />

comentar sobre cómo me di de bruces con la justicia y lo que ésta representaba. Y así<br />

voy a hacerlo. Tengo una hija de seis años, y a sus tres años y medio, separándonos su<br />

madre y yo, el aparato judicial, decidió que lo mejor para la custodia de una niña que<br />

aún no tenía ni años, sino meses (como dijo la fiscal) era la custodia de la madre. Así<br />

que al principio pude ver a mi niña fines de semana alternos pero entregándola en<br />

casa de la madre los domingos por la noche y un par de horas a la salida del colegio<br />

una vez por semana, los miércoles. Y tiempo vacacional a partes iguales. Esto fue el<br />

primer escalón. En el siguiente escalón (el siguiente juicio) ya podía también llevar a<br />

mi niña al colegio los lunes. En el tercer escalón: ya podía llevarla también los jueves<br />

al colegio. Subir cada escalón costaba tresmil euros en abogados. Nuevemil euros<br />

más IVA y más el pico de los procuradores. Y ahora me dicen los abogados que sí,<br />

que ya conseguiré la custodia compartida, previo pago. ¿Y por qué no lo hicieron<br />

desde el principio? ¿Por qué tanto paso previo? Y es entonces, que en uno de los<br />

juicios, viendo ahí frente a mí a un hombre que no conocía de nada a mi hija, ni verla,<br />

-será por eso que la justicia es ciega- el juez, lo veo decidiendo sobre la vida de mi<br />

hija y la mía y nosotros acatándola: por ser de justicia, como rezaban los papeles vía<br />

email que llegaban de los juzgados. ¿Y qué demonios es la justicia? ¿Y por qué ese<br />

señor dice haz esto y yo lo hago? ¿Y por qué tanto dinero para dejar que me<br />

arranquen la vida a pedazos? Después de todo aquello, además de verme con la salud<br />

por los suelos que no sé si me repondré algún día, pensé sobre todo en dos cosas: Que<br />

el sistema judicial actual, entre otras muchas cosas, es un negocio, una empresa más,<br />

una fuente de ingresos inmensa y que bien vale la pena inventar delitos y faltas en las<br />

leyes para seguir amasando millones. Y que lo <strong>justo</strong> no existe, qué tal cosa es en<br />

realidad la ley del más fuerte. Pensé en cómo se aplica la justicia. Cómo se hace valer<br />

lo que dice un juez y uno acata. Entonces pensé, que el día en que me echaron de mi


casa, mediante un email que me mandó mi abogada, yo bien me podía haber quedado<br />

en casa. Pensé en la insumisión. En eso de no ser sumisos. Y vi entonces que yo no<br />

me iba. Que llegarían papeles de más juicios. Y no iría. No me movería de mi casa.<br />

Que ya no era mi casa porque así lo decía un juez, un hombre, un otro hombre. Y vi a<br />

la policía llamar a mi casa. Llamar y no abrir. Y entrarían por la fuerza. La fuerza. No<br />

sería un solo policía, serían varios. Todos muchos más fuertes que yo. Con porras.<br />

Chalecos antibalas tal vez. Incluso llevarían armas de fuego. Y me sacarían de allí,<br />

por la fuerza. Y pensando en esto vi que la justicia respondía a la ley del más fuerte,<br />

fuera lo anterior pura especulación o no. La justicia se aplica porque hay medios que<br />

permiten que se aplique. Pero aún más, que la opinión, la decisión, la acción del más<br />

fuerte es lo que respondía al nombre de la justicia. No hay justicia: hay imposición y<br />

acatación. En un consenso siempre hay uno que cede más que otro, digamos que se<br />

puede reducir a una cesión de espacios. La armonía como tal, no existe entre dos<br />

seres: es una lucha dialéctica incesante. La justicia vendría a ser lo que busca el<br />

equilibrio, la armonía. Pero ¿quién o qué determina lo que está equilibrado? Quien<br />

puede determinarlo. El que puede determinarlo. El que tiene el poder de determinarlo.<br />

Que la justicia se represente con una espada en la mano no es casual. Ha querido<br />

desligarse el aparato ejecutor del aparato judicial. Pero sin el primero, no existe el<br />

segundo. Y no al revés. Hacer justicia es poder hacerla. La justicia hay que hacerla,<br />

ejecutarla para que exista. Mientras no se ejecuta, no hay justicia. Ya sea mediante un<br />

diálogo en el cuál dos personas se ponen de acuerdo en algo y sienten que ha sido<br />

<strong>justo</strong> lo que se ha decidido puesto que uno ya recibió lo que necesitaba y el otro ya<br />

ofreció lo que podía. Porque siempre se decide algo porque había una confrontación.<br />

Una confrontación que deviene en resuelta como justa cuando se ha llevado a cabo el<br />

acto que sentían <strong>justo</strong> para ambos. El que ambos acataban desde la imposición del<br />

otro. Y de aquí entra en juego la tercera persona que es la justicia como aparato<br />

mediador entre dos partes buscando el equilibrio, la satisfacción de ambas partes. Y<br />

pienso en lo práctico y resolutivo que resulta entonces utilizar la justicia divina y la<br />

justicia de estado. <strong>Lo</strong> dice un dios, o lo dice una ley: y punto. Y lo acatas por temor al<br />

poderoso o por ignorancia y convencimiento o ya puedes ir preparando tu espalda


porque las leyes al final de los finales hacen valer la fuerza para imponer lo que es de<br />

justicia. Y los que fueron creando las leyes para hacer justicia, así, desde la boca de<br />

dios y de los estados, ponían sus bocas. Y lo <strong>justo</strong> se torna aparato de control, de<br />

manipulación, de sostén del poderoso sobre el que no lo es pero podría llegar a serlo<br />

si no se le tiene bien sujeto y controlado. Y pienso en la ignorancia. En el<br />

mantenimiento de la ignorancia. Y pienso en la moral que sustenta lo <strong>justo</strong>. En las<br />

morales impuestas. En las morales aceptadas sin cuestionarlas. No sé qué sea lo <strong>justo</strong><br />

más que uno de tantos conceptos-cárcel, palabras-para-el-control-de-población. La<br />

cuestión también está en pensar en la necesidad y función de todo esto...<br />

En este número de la Revista <strong>Excodra</strong> nos encontraremos con distintas visiones sobre<br />

este tema, todas para meditarlas, para pensar desde los ojos del otro. Se apruebe o se<br />

rechace lo que en este número aparece, sin dudar siento que al menos, os dará para<br />

pensar en algo absolutamente presente en nuestro día a día y que asumimos casi por<br />

ósmosis: <strong>Lo</strong> <strong>justo</strong>.


FICCIÓN<br />

Terminal 3<br />

<strong>Lo</strong> detuvieron en la zona de control del aeropuerto, cuando trataba de atravesar la<br />

frontera sin visado. <strong>Lo</strong>s agentes lo condujeron a una dependencia privada con la<br />

excusa de que se desnudara y abriera sus maletas para someterlas a inspección. Tuvo<br />

la sensación de encontrarse en un espacio abstracto, borrado de todos los mapas<br />

oficiales, en algún lugar inaccesible de la terminal civil. <strong>Lo</strong> engañaron haciéndole<br />

creer que buscaban drogas. Cuando estuvo claro que no podían buscar nada, lo<br />

encerraron en otra habitación similar a oscuras durante dos horas. Con un sofisticado<br />

sistema de infrarrojos vigilaron su comportamiento desde una estancia contigua<br />

separada por un falso espejo de cristal blindado. Después lo interrogaron: lugar de<br />

procedencia, actividades profesionales, vida privada, antecedentes policiales,<br />

intenciones del viaje, planes de trabajo, amistades, relaciones, etc. En todo momento,<br />

a pesar de la furia y la indignación, contestó lo que correspondía contestar. Durante<br />

treinta minutos, guardaron un silencio funerario, dejándole creer que no tardarían en<br />

liberarlo. Cuando habían conseguido el máximo nivel de crispación del detenido,<br />

abrieron una puerta lateral, a su izquierda, que se precipitó a cruzar confiando en que<br />

al otro lado, todavía a oscuras, se hallaba la salida a la terminal.<br />

Un penetrante hedor a excrementos y orines lo asalta nada más ingresar en la nueva<br />

habitación. Espera encontrarse lo peor de la naturaleza humana encerrado allí. No<br />

tardan sus captores en sacarlo de dudas al encender los fluorescentes del techo. Las<br />

grandes dimensiones y el despojamiento inhumano de la estancia le sorprenden al<br />

principio. Frente a él, atado a una silla de madera y amordazado, con la cara<br />

tumefacta y los ojos hinchados, se halla un hombre desnudo de complexión fuerte.<br />

Por un altavoz le llegan instrucciones que al principio se niega a reconocer. Una voz<br />

grave identifica al prisionero como un terrorista peligroso detenido el día anterior<br />

cuando intentaba infiltrarse en un vuelo con un dispositivo explosivo oculto en un<br />

ordenador portátil. Se le había dado por muerto en un tiroteo posterior con la policía.


-Encima de la mesa verá un arma automática, fácil de usar. Se enfrenta usted a un<br />

terrorista que no hubiera pestañeado a la hora de eliminar a doscientos pasajeros<br />

inocentes treinta y seis horas atrás. Un asesino de masas. Coja esa pistola y acabe con<br />

él de una vez. No pedimos mucho, sólo que tiente la suerte. Otros pasajeros lo han<br />

intentado antes sin éxito. ¿Qué es la vida para usted? ¿Estaría dispuesto a sacrificarla<br />

por una causa más elevada? Piense antes de disparar, ¿de qué lado está usted? ¿Le<br />

parece posible no estar con ellos ni contra ellos?<br />

Temblando, coge la pistola depositada en la mesa y, mientras el monólogo del gran<br />

inquisidor declina la insensatez de la situación mundial, se coloca tras el hombre<br />

maniatado a la silla. Ahora puede ver y oler los excrementos del detenido como un<br />

signo repugnante del estado de cosas. No habrá secuelas. Asiendo la pistola con las<br />

dos manos, como un personaje vengativo en una película maniquea, apunta el cañón<br />

sobre la nuca y dispara sin vacilar. El clic metálico y sus gemidos son la única banda<br />

sonora que suena en la habitación ahora que la voz del verdugo ha enmudecido y la<br />

puerta del fondo se abre lo suficiente como para que entre por ella el estruendo del<br />

aeropuerto, voces indicando salidas y llegadas, rumor de pasajeros, la vida acústica<br />

de la terminal, tan llena de promesas, anuncios e invitaciones vacuas. El presunto<br />

terrorista agacha la cabeza y cierra los ojos, con un gesto dramático, mientras él deja<br />

caer la pistola al suelo fingiendo inocencia, impunidad o cualquier otro concepto<br />

corrompido por las circunstancias, en un gesto imitado de tantas películas de<br />

pistoleros y gángsteres, y se queda inmóvil, sin saber muy bien qué hacer o qué decir.<br />

No hay palabras, no hay actos.<br />

-No se lo tome a mal. Es por su seguridad. Puede irse si lo desea. No olvide llevarse<br />

todas sus cosas.<br />

JFF


Sin comentarios<br />

Tú estarías dispuesto a demostrar que no hay diferencias entre creer o no creer, estar<br />

convencido o no estarlo. Fingir convicciones, esto es, convencer a los demás de que<br />

uno está convencido de lo que dice o hace, o predica que hace, o hace que predica,<br />

etcétera, la paradoja del político profesional a la que consagraste, además de tu vida<br />

entera, de eso no duda nadie ahora, un temprano y clarividente artículo en un<br />

periódico universitario de amplia difusión entre los estudiantes. La confusión ética de<br />

sujeto y predicado en un mecanismo de falsas atribuciones, la tesis principal, te<br />

parecía irrebatible. Y caló hondo, hay que decirlo, en la conciencia de no pocos de tus<br />

compañeros de facultad aquella disquisición tuya tan sutil, tan avispada, tan<br />

especulativa, lástima que no escribieras más y prefirieras poner en práctica tus<br />

postulados, uno tras otro, un auténtico programa, un sistema casi. Pero ahora es tarde<br />

para insistir, cuando te ofreces a cambio de un rehén secuestrado por la banda<br />

terrorista más publicitada del país, si no resultara cínico u oportunista te atreverías a<br />

atribuirles hasta patrocinadores, los hay dispuestos a venderlo todo si existe demanda,<br />

hasta la propia vida, y lo haces por tanto a través de la televisión, de los diversos<br />

canales, públicos o privados, ante una audiencia considerable, lo comprobarás<br />

después, resulta esencial a tus propósitos conocer de antemano el respaldo mediático,<br />

así lo llamas, sin ambages, has vendido bien tu falso gesto vagamente humanitario,<br />

ahora es cuando te asaltan por primera vez las dudas, las deudas, los deudos. Las<br />

dudas sobre el posible sentido de tu misión, un muerto es un muerto, un secuestrado<br />

un secuestrado, un terrorista un terrorista, pero aceptar las condiciones del<br />

intercambio equivale a suicidarse, darse a sí la muerte, dirías, perseverar en un<br />

egoísmo desconocido para ti hasta en los momentos más trascendentales. Pero<br />

también equivale en cierto modo a volverse uno mismo terrorista, cómplice de los<br />

asesinos, el placer del verdugo y esas otras zarandajas más o menos periodísticas,<br />

conceder la libertad de huir a uno, forzar la reclusión de otro, salvar una vida<br />

preciosa, entregar otra inapreciable, menudo juego amoral, opinas. El secuestrado<br />

terrorista muerto quizá de miedo y también de dudas contundentes, un si es no es


disparatado. Aquí es donde entran en escena las enfermizas deudas, sobre todo las<br />

contraídas con el rígido aparato del partido, dispuesto a cobrárselas en cualquier<br />

signo tuyo de debilidad manifiesta. Es éste quien ha decidido que seas tú el que se<br />

ofrezca a cambio del otro, rehén por rehén, truculento trueque. Te han comunicado<br />

por teléfono que se lo debes al partido, no encuentran otra solución, después de horas<br />

de discusiones y a la vista de las muy especiales circunstancias, una emergencia, lo<br />

comprendes, una e-mer-gen-cia, sabes deletrear, no eres analfabeto como otros<br />

advenedizos, concluiste la carrera. Que si el partido ha hecho mucho por ti, sí hombre<br />

acuérdate, aquella noche de locura, la redada casual, a punto de ser detenido, a un<br />

paso de acabar en comisaría, te acuerdas, imagínate lo que habría supuesto para tu<br />

reputación, ya bastante mermada o maltrecha, a quién se lo debes, eh, a quién,<br />

adivínalo. Y no te acuerdas quien apoyó tu candidatura cuando tantos maldecían de ti,<br />

un incompetente, sin escrúpulos, con vicios conocidos además, porque eso tuyo de<br />

los niños, las niñas, los medio niños, las medio niñas, etcétera, etcétera, en fin, no<br />

está el horno para estos bullicios, tan ambiguos, tú ya me entiendes, por si fuera poco<br />

retintín sin hijos, con mujer pero sin hijos, ése no es historial para un político de<br />

nuestro tiempo, echa un vistazo nada más a la casta de la oposición, todos santos<br />

poco menos, o beatos, es casi lo mismo. Entonces dime, cuando todos los pulgares de<br />

la ejecutiva apuntaban infalibles a la moqueta mientras tu nombre viajaba de boca en<br />

boca como una contraseña soez, quién se levantó entonces de su privilegiado asiento,<br />

quién intercedió con elocuencia a tu favor, quién acalló con vehemencia las voces<br />

discrepantes, mayoritarias. Precisamente. Tú no vas a hacernos ganar las elecciones,<br />

eso lo sabes de sobra. Y te obligan a ver el vídeo una y otra vez, en sesión continua,<br />

porque al final te ofreciste, qué remedio te quedaba, y estos chicos tan simpáticos y<br />

deportivos se hicieron cargo amablemente de ti y liberaron al otro, al candidato<br />

seguro ganador, estos siniestros encapuchados que se parten de risa viendo el vídeo<br />

de marras contigo, tu imperecedera comparecencia pública, tú ofreciéndote como<br />

rehén alternativo, qué gracioso. Un gesto para la historia, como lo calificó un<br />

conocido analista de los medios, los confusos fines también. No te preocupes, lo<br />

tenemos todo planeado, paso a paso, te prometen la salvación. Tú deja que pasen


unos meses, mientras extraemos toda la rentabilidad política posible de tu secuestro y<br />

la liberación del candidato supremo, al cabo del tiempo pagaremos la cantidad<br />

estipulada, no te quepa duda, una nimiedad por otra parte, ya lo sacaremos de algún<br />

fondo, tú no te preocupes por nada. Hacienda ha prometido que van a hacer la vista<br />

gorda, la policía no va a mover un dedo para impedir el pago del rescate. Pero pasan<br />

meses y meses, y un buen día se presenta de improviso otro encapuchado, eran cinco,<br />

ahora son seis, al volante de un flamante todoterreno azul metalizado, lo ves por la<br />

luminosa ventana mientras te están dando de desayunar, cereales con leche y miel,<br />

imaginas de dónde ha salido el dinero para comprarlo, concluyes con precipitada<br />

alegría que ha llegado el final de tu desventura, por fin han encontrado patrocinador<br />

para la empresa, suspiras aliviado, casi contento. Tu alegría se hace contagiosa y<br />

confirma su fundamento, pues al principio los otros encapuchados se muestran<br />

también entusiasmados ante la nueva adquisición, imponente vehículo, recién salido<br />

de fábrica, una maravilla mecánica. Este tipo debe de ser alguien importante, te dices<br />

cuando se lleva a sus colegas a otra habitación del desolado caserío, parece traer<br />

información decisiva, quizá sobre el lugar o el modo de tu liberación, o el moroso<br />

avance de las negociaciones, tal vez peor, el fracaso. Al cabo de una hora, más o<br />

menos, empiezas a preocuparte con motivos. Tardan demasiado en tomar una<br />

decisión tan sencilla, la reunión se demora más de lo previsible, algo no funciona. El<br />

todoterreno es una falsa pista, un indicio equívoco. Esta gente tiene su propia pasta,<br />

financiación autónoma. Algo extraño sucede, ya no te cabe duda, una menos, se van<br />

disipando, menos mal. Oyes los sigilosos murmullos al otro lado de la puerta<br />

atrancada, intentas imaginar el contenido de la conversación, lo temes funesto para ti,<br />

quizá, te dices, estén decidiendo quién va a hacerlo y cómo, en qué momento<br />

también. La espera se hace larga, interminable, los murmullos intermitentes,<br />

discontinuos. Por fin se abre la puerta con un crujido a tu espalda, sientes los pasos<br />

detrás de ti, la voz que te dice con marcado acento, te has acostumbrado a oírlo,<br />

tranquilo tronco, se acabó, ya han pagado, tranquilo, vamos a dejarte libre en seguida.<br />

Y no sabes por qué, pero no te lo crees, no te lo puedes creer, no han pagado ni<br />

pagarán, no lo harán, no pueden, no deben, no, tú lo sabes, cuando cuelgas el


teléfono, renuncias, has renunciado, así es. Te dejan solo un momento, atado a la silla,<br />

prisionero todavía, solo otra vez delante del televisor encendido, ahora lo<br />

comprendes, comprendes de qué se reían tanto tus secuestradores, estuviste<br />

verdaderamente cómico aquella tarde, ahora ya no hay ninguna duda, cuando<br />

anunciaste a todo un país paralizado tu retiro de la política por razones personales,<br />

intransitivas, un consumado comediante anunciando con involuntaria ironía que a<br />

partir de entonces te consagrarías a los niños, a través por supuesto de organismos<br />

internacionales dedicados a la defensa de sus derechos, tu etapa política había<br />

terminado a pesar de que tus compañeros de filas, cuánto se lo agradeces, habían<br />

insistido en que permanecieras y lucharas a pesar de todo, te quedaba futuro dentro<br />

del partido, mucho futuro, ya no aguantas más la carcajada estrepitosa, ridícula, te<br />

ataca desde el estómago como la úlcera o el ardor consustancial, te duele cariño,<br />

asciende por el plexo y la garganta, abrasándola a su paso, y te inunda<br />

irresistiblemente la cabeza, como el champán aborrecible de las campañas victoriosas<br />

con el que brindarías ahora por tu admirable futuro, o tu cerebro embotado, si no<br />

estuvieras vomitando en el pedregoso arcén de esta solitaria carretera todo lo que te<br />

han obligado a comer durante meses, tu dieta truncada, te vas por propia voluntad,<br />

has conseguido en efecto que no te echen a patadas del partido, pero no del<br />

portentoso todoterreno, huele a nuevo todavía, a plástico o a pintura, ese olor<br />

inolvidable, respiras con dificultad, te encanta la tapicería a rayas, una monada textil,<br />

te lo comprarías, es un golpe bajo, no obstante, una sucia treta para quitarte de en<br />

medio, despejar el camino a otros más despabilados, arrodillado ahora, cabizbajo,<br />

meditando en las confabulaciones de la nada, o la inflación universal, las manos<br />

atadas a la espalda con una incisiva cuerda de atar paquetes postales, cegado por los<br />

potentes faros del vehículo, o el brillo de los focos o las cámaras omnipresentes, o el<br />

maldito televisor en blanco y negro que no te permiten desenchufar, te retiras, sí, así<br />

se lo anuncias a todos, por sorpresa, has decidido retirarte definitivamente de la vida<br />

pública. Una irreparable pérdida. Sin comentarios.<br />

JFF


Un ejemplo de justicia asocial<br />

(Fragmento inédito)<br />

Cuando me enteré de lo de los despidos fui a las oficinas. <strong>Lo</strong>s despidos se debían a la<br />

reciente participación de capital mexicano en la parte de contenidos digitales; los<br />

socios querían más rentabilidad, y la empresa había pactado con los sindicatos un<br />

cese de 39 personas. En mi planta los ceses y las conversiones a colaborador externo<br />

habían ocurrido uno a uno, y en el sello para el que trabajaba sólo éramos cinco, así<br />

que el vacío en la mesa de los correctores se limitaba a tres sillas. No sentía nada<br />

especial al ver el que había sido mi sitio. Carmetxu, la editora, revisaba ahora todas<br />

las maquetas, pasándose de un asiento a otro cuando se hartaba. No podía hacer un<br />

trabajo exhaustivo, y los libros salían con una cantidad considerable de gazapos.<br />

Llegué cansada; me había tirado cuatro días con un novelón cuyas páginas se<br />

centuplicaban y parecían enterrarme, como si su crecimiento dependiera de mi<br />

sepultura, y también se crecieron las horas, de súbito oceánicas, pues no fueron<br />

treinta y siete: ya durante la primera jornada tuve la impresión de que llevaba<br />

confinada una semana. <strong>Lo</strong> <strong>justo</strong> sería que me hubiesen pagado teniendo en cuenta el<br />

despropósito, con una multiplicación semejante de dinero, o al menos reparadora del<br />

sueño, del cuerpo, del espesor sanguinolento de mis ojos. Me pregunté qué parte del<br />

cerebro se hacía cargo de la dimensión temporal; recordaba proliferaciones similares,<br />

aunque placenteras y debidas a la novedad. Sin embargo, no podía hablar<br />

exactamente de novedad en mi faceta de correctora de novelas, fueran estas<br />

novedosas o no, puesto que el trabajo, a la manera en que yo lo hacía, lo reducía todo<br />

a un apretado de tuercas. Con todo, y a pesar del tedio, había aprovechado que corría<br />

cierta urgencia sobre el manuscrito para llegarme a las oficinas. Husmeé en otras<br />

plantas antes de arribar a la mía; los directivos seguían en sus despachos, y los<br />

rodeaba una atmósfera de anochecida. No me había preocupado, durante estos meses,<br />

de enterarme cuántos habían acabado en mi misma situación, y Carmentxu,<br />

lógicamente, no iba a contármelo. Tampoco había tenido contacto con ninguno de mis<br />

compañeros de trabajo, pues la amistad la atravesaba una punta filosa de


desconcierto, de leves y extenuantes signos de corrección que debían encontrar la<br />

coherencia perfecta. Carmentxu me extendió un cheque: “No hace falta que vuelva a<br />

contarte lo que pasa”, me dijo. Asentí. Durante el tiempo que estuve contratada lo<br />

más parecido a una rebelión que osaba hacer era un acto por completo privado. Me<br />

iba primero al sótano, con Maribel, una mujer de mediana edad que atendía la barra<br />

de una cafetería adusta, con aglomerado de madera, sillas escuetas y correctas (eran<br />

cómodas esas sillas), y olores a los tartines de queso de cabra y a las huevas de<br />

esturión para las reuniones que se celebraban casi a diario en la última planta.<br />

Maribel era una buena lectora. Yo le bajaba libros de los que estaban destinados a<br />

prensa o a los propios anaqueles para las visitas, y ella me obsequiaba con algún<br />

canapé de falso caviar. Luego me iba con las de la limpieza a la terraza, a fumarme<br />

unos cigarros. Estaba prohibido subir, y esa pequeña trasgresión le daba cierta solidez<br />

a mis pretensiones de evadirme. Cuando Maribel escuchaba mis quejas, me<br />

reprochaba que servir pinchos y estar de pie con las piernas reventonas era peor, y<br />

que además yo podía escaparme a fumar las veces que quisiera, mientras que ella<br />

tenía que aguantar toda la mañana con dos cigarros. Yo le contaba entonces que el<br />

techo bajo de escayola del décimo piso bajaba poco a poco, como en esas películas<br />

antiguas en las que las paredes tenían cierta compulsión a hacer un sándwich con el<br />

agente secreto. Desde luego, un trabajo como el de Maribel me habría hecho sentirme<br />

atrapada para siempre en el vientre de la ballena, y era cierto que podía escaparme a<br />

la terraza, y salir a la calle las veces que me diera la gana a fumar. Durante la<br />

temporada que había pasado en Francia, siete meses con una beca mínima viviendo<br />

en los suburbios, me había sentido por primera vez pobre; pobre de un modo en que<br />

no me experimentaba ahora, a pesar de que sobrevivía gracias a mi colchón y al<br />

alquiler de Susana. Tal vez había sido así no sólo por el dinero, sino, y sobre todo,<br />

porque no conocía a nadie, hacía frío y el ambiente era con frecuencia hostil. Y no<br />

tenía una cocina con la que cacharrear y comer con amor verdadero y variedad<br />

suficiente. A veces pensaba que, allí en el sótano con un sueldo de mierda y<br />

ninguneada por los jefazos, Maribel tenía que sentirse de un modo parecido a como<br />

yo recordaba mi estadía francesa, aunque esa equiparación también podía explicarse


por mi mala conciencia: imaginármela en un hoyo me permitía castigarme, aplacar mi<br />

sentimiento de culpa.<br />

El orden de las plantas, de una racionalidad laberíntica, se deshacía en la terraza, que<br />

ni siquiera conservaba bien la estructura del piso, pues éste se ladeaba hacia el centro<br />

formando un hueco irregular que durante el invierno y buena parte de la primavera<br />

permanecía lleno de agua. Había también ondulaciones en el resto del pavimento, y<br />

ponía cuidado en no caerme. Allí arriba me invadía una viva impresión de haber<br />

solucionado algo, como una juerga salvaje tras meses abstemios, severos y<br />

silenciosos. Procuraba no mirar el suelo, hecho de un material plasticoso salteado de<br />

vetas que parecían papel albal. El olor que ascendía de él lo contrarrestaba con el<br />

humo del tabaco, o sacando la cabeza fuera de la baranda, aunque eso me hacía temer<br />

que el muro no fuera en verdad tan sólido, y que mi cuerpo acabara convertido en un<br />

espectáculo para las veinte plantas que me sostenían.<br />

Ese día no subí a la terraza. <strong>Lo</strong> que sí hice fue marcharme en el 53. Me fijé en que<br />

algunos de los establecimientos que llamaban mi atención cuando vivía en Tirso y<br />

hacía el trayecto en autobús estaban cerrados. Así, una alpargatería que mostraba en<br />

el escaparate cientos de alpargatas de colores frenéticos, y que tenía un mostrador de<br />

madera sin barnizar, razón por la cual imaginaba que las alpargatas se pulían como si<br />

fueran tablas. También había cerrado un pequeño comercio de reparación de relojes<br />

sobre el que siempre pensé que llevaba una existencia secreta, ya que había que mirar<br />

hasta tres veces en su interior para darse cuenta de que las telarañas metálicas de las<br />

paredes eran mecanismos de relojes antiguos. Asimismo, tenía las persianas metálicas<br />

bajadas una tienda de ropa interior y bañadores que utilizaba como reclamo<br />

publicitario el maniquí de una mulata plantada en mitad de la acera. Me gustaba<br />

observar la reacción de los transeúntes, que creían ver una mujer desnuda y en los<br />

huesos; la inmovilidad la dotaba, además, de algo mortuorio o fantasmal. En una<br />

ocasión presencié cómo un hombre que la miraba con deseo, tras descubrir su tersura<br />

de plástico, mudó el rostro en un desprecio ciego, o en odio, como si la maniquí lo<br />

hubiese rechazado. Al llegar hasta ella le dio una patada y la tiró al suelo. Había<br />

quienes se sobresaltaban, pues desde el primer vistazo no se dejaban engañar por lo


logrado de la imitación, aunque tampoco sabían dilucidar qué demonios veían.<br />

Supongo que les pasaba lo que a mí con las estatuas de hierro que alguien decidió<br />

sembrar por la ciudad, actores de una falsa actividad cotidiana, como barrer, ojear<br />

periódicos, vender nardos vestidas de chulapas. O ese niño en una esquina de Ópera,<br />

idéntico al del cartel de El florido pensil. <strong>Lo</strong> que producían las estatuas de hierro era<br />

una congoja fría, pues esos personajillos habían vibrado por unos segundos en la<br />

retina con un aura de vivos en otra dimensión. Sin embargo, el maniquí tenía su<br />

gracia, y ahora la calle se me antojó manca sin él. También me extrañó no ver la<br />

estatua del ángel caído lanzándose al vacío desde la cúpula del número 13 de la calle<br />

Ibiza. Se suponía que éramos muy pocos los que sabíamos que en Madrid no había<br />

un solo Satanás, el de El Retiro, y que nadie estaba al tanto de las grietas que se<br />

habían abierto en el edificio de Ibiza cuando colocaron el segundo demonio. Hubo<br />

que reforzar la cúpula, y las obras se llevaron a cabo en agosto y en plena noche. A<br />

pesar de las quejas de los escasos vecinos que no se habían ido de vacaciones, los<br />

periódicos no se hicieron eco. Yo estaba enterada del asunto por Germán, que<br />

trabajaba como técnico en el Ayuntamiento. Ninguno de los funcionarios que se<br />

encargaban de aprobar este tipo de proyectos, me dijo, iba a abrir la boca, pues los<br />

sobresueldos dependían de encargos extras por los que siempre se pedía la máxima<br />

discreción. Todo el mundo quería estos encargos, y el Ayuntamiento, desde que había<br />

crisis, se las apañaba para que no fueran demasiado visibles. Germán, desde luego,<br />

era un ejemplo de este tipo de discreción fugaz, en la que se traficaba con secretos<br />

cuya revelación no generaba escándalo, pues al final, según él, los trabajos quedaban<br />

bien, y los vecinos se alegraban de lo limpio que lucía el artesonado. Tuve la<br />

impresión de que había menos estatuas coronando las fachadas. No estaba segura de<br />

que no se tratara de una impresión subjetiva y rocambolesca. En cambio, no fue<br />

subjetivo comprobar que algunas de las grandes tiendas de ropa del centro habían<br />

cerrado. En teoría había permanecido atenta a las manifestaciones y a las huelgas,<br />

pero en la práctica me había limitado a referirlas a la crisis, así en general, y no sabía<br />

decir más sobre esas manifestaciones y esas huelgas. Llevaba cerca de un año<br />

leyendo sólo las ediciones digitales de los periódicos, lo que a veces equivalía a no


haber leído nada. Ante la profusión informativa, mi cerebro parecía reaccionar en<br />

baja intensidad. Tal vez no era culpa de la información, sino de mí, que me<br />

conformaba con una idea vaga, acorde con mi propia vibración emocional y de la<br />

misma manera que me había conformado con ir a la oficina a fisgar y a darme por<br />

satisfecha, pues todo coincidía con lo esperado. ¿Para qué quería una idea más<br />

ajustada de las cosas, si al fin y al cabo estas no hacían sino confirmar lo que ya sabía<br />

de ellas? El argumento tenía su parte falsa y mezquina, y como no estaba tranquila,<br />

cuando llegué al piso me puse a hacer averiguaciones sobre las tiendas chapadas.<br />

Encontré, obviamente, noticias de sobra.<br />

EN


Cuál es la respuesta<br />

Justicia es lo que desdichadamente pedía, es lo que anhelaba. Qué más se tenía que<br />

acontecer, para que se diera cuenta, de que tenía que hacer un paro en el camino. Era<br />

momento de cambiar, porque al igual que lo <strong>justo</strong> es <strong>justo</strong> para hoy, puede dejar de<br />

serlo para el día de mañana.<br />

Tenía un sentido muy alto de lo que se le llama usualmente ser <strong>justo</strong>, ser <strong>justo</strong> como<br />

persona, hacer las cosas bien… por lo que supuestamente, estaríamos hablando de un<br />

individuo crítico, de carácter fuerte, firme, noble, y de fiar, pero considerándose tan<br />

extremadamente <strong>justo</strong>, que a veces sus formas dejaban de serlo. Asfixiado en<br />

ocasiones en sus propios discursos de lo que era <strong>justo</strong> para él, y creía ser <strong>justo</strong> para<br />

todos, acrecentaba su deseo de cambiar. No sabía qué era lo que debía cambiar, si su<br />

alrededor, su vida, su trabajo, sus amigos… ¿qué? ¿Qué era aquello que justamente<br />

no funcionaba? Vagaba por las calles de su ciudad a la cual denominaba “Tierra de<br />

todos, madre de nadie” en las cuales no sentía estar en un entorno favorecedor para<br />

poder dar el paso, ya que lo primero que no le gustaba y que no le parecía <strong>justo</strong> es<br />

que su alrededor hubiera cambiado tanto sin previo aviso. O simplemente, ¿es que él<br />

no quería escuchar cuando le prevenían de que se avecinaba algo nuevo? Las calles<br />

de su ciudad habían adoptado otros colores, otros olores, otras gentes, otros sueldos,<br />

trabajos, su arquitectura, entre muchas otras cosas. Esa arquitectura de su ciudad que<br />

tanto amaba, en la cual se podía perder horas y horas imaginando la historia de sus<br />

orígenes a través de los gestos que adoptaban cada uno de los edificios, iglesias,<br />

templos, parques, palacios, castillos, avenidas… los cuales reflejaban parte de sus<br />

orígenes. ¿No se sentía ya en casa? ¿Tanto había cambiado todo a su alrededor? ¿Qué<br />

era lo que había hecho el mientras todo mutaba?... Sólo sabía una cosa, que sentía<br />

más que nunca estar fuera de lugar. Todos sus amigos de la infancia le decían lo<br />

mismo… tienes que caminar con gente con la que te sientas reflejado, con la que<br />

compartas el mismo camino, y que como tú, como nosotros, tengan un sentido sobre<br />

lo que es <strong>justo</strong>. ¿Era ésa la respuesta? ¿Así de fácil? ¿Así de simple? ¿Sin más<br />

vacilación?


Cuando regresaba a casa, seguía sintiendo que su alrededor no paraba de mutar y él<br />

seguía enfrascado en un laberinto sin salida. De repente un día empezó a temblar el<br />

pedestal más alto y firme al que el se acogía, su trabajo. Era lo único que parecía<br />

darle sentido de lo que era <strong>justo</strong> o no hacer en la vida, a través de la mirada de un<br />

mero trabajador que no es pagado por pensar sino para trabajar como un burro sin<br />

opciones a rechistar. Pero a él le parecía cómodo, ya se había adaptado y le gustaba o<br />

eso parecía, aún que una vez más al llegar a casa se preguntara si era eso lo que<br />

quería. Qué ocurriría si se quedaba sin trabajo, si tuviera que cambiar el rumbo,<br />

dónde quedaría su seguridad en sí mismo, en tomar decisiones, en tener el sentido de<br />

la <strong>justo</strong> como parecía tener. Ese día todo empezó a dar un giro a su vida. Y aunque<br />

sus más allegados seguían estando con él y le seguían dando los mismos consejos de<br />

siempre, a los que él se había sentido tan cómodo hasta ahora, parecía esta vez, no<br />

estar, tan en acuerdo. ¿Había cambiado su sentido de la vida?<br />

En un paseo por la playa al amanecer en el pueblito donde veraneaba de niño, sentado<br />

en la orilla del mar, <strong>justo</strong> al lado donde los pescadores de siempre dejaban sus<br />

pequeñas barcas ancladas antes de empezar a trasladar el pescado en la zona de<br />

subasta donde, los pescaderos del pueblo y familias iban a por su pescado fresco del<br />

día, un pescador que estaba cerca de él tejiendo la parte de una red que estaba<br />

desgastada, le llamó la atención. Muchacho, ¡acércate, acércate! Él sin más, se<br />

levantó y fue hacía él. Disculpa, podrías ayudarme con esto, sólo hace falta que<br />

sujetes la red por ese lado, gracias. Él asintió con la cabeza y murmuró, claro, tengo<br />

tiempo. Al hombre le pareció una respuesta un tanto extraña, fuera por las formas o<br />

las palabras y sin reparos le preguntó: ¿Te ocurre algo muchacho? Él respondió de<br />

repente sin más. Como si un volcán hubiera entrado en erupción y tuviera que<br />

vomitar toda la lava para sentirse liberado. Sí, que todo me parece in<strong>justo</strong>, que nadie<br />

parece estar dispuesto a ser <strong>justo</strong> con la gente, que la vida no parece ser justa con las<br />

personas, que las personas no son justas entre ellas, que… El hombre de repente lo<br />

miró y sonrió de una manera, que a él le corto hasta las palabras. Perdona muchacho,<br />

pero si dejas que este viejo pescador te diga algo... ¿no será que estas pidiendo<br />

justicia a un entorno y una manera de vivir que no has elegido, pero a la cuál te has


acomodado? ¿Una manera fácil de vivir, una manera de vivir por la cuál tú al<br />

renunciar al cambio, no has sido <strong>justo</strong> contigo mismo? Esas palabras le dieron su<br />

primer y nuevo aliento, tenía un punto de partida. Ahora sí, podía empezar a crear<br />

nuevos espacios en su mente para poder ordenar todas sus ideas y darse cuenta al fin<br />

que lo <strong>justo</strong> es normalmente aquello que se ignora. Y eso que ignoraba, era <strong>justo</strong> lo<br />

que vendría ahora…<br />

AL


NO FICCIÓN<br />

Divagaciones sobre lo <strong>justo</strong><br />

No soy mucho de repetir palabras en el mismo texto. Es algo que detesto, como si ser<br />

redundante fuera un pecado capital. El problema crece por hiperactividad. Termino<br />

un artículo o un poema, empiezo otro y evito vocablos pensando que los usé<br />

recientemente. Como pueden comprender tal manía puede conducirme a una especie<br />

de esquizofrenia que estas líneas acentuarán. Me han propuesto hablar de lo <strong>justo</strong>, y<br />

al principio quería escribir algo bastante panfletario y político. No lo haré por<br />

decencia. Soy un autor que mete ideas hasta en la sopa, así que dejemos que fluyan.<br />

Al fin y al cabo cualquier artefacto de estas características tiene matices ideológicos<br />

que a veces no captamos por simple pereza. La literatura es una imagen del mundo<br />

que proyectamos a través sus mecanismos. No le demos más vueltas. Suena el<br />

pistoletazo de salida. Estamos en el vagón de la vida.<br />

La primera estación es una tarde de domingo y una película de los años cincuenta. De<br />

pequeño preguntaba con insistencia el porqué de la apabullante superioridad de los<br />

filmes en blanco y negro. Mi madre, amante del séptimo arte, respondía de manera<br />

comprensible. Hijo, son los actores, la fotografía y hasta las historias. Si me apuran,<br />

esto es de mi cosecha, hasta la época propiciaba un apego mayor al séptimo arte. La<br />

tele pasaba Desirée con Marlon Brando en el papel de Napoleón. Un niño de seis<br />

años no tiene porqué saber nada del corso, así que la trama me fascinó. El tipo<br />

conquistaba, residía en un palacio de aúpa y soltaba frases más que inteligentes bajo<br />

un fondo en technicolor que evocaba tierras de ensueño. Al final, siento estropearles<br />

el visionado, su aventura finalizaba mal, lo que cuestioné con otro gran interrogante.<br />

¿Por qué siempre ganan los buenos? Querido, el guión está basado en hechos<br />

históricos, no pueden cambiarlo, las cosas pasaron así. No era <strong>justo</strong>. Bonaparte mola,<br />

es el penúltimo héroe romántico, suerte tenemos de Lawrence de Arabia. En la cinta<br />

que le dedicó el gran David Lean respiramos más tranquilos desde los primeros<br />

minutos al saber que ha muerto en un absurdo accidente de moto, lo que le confiere


más grandeza, y reposa en un templo a la altura de su categoría. La musa Clío no<br />

requiere de escribas, sus novelas acaecen con la naturalidad de la lógica.<br />

En la Segunda Guerra Mundial los buenos ganaron por una serie de problemáticas<br />

geoestratégicas que están relacionadas con un episodio de justicia poética. Hitler<br />

pervirtió al superhombre de Nietzsche con un embuste médico. Un doctor búlgaro,<br />

advierto que quizá confunda la nacionalidad del galeno, le recetó inyecciones de<br />

Speed. La droga, también aplicada a sus tropas, generó un efecto benéfico entre 1935<br />

y 1941, los años de máximo esplendor nazi. El Führer era más ágil en su pensamiento<br />

y ordenaba con destreza operaciones relámpago que sirvieron para conquistar media<br />

Europa y planificar el asalto al Imperio Británico con la gran ambición de estrechar<br />

una mano japonesa en La India. La guerra terminaría y el orbe terráqueo sería de la<br />

cruz gamada con ribetes de sol naciente y aliño lictor. Por suerte eso de chutarse en<br />

vena a lo bestia no podía ser bueno y Adolfo notó efectos negativos. <strong>Lo</strong>s<br />

pensamientos se entorpecieron, y lo que antes era sabiduría devino locura pura y dura<br />

que se agravó por los constantes fracasos en el frente ruso. <strong>Lo</strong> que otrora era potencia<br />

significó la pérdida del conflicto, por la velocidad, algo de lo que deberían tomar nota<br />

todos los amantes de lo posmoderno, que de tanto amar lo efímero quizá se<br />

encuentren un día en calzoncillos y sin ninguna medalla que colgar en su estantería.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>justo</strong> sería que el concepto de longevidad siguiera imponiéndose en el arte, si bien<br />

el último decenio parece desmentirlo. Triunfan las fotos de modelaje y el contenido<br />

es despreciado porque es mejor tener impacto que un prestigio cimentado en el<br />

trabajo.<br />

Un buen ejemplo de lo dicho lo tenemos en la obra de Damien Hirst. Su calavera de<br />

diamantes es una frivolidad de tomo y lomo que sedujo a los compradores al<br />

considerarla muy original. Ahora que la crisis acecha su prestigio ha resbalado y las<br />

subastas prefieren apostar sobre seguro mediante la valoración de pinturas y<br />

esculturas que muestren calidad sin estridencias plagadas de cinismo. El fracaso del<br />

inglés es un aviso para navegantes en un doble sentido. Por una parte el público no es<br />

tonto, y una cosa es la juventud que idolatra y otra bien distinta las personas con<br />

criterio que saben desmenuzar el grano de la paja, lo que nos dirige a la segunda


advertencia que versa sobre credibilidad y elogio de lo insólito en el buen sentido.<br />

Con dinero yo también puedo atreverme a reconstruir un cráneo, pero como soy<br />

pobre de solemnidad y pago autónomos sé lo que vale un peine, por lo que optaré por<br />

la observación de detalles que impliquen artesanía innovadora, pues debo ser muy<br />

antiguo y sigo conservando la fe en el artista amanuense que revolucione el cotarro<br />

con simplicidad, economía de medios y un mensaje que transmitir al respetable, lo<br />

que suele conseguirse con una estructura sólida que no se desmorone en dos<br />

telediarios. Este, y no otro, es el camino que en mi modesta opinión asegura una<br />

perpetuación de lo creativo.<br />

Al fin y al cabo nuestra era es la del asco que exalta lo políticamente correcto. En mis<br />

espectáculos de <strong>Lo</strong>opoesía, a los que volveremos en próximas entregas de <strong>Excodra</strong>,<br />

he transitado por varias fases de demencia en directo que muchos han condenado<br />

entre susurros. En 2009 y 2010 el show se dividía en tres partes. El pasaje de la<br />

primera a la segunda venía marcado por un ataque epiléptico en el escenario. No<br />

vean. Jean Martin du Bruit, mi amado alter ego, derrochaba debilidad, se tumbaba en<br />

suelo y los espasmos hacían el resto. La mejor performance fue cuando un señor se<br />

acercó para ver si mi estado era óptimo. En otra ocasión un chico se desmayó. <strong>Lo</strong>s<br />

que criticaban esa parte de la actuación padecían el mal de la solemnidad que lleva el<br />

traje del neoliberalismo por el cual tú aspiras a todo sin abrir la puerta del gallinero.<br />

La epilepsia estaba justificada por un imperativo de libre conciencia. El hombre<br />

enmascarado con el traje violeta descansaba entre bastidores e irrumpía la bailarina<br />

en un interludio musical que calmaba al espectador antes del rush final. ¿Desaparecer<br />

sin más? No. <strong>Lo</strong>s mismos entresijos de la función alentaban a un hasta pronto con<br />

estrépito, como si con el retorno del héroe de la camisa rosa la poesía volviera a las<br />

tablas tras el paréntesis danzarín.<br />

En 2011, cada año presentamos una nueva propuesta el tema escogido fue el Negro<br />

de Banyoles, un bosquimano que permaneció disecado en museos y almacenes del<br />

Viejo Mundo entre 1830 y el nuevo milenio. Su historia acongoja y le di forma lírica<br />

de manera fiel añadiendo proyecciones, música, objetos y bailes para que resultara un<br />

experimento absoluto. Me mantuve fiel a la trama de su padecimiento y sólo me la


salté en un punto donde quería establecer una comparación entre la intolerancia de<br />

antaño y la actual. Tras mucho penar el negro abandona el museo de Banyoles y parte<br />

hacia el aeropuerto de Barcelona, donde atenderá en silencio un vuelo a Madrid para<br />

someterse a una autopsia que determinará que queda del cuerpo que dos taxidermistas<br />

franceses embarcaron desde Suráfrica en el siglo XIX.<br />

El bosquimano parte de Banyoles en un camión de mercancías. El relato verídico<br />

cuenta que no surgieron problemas, embarcó correctamente y recibió sepultura en<br />

Gaborone, donde ahora los niños han rebautizado su lápida como córner de un<br />

improvisado campo de fútbol. Decidí pinchar la rueda del vehículo en la estación de<br />

Sagrera para que el negro, empaquetado en una caja de madera, subiera al metro,<br />

donde topa en un vagón con un retrasado mental al que sólo concedieron amor una<br />

sola vez en su existencia. La chica se llamaba Cristina y por eso salgo del escenario y<br />

paseo entre el público con la cabeza de una muñeca mientras mi baba gotea en mi<br />

traje y deformando mi rostro repito con machaconería Tú eres Cristina, que es lo que<br />

ése pobre chico profería a los clientes del subte. Su anécdota es real y la tomé<br />

prestada porque aunar al desdeñado de Banyoles con el de hoy en día me pareció un<br />

buen ejemplo para concienciar al auditorio de nuestra hipocresía. La gente ríe, se<br />

divierte y entiende la intencionalidad de la performance y su denuncia, pero también<br />

sé de otros que juzgan ese fragmento un acto de frivolidad. ¿Cómo osas introducir a<br />

un discapacitado? Les respondería que ellos normalmente no les prestan mucha<br />

atención, así que el gag no es tal porque ahonda en la miseria de nuestra sociedad.<br />

¿Es una reacción de envidia o de conservadurismo que apuesta por la tradición?<br />

En los años sesenta John Lennon, pongan en Youtube retardeds Beatles y lo verán, se<br />

burlaba del público porque quería que escucharan sus canciones. <strong>Lo</strong>s gritos histéricos<br />

no eran de su agrado y su carácter socarrón se expresaba de vez en cuando con<br />

imitaciones de retrasados mentales, con lo que atacaba directamente a los que<br />

pagaban su entrada para verlo. Nadie protestó. Una posibilidad es que les importara<br />

tres pepinos porque sólo querían saciar su ansia de idolatría y todo estaba bien. Hasta<br />

1966, cuando el cuarteto de Liverpool abandona las giras, el show business prefería<br />

intérpretes. La rebelión de Lennon se centra en metamorfosear ese juicio y virar a lo


<strong>justo</strong>. Ellos componían sus propias canciones y lograron cambiar el panorama. ¿Les<br />

reportaba algún beneficio ser manoseados hasta la médula por fans y medios? Sí, una<br />

ganancia económica que compensaba esas humillaciones que paliaban con<br />

comportamientos surrealistas en ruedas de prensa y conciertos para desconcertar a los<br />

apóstoles de la normalidad.<br />

Hace seis meses tuve oportunidad de anonadarme con avergonzándome de mis<br />

coetáneos. Organicé un evento con música en directo y <strong>Lo</strong>opoesía. El plato fuerte<br />

éramos nosotros porque presentábamos el nuevo show, pero el grupo que nos<br />

precedía era muy bueno. Permanecí en taquilla mientras tocaban y la cerré cuando<br />

me tocó actuar porque así lo estipulé con el dueño del local. De golpe y porrazo<br />

treinta personas quisieron acceder al recinto sin pagar entrada, 4 euros de nada. Cerré<br />

la puerta y expliqué a los presentes en la sala las razones de mi actitud. Mi único<br />

error fue ser demasiado duro en mi discurso, aunque por lo demás no me arrepiento<br />

en absoluto de mi acción. Durante la siguiente semana muchos amigos reprocharon<br />

mi actuación para con los desterrados. Te pasaste ocho pueblos, fuiste un cafre. ¿Y<br />

ellos? <strong>Lo</strong> <strong>justo</strong> es respetar para que respeten.<br />

JCiJ


<strong>Lo</strong> <strong>justo</strong> y el Cornelismo<br />

Tal vez para los creyentes de las religiones, la justicia tiene algo de trascendental,<br />

algo que va más allá y supera al ser humano en sus límites temporales, es decir, en su<br />

vida. Esto puede ser reconfortante. La esperanza de que una justicia no alcanzada en<br />

vida sea lograda más allá de la muerte, suena seductor. Pero más allá de la seducción,<br />

la idea de la Justicia Divina, es tan irrefutable como la de La Palabra de Dios que<br />

guarda la Biblia, porque es un acto de fe.<br />

Acercándonos más a la Tierra y al Tiempo, seres humanos que somos del siglo XXI,<br />

impregnados de incredulidad y suspicacia, llenos de inteligencia que guía nuestra<br />

confianza, poco espacio tenemos para creencias sobrenaturales y nos entregamos al<br />

poder de la razón y la lógica. Esto es lo que hace sorprendente que, en este panorama,<br />

hayamos entronizado el poder de la justicia y, más aún, lo hayamos cargado de<br />

connotaciones sobrenaturales.<br />

La justicia, fuera de ámbitos religiosos, no es verdad ni existe como virtud que<br />

trasciende al ser humano, nace y muere con él y su sociedad, es inherente a su<br />

condición de ser vivo, ya que es una interpretación humana de los hechos, las<br />

acciones y la existencia. Pongámonos, pues, a pensar en una justicia sin el ser<br />

humano y no iremos muy lejos. Tan lejos como podemos ir con algo que no existe.<br />

Es por eso que, al ser una concepción particular del ser humano (y hay tantas<br />

particularidades de seres humanos como seres humanos hay), no podemos entender la<br />

idea de justicia como una sola, como algo único, más bien como un conteo<br />

interminable de variedades, un cumulo de justicias que caminan solas, se distancian,<br />

se encuentran y desencuentran y que las sociedades tratan de regular en una justicia<br />

social equilibrada que más o menos satisfaga a todos. Cosa que no deja de ser una<br />

alternativa artificial pero una alternativa al fin y al cabo.


Así, pues, los cornelistas tenemos también nuestra idea de justicia y es la que se<br />

merece el ser humano.<br />

Pero ¿qué es un cornelista? y ¿qué es un ser humano?<br />

-El Cornelismo, el pesimismo cornelista y su percepción del hombre<br />

El Cornelismo “es una línea de pensamiento pesimista frente al futuro de la especie<br />

humana que sueña con un planeta sin humanos y dominado por una nueva<br />

especie...” 1 : la especie de simios pensantes en la que el científico argelino<br />

Abdelhamid Laarej trabajó por décadas y que, tras los resultados positivos y<br />

alentadores de su proyecto, fuerzas de poder de su país presionadas por intereses<br />

extranjeros decidieron exterminar. Sin embargo, una pequeña cantidad de ejemplares<br />

fueron salvados en una heroica hazaña que le costó la vida al propio científico, pero<br />

que se convirtió en un hito del sacrificio y de la esperanza cornelista. Dichos<br />

ejemplares son cuidados por Cornelistas Elegidos en alguna parte del planeta. Y es,<br />

precisamente, a Cornelio, el último simio pensante que el Doctor Abdelhamid Laarej<br />

logró sacar con vida de su laboratorio, a quien debe su nombre el movimiento 2 .<br />

El pesimismo cornelista se apoya básicamente en la capacidad destructiva y, en<br />

especial, autodestructiva que posee el ser humano, tan innata a él como su capacidad<br />

de lenguaje, que lo entrega alegremente a la destrucción de su entorno y de sí mismo.<br />

De esta forma, el Cornelismo tiene la certeza de que la extinción de la especie<br />

humana es inminente, como inminente es que después de la noche venga el día,<br />

puesto que es consciente de que el poder de destrucción y autodestrucción del ser<br />

humano es superior a su poder de regeneración. En esta circunstancia indiscutible de<br />

futuro, los cornelistas creemos que lo mejor que le puede pasar al planeta es que el<br />

ser humano lo abandone cuanto antes para no alargar más su agonía; y no me refiero<br />

en naves espaciales hacia la colonización de Marte, sino desapareciendo<br />

1<br />

2<br />

Simiostein, pag. 5<br />

“Un poco de historia del Cornelismo”. En: Simiostein, pag. 10-11.


simplemente, porque mientras más tiempo permanezca el ser humano en el planeta,<br />

es más seco que lo dejará. Una vez limpio el planeta de humanos, el Simio Pensante<br />

echará a andar solo hacia su propio devenir y futuro. <strong>Lo</strong> que pase entonces no nos<br />

importará ni tiene que importarnos porque no estaremos.<br />

El ser humano es, pues, para el cornelismo, un fantasma, un ser agonizante en su<br />

estertor, con sus defectos y virtudes que cada cual juzga según su sensibilidad, pero<br />

cuyo rasgo principal es el vacío que promete: su ausencia, motivada desde luego, por<br />

su capacidad de destruirlo todo, de consumir la última gota de savia de sus árboles, el<br />

último mineral de sus tierras, la última botella de agua. Sírvase, pues, de su futuro<br />

que el Cornelismo aplaude.<br />

-La justicia para los cornelistas<br />

El Cornelismo, entonces, trabaja día a día para acercar el Gran Final a la tierra, es<br />

decir, para acelerar el proceso de autodestrucción de la especie humana, la nuestra.<br />

Por eso, cree en las capacidades domésticas de cada ser humano para destruir y<br />

destruirse. Un acto tan cotidiano como NO reciclar u otro como exigir una bolsa de<br />

plástico en el supermercado o comprar cds o, mejor, vinilos, son actos conscientes y<br />

lúcidos del buen proceder cornelista. Ya que el único fin moral, estético, social, etc.<br />

no es otro que el abocado a la aspiración máxima del cornelismo: limpiar el planeta<br />

del Gran Parásito para la nueva andadura de Cornelio y su especie.<br />

Creemos indefectiblemente en la capacidad natural e inherente del humano para<br />

acabar con todo. Para ello, no necesita más que entregarse a su esencia o naturaleza<br />

humana, que es el camino directo hacia la limpia Nueva Era: escuchando la<br />

humanidad que canta dentro de cada uno e insta a seguir nuestros impulsos, deseos,<br />

tomar la fruta del árbol, arrebatarla o comprarla o, mejor, llevarnos el árbol a casa y<br />

colocarlo al lado del otro que tenemos. En esta humanidad natural aparece la noción<br />

más básica y doméstica de justicia, que no es otra que la Justicia Cornelista: a cada


cual lo que se merece. Y no hablamos de igualdad ni de derechos ni de conceptos<br />

etéreos, hablamos de una simple verdad. A cada cual lo que se merece. La luz al final<br />

del túnel, para la humanidad, no es otra cosa que el abismo al que saltamos, debemos<br />

saltar e indiscutiblemente saltaremos. La extinción. El vacío. La desmemoria y el<br />

olvido. Por ser como somos, con nuestros vicios y virtudes, con el mal y el bien que<br />

engendramos, con el amor y el odio, con con nuestra descendencia y nuestra<br />

ascendencia, con nuestra humanidad como una flor en la solapa, obtendremos la Justa<br />

Justicia de cosechar lo que sembramos: vacío, agujero negro...<br />

-Algunos datos sobre el Cornelismo<br />

A finales de 2009 e inicios de 2010, en Lima (Perú), Palizada (México) y Barcelona<br />

(España), se presentó el fanzine Simiostein, la primera publicación de la Agrupación<br />

Cornelista: por un planeta sin humanos. Dicha publicación sería la presentación en<br />

sociedad del Movimiento Cornelista y un primer intento por difundir sus ideas y<br />

atraer simpatizantes 3 . Así, pues, encontramos, además de una recopilación de poemas<br />

y relatos de escritores latinoamericanos y españoles que los editores consideran<br />

ejemplos de la “generación agonizante” cercanos al cornelismo 4 , los primeros textos<br />

de teoría y pensamiento. Un año después, aparece en París la segunda publicación del<br />

movimiento, Le Cornélisme International, esta vez en francés, con nuevos textos<br />

teóricos que los definen y clarifican un poco más, unos cuantos textos de ficción y<br />

una diatriba visceral contra Moby, el artista neoyorquino que consideran enemigo<br />

número uno de su agrupación. En la actualidad, según se puede leer en sus blogs 5 , se<br />

encuentran en pleno proceso de elaboración del segundo numero de Le Cornélisme<br />

International y de su versión española.<br />

LMH<br />

3<br />

En: Simiostein, pag. 9.<br />

4<br />

Idem.<br />

5<br />

Se puede consultar el blog de la Agrupación Cornelista: por un planeta sin humanos en español<br />

(http://simiostein.blogspot.com/) y el blog en francés Le Cornélisme International<br />

(http://lecornelismeinternational.blogspot.com/).


POESÍA<br />

Inyección letal<br />

Gulag catedral de los sin nombre,<br />

mantel de lepra sobre todos los asfaltos,<br />

amonéstame.<br />

Ven y atraviesa la piel de mis sandalias.<br />

Ven y perfórame.<br />

La lluvia mugrienta<br />

cae sobre mí.<br />

La condena<br />

pernocta en las alas invisibles<br />

de los sueños<br />

como un foco congelado en las arterias<br />

del mundo.<br />

Ven y desguázame<br />

y que otros rían de mi rictus funerario,<br />

que otros rían, miren, fumen,<br />

se saluden,<br />

se cubran los ojos tras la pantalla abyecta.<br />

Inyéctame<br />

las<br />

reglas<br />

de<br />

la<br />

soledad<br />

sin<br />

fondo.<br />

LLM


La voz<br />

la voz de los que murieron solos<br />

sin palabras sin código<br />

sin la mano de un dios verde y apestado en la frente<br />

la voz de los que comieron ceniza<br />

de los que hurgaron el suelo con su corona de hilachas<br />

de los que no encontraron fosa<br />

la voz del humo gris que viene del borde<br />

de los arenales recostados<br />

la voz que segrega el estupor de la tierra<br />

el monstruoso estupor del aire que engulle<br />

la voz figura del hacinamiento<br />

del timbre demorado<br />

del vaho que arrastra oclusión hiel raíz sonora<br />

la voz disipación del animal<br />

del cuerpo chirriante que retuvo agua<br />

y entregó silencio<br />

la voz llamada orbicular que nos alambra<br />

la voz<br />

la huella nunca ajena<br />

LLM


<strong>Lo</strong> <strong>justo</strong><br />

a veces el otro es un pájaro negro que exhala un vapor de sombra<br />

a veces la mente se anuda a sí misma<br />

y no percibe<br />

a veces el pecho resuena calcáreo<br />

imagina la fractura<br />

suda el corte<br />

la corrección<br />

el enhiesto volcado<br />

desorden de su magma<br />

***<br />

el otro es lo <strong>justo</strong><br />

el pájaro negro que avanza invertebrado hacia mi cuerpo<br />

es lo <strong>justo</strong><br />

lo que reparten mis lenguas<br />

es solo la estrechez de mi contorno<br />

su exceso revocado<br />

si toco el pájaro negro<br />

el otro cede su dolor su sonda su caída<br />

si imito su dolor su sonda su caída<br />

la imitación de su dolor su sonda su caída<br />

es lo <strong>justo</strong><br />

lo que acontece entonces es lo <strong>justo</strong><br />

***<br />

borramos de la pizarra los grandes caracteres ciegos<br />

escribimos el pulso de un contacto en los ojos<br />

tan distinto de una palabra<br />

tan cercano a una vida<br />

LLM


Dispará<br />

dispará el gatillo<br />

de una buena vez<br />

mamá<br />

como lo disparaste tantas veces<br />

y me rozaste los tobillos<br />

mamá<br />

me metí en tus sueños<br />

y pude verme en él<br />

mamá<br />

pude ver<br />

cómo me matabas<br />

mamá<br />

vi<br />

el placer en tus ojos<br />

mamá<br />

el placer que jamás sentiste<br />

en una cogida<br />

mamá<br />

el placer que yo siento<br />

ensuciando mi sexo<br />

mamá


decidiste convertirte en asesina<br />

el día que me concebiste<br />

mamá<br />

pero<br />

no podés<br />

mamá<br />

no podés<br />

acabarme<br />

mamá<br />

qué vida tan cruel<br />

sí<br />

mamá<br />

qué vida tan cruel y miserable<br />

sí<br />

mamá<br />

que cualquier basura<br />

puede tener hijos<br />

mamá<br />

por qué no me abandonaste<br />

en un basurero<br />

mamá<br />

mamá


por qué no dejaste<br />

que me criaran los perros<br />

por qué no me dejaste ser amiga<br />

de los gusanobacterias<br />

mamá<br />

por qué me amamantaste<br />

con tu leche rancia<br />

mamá<br />

y<br />

vos decís que creés en dios<br />

mamá<br />

ese dios<br />

que te dio tres hijos<br />

mamá<br />

ese mismo dios que te permite matar<br />

a cada paso que das<br />

mamá<br />

cada mirada tuya<br />

es una mochila de plomo<br />

mamá<br />

con la que tengo que cargar<br />

mamá


a cada instante<br />

con la que tengo que soportar<br />

mi propia existencia<br />

mamá<br />

qué dios tan desalmado<br />

el que te hizo mi madre<br />

mamá<br />

dispará, hija de puta<br />

dispará de una vez<br />

mamá<br />

y no tiembles<br />

que ya no me creo tus llantos<br />

mamá<br />

yo no soy parte de tu carne<br />

yo no soy un pedazo tuyo<br />

mamá<br />

dios me libre de serlo<br />

sí<br />

mamá<br />

el tuyo<br />

ese mismo<br />

mamá


mamá<br />

viajé desde júpiter hasta una concha<br />

que me chupó para después expulsarme<br />

mamá<br />

así como la mierda que largás todos los días<br />

en ese baño inmundo/ex-pulso<br />

mamá<br />

en el que mirás tu reflejo<br />

y te regodeás en tu carne<br />

mamá<br />

madre<br />

mamá<br />

madre-insecto<br />

mamá<br />

madre-espuria<br />

mamá<br />

madre-halcón<br />

mamá<br />

madre-arpía<br />

mamá<br />

madre<br />

mamá


mamita<br />

mamá<br />

no te pido que me des nada<br />

mamá<br />

ni siquiera quiero que cambies<br />

mamá<br />

no me devuelvas lo que me quitaste<br />

mamá<br />

no te culpo más<br />

mamá<br />

no valés mi llanto<br />

solamente dispará el gatillo<br />

y no tiembles<br />

que yo ya estoy muerta<br />

como vos<br />

mamá<br />

mamá<br />

mamá<br />

AC


La batalla<br />

No es <strong>justo</strong><br />

abandonar bocas<br />

secas de paciencia<br />

al limbo de los desheredados.<br />

No creo, desde hace tiempo<br />

en el hijo del costado,<br />

ni en aquel que hunde su cabeza<br />

en el seno del pueblo judío como<br />

un manso animal de tiro.<br />

No es <strong>justo</strong><br />

ya, ni el noticiario.<br />

En Sol se gesta un cambio,<br />

ciego y sordo;<br />

nadie se da cuenta<br />

que la revolución<br />

lleva siglos empezada,<br />

que ya es hora<br />

de marchar y levantar<br />

de nuevo el culo de hormigón<br />

para sentir así,<br />

las fisuras que desde hace tantos años<br />

gotean en nuestras manos de siervo.<br />

CCC


PINTURA


PINTURA I<br />

Ludovica Bastianini<br />

Esperando.


HERIDA COMO LA NIEBLA POR EL SOL


Recibiendo.<br />

FUEGO


La noticia.


De <strong>Lo</strong> Justo.


PINTURA II<br />

Irene Gracia<br />

EL GANSTER


ENTREVISTA + APORTACIÓN ARTÍSTICA<br />

Iván Humanes, por RDF.<br />

Hola Iván, vamos a empezar la entrevista yendo directamente a la temática de este<br />

número, <strong>Lo</strong> <strong>justo</strong>, y agradeciéndote que hayas aceptado estar aquí. Cuando me<br />

cuestioné sobre qué es la justicia, lo <strong>justo</strong>, me quedé exactamente con cara de<br />

interrogante. Es algo que se me escapa por completo, que siento como si no hayamos<br />

sido educados para entenderlo, y cuando empiezo a indagar en ello, descubro que mi<br />

ignorancia es extensamente compartida, que no hay, digamos, un significado estático<br />

para definir a la justicia, un criterio unánime. De lo que he encontrado en diferentes<br />

fuentes, me quedo con esto para empezar: hacer justicia vendría a ser el satisfacer<br />

igualmente a las partes implicadas en un conflicto de intereses.<br />

ENTREVISTA a Iván Humanes<br />

Como Licenciado en Derecho: ¿Qué os enseñaron en la Universidad sobre qué es<br />

la justicia?<br />

Bien, antes de nada valga decir que era un estudiante de Derecho algo atípico, y si el<br />

primer año acudía puntual a cada clase, más tarde encontré mucho más interesantes<br />

los bancos del parque de al lado de la facultad, y a Sartre o Camus, a Torrente<br />

Ballester, a Cela o Queneau que el mundo legal. Lógicamente tenía que cumplir con<br />

el estudio y reservaba el tiempo <strong>justo</strong> para ello, pero si recuerdo como dichoso ese<br />

tiempo es precisamente por la cantidad de escritores que me acompañaron durante<br />

ese tránsito. Dicho esto y removiendo en la idea de la justicia te diré que es posible<br />

que fuese, fundamentalmente, en las clases de Derecho Romano cuando más se<br />

estudió sobre el tema. El ideal de lo <strong>justo</strong> no deja de ser un concepto griego,<br />

filosófico, pitagórico. Si pensamos en el buen acto de justicia, lo <strong>justo</strong> debería servir<br />

para ordenar la sociedad de la forma más equilibrada y equitativa posible. Aplicando


la moralidad. Trasladando lo <strong>justo</strong> desde esa esfera moral a la esfera legal, a lo<br />

práctico, subordinándola a los intereses de los ciudadanos. Y es el Derecho el<br />

compendio de lo que es <strong>justo</strong> una vez normativizado. El romano el que se aplicó en<br />

Roma y a sus territorios, al nuestro entre ellos, fuente de nuestro derecho privado.<br />

Bien, el de justicia es un concepto, como puedes ver, perfecto. ¿Qué puede haber más<br />

dichoso para todos que una idea de justicia bien aplicada? Si observas, Platón diseñó<br />

una ciudad ideal en su República aspirando a la justicia del hombre en las relaciones.<br />

En otro orden, en el deífico, natural, Santo Tomás de Aquino hizo lo propio, su<br />

ciudad de Dios particular. Y así otros tantos filósofos. Es en ese paso de lo filosófico<br />

a lo práctico cuando el salto es erróneo, imperfecto. No se conserva en ocasiones la<br />

ética para formular la norma, ni la justicia para su aplicación. Sí puede haber una<br />

justicia aplicada según normas establecidas, pero esas normas han sido resultado de<br />

otros intereses que están muy alejados de lo moral: intereses económicos y de<br />

dominación, políticos, de divisiones sociales, etc.<br />

Y como escritor, en tu libro La memoria del laberinto, en el relato Elecciones, hay<br />

una frase que encierra completamente lo relativo de la aplicación de la justicia<br />

en una sociedad: “Por Orden Ministerial el asesinato dentro de este tiempo se<br />

acepta como una solución legítima para cualquiera de los dos bandos, fuera de él<br />

vuelve la pena al delito.” <strong>Lo</strong> curioso de esta frase es que el asesinato sigue siendo<br />

un delito, pero no se pena, no se castiga. Tu relato se desarrolla en una sociedad<br />

ficticia, pero ¿hay algún ejemplo de esta oscilación de las penas en nuestra<br />

sociedad?<br />

El asesinato está presente como algo legítimo en nuestro tiempo. Mira la pena de<br />

muerte, utilizada según Naciones Unidas por todos los países del mundo durante su<br />

historia. En retirada progresiva en las últimas décadas. Mira el régimen de Siria. Mira<br />

el terrorismo de Estado. Mira el franquismo y las represiones dictatoriales de<br />

Sudamérica o de otros países que no han quedado con pena. Es un asesinato<br />

legalizado, normalizado. Que se condena desde altas instituciones, estandartes de lo


<strong>justo</strong>, pero que se permite. El asesinato puede enmascararse de muchas formas, pero<br />

es asesinato siempre. La invasión de Irak y la muerte de civiles es asesinato. <strong>Lo</strong>s<br />

mapuches abatidos en Chile últimamente por la policía son asesinato. Jamás se ha<br />

desligado el poder del asesinato. Y lo peor del asunto es que un asesino sentenciado<br />

por un Estado europeo debería aspirar a su reinserción, su resocialicación, no sólo por<br />

la esencia del sistema penitenciario y del hombre, sino porque esa persona saldrá a la<br />

calle en un tiempo, y no debería estar más excluido aún por la sociedad tras su paso<br />

por la cárcel. Eso vuelve a revertir en la sociedad. Pero no hay medios para ello.<br />

Parece que no interese. Ya Beccaria en el siglo XV<strong>III</strong> ofreció la reinserción como<br />

alternativa a la condena perpetua, hemos avanzado poco.<br />

En mi búsqueda para entender la justicia, me he encontrado con que la justicia<br />

viene a ser un arma de control, de manipulación, por las religiones, por los<br />

estados. Para crear las sociedades que interesaban. La religión y los estados van<br />

perdiendo poder y con él sus justicias decaen y pierden crédito. Una sociedad<br />

puede vivir sin religión y sin estar enmarcada dentro de un estado como los<br />

actuales, pero ¿sin justicia? ¿cómo imaginas que sería?<br />

Es imposible que sea así. Precisamente los estados actuales han elevado el control del<br />

individuo. Mucho más tras el miedo terrorista que provocó el 11-S. Jamás hubo más<br />

control que en estos tiempos: escaneados hasta el tuétano, controladas las<br />

comunicaciones, los datos personales. Y no creo que una sociedad pueda vivir sin<br />

religión. Y me explico. Una sociedad puede vivir sin instituciones religiosas que<br />

concentren el poder de la salvación de las almas. Más aún si son instituciones<br />

encorsetadas como las actuales, pues son inamovibles y comenten los mismos<br />

errores y barbaridades que quinientos años atrás. Pero no creo que la religión en sí<br />

suponga un mal. La esencia del cristianismo es la esencia de lo <strong>justo</strong>: ayuda al pobre,<br />

eliminar la explotación y la injusticia social… Y luego está todo el extrañamiento<br />

místico. La relación entre la creación del autor y lo místico, como camino hacia la<br />

esencia. No tiene nada que ver con la institución religiosa que se irroga la


comunicación directa con Dios, con sus métodos medievales. Desconectada de la<br />

realidad y quebrantando constantemente los valores. Si los valores morales positivos<br />

son tomados como fundamento me da que existiría una mayor justicia universal que<br />

la actual. Dicho esto, como te comentaba, aspiramos a normativizarlo todo. Cualquier<br />

conducta parece que debe ser reglada. Y eso es construir un mundo totalitario bajo la<br />

apariencia de la libertad. Al individuo hay que enseñarle las reglas éticas del juego en<br />

sociedad, de la convivencia. Si la educación fuese el pilar, y el conocimiento el<br />

primer objetivo de los gobiernos sanos, no se necesitarían un compendio de normas<br />

tan elevado. Pero aquí pesa lo económico. La construcción de un mundo, como el<br />

actual, donde los intereses económicos priman sobre la persona, donde las<br />

multinacionales y los bancos son los verdaderos gobernantes de nuestros destinos y<br />

donde los gobiernos son los garantes de las grandes primas y beneficios de sus<br />

mandantes necesita normas. Asustar al individuo. Coartar su libertad. Guiarlo por la<br />

senda de la rectitud económica y política. El individuo es un desvalido al que hay que<br />

señalarle el camino. Un muñequito descerebrado. A los que no estén en esa línea, los<br />

excluyen. Pero tengo esperanza. Es posible que nos encaminemos a un cambio de<br />

conciencia occidental. Y eso será así porque el sistema ha fallado. Porque no puede<br />

sostenerse por mucho tiempo. Porque todo se basa en una ficción especulativa.<br />

Esperemos.<br />

Y, ¿cómo se podrían resolver los conflictos de intereses sin el concepto de lo<br />

<strong>justo</strong>?<br />

Mediante la educación de base, el conocimiento como objetivo del individuo y la<br />

aplicación de lo ético, del bien moral en caso de conflicto. No creo que deba decirse<br />

nada más.<br />

Se me ocurre pensar en que la justicia se aplica o por sumisión o por la fuerza. Y<br />

me aterra pensar esto, en la participación de ese tercero que es el poder judicial<br />

(acompañado de sus hermanos legislativo y ejecutivo), supongo que no es casual


el que a la señora justicia se la represente con una balanza, y con una espada en<br />

la otra mano... ¿existiría la justicia de estado sin el temor a ser castigados?<br />

¿serviría para tal caso una diferente educación, que nos encaminara hacia la<br />

compresión y no hacia el temor?<br />

La justicia bien aplicada no debería darnos miedo. Todo lo contrario. Si por justicia<br />

entendemos la aplicación de lo <strong>justo</strong> (fuera intereses económicos, políticos, etc.) Si<br />

yo parto de una buena educación moral y he realizado un mal acto que ha ocasionado<br />

daño en otro, ¿por qué debo tener miedo a ser castigado? ¡Debo ser castigado!<br />

Debería ir yo solito al castigo. El gran problema es cuando no sabes por qué estás<br />

siendo castigado. Díselo al amigo Josef K. cuando es visitado por un par de<br />

funcionarios y es detenido en El proceso. Por qué, pregunta Josef K. No nos han<br />

encargado decírselo, le responden. Y cuando contemplamos el calificativo de justicia<br />

debemos hacerlo universalmente. No centrarnos en nuestro país o nuestra zona, sino<br />

saber que en el mundo son detenidos muchos Josef K. Precisamente viene Kafka a la<br />

entrevista, en un acto automático. Y es que Kafka escribió mucho y bien sobre la<br />

justicia, es el mejor cronista de lo <strong>justo</strong> y del desasosiego que invade al mundo de hoy<br />

en día. Y cuidado, no hay que encorsetarse en la idea de lo negativo de la justicia. La<br />

justicia no es negativa. <strong>Lo</strong> son las normas injustas. Luego los jueces, que son<br />

independientes del poder legislativo, son los que aplican las normas. Y tampoco creas<br />

que tienen mucho margen de maniobra. En este sentido no señalaría al hombre que<br />

aplica la norma y la interpreta en un mundo occidental, sino al legislativo que diseña<br />

las normas. A veces no hay mucho margen de maniobra. Pero como bien dices una<br />

mejor educación nos encaminaría hacia la compresión de la norma. De la misma<br />

forma que nos encaminaría al diseño <strong>justo</strong> de la norma. Y a una sociedad donde lo<br />

ético y lo moralmente bueno eliminase ciertas actitudes que no pueden tener más que<br />

un castigo. Me refiero a las penas denominadas personalísimas, el atentar contra otra<br />

persona. El que atenta contra otra, por mucho que nos incomode la norma, debe<br />

recibir su pena. Con todas las garantías, por supuesto. Sabiendo que lo que va a<br />

enjuiciarse es un hombre y su conducta, preguntándonos qué queremos para nuestra


sociedad: excluidos perpetuos o individuos con capacidad de reinserción.<br />

En tu novela La emboscada hay un fragmento harto interesante sobre la justicia<br />

y su modo de aplicación: “Las prohibiciones menores deben dar paso a la figura<br />

de los jueces en las calles, ejecutores de sus propias sentencias en el acto”. Esto<br />

está enmarcado dentro la ficción de Mega-City Uno y el Juez Dredd, pero me<br />

dejó pensando en que primero es la capacidad de aplicar la justicia, y después la<br />

justicia en sí misma. Es decir, siento que lo <strong>justo</strong> nace en el momento en que<br />

puede aplicarse y se aplica. <strong>Lo</strong> <strong>justo</strong> requiere de la acción, de ejecutarse, si no,<br />

queda en el plano de lo insatisfecho, de lo inexistente, del ideal, pues al no<br />

resolverse el acto como <strong>justo</strong>, no hubo acción justa, no hubo justicia. Entonces,<br />

te pregunto, y fuera de los ideales, ¿existe la justicia que satisface igualmente a<br />

las partes implicadas o lo <strong>justo</strong> vendría a responder a la ley de lo que se impone<br />

por su propio peso, Darwin y Nietzsche mediantes?<br />

No puedo decirlo mejor. La justicia requiere a ejecutantes. Necesita de ellos para que<br />

la justicia teórica pase a ser una justicia práctica. Cuando pasa a la práctica es porque<br />

ha sido interpretada y se ha ordenado su aplicación por los jueces. En el capítulo de la<br />

novela los jueces no sólo dictan sentencia, sino que aplican el castigo, como en<br />

Mega-City One. Y es una mezcla de lo que preguntas. La buena justicia (y<br />

entendamos por buena justicia la “buena justicia que parte de la buena moral”)<br />

debería satisfacer a las partes implicadas. <strong>Lo</strong> extraño sería que no satisficiera a las<br />

partes implicadas. Pero, ¿qué nos encontramos hoy en día? Educados en la cultura de<br />

la propiedad, de la tenencia, del éxito, del interés, del odio y la individualidad; con<br />

hechos en la sopa de cada día como el maltrato a mujeres, la intolerancia sexual, al<br />

extranjero; con poderes represores que son protectores del sistema y una crisis voraz<br />

pero con la gente en sus casas viendo el Sálvame diario y sólo unos miles (para lo<br />

que está cayendo) luchando por el cambio… Bien, ¿crees que hoy en día estamos en<br />

posición de aceptar lo <strong>justo</strong>? Si apenas podemos soportar al vecino porque hace ruido<br />

con sus llaves al entrar en casa, ¿voy a aceptar una sentencia que reparte mis bienes?


No. La intolerancia y el individualismo hacen que el sentenciado no pueda aceptar<br />

que se le arrebate una parte por la aplicación de lo <strong>justo</strong>. Más allá de la injusticia que<br />

realmente puedan suponer algunas normas o el ordenamiento completo. Por lo que la<br />

justicia debería ser aceptada por las partes si es una buena justicia, basada en buenos<br />

principios, y el ejecutado debería sentirse satisfecho con la ejecución, pues debería<br />

asumir lo <strong>justo</strong>. Y luego está el sentido común. Las normas tendrían que aplicarse con<br />

sentido común. Ese sentido común pertenece ya al derecho natural, a la justicia<br />

natural. Que es una justicia opuesta a la nuestra, que una justicia positiva y las<br />

normas están tipificadas. De hecho, fíjate, nuestro Código Civil nos dice que la<br />

equidad (el sentido común) debe ponderarse al aplicar una norma. Pero luego remata:<br />

“si bien las resoluciones de los Tribunales sólo podrán descansar de manera exclusiva<br />

en ella cuando la ley expresamente lo permita”. Como ves solo una norma puede dar<br />

paso a la aplicación de la equidad. Y se hace en contadas ocasiones.<br />

Y ya poniéndonos más en el terreno de la literatura, sobre tu novela La<br />

emboscada, en ella cuentas una historia detectivesca desde diferentes planos de<br />

la realidad (ficción, sueños, recuerdos, pensamientos) ¿cómo surge la idea?<br />

Surge de la necesidad por experimentar y llevar a la novela el extrañamiento. Antes<br />

de escribirla me preguntaba por la identidad. Era la pregunta que me llevó a<br />

escribirla. La emboscada es la suma de todos los elementos que rodean la<br />

construcción de la identidad. Si yo quería entrar dentro de la mente del policía o del<br />

criminal debía entrar primero en la del escritor que escribe la ficción. Y por ello la<br />

historia está narrada con técnicas diferentes en los capítulos en los que el escritor<br />

narra en forma de diario y los que constituyen la novela que crea el escritor. Pero<br />

incluso ahí hay conexiones. Si la novela que escribe y el diario del escritor se mueven<br />

en la confusión y el azar, no tendría que estar tan claro que las historias sean<br />

independientes, sino que puede una historia filtrarse en el desarrollo de la otra,<br />

alimentarse. Partir de categorizaciones en la literatura es falsear la ficción y<br />

convertirla en un producto estandarizado, evidente. Y por ello la intención era dejar


que las dos historias tomaran su vida y que conquistaran espacios. No había otra<br />

forma, para mí, de explicar el motivo de la identidad. Porque es un motivo<br />

inaprensible, maleable, imposible de taquigrafiar. Difícil de comprender.<br />

En la novela comentas sobre el mundo editorial ¿cómo lo encuentras a día de<br />

hoy? ¿qué futuro le espera al negocio de la literatura?, ¿podría acabar siendo de<br />

libre acceso en la red?<br />

No ha cambiado mucho mi idea sobre el negocio editorial. Porque al fin es eso,<br />

negocio. Salvo en contadas excepciones en las que se convierte en una especie de<br />

mecenazgo. Hoy en día ese mundo se ha abierto y hay un buen número de editoriales<br />

independientes y recién nacidas en las que hay bastantes oportunidades para publicar.<br />

No podemos quejarnos. Están las independientes que son dependientes pese a ese<br />

halo de independencia. Las que de verdad no dependen de nada y publican lo que<br />

consideran lo mejor que les llega. Las otras, que son las de siempre, grandes casas<br />

comerciales. Y luego Internet. No me preocupa la publicación, pues al final siempre<br />

hay espacio para publicar, o en las editoriales independientes o dependientes o en<br />

Internet. Con mayor o menor esfuerzo. Me preocupa más bien el grupo. <strong>Lo</strong>s grupitos.<br />

<strong>Lo</strong>s diferentes lobbies literarios. No tengo la sensación de que exista un espíritu<br />

objetivo, sino que al final o se acaba publicando en un lugar u otro o se acaba con una<br />

buena crítica o una mala dependiendo del grupo a que pertenezcas. Para bien o para<br />

mal no estoy integrado en ningún grupo determinado. Eso puede deberse a mi horror<br />

al sarao, al encuentro y a los juegos de cama de más de dos. Pero espero superar la<br />

timidez pronto. Y entonces pertenecer a alguno de estos grupos, que debe ser muy<br />

divertido. No te digo si uno se hace el carnet de dos que sean antagónicos. Una fiesta.<br />

Y en cuanto a Internet, Internet ha sido el maná para el escritor novel. Más aún para<br />

el solitario. Eso sí, no me imagino un futuro con libre acceso a la obra. El libro es un<br />

artículo en el mercado que mueve dinero, y mientras sea así todo seguirá igual. Es un<br />

producto con un valor determinado más su IVA correspondiente. Será un futuro con<br />

más obras digitales, pero se complementará una y otra cosa. Aunque en el fondo no


me importa el formato, es una cuestión más bien práctica. Me importa la obra que<br />

leo. Y me da igual cómo leerla. Si todo se convierte en un espejo digital así me evito<br />

las horrorosas manchas de café o vete a saber qué en los libros que presto.<br />

Tu próximo libro se titula <strong>Lo</strong>s caníbales, en La emboscada hay un par de<br />

momentos en que anticipas este título ¿ya lo tenías en mente? ¿por qué <strong>Lo</strong>s<br />

caníbales?<br />

La emboscada y <strong>Lo</strong>s caníbales están íntimamente ligados. Si bien en <strong>Lo</strong>s caníbales<br />

abandono la intertextualidad y los relatos que se recogen en el libro no guardan<br />

relación con la obra policiaca, sí que la novela me llevó al libro de relatos y el libro<br />

de relatos es reflejo de la novela. La emboscada, pese a que se publicara en 2010 la<br />

escribí cinco años atrás. <strong>Lo</strong>s caníbales recopilan relatos escritos en el momento de la<br />

publicación de la novela y poco antes. Con cinco años de separación parece extraña<br />

su relación, pero una cosa llevaba ya la semilla de la otra. Es más evidente aún si te<br />

digo que yo planteé para mí La emboscada como una novela abierta y uno de los<br />

relatos del libro <strong>Lo</strong>s caníbales, precisamente el que da título al mismo, puede verse<br />

como un capítulo que es continuación o cara B de La emboscada, con los mismos<br />

personajes y la misma estructura. Un paso más en la novela. Pero que el que no ha<br />

leído la novela puede, perfectamente, leerlo sin que sea necesario establecer una<br />

relación con la novela, pues es completamente autónomo. Así que la novela y el libro<br />

de relatos están secretamente (o no tanto) ligados. Y <strong>Lo</strong>s caníbales fue el título<br />

elegido porque representaba el relato final del libro, el más largo y el que considero<br />

como el más evidente del hacer caníbal, y el que también establece esa unión con la<br />

novela y, claro, porque en el resto de relatos se circula alrededor del canibalismo. De<br />

una u otra forma. Hay un canibalismo evidente que es el carnal, el de sangre y<br />

cuchillo. Pero también hay otras formas de canibalismo. La familia, el gobierno, la<br />

empresa, el pasado, las relaciones sentimentales, etc. son caníbales. A su modo<br />

devoran al individuo, acaban con la identidad, la deforman. Y todo eso procuro<br />

llevarlo al libro en los diferentes relatos desde el humor negro y mediante lo


fantástico en lo cotidiano.<br />

Para terminar, una pregunta que no puedo dejar escapar, considerando el<br />

entorno de esta revista y de que tengas un ensayo a dos manos sobre el<br />

malditismo... ¿qué es para ti lo maldito?<br />

Es lo marginal, lo que la sociedad aparta del camino, lo proscrito, lo no aceptado, lo<br />

que se envuelve bajo el halo de lo raro porque molesta y se condena. Porque no se<br />

entiende y se condena. Pero es que lo raro resulta que es lo singular, lo excepcional,<br />

lo único dentro de su categoría. <strong>Lo</strong> maldito es un término que algunas editoriales<br />

utilizan como un calificativo inquietante para vender más libros. Y es que lo maldito<br />

también se ha convertido en una marca registrada.


APORTACIÓN ARTÍSTICA<br />

De La memoria del laberinto. (Biblioteca CyH, 2005)<br />

ELECCIONES<br />

Pregunté al que se hacía llamar “Jefe de las Acciones Juveniles” y me dijo<br />

que había que resistir, que hoy se votarían las elecciones generales y que íbamos<br />

seis a cuatro, ganando. No fue fácil llegar hasta él, tuve que pasar controles y eso<br />

llevó su tiempo. De hecho, desde que comenzó la campaña electoral, hace ya un<br />

par de semanas, lo llevaba intentando. Pero fue en la jornada de reflexión cuando<br />

convencí a los guardias con cigarrillos rubios, dinero y algún que otro libro<br />

revolucionario y hablé con el jefe.<br />

-Ganaremos, tú resiste. He oído hablar de ti y vamos a lograrlo –me confesó.<br />

Tanto optimismo me hizo regresar esperanzado a casa, subí las escaleras de dos en<br />

dos y me encerré en la habitación.<br />

Y aunque somos una familia unida, jamás puedes tener confianza absoluta<br />

en los padres. Se sabe que el inicio de la campaña electoral da el pistoletazo de<br />

salida a la lucha entre jóvenes y mayores. Suceden los episodios de violencia entre<br />

parientes y los políticos llaman a la riña, en la calle, en cualquier cena o reunión<br />

familiar. No es extraño ver titulares sangrientos en estas jornadas: pasteles<br />

envenenados, regalos peligrosos, atropellos en pasos de cebra, dolor. El parricidio<br />

cobra protagonismo y se supone que una campaña limpia, sólo con promesas y<br />

enfrentamientos verbales, sería una quimera, también un insulto a nuestras<br />

convicciones. El partido B, por sus ideas más atrevidas y vanguardistas, es votado<br />

mayoritariamente por los jóvenes. El voto al partido A, estático y miedoso al<br />

cambio, es el predilecto de los mayores.<br />

Jamás se supo si las encuestas que dividían a unos y otros eran reales, o<br />

acaso si podían servir para tanto. ¿Es cierta esa relación entre los votantes de uno<br />

y otro partido? Cuestionarlo sería vacilar lo que no debe ponerse en duda. Y<br />

nunca, en cualquier caso, debe hacerse pública la discrepancia, por las represalias.


Hay que seguir los acontecimientos, entrar a formar parte de ellos: a dos semanas<br />

vista para las elecciones ambos bandos atentan entre sí, al tener la convicción de<br />

que un mayor número de bajas en uno u otro lado (por el empate técnico<br />

generacional que reflejan las estadísticas) supondría la victoria de su respectivo<br />

partido.<br />

No recuerdo un sábado más largo y tenso como el de ayer. Para llegar a casa<br />

tuve que atravesar barrios custodiados por motocicletas agresivas, confundirme<br />

entre los rebeldes. <strong>Lo</strong>s que todavía conservamos familia (porque no queremos<br />

hacer de esta decisión una tragedia), debíamos arriesgarnos y sortear la vigilancia<br />

impasible de los porteros ancianos de la comunidad donde vivíamos. Disfrazarnos,<br />

gatear por debajo de la mesa del vigilante o saltar tejados y chimeneas, eran<br />

algunas de las estrategias que utilizamos. Otras hubieran dado la alarma del<br />

portero y la llegada inmediata del “Consejo del Orden”, la sentencia consiguiente.<br />

Que los mayores son oscuros y que las elecciones estaban siendo disputadas<br />

(es posible que las ganara por primera vez el partido B, el que defiende el<br />

cambio), son suposiciones que se confirmaron en la cena. Mis padres llamaron a la<br />

puerta de la habitación y me preguntaron si quería cenar, yo acepté. Me encontré<br />

en la mesa de la cocina con mi hermana pequeña (seis años y toda una vida por<br />

delante para votar), mis padres y el silencio que debe gobernar en la jornada de<br />

reflexión. El puré en los platos y las cucharas entrando y saliendo de las bocas. No<br />

ponemos la televisión en estas ocasiones, por el miedo a discutir. Y eso es lo que<br />

intentamos obviar: la disputa, cualquier mínimo enfrentamiento por pequeño que<br />

parezca. <strong>Lo</strong> más sensato es cenar, saltarse las frases comprometedoras y esperar<br />

hasta mañana, entonces votar y respirar tranquilo. El orden lógico impuesto hace<br />

que con la subida al poder del partido ganador (sea cual sea) se acabe el<br />

resentimiento y todo vuelva a la normalidad, como si no hubiese sucedido nada.<br />

Por Orden Ministerial el asesinato dentro de este tiempo se acepta como una<br />

solución legítima para cualquiera de los dos bandos, fuera de él vuelve la pena al<br />

delito.<br />

-¿A quién vas a votar?


Mi madre, al escuchar la pregunta, dejó la cuchara en el plato y dio un<br />

puntapié a mi padre. Él me miraba desde su posición de hombre mayor,<br />

arremangado hasta encima del codo, y apretaba los dientes con fuerza,<br />

conteniendo la rabia que unas elecciones tan largas despertaba en su comprensión<br />

de votante del partido A. ¿Qué debía decir yo? ¿Acaso no sabía él cuál era mi<br />

decisión? Bajé la cabeza y seguí como si no hubiese escuchado nada. Es cierto que<br />

tampoco costaba nada responderle como él quería escuchar, pero no. Mi hermana<br />

pequeña enredaba con la comida y miraba a mi padre. Se había roto el juego<br />

limpio. No contesté.<br />

-¿A quién vas a votar? –repitió ajustándose las gafas.<br />

No pude ocultarme más detrás del plato porque ya no quedaba más puré. Le<br />

miré y le dije que él ya sabía como funcionaba esto, que hasta ahora nos habíamos<br />

respetado y que teníamos que seguir unidos, una familia. Sé que mi madre era<br />

partícipe de esa idea de comprensión mutua, y por eso hizo lo posible para calmar<br />

a mi padre. Haberles susurrado acaso lo que el líder de las “Acciones Juveniles”<br />

me había revelado (la ventaja seis a cuatro en todas las apuestas), hubiera supuesto<br />

un camino sin regreso. Mi padre, tras los cariños de mi madre, abandonó los ojos<br />

sangrientos y encendió un cigarro, esperó el pescado y la fruta y, sin decir nada<br />

más, se fue al salón y puso la televisión en un gesto de agresión sin precedentes<br />

hasta ahora.<br />

Subió de volumen el noticiario de la cadena oficial, publicidad constante del<br />

partido A, y llamó por teléfono a sus amigos para preguntarles por los últimos<br />

datos. No tuve más remedio que despedir a mi hermana y a mi madre y subir a la<br />

habitación, cerrar de un portazo y tumbarme en la cama. El reto era pasar la noche<br />

sin sobresaltos. Al día siguiente, con el fin de las agresiones en los titulares de los<br />

periódicos y despejada la duda del partido gobernante, la pesadilla quedaría a un<br />

lado hasta la próxima contienda electoral.<br />

Por la calle se escuchaban pasar las patrullas del orden. Vigilantes<br />

nocturnos, porteros, antiguos militares, enterradores, policías y tenderos (la<br />

mayoría carniceros) formaban las rondas. Una simple llamada, una denuncia y


entraban en los edificios sacando en pijama a los jóvenes y obligándoles a entrar<br />

en sus camiones. ¿<strong>Lo</strong>s ejecutarían acaso? Sabía que el “Jefe de las Acciones<br />

Juveniles” sí que tomaba rehenes y les aplicaba castigos, pero ellos, los padres y<br />

madres del país… En realidad no era necesario. El secuestro hasta las ocho de la<br />

tarde del día siguiente ya sería suficiente, pero era lógico creer que ellos no<br />

miraban a corto plazo: en una perspectiva de futuro un votante menos del partido<br />

B podría ser más que importante, así que nada estaba seguro.<br />

Me asomaba a la ventana, despasaba unos centímetros la cortina y veía a las<br />

patrullas con sus linternas ir de una casa a otra en una jornada de reflexión<br />

inaudita. Y temí por mi vida. Busqué debajo de mi cama el cuchillo que siempre<br />

tenía ahí, bajo los muelles y por si acaso, treinta centímetros de hoja. Me pregunté<br />

si mis padres serían capaces de la denuncia, dudé. Por lo general, las llamadas se<br />

daban por familias descompuestas, sin hijos, envidiosas de la situación de<br />

privilegio de otros vecinos. No se andaban con escrúpulos. Durante las dos<br />

semanas la pareja delatora, ella y él, se apostaban en las ventanas, camuflados<br />

detrás de unas macetas de geranios o una jaula de pájaros y anotaban en su libreta,<br />

con pulso de persona mayor, las direcciones sospechosas. <strong>Lo</strong>s jóvenes ya habían<br />

advertido del peligro de la noche de reflexión y editaban pasquines anunciando la<br />

conveniencia de pasarla en los barrios tomados, pero nunca se tiene la certeza de<br />

que la patrulla actúe en tu zona.<br />

Al poco tiempo, diez, quince minutos a lo sumo, había tanta gente<br />

caminando por la calle y abordando edificios que no sabía si esconderme en el<br />

armario, atrancar la puerta o darme a la fuga. Me era absolutamente imposible<br />

imaginar las consecuencias. Y esa ignorancia bastó para apartarme de la ventana.<br />

Me senté a los pies de la cama y esperé.<br />

Eran más de las doce y media cuando se oyó llamar al timbre de casa, fui a<br />

escuchar, entreabrí la puerta de mi habitación. Mi padre conversaba con unos<br />

señores en voz baja y les invitaba a entrar. Ellos aceptaron la invitación y fueron a<br />

hablar a la cocina. Pude sacar la cabeza, andar a gatas y asomarme por el hueco de<br />

la escalera que daba al piso de abajo. Uno de ellos, con perilla y bigote canoso, se


había quedado vigilando en la puerta de entrada. Retrocedí y me encerré con<br />

llave. Abajo se escuchaban los pasos, de un lado a otro de la cocina, un remover<br />

botellas y la televisión cambiando de canal una y otra vez.<br />

Tan sólo debían subir, dar una patada a la puerta, arrancarme las sábanas, mi<br />

juventud... ¿Sería verdad la ventaja de seis a cuatro? En esas, ¿era yo tan<br />

importante? ¿Acaso no había más votantes convencidos que escarmentar? Estaba<br />

encerrado, la caída desde un segundo no me aseguraba la huida limpia si decidía<br />

saltar desde la ventana, evitar la guardia dentro de la casa era imposible. Pero aun<br />

en el caso que hubiese escapado del vigilante, allá afuera me esperaban<br />

escuadrones instruidos en el arte de la caza. Me preguntaba qué era más<br />

importante: sobrevivir al “Consejo del Orden” o empeñarme a votar frente a todos<br />

y acabar en una pira, quemado como un hereje esa noche.<br />

De repente golpearon con los nudillos la puerta de la habitación. Esperar sin<br />

tomar una decisión hubiera precipitado los acontecimientos, sin duda creo que<br />

hubiera sido demasiado tarde pedir clemencia tras la patada, por eso pedí perdón<br />

antes. Pasaron unos minutos. Y llamaron de nuevo a la puerta. Tras repetir la<br />

disculpa, la aporrearon. La patada hizo saltar las bisagras.<br />

-¡Ya nada puede salvarle! –escuché que decía mi padre.<br />

Y si esa noche pasada, apenas unas horas atrás y antes de que los<br />

acontecimientos se precipitaran, tenía cierta esperanza por la victoria del partido<br />

B, ahora no tengo un especial convencimiento en ella. Es cierto que le daría un<br />

volantazo al país... El recuento de los votos está siendo lento y se da una victoria<br />

parcial al partido A, el conservador, por un margen muy corto. Aparecen en<br />

titulares breves las acciones de ayer noche en los barrios, refieren las proclamas<br />

del “Jefe de las Acciones Juveniles”, avanzada ya la madrugada. Saber que puedo<br />

ver la televisión el día después junto a mi padre y mi madre, con mi hermana al<br />

lado, aquí, quieto en el sofá, me devuelve la tranquilidad de lo cotidiano; aunque<br />

mi madre me riña de vez en cuando y tenga ella que acercarme la cuchara de sopa<br />

a la boca.<br />

-Mi niño, pobre niño inocente… –se lamenta.


-No le digas eso, es todo un hombre. ¡<strong>Lo</strong> ha demostrado! –le contesta mi<br />

padre orgulloso.<br />

-Tendremos que dar para Reyes su cometa, ya no le sirve – le recuerda mi<br />

madre.<br />

Encima del televisor un bote de cristal, repleto de formol, me trae recuerdos<br />

molestos. Una oleada de imágenes distraídas corretea en mi mente al reconocer<br />

dentro de ese bote mis nudillos, las uñas, mis dos manos, la dichosa salvación. El<br />

hombre del tiempo mientras tanto anuncia sol en el interior, nubes y tormentas<br />

para media tarde en la costa, un especial en el siguiente programa de Rocky<br />

Marciano.<br />

IH


CRÍTICA LITERARIA<br />

La noche del eclipse tú o las inquietudes teóricas, existenciales y melancólicas de<br />

Luis Artigué (Visor, 2010)<br />

Era lo <strong>justo</strong> hablar de un buen libro de poesía, complejo y diferente, donde Luis<br />

Artigué (1974) ha alcanzado el comienzo de la mayoría de edad lírica. Un poemario<br />

con muchas preocupaciones teóricas sobre qué cosa sea la poesía, existenciales y de<br />

identidad, desde una mirada no adocenada, muy verosímil, todavía con guiños y<br />

deudas (pero ya pocos), se muestra sin impostura en toda su verdad lírica. Y mucho<br />

sentido de qué cosa es un poema moderno en español desde la legibilidad y la<br />

sinceridad. Una apuesta donde no parece ser tampoco una anécdota ver surgir el<br />

poema en prosa desde la apelación a belleza. O el bosque y su reflejo sobre el agua, y<br />

algo más que una impronta, como una unidad vital. La contemplación hecha<br />

resistencia doliente ante la posibilidad de perderla, de temer ser el opulento alguna<br />

vez, mendicante de belleza. Evidentemente esta pulsión de lo bello, esa joya eterna de<br />

Keats, está en el inicio de su canto diferente como referencia explícita o salvación<br />

tras su sinceridad vital y rural, confesional. Atada a memoria que recobra nombres y<br />

la pobreza paisana (sin Antonio Gamoneda, pues cambian los tiempos), desde la<br />

inestabilidad sin clamor. Atada con el lazo de una intimidad incierta existencial y<br />

melancólica, confesa en su pérdida de referencias. Salvo la poesía y sus servidores.<br />

Salvo los nombres del oikós íntimo.<br />

Dividido en cuatro partes, no sé si muy acertadamente denominadas en alguna<br />

ocasión (Embarazo simbólico), Artigué parece comenzar su poesía real y posible en<br />

este poemario tras el purgatorio de la iniciación o Empezar por el número tres.<br />

Poesía 1995-2005. Ahora estamos ante un poeta real y ya no posible, frente a las<br />

servidumbres de versificación y sus servidores. Trae consiguientemente otro<br />

atenderse y sinceridad (pero sobre todo oficio sin manufactura), fundamentalmente en<br />

su atención a la poesía como salvación o identidad, como lugar de origen o fidelidad,<br />

memoria y aventura. Ahí triunfa este merecido V<strong>III</strong> Premio de Poesía Fray Luis de


León. Y con él un saber decir sin apenas declarativismos, atento siempre a la<br />

reconstrucción de su identidad en el origen o memoria, a la poesía como salvación y<br />

razón de ser.<br />

La noche del eclipse tú, parece pues un comienzo real, nos parece claro y ahora,<br />

desde donde puede incluirse en su generación. La de los Deshabitados de Juan Carlos<br />

Abril, sin duda, donde ha recalado tarde. Y desasistido de los progenitores más<br />

importantes del tránsito, <strong>Lo</strong>renzo Oliván y Luis Muñoz, y distinto a los más<br />

arriesgados como Julieta Valero (o Juan Andrés García Román). Muy por el contrario<br />

la suya es un clasicismo en la claridad nostálgica con la herida abierta, o un paisaje<br />

natal y un triste bar (tras la barra), una melancolía y saberse en su primera madurez<br />

despojado de todo salvo este poema, donde implica arte y existencia. Sin Wallace<br />

Stevens y sin desolación profesionalizada. Pero también con herida y el caer en la<br />

cuenta del payaso a la deriva (sin remos) en su impotencia y aventura, donde esa<br />

fidelidad al origen busca una palabra asentada en sí misma como un buda. O llegar al<br />

hueso, es decir a la emoción no inventiva, pues su poética defiende un<br />

documentalismo emocional, experiencial. Una autoconquista y una rebeldía que<br />

igualmente no quiere ser expresiva sino emocional, donde el poema nos reúne, (en)<br />

el instante de comunicarse, decirse con el verso y ser desde sí mismo. Así pues prima<br />

la intimidad de un yo en el tiempo desasistidamente, salvo como autoconquista junto<br />

al otro como compañía. Y con el arte como ayuda para ver o sobrepasar lo real o el<br />

umbral de la observación.<br />

En cualquier caso la poesía y el yo ocupan buena parte del poemario como un desafío<br />

a la lógica o efervescencia irresuelta en una ebriedad absoluta, pese a sus callados<br />

interrogantes retóricos y exclamaciones, lecturas y sentido de lo tropológico. Esa<br />

invención que viene acompañada del otro gran tema del libro (junto al amoroso y más<br />

solapado): la mirada existencial y de la edad, donde escasean puntos de apoyo, hacia<br />

el somos nada o el ministerio de sí mismos. Todavía sin descubrir al otro, salvo<br />

como compañía. Vemos pues a un poeta todavía ensimismado en su rebeldía<br />

emocional y marginalidad. Asentado lúcidamente en ese centro donde el poeta es un<br />

farol en un suburbio o una lacrimosidad: el ciudadano más liviano que libre, ante el


sueño de Shakespeare. O el cuento contado por un idiota reconocido como verdugo<br />

borracho (quizá con demasiados ecos o guiños demasiado reconocibles, como el del<br />

mendigo y el vagabundeo, contadas veces). Y desde ahí quiere cantar o celebrar, pero<br />

aunque lo desea no puede.<br />

En definitiva su precariedad e inseguridad moral reclama ebriedad y combate contra<br />

la estrechez de la lógica, cuando la casa ya no intenta resistir la tormenta, sino formar<br />

parte de ella. O asumir, mientras la lluvia llama al llanto por su nombre. O buscar el<br />

amor o extravío que acierta, en esa aventura que había incitado al lector a adentrarse<br />

en la ley secreta de las emociones. Pero su tono, a pesar de sus deseos fervientemente,<br />

se queda a punto de la ebriedad, pues lo analítico y trasegado doloridamente impide<br />

la celebración o la alegría por el dolor del tándem Beethoven-Pepe Hierro. Así nos<br />

llega esa pulsión por la alegría, esa manera de estar o de constituir la realidad<br />

humana más excelsa. Y que sin embargo no transmite, sino como horizonte de<br />

expectativas.<br />

A todo ello hay que sumarle más cosas. Por ejemplo la delicadeza, desdén por la<br />

lógica o narratividad, la apelación al canto, sinceridad o verosimilitud, como<br />

prefieran, junto al apartamiento de las poéticas de la hechicería. Reclamando una<br />

poesía de la experiencia más raptada por el yo deslumbrado, alejado igualmente de la<br />

sobredosis de abstracción, como poética. O los sueños, donde el contenido desborda<br />

la forma… Pero también la quietud y la contemplación de la belleza, el deseo del otro<br />

como compañía en la aventura y no como insurgencia…con claridad y legibilidad, sin<br />

sinapsis y fragmentos al servicio de la emoción bajo su luz sin Dios. De esta manera,<br />

con el yo ciclotímico entre la curación y la herida, nos abre su intenso breviario<br />

lírico. Mitómano a veces (Hölderlin, Kafka, Rilke, Mayakovski, el almacen del<br />

tiempo de la biblioteca borgiana). En definitiva, estaos ante un libro propio, con<br />

muchas virtudes por el sentido de verosimilitud y sinceridad, por oficio, por cuanto se<br />

adivina en el porvenir.<br />

RMB


RESEÑAS<br />

<strong>Lo</strong>s Espejos, Inés Arredondo.<br />

El Nadir Ediciones, 2009.<br />

Qué sensación más agradable la de descubrir a Inés Arredondo. Su último relato,<br />

Sombra de sombras, del libro <strong>Lo</strong>s espejos, consiguió eso tan placentero que es leer<br />

una historia y en un momento dado, en un instante, un centelleo, ya no se está<br />

leyendo sino que se está viendo una historia. El lenguaje se vuelve imagen. La<br />

historia que narra pasa antes tus ojos. La sientes casi como propia. La ves como si<br />

fuera un recuerdo. Todo lo cual no es posible conseguir desde una escritura que no<br />

sea como la de Inés Arredondo. Su literatura es de esas que transportan al lector<br />

dentro de su imaginario y directamente, flotas. Pero no es que sus historias nos lleven<br />

por las nubes hablando de margaritas y rosas al sol en mañanas frescas de primavera,<br />

sino que nos habla del desgarro, de las pasiones fulminantes, del dolor de la represión<br />

sexual, de lo erótico como vía de escape, casi como salvación, de la sumisión como<br />

método de supervivencia, de la presión social de las pequeñas comunidades. Es<br />

capaz, con unas pocas frases, de hacernos sentir y ver toda la vida de sus<br />

protagonistas desde antes sus nacimientos hasta después de sus muertes. Además, en<br />

ocasiones, desde el realismo social del entorno donde nos lleva, se adentra en ciertas<br />

descripciones en el mundo de lo abstracto, para así poder hacernos sentir, latir, junto<br />

con las emociones de sus protagonistas, consiguiendo un efecto verdaderamente<br />

envolvente. Bien merecería ir desgranando cada uno de sus relatos, pero prefiero que<br />

quede el lector de estas líneas con la idea, más bien con la sensación, de que si se<br />

sumerge en el mundo de esta escritora, le costará subir a la superficie...


La emboscada, Iván Humanes.<br />

InÉditor, 2010.<br />

Tras la leer La emboscada de Iván Humanes me he quedado con dos ganas y una<br />

duda: Las ganas de volver a ver El halcón Maltés y de escuchar a Ray Charles en la<br />

más tremenda soledad y oscuridad; y con la duda de si hubiese preferido que esta<br />

novela fuese más corta o más larga. Más corta porque sentí que había demasiados<br />

intertextos para ir alargando la tensión y más larga porque igual así hubiera entrado<br />

más suspense en la trama, y es que cuando te tiene atrapado del todo, va y se acaba.<br />

Te quedas con ganas de más pero con la sensación de que el camino podría haber sido<br />

más corto para llegar hasta allí. La emboscada es una novela negra en toda regla:<br />

Policías, detectives, pasados tenebrosos, varios hilos abiertos que van confluyendo,<br />

asesinatos, secuestros, locura, prostitutas, ambientes sórdidos, automóviles en la<br />

noche, bosques, cigarrillos en las comisuras de los labios, (se echó en falta el whiski<br />

y una mujer fatal), psiquiátricos, diálogos interiores, la lluvia acompañando, zapatos<br />

mojados y pensamientos turbios. <strong>Lo</strong>s elementos con los que trabajó Iván Humanes sí<br />

son los clásicos de la novela negra, pero donde se diferencia es en el modo en que los<br />

trata, desde el que los trata. Y es que cuando uno se da cuenta de que está leyendo una<br />

novela de detectives, de misterios por resolver, es al final. Al principio se insinúa que<br />

la cosa va por ahí, pero te encuentras en otro sitio, un sitio de reflexión sobre la<br />

literatura, sobre la justicia, sobre eso de estar vivos, sobre el amor, vas leyendo y vas<br />

entrando en terrenos de introspección, sin saber si el lugar de la reflexión es un sueño,<br />

un recuerdo, una novela que alguien está escribiendo dentro de la novela que estás<br />

leyendo o en un diario o en un diario ficticio o en ambas cosas o estás en la mente de<br />

un psicópata y no hay lugar para poner una silla, y decir, estoy aquí. Te desubica por<br />

completo y eso se agradece. Y es que tal vez no sea una novela negra, sino una novela<br />

sobre la mente de alguien que escribe una novela negra... o ambas cosas a la vez o<br />

muchas otras cosas a la vez. Descúbranlo.


Tiempo inhabitable, Pepa Nieto.<br />

Huerga y Fierro Editores, 2011.<br />

Curioso poemario, sin duda, este Tiempo inhabitable de Pepa Nieto. Contiene versos<br />

que se elevan muy tiernos y sinceros sobre ese mar revuelto que es nuestro tiempo,<br />

un tiempo inhabitable, donde como lugar de recurrencia en esta poetisa, están las<br />

guerras marcando a fuego nuestros días. Las guerras en este curso dosmilonce y de<br />

años anteriores, los atentados, la hambruna, el vacío por momentos de nuestras<br />

existencias, el sinsentido de la muerte por la muerte sin sentido, es donde reposan la<br />

mayor parte de los poemas de este libro. Además está el sentimiento de lo trágico que<br />

se destila del conjunto. Una tragedia, siempre, es vivir en estos días. (Frase para<br />

vernos en cualquiera de las épocas).<br />

En NECIO, escribe:<br />

Hay muerte en los escombros.<br />

Toneladas de escombros<br />

que ocultaron el alma<br />

de las cosas queridas y los cuerpos,<br />

invadieron tu mente.<br />

Aquel humo<br />

que deja en las ciudades<br />

la destrucción irreversible,<br />

te reclama,<br />

juzga con grandes ojos<br />

tu cabeza de necio,<br />

tu despiadada forma<br />

de herir como costumbre.


Ahora te me pierdes<br />

entre miles de tumbas,<br />

te lames como un perro<br />

que buscara el perdón avergonzado.<br />

Insistente caminas sobre muertos<br />

que aún lloran tu olvido,<br />

la ira presa de la carne<br />

habitará tus ojos<br />

y entonces llorarás tu propia muerte.<br />

Y al pasar la página, para no dar respiro, en LA VERDAD COMO SELLO continúa:<br />

Podría ser lo <strong>justo</strong><br />

sacar hasta la calle<br />

una verdad que es nuestra<br />

sin miedo a caminar hacia verdades<br />

que pueden ser del otro.<br />

Hay una rabia hacia lo absurdo, en el resumen de sus versos. Y hay unas ganas de<br />

lucha con la lucha misma, que deriven en una serenidad de conciencia y en una paz<br />

en el cuerpo a cuerpo:<br />

Está inquieta la pluma.<br />

Una vez más el canto equivocado<br />

invade tu presencia,<br />

una vez más la angustia,<br />

la soledad tristísima del mundo<br />

cuando el hombre es herido por el hombre.


También nos da sus martillazos de desesperanza, como en el poema NUEVO SIGLO:<br />

A la vez que sus piernas<br />

caminan sin cesar hacia la vida,<br />

la muerte va quebrando<br />

cualquier anhelo suyo de esperanza.<br />

Es un poemario sólido y breve, sin fisuras, sin altibajos, siempre con la misma<br />

melodía de fondo en su escritura, dando su versión emocional de los días en que nos<br />

hallamos inmersos. Siendo además curioso el que consigue que sea una lectura<br />

apacible, sosegada, mientras nos comenta sobre el desasosiego de esta actualidad de<br />

guerras porque sí. Tiempo inhabitable, es como un pequeño lago donde alrededor,<br />

todo arde.


La sobriedad del galápago, Sara Mesa.<br />

DIP. PROV. de Badajoz, 2008.<br />

Qué alucinante es leer los textos de Sara Mesa. En el libro La sobriedad del<br />

galápago, disfrazado de libro de relatos pero que en realidad es una breve novela, y<br />

disfrazado de texto gamberro y divertido cuando uno mira las ilustraciones de<br />

acompañamiento (ilustraciones de Mimi González), siendo en realidad un texto que,<br />

así, casi con jovialidad e inocencia, como quien no quiere la cosa, nos abre el pecho<br />

de sus protagonistas con las manos y vemos las partes más desoladoras de nuestro<br />

ser, donde nada es lo que parece, diciéndonos entre líneas que es la tristeza la que<br />

mueve el mundo. Va dejando reflexiones interesantísimas por el camino, pero como<br />

si se le cayeran de los bolsillos, como en un descuido, sobre la sociedad, sobre la<br />

política, sobre la justicia... sobre nuestra manera de proceder, sobre la existencia. La<br />

ironía lo cubre todo, y todo es tratado con un humor tranquilo, una gracia sin<br />

nerviosismos, que a la vez que te saca la sonrisa te deja reflexionando sobre ti mismo.<br />

En el principio del libro advierte: <strong>Lo</strong>s relatos de este libro son como los dedos de un<br />

puño: pueden considerarse por separado, uno a uno, pero únicamente adquieren<br />

toda su fuerza cuando se entrelazan. La oscuridad resultante del conjunto no ha sido<br />

buscada: emana de estos relatos de forma natural, como el humo nace del fuego, o el<br />

calor del sol. La habilidad con la cual se entrelazan los dedos de ese puño es de<br />

admirar, resuelta sin esfuerzo, todo se sucede tal cual tendría que suceder, cada cosa<br />

con su peso adecuado acoplándose con facilidad con las otras piezas del puzzle. Hay<br />

un equilibrio narrativo impresionante. Sí, ¿y de qué trata el libro? Digamos que el eje<br />

geográfico es un centro comercial, donde un tal Rechi, mangante con su particular<br />

filosofía sobre el robo y sus quehaceres, pasa las horas de todos sus días,<br />

deambulando por los pasillos, chorizando lo que puede y prácticamente lo que quiere.<br />

Rechi, además de pensar que a la muerte de uno mismo hay que ponerle hora y fecha,<br />

tiene una panda de cómplices, en la que destaca la figura del joven aprendiz Daniel<br />

Cruces, que tiene siniestros planes de dominio mediados por una mantis religiosa que<br />

mantiene en un bote de Nescafé, y que además anda enamorado de Julia, una de las


dependientas a las que tienen que esquivar para llenar sus bolsillos con lo robado.<br />

También está Joanna Cobo, o más conocida como la comedora de mantis religiosas...<br />

Y más personajes, todos empujando con sus vidas, sin quererlo, las acciones de los<br />

otros. La sobriedad del galápago es una maquinaria donde si una pieza no estuviera<br />

presente, todo hubiera sido de otra forma. En fin, como la vida misma. Y como nos<br />

anuncia heráclitamente al final: Hemos de suponer que todo vuelve a empezar de<br />

nuevo. <strong>Lo</strong> que aún queda por dilucidar es si, una vez más, todo será lo mismo.


COLABORADORES<br />

Juan Francisco Ferré Escritor y crítico<br />

literario. Es Doctor en Filología Hispánica. Entre<br />

2005 y 2011 ha ejercido como profesor invitado e<br />

investigador en la Universidad de Brown,<br />

impartiendo clases de narrativa, cine y literatura<br />

española e hispanoamericana. Ha colaborado con<br />

relatos y artículos en medios como Letra<br />

Internacional, Letras Libres, Hueso Húmero, Diario<br />

Sur, Turia, The Barcelona Review, Lateral, La<br />

Vanguardia, Quimera o Eñe. Es autor de las<br />

antologías "El Quijote. Instrucciones de uso"<br />

(2005) y "Mutantes" (2007, en colaboración con<br />

Julio Ortega). Ha publicado la colección de relatos<br />

"Metamorfosis®" (2006) y las novelas "La vuelta<br />

al mundo"(2002), "I love you Sade" (2003) y "La<br />

fiesta del asno" (2005, con prólogo de Juan<br />

Goytisolo). Ha publicado el libro de estudios<br />

literarios "Mímesis y simulacro. Ensayos sobre la<br />

realidad (Del Marqués de Sade a David Foster<br />

Wallace)". Su última novela, "Providence", fue<br />

Finalista del Premio Herralde 2009 (Anagrama) y<br />

acaba de ser publicada en Francia por Passage du<br />

Nord-Ouest, con traducción de François Monti y<br />

prólogo de Julián Ríos, coincidiendo con la edición<br />

argentina de "La fiesta del asno" (Bajo la luna).<br />

Elvira Navarro (Huelva, en 1978) es la<br />

autora de las novelas La ciudad en invierno<br />

(Caballo de Troya, 2007), con la que fue elegida<br />

Nuevo Talento Fnac, y La ciudad feliz<br />

(Mondadori, 2009), con la que obtuvo el Premio<br />

Jaén de Novela y el Premio Tormenta al mejor<br />

nuevo autor. En 2010 fue seleccionada por la<br />

revista Granta para su monográfico dedicado a<br />

los Best of Young Spanish Language Novelists.<br />

Ha colaborado con El Cultural del diario El<br />

Mundo, revistas como Ínsula, Turia, Crítica y El<br />

Perro, y los diarios Público y El País. Escribe<br />

textos de crítica literaria en la revista Qué Leer y<br />

en el blog La tormenta en un vaso, imparte<br />

talleres de escritura y lleva sus propios blogs:<br />

uno personal<br />

(www.elviranavarro.wordpress.com) y Periferia<br />

(www.madridesperifera.blogspot.com), un work<br />

in progress sobre los barrios de Madrid.


Anna Labad Escritora residente en<br />

Barcelona (según se dice). Su vida y obra son<br />

un misterio que algún día serán desvelados.<br />

A día de hoy, al menos, pudimos rescatar uno<br />

de sus textos con la temática de <strong>Lo</strong> <strong>justo</strong> y<br />

una foto que mandó un anómino, pero no<br />

sabemos si es una foto realizada antes o<br />

después de su muerte, pues no sabemos si<br />

está entre los presentes o los ausentes. En<br />

cualquier caso, bienvenidos sean foto y texto,<br />

pues ambos irradian serenidad absoluta y eso<br />

siempre es de agradecer.<br />

Jordi Corominas i Julián nació en Barcelona el<br />

28 de abril de 1979. Licenciado en Humanidades por la<br />

Universidad Pompeu Fabra, desarrolla varias<br />

actividades en el mundo literario. Como narrador ha<br />

publicado dos novelas en catalán (Una dona que sap<br />

jugar amb els peus y Colors, ambas publicadas en<br />

Abadia Editors), una biografia en italiano (Macrina la<br />

madre) y a finales de 2011 publicará en Barataria su<br />

primer libro de relatos, El mayordomo de la muerte.<br />

Asimismo tuvo la idea y coeditó la antologia Matar en<br />

Barcelona, publicada en 2009 por Alpha Decay. A nivel<br />

poético ha publicado la suite Paseos Simultáneos<br />

(Vitruvio, 2010) y a lo largo de los próximos meses<br />

espera sacar al mercado Oceanografías y en e-book<br />

<strong>Lo</strong>opoesía(s), poemas que sirven para articular su show<br />

multidisciplinar <strong>Lo</strong>opoesia, que dirige junto a Laura<br />

Fillola. Por otra parte Corominas desarrolla una intensa<br />

labor crítica en revistas, entre las que destaca su labor<br />

de coeditor en panfletocalidoscopio.com y sus<br />

constantes escritos en Revista de Letras, Culturamas,<br />

Literaturas, Benzina, <strong>Excodra</strong>, Serra d'Or y otros<br />

medios nacionales e internacionales. Asimismo trabaja<br />

en la radio, hasta el año pasado en Cadena SER y desde<br />

2011 en Radio Nacional en Catalunya en el programa<br />

Wonderland. Puedes visitarlo aquí:<br />

http://www.corominasijulian.blogspot.com


Luis M. Hermoza (Lima, Perú, 1977)<br />

Es licenciado en Filología Románica por la<br />

Universidad de Barcelona. Realizó estudios<br />

en literatura hispanoamericana en la<br />

Universidad Católica del Perú. Vivió sus<br />

primeros 22 años en Lima, luego 11 años<br />

en Barcelona y actualmente radica en París.<br />

Dirige y edita la revista digital La Siega<br />

desde su fundación (2004). En 2009, funda<br />

la Agrupación Cornelista: por un planeta<br />

sin humanos, con quienes publica el<br />

fanzine Simiostein. En 2011, lanzó en París<br />

junto con el poeta masiliense Laurent<br />

Bouisset Le Cornélisme Internacional,<br />

primera publicación francesa del<br />

cornelismo. En narrativa, tiene una novela<br />

inédita que quedó finalista del Concurso<br />

Queleer-Volkswagen 2008 (Barcelona) y en<br />

segundo lugar en el Premio de Novela de la<br />

Universidad Federico Villarreal 2008<br />

(Lima). Pueblo Joven, es su primer<br />

poemario que será publicado en Trafalguar<br />

Square (<strong>Lo</strong>ndres) y en la Cátedra Miguel<br />

Escobar G. (Ciudad de México) y es el<br />

primer poemario cornelista.<br />

Laia López Manrique Nació en<br />

Barcelona en 1982. Es licenciada en<br />

Filosofía y en Teoría de la Literatura y<br />

Literatura Comparada por la<br />

Universidad de Barcelona. Escribe<br />

poesía y relato breve. Ha publicado<br />

textos críticos, poemas, relatos y<br />

microrrelatos en diversos medios,<br />

revistas literarias y antologías<br />

colectivas. En la actualidad prepara un<br />

libro de cuentos, así como diversos<br />

proyectos poéticos. + info en el blog:


Anna Chinaski Como en este número abundan los misterios, en este caso<br />

no disponemos ni de foto de acompañamiento para una biografía que también<br />

desconocemos. Sabemos que es poeta y como dimos con su poema Dispará no<br />

tuvimos más remedio que incluirlo sin piedad. Eso sí, aquí pueden seguirla y<br />

disfrutarla: http://annachinaski.blogspot.com/<br />

Carlota Cánovas Cúneo, nació el 15<br />

de octubre de 1991 en Madrid, donde<br />

continúa (por ahora) viviendo, aunque se<br />

considera nómada frustrada. Estudia<br />

Historia del Arte en la Universidad<br />

Autónoma de Madrid. Desde su infancia ha<br />

ido cultivando la rama creativa de diversas<br />

maneras. La música es una de sus pasiones,<br />

cree en la música como instrumento<br />

humanizante para la sociedad cada vez más<br />

descuidada, por ello, se emplea a fondo en<br />

tocar el banjo entre otras cosas. La poesía<br />

vino de forma inesperada y la salpicó con<br />

todas su fuerza, haciendo que abriera un<br />

blog de apenas dos años de vida, en el que<br />

continúa escribiendo, de manera no<br />

profesional por el momento:<br />

www.chopolombardo.blogspot.com. A<br />

Ludovica Bastianini es Licenciada en la<br />

Facultad de Conservación del Patrimonio<br />

Artístico, realizó los Cursos de Dibujo y de<br />

Ilustración en la Escuela Comix de Nápoles y<br />

publicó con las Editoriales "L'isola dei ragazzi"<br />

y "Larcher editore", además fue premiada en el<br />

Concurso Fotográfico "Cucu tete", sobre la<br />

relación entre la ciudad y los niños. Ahora<br />

estudia la especialización universitaria de<br />

Historia del Arte Contemporáneo en la<br />

Universidad Suor Orsola Benincasa de Nápoles,<br />

participando también en el Curso Profesional de<br />

Fotografía de Autor en el Instituto Idep de<br />

Barcelona. Parte de sus obras pueden ser vistas<br />

aquí:<br />

http://www.ludovicabastianini.com/Home.html


Rafael Morales Barba Soy<br />

profesor Titular EU de la UAM de<br />

poesía española contemporánea. He<br />

sido profesor de St Lawrence<br />

University. He publicado varios libros<br />

de investigación sobre cuestiones<br />

relacionadas con la poesía española,<br />

Última poesía española, La musa<br />

funámbula Poetas y poéticas para el<br />

siglo XXI en España y alguno de<br />

poesía, Canzoni di deriva, en Italia. He<br />

sido conferenciante en muchas<br />

universidades y plazas líricas de medio<br />

mundo. Desde Cuba y Bolivia o<br />

Argentina a Argelia, Túnez, Marruecos,<br />

Italia etc.<br />

Irene Gracia nació en Madrid en 1956. Cursó<br />

estudios de música en la adolescencia, y más tarde<br />

de pintura y escultura en la Facultad de Bellas<br />

Artes de Barcelona. Fiebre para siempre, su<br />

primera novela, obtuvo el Premio Ojo Crítico de<br />

1994. Hijas de la noche en llamas, publicada en<br />

1999, fue de nuevo muy apreciada por la crítica y<br />

supuso su confirmación como novelista poseedora<br />

de un mundo lírico, hipnótico y original. Con<br />

Mordake o la condición infame (2001), se adentró<br />

por primera vez en el mundo de lo fantástico. Con<br />

su novela más reciente, El coleccionista de almas<br />

perdidas (2006), obra intensa e inquietante, Irene<br />

Gracia continúa entablando un diálogo con la<br />

mejor tradición fantástica europea. Es también<br />

autora de varios cuentos, aparecidos en diferentes<br />

antologías, y de una abundante obra pictórica. Tras<br />

pasar su infancia y juventud en Barcelona,<br />

actualmente reside en Madrid.


Iván Humanes (Barcelona, 1976). Licenciado<br />

en Derecho por la Universidad de Barcelona. En el<br />

2005 publicó el libro "La memoria del laberinto"<br />

(Biblioteca CyH), en 2006 el ensayo "Malditos. La<br />

biblioteca olvidada" (Grafein Ed.) y en 2007 en la<br />

obra "101 coños" (Grafein Ed.). Prepara la<br />

publicación de su libro de relatos "<strong>Lo</strong>s caníbales"<br />

con la editorial Libros del Innombrable y la<br />

publicación de la novela "La emboscada" con la<br />

editorial coruñesa InÉditor. Web del autor:<br />

http://ivanhumanes.blogspot.com<br />

Imagen Portada: Ludovica Bastianini


LO JUSTO<br />

NÚMERO <strong>III</strong><br />

OCTUBRE 2011<br />

REVISTA EXCODRA<br />

http://www.excodra.com

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