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Consejos para la Iglesia - Elena G. de White

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—Entonces me toca a mí ponerme <strong>de</strong><br />

rodil<strong>la</strong>s—dijo; y cayendo <strong>de</strong> rodil<strong>la</strong>s, el pescador le<br />

confesó cuán niño había sido y a cuántos malos<br />

pensamientos se había entregado.<br />

—Ahora—añadió—, voy a apartar <strong>de</strong> mí todo<br />

esto.<br />

Al contar esta historia, el Hno. How<strong>la</strong>nd tenía<br />

el rostro iluminado por <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> Dios. Apenas<br />

había terminado su re<strong>la</strong>to cuando el pescador llegó<br />

con su familia, y tuvimos una excelente reunión.<br />

Supongamos ahora que algunos <strong>de</strong> entre<br />

nosotros siguiesen el ejemplo dado por el Hno.<br />

How<strong>la</strong>nd. Si, cuando nuestros hermanos albergan<br />

ma<strong>la</strong>s sospechas, fuésemos a <strong>de</strong>cirles:<br />

“Perdonadme el mal que os pu<strong>de</strong> hacer”, se<br />

quebrantaría el hechizo <strong>de</strong> Satanás y nuestros<br />

hermanos quedarían libres <strong>de</strong> sus tentaciones. No<br />

<strong>de</strong>jéis que alguna cosa se interponga entre vosotros<br />

y vuestros hermanos. Si hay algo que podáis hacer<br />

<strong>para</strong> disipar <strong>la</strong>s sospechas, aun al precio <strong>de</strong> un<br />

sacrificio, no vaciléis en hacerlo. Dios quiere que<br />

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