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Prólogos das obras incluídas - SLI

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ajenas al país. Su propósito es el de reflejar fielmente la lengua que oye. Pero, aunque diligente anotador de<br />

[276] las diferencias entre el gallego y el castellano, sus observaciones son muchas veces inexactas y bur<strong>das</strong>.<br />

La diversidad entre ambas lenguas no puede encerrarse en las fórmulas simplistas que el autor improvisa.<br />

Y es que en los materiales léxicos por él allegados hay que distinguir, de una parte, los netamente<br />

galaicos y, de otra, los resultantes del bilingüismo del ambiente en que el vocabulista se mueve. Esta<br />

disparidad objetiva de elementos no llega a captarla muchas veces nuestro autor, pero, por lo mismo, nos<br />

testimonia en temprana fecha una serie de rasgos hablísticos regionales que, en buena suma, coinciden con los<br />

que Emilio Cotarelo señaló en El castellano hablado en Galicia (por ejemplo, va en casa, y luegu, tirar y<br />

sacar, etc.)<br />

En la noticia general que precede al vocabulario es curiosa su idea sobre la participación lingüística de<br />

la Península, en la que, bajo nombre de lusitano, se establece una comunidad de lengua que va desde<br />

Santander hasta el Cabo de San Vicente. El autor, que conocía muchos rincones de España, nos ofrece a cada<br />

momento comparaciones sobre aparta<strong>das</strong> zonas y hablas, como el vascuence, el aragonés, el andaluz. Dato de<br />

su personal idiosincrasia es que se le adivina hombre epicúreo, aficionado a los placeres de la buena mesa, y<br />

se preocupa, por ejemplo, de precisar las denominaciones de los pescados en distintos puntos de la Península.<br />

Para su consignación de voces gallegas, el primer problema que se le planteó fue el de la grafía, pues<br />

desconoce toda tradición escrituraria del gallego. Tiene que improvisar un sistema para reproducir los sonidos<br />

extraños al castellano. Por eso, encontramos que muchas veces transcribe por ch (pronunciada al modo<br />

francés, como se cuida de advertir), la fricativa prepalatal sorda, x o j del antiguo castellano (así, por ejemplo,<br />

beicho de preto por beixo de preto, churelo por xurelo, munche seguramente por muxe ‘múgil’, michilón y<br />

michillón por mixilón y mixillón, etc., etc.) En otras ocasiones, en cambio, emplea ch con su valor de africada,

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