28.01.2017 Views

Excodra XXXIV: Lo traducido

Revista de Literatura (y otras artes) Excodra 34: Lo traducido

Revista de Literatura (y otras artes) Excodra 34: Lo traducido

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 34<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong><br />

REVISTA EXCODRA<br />

2017


Edición: © Revista <strong>Excodra</strong>.<br />

Imagen portada: © Christine Ellger.<br />

La autoría de los textos e imágenes de la revista pertenece a cada uno de sus respectivos autores.<br />

Dirección Revista <strong>Excodra</strong>: Rubén Darío Fernández.<br />

Revista <strong>Excodra</strong>. Número <strong>XXXIV</strong>, <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>. Enero, 2017.<br />

ISSN: 2014­1998.<br />

http://www.excodra.com<br />

excodra@excodraeditorial.com


ÍNDICE<br />

Contenidos<br />

Página<br />

EXCODRA <strong>XXXIV</strong>: LO TRADUCIDO 3<br />

EDITORIAL 5<br />

PROSA 9<br />

Sergi Bellver: De intrusos y traidores 9<br />

Jordi Corominas: Traducir sin ser traductor: mi caso con Jean Cocteau 15<br />

Macarena Trigo: Notas de viaje sobre la traducción a pie de vida 19<br />

Julio Verne: Edgardo Poe y sus obras 26<br />

Jorge Rodríguez Hidalgo: Yotuel, el intérprete (soliloquio) 30<br />

Andrés Ortiz Tafur: T, e, q, u, i, e, r, o 35<br />

Roberto R. Bravo: La (im)posibilidad de la traducción 38<br />

POESÍA 49<br />

Javier Pérez Walias: A veces me subo por las paredes 49<br />

Terence Dooley: Sometimes I climb the walls 51<br />

Ramón del Valle­Inclán: El pasajero 53<br />

Guido Micheli: Il passeggero 54<br />

ARTES VISUALES 55<br />

Ellen Kooi 56<br />

Okusora Keita 74<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 1 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


Rob DePaolo 90<br />

Ángeles Agrela 102<br />

Christine Ellger 112<br />

ENTREVISTAS 133<br />

Eduardo Moga 133<br />

Javier Calvo 138<br />

COLABORADORES 145<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 2 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 34<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong><br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 3 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 4 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


EDITORIAL<br />

Queridísimos lectores, bienvenidos a un nuevo número de la Revista<br />

<strong>Excodra</strong>, ahora sobre <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>. Es éste un número que nos anima<br />

mucho para mostrar el fluir del lenguaje, pues la lengua, los idiomas,<br />

no son un compartimento estanco y están en constante cambio, adaptándose<br />

a las necesidades de comunicación de cada época y lugar y a su<br />

vez dando el pie a las nuevas generaciones para interiorizar el presente<br />

mediante una lengua determinada, mediante un determinado lenguaje.<br />

Esto es, aquello de nacer e ir absorbiendo el idioma materno, ese conjunto<br />

de sonidos que representan palabras que estructuradas van conformando<br />

pensamientos en nuestra memoria. Un lío de narices,<br />

podríamos decir, pero un maravilloso enredo que nos permite decir “te<br />

quiero” a una persona y que ella lo sienta como tal y no como otra<br />

cosa. En esta explosión de palabras y nudos de conceptos que vamos<br />

aprendiendo y usando para comunicarnos con los demás, nos encontramos<br />

con la persona que habla, que usa, que escribe, que piensa en otro<br />

idioma, y no tenemos manera de entender su mensaje salvo porque traduzcamos,<br />

interpretemos, reinterpretemos su sentir, su habla, su palabra,<br />

con nuestro idioma, en el que somos capaces de dar un sentido al<br />

sentido de su mensaje. Es algo muy grande, y con maneras a millones<br />

de enfocarlo. Teniendo como tenemos, y ahora sólo centrándonos en la<br />

literatura, tantos vehículos donde viajan los significados y los sentimientos,<br />

las escenas y los hechos, desde el texto poético, a la prosa<br />

inundada de metáforas, al relato filosófico, al discurso meramente descriptivo,<br />

el hecho de la traducción puede entenderse de muchas formas,<br />

incluso como un imposible si lo intentamos literal, sabiendo que sólo<br />

podremos hacer un acercamiento a tal frase, a tal sentir, de un idioma a<br />

otro. Traducir una poesía, según cómo esté escrita, por su posible complejidad<br />

y su ritmo, que es su latido inherente a su idioma, es casi realmente<br />

uno de esos imposibles. Tal vez esté en la metáfora la sangre de<br />

una lengua, en la metáfora y en su melodía. Sin embargo, por poner un<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 5 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


ejemplo, una novela escrita con frases puramente descriptivas donde se<br />

van relatando hechos, dibujando escenarios y creando tramas, sí nos<br />

permite verter casi por completo todo su significado, su sentido, su historia,<br />

de una lengua a otra. O si un artículo en japonés nos revela que<br />

han descubierto una nueva estrella, podremos traducir sin apuro el<br />

contenido del mensaje. Pero en literatura, cuando un autor crea su propio<br />

lenguaje, su propia sintaxis, su propio mecer de las frases en su<br />

idioma, ahí sí tendremos abismos que atravesar para poder trasladar su<br />

arte y mensaje a otras maneras de pensar y hablar y escribir en otros<br />

idiomas. Es puro goce el hacerlo, los traductores lo saben, y aquí os<br />

mostramos algunos textos sobre ello, diversos puntos de vista, incluso<br />

con nuestro propio idioma castellano de hace años, como si el traducir<br />

no fuera sólo una cuestión de lugar sino también de tiempo, que de hecho<br />

lo es, cuando se encara un texto antiguo para su traducción. No sé,<br />

es todo muy mágico siempre que nos metemos dentro del universo de<br />

la palabra y su entendimiento. Aquí tenéis una breve ventana donde<br />

poder curiosear un poco sobre esto, reflexiones directas, relatos del día<br />

a día con el lenguaje mediando la vida, poesías y versiones de ellas en<br />

otras lenguas, entrevistas a dos grandísimos traductores e imágenes<br />

evocando el hecho de la traducción. Esperamos lo disfrutéis. Feliz lectura.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 6 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 7 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 8 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


PROSA<br />

De intrusos y traidores<br />

Sergi Bellver<br />

<strong>Lo</strong>s vecinos de este pueblo en el que he vivido los tres últimos meses<br />

hablan entre ellos en gallego. Corrubedo se llena de visitantes e hijos<br />

pródigos durante el verano y algunos fines de semana, pero en otoño,<br />

invierno y primavera apenas quedan unos cuantos pescadores, varios<br />

ancianos y el personal de los pocos negocios que se mantienen abiertos<br />

en temporada baja: tres o cuatro tiendas, un par de bares, una taberna<br />

de horario incierto, una carnicería a tiempo parcial o la farmacia, el estanco<br />

y la ferretería —esos tres sí, siempre puntuales, como la enfermedad,<br />

el vicio y los accidentes—, aparte de un restaurante con pretensiones<br />

en la vieja factoría de salazón del puerto. Tampoco echan el cierre<br />

la iglesia, con su sistema de megafonía exterior para que la palabra de<br />

Dios —también en gallego— haga la ronda por callejuelas en las que<br />

sólo los gatos parecen darse la paz, ni la Casa del Mar, que no necesita<br />

de altavoces para difundir extramuros el martilleo pagano del dominó<br />

sobre sus mesas. Se encuentren aquí o allá, al cruzarse en la rampa del<br />

muelle o al descargar el pan de la furgoneta de reparto, fluye el gallego<br />

entre los lugareños. Un gallego particular y cantarín que se demora al<br />

entonar las frases sin más interrupciones de forasteros que, por ejemplo,<br />

la de un escritor catalán que —en castellano— pide otro café mientras<br />

trabaja en su oficina comunal. Llevo tres meses así, viviendo en gallego<br />

cada vez que salgo de casa pero sin hablarlo, por pudor y aunque<br />

lo entienda, porque no puedo evitar sentirme tan intruso como el primer<br />

día.<br />

Para quienes hemos crecido bilingües, elegir el idioma del padre o el<br />

de la madre —el castellano o el catalán, en mi caso—, o entre el habla<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 9 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


privada del hogar y la lengua franca de la calle, no es tanto una cuestión<br />

de costumbre o sentimiento como de adaptación. Pero para quienes<br />

además escribimos literatura la elección es —de ser posible tal cosa<br />

—, si cabe, más compleja, porque cada una de tus dos lenguas originales<br />

condiciona con sus propios matices tu forma de ver, nombrar y expresar<br />

el mundo. En realidad, con los años he terminado por escribir en<br />

el idioma que nace sin filtro de mis pasiones, en la lengua en la que<br />

amo a una mujer o insulto a un enemigo —dos respuestas de las que<br />

tampoco elegí el acento—, pero, mientras apuro el café en mi mesa habitual<br />

y un pescador pide —en gallego— otro vino en la barra, pienso<br />

que ojalá las hablara todas para poder aprehender otras miradas sin necesidad<br />

de intermediarios. De momento y a día de hoy, me basta con<br />

acostumbrarme a las conversaciones de mis vecinos e intentar leer algunas<br />

cosas en gallego, al menos mientras siga en este pueblo.<br />

*<br />

Encuentro por azar y bajo heterónimo unos cuantos poemas de Álvaro<br />

Cunqueiro, de quien sólo conocía prosas traducidas al castellano, y<br />

doy con otros libros en gallego en la biblioteca de urgencia estival de<br />

Mercedes, mi anfitriona —la mayoría de mis ángeles de la guarda en<br />

esta vida nómada son buenos lectores, pero Mercedes Corbillón es, además,<br />

una estupenda librera compostelana—, aunque mi verdadero hallazgo<br />

en este retiro es el poemario O cuarto das abellas, que la escritora<br />

y editora Antía Otero me regaló tras un taller que impartí en A Coruña.<br />

<strong>Lo</strong> leo despacio, muy atento y con la ayuda de un diccionario, saboreando<br />

el doble placer del descubrimiento, el de una voz poética y el de<br />

la poesía en otra lengua. Una lengua que, sin dejar de ser prima hermana<br />

de mis dos idiomas heredados, me trae aquella mirada distinta sobre<br />

el mundo, y no me refiero sólo a la de Antía, sino también a la del gallego<br />

en sí, como si el aguijón de esta poeta dejara la punzada de toda<br />

su colmena en mí. Una colmena de la que uno cree identificar a la abeja<br />

reina en Rosalía de Castro, pero de la que en el fondo desconoce el<br />

linaje: ¿Castelao, Dieste? Qué sé yo, si hasta ayer mi noción de la litera­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 10 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


tura gallega no iba más allá del genio y el talento de Cunqueiro, un autor<br />

malquerido en Galicia, según me cuentan, por todo lo que no es literatura.<br />

En esa supuesta elección literaria uno parece jugarse algo más que<br />

una lengua y la afinidad de unos lectores u otros: también bilingüe, me<br />

atrevería a decir que Cunqueiro escribió el grueso —y me refiero más a<br />

la relevancia que al volumen— de su obra en gallego, pero otros ilustres<br />

hijos de Galicia, como don Ramón María del Valle­Inclán, quizá el<br />

mayor prodigio que han dado las letras universales en esta esquina del<br />

mundo, eligieron el castellano. ¿Son los autores quienes escogen de veras<br />

una patria escrita al «decidir» entre dos lenguas madre, o son los<br />

lectores, los críticos y los académicos los que asignan a la postre cada<br />

pasaporte literario?<br />

Desde mi otra esquina, la más familiar y reconocible, los cuentos de<br />

Pere Calders, Jesús Moncada y Quim Monzó o los versos de Joan Salvat­Papasseit,<br />

todos en catalán; la magistral prosa catalana de los diarios<br />

de Josep Pla y sus artículos en castellano; la muy castellana poesía<br />

de José María Fonollosa o los ensayos, también en castellano, de Juan<br />

Eduardo Cirlot; así como la construcción simbólica contemporánea que<br />

de Barcelona, mi ciudad, armaron con sus novelas —en castellano—<br />

Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán o Francisco<br />

Casavella, han sido igual de importantes en mi formación como lector<br />

y «escritor catalán», aunque después eligiera —de ser posible tal<br />

cosa, insisto— el castellano como vehículo principal de mi literatura.<br />

*<br />

La elección de una nueva «patria» literaria implica un desafío aún<br />

mayor que decantarse por una de tus dos voces internas. Incluso para<br />

grandes autores como Joseph Conrad o Vladímir Nabókov, abandonar<br />

su lengua original para explorar la adoptada en el exilio debió de suponer<br />

un reto colosal, sólo al alcance de su inmenso talento, capaz de llegar<br />

a la maestría en el dominio del nuevo vehículo. Tanto es así, que la<br />

prosa de ambos en inglés resulta singular y reconocible en su ritmo y<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 11 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


sonoridad, y quién sabe si, por la audacia de la exploración en un lenguaje<br />

nuevo, superior a la que hubieran logrado de no abandonar el polaco<br />

o el ruso en su carrera.<br />

Cuenta Agota Kristof en La analfabeta, su breve obra autobiográfica,<br />

que a los cuatro años ya sabía leer, pero que cuando en 1956 tuvo que<br />

huir de Hungría por la invasión soviética y se refugió en Suiza, pronto<br />

aprendió a hablar francés y, sin embargo, no fue capaz de leerlo hasta<br />

varios años más tarde. El húngaro, tan extraño para nuestra lógica verbal<br />

latina, se basa en la fonética, y el francés le resultó muy distinto en<br />

ese aspecto a la autora. «No he escogido esta lengua. Me ha sido impuesta<br />

por el destino, por la suerte, por las circunstancias», dice Kristof<br />

en sus notas. En ellas habla también de «lenguas enemigas»: el alemán<br />

y el ruso, las de los soldados que ocuparon su país durante la Segunda<br />

Guerra Mundial y tras el intento de Revolución Húngara, pero del mismo<br />

modo considera al francés, por ser esa lengua impuesta a la que se<br />

refiere la escritora, un código que hubo de descifrar y conquistar durante<br />

casi treinta años y que terminaría por devorar a su lengua materna.<br />

El destino, tantas veces ingrato, hizo que aún a día de hoy —y lo pude<br />

comprobar de primera mano en Budapest, cuando estuve trabajando en<br />

mi novela— los lectores y académicos húngaros apenas consideren<br />

como parte de su acervo nacional la voz de Agota Kristof, por no haber<br />

seguido escribiendo en húngaro hasta el final. Así, cuando las circunstancias<br />

te expulsan de un país y te distancian de su idioma, pueden terminar<br />

por desterrarte también de su literatura. Aunque te traduzcan un<br />

día del francés al húngaro y en toda tu obra hayas narrado mejor y con<br />

más verdad que nadie los otros exilios interiores y literales de tus compatriotas,<br />

su íntimo y verdadero desarraigo.<br />

*<br />

Si traducir es traicionar, entonces uno nunca puede estar seguro de<br />

cómo ser leal al texto, ni de si la mirada que cree percibir en esa versión<br />

es un sucedáneo o se acerca a la verdad. Hace casi cuatro años, el<br />

editor Javier Jiménez, gondolero mayor del sello Fórcola, me invitó a<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 12 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


presentar en Barcelona el libro colectivo Hijos de Babel. Reflexiones sobre<br />

el oficio de traductor en el siglo XXI. Allí estaban, entre otros, Eduardo<br />

Moga y David Paradela, por cuyas esmeradas «traiciones» he disfrutado,<br />

por ejemplo, de la mejor edición española de Hojas de hierba, de<br />

Walt Whitman, o de La piel, la potente novela de Curzio Malaparte. Daría<br />

para retomar aquí lo que decía la semana pasada sobre los editores<br />

de palabra, pues desde aquella tarde de marzo de 2013 Javier y yo<br />

mantenemos un pacto de caballeros para un futuro ensayo, pero no nos<br />

desviemos del tema: la alta traición en la alta literatura.<br />

A menudo tiendo a pensar que la mejor traducción posible de una<br />

obra literaria debería estar siempre a cargo de otro escritor, y recuerdo<br />

entonces el trabajo de Julio Cortázar con Memorias de Adriano, de Marguerite<br />

Yourcenar, o cómo Charles Baudelaire hizo aún mejores, si no<br />

sus cuentos, sí las dotes como prosista de Edgar Allan Poe. Pero me vienen<br />

también a la mente los estropicios que algún autor en boga ha cometido<br />

con obras capitales, y me digo que, por muy osado que el traductor<br />

quiera ser al buscar un nuevo modo de decir algo, su obligación<br />

es «traicionar» con propiedad.<br />

Por eso, el traductor debería saber siempre más de lo que dice, conocer<br />

a fondo el contexto de la obra y el del propio autor. Es decir, ampliar<br />

su perspectiva inicial, por lo que los mejores traductores serían<br />

verdaderos eruditos y merecerían algo más que el sueldo y su nombre<br />

en cubierta. Sobre todo los que saben callar aquello que conocen de<br />

más y tienen la humildad de pasar desapercibidos, al contrario del escritor<br />

de renombre metido a traductor que cede a la tentación de intervenir<br />

demasiado en el texto para contaminarlo con su propio estilo, en<br />

vez de poner su oficio al servicio del original.<br />

Traducir literatura es enfocar las zonas de sombra entre dos idiomas<br />

para transmitir la luz del texto original, es decir, la mirada primordial<br />

de su autor. Con esa intención sí resulta lícito mover un poco la linterna,<br />

cegar algún saliente y buscar un reflejo o una silueta que revele un<br />

sentido que podría difuminarse en un volcado demasiado literal. El mejor<br />

traductor sería pues el que, de los rescoldos de una hoguera, resucitara<br />

la leña para avivar aquel mismo fuego. Un intruso que, sin pudor<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 13 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


pero con respeto, se adentrara en un lenguaje ajeno hasta convertirlo<br />

en propio.<br />

Corrubedo, A Coruña, 16 de enero de 2017.<br />

SB<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 14 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


Traducir sin ser traductor:<br />

Mi caso con Jean Cocteau<br />

Jordi Corominas<br />

Rubén, el editor de <strong>Excodra</strong>, me pide escribir sobre mi experiencia<br />

como traductor y la propuesta me atrae, entre otras cosas porque no lo<br />

soy y con el trasvase del francés al español de las poesías de Jean Cocteau,<br />

publicadas en Salto de Página bajo el título La mentira que siempre<br />

dice la verdad, las pasé canutas, pero todo gran reto conlleva una<br />

satisfacción increíble y ésta lo fue por varios motivos que desgranaré a<br />

lo largo del artículo.<br />

Si emprendí la tarea, apreciada por los libreros y loada en pequeños<br />

círculos cultivados, no así desde el silencio de la partidista prensa nacional,<br />

fue por pura pasión por el personaje. Jean Cocteau es uno de<br />

mis espejos por el hecho de no casarse con nadie, proponer un recorrido<br />

propio independiente a las camarillas, creer en sus propias premisas<br />

y ser capaz de introducir innovaciones sin depender del aire que sopla,<br />

sólo por convicción en sus aportaciones.<br />

De este modo Cocteau, al que conocí de verdad a través de una exposición<br />

celebrada en el Centro Pompidou en otoño de 2003, fue introduciéndose<br />

en mi imaginario y ese vínculo se reforzó sobremanera<br />

cuando me adentré más en su biografía, una perla de matices. En sus<br />

debuts quiso crecer como la espuma y desarrolló una poesía decadentista<br />

muy alejada de los parámetros vanguardistas. A principios de la<br />

década de 1910 quiso colaborar con los ballets rusos y su presunción le<br />

comportó la reprimenda de Diaghilev, quien ni corto ni perezoso le soltó<br />

el legendario sorpréndeme que le puso las pilas de modo definitivo.<br />

A partir de ese momento mi objeto de estudio viró su trayectoria y<br />

dio rienda suelta a su caudal creativo sin fijarse en referentes de fácil<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 15 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


digestión. Poco a poco intimó con Picasso y de esa amistad terminó por<br />

surgir Parade, ballet del que compuso el libreto mientras Satie componía<br />

la música y el pintor malagueño diseñaba decorados y escenografías.<br />

Era Wagner, el arte total, adaptado al naciente siglo XX y un paso<br />

decisivo hacia la performance, que más tarde propulsó interpretando a<br />

los personajes de sus versos, como el ángel Heurtebise.<br />

Durante más de dos años y medio trabajé en la traducción de los<br />

poemas. El primer paso fue adquirir las poesías completas en su edición<br />

anotada de la Plèiade. No me amilané ante sus más de 1500 páginas.<br />

Cocteau publicó poemarios desde 1909 hasta su muerte en 1963. Seleccioné<br />

los fragmentos más interesantes y descarté otros por una cuestión<br />

práctica. El Réquiem, un monstruo definitorio de más de 4000 versos,<br />

quedó fuera porque de otro modo mi libro hubiese disparado tanto su<br />

extensión, como su precio. Por eso busqué un elenco que resumiera a la<br />

perfección la obra del francés, aunara lo mejor de su producción y aunara<br />

todas sus aristas.<br />

El inicio del trabajo de traductor me sorprendió. Muchos se sorprendieron<br />

por mi iniciativa porque nada es más difícil que plasmar la lírica<br />

de otro idioma y con Cocteau todo se complica más si cabe por su uso<br />

de muchos arcaísmos, expresiones caídas en desuso y la mezcla de estas<br />

con un estilo personalísimo que era lo más sencillo de captar al tener<br />

empatía con filosofía formal y conceptual.<br />

Durante esos balbuceos bregué durante horas con sus composiciones.<br />

Recuerdo haber elegido algunos poemas cortos para foguearme y<br />

luego atreverme con otros más largos, casi suites, como L’ange Heurtebise,<br />

una maravilla surgida a partir de una visita al estudio de Picasso,<br />

la contemplación de la placa del ascensor, Heurtebise era el fabricante,<br />

el asombro de verla cambiada al cabo de pocos días y la posesión infernal<br />

por el opio de un hombre desconsolado por la pérdida de Raymond<br />

Radiguet, su gran amor. Ese poema fue el espaldarazo definitivo para<br />

convencerme de ser capaz para tan arduo esfuerzo, que paré durante<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 16 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


más de medio año porque entre mis propias pesquisas poéticas, la gira<br />

de <strong>Lo</strong>opoesía y mi poliédrica actividad no tuve tiempo material para<br />

centrarme en el asunto.<br />

Todo cambió durante el verano de 2014. A lo largo de los meses<br />

previos usé mis escasos ratos libres para profundizar en la criba, y<br />

cuando me desplacé a mi retiro rural puse toda la carne en el asador en<br />

mi cometido. Por la mañana leía, por la tarde traducía y antes de dormir<br />

pulía el trabajo de la jornada. Así fue como a finales de septiembre<br />

di por finalizada la primera traducción, dejándola reposar durante nueve<br />

meses para retomarla al siguiente estío.<br />

No sé si este método es el más normal, pero al menos es el que me<br />

confería seguridad, que tanto me urgía en esos instantes y en esos actos<br />

concretos. Cuando escribo textos propios suelo crear y a la mañana siguiente<br />

corregir para que luego, más o menos un mes después de poner<br />

el punto y final, no tenga que meterle mucha mano a lo redactado. Sin<br />

embargo con Cocteau mi deber era aún mayor que conmigo mismo por<br />

el respeto profesado a su figura y otro factor clave: hasta el momento<br />

nadie se había atrevido con sus poesías en España.<br />

Ese fue otro de los puntos que analicé antes de sumergirme en el envite.<br />

¿Era pionero o algún valiente se había adelantado? Vi una traducción<br />

mexicana de 2003 que costaba más de doscientos cincuenta euros,<br />

verifiqué su insignificancia y maldije que nadie antes hubiera tenido el<br />

coraje porque al no poder cotejar lo mío con otras versiones iba un<br />

poco a ciegas, pero eso me alentó y a medida que avanzaba me sentí<br />

más seguro hasta el punto que durante la traducción del genial y magnífico<br />

Léone, una suite de más de 600 versos que es la cumbre de la singladura<br />

poética de Cocteau, con la que me sentí tan bien que navegar<br />

por ella supuso fundirme en su cuerpo sin ninguna dificultad.<br />

En cambio al conceder la licencia de añadir en la antología algún<br />

poema con motivos hispánicos, pues el poliedro galo fue muy amante<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 17 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


de nuestro país, me metí en aguas turbulentas porque en ocasiones los<br />

versos de Cocteau fluctúan por sendas imprevistas y muy duras de pulir.<br />

La suerte fue tener ese intervalo de por medio entre la primera<br />

toma de contacto y la revisión definitiva, pues cuando me puse a corregir<br />

lo realizado detecté sin excesivos problemas las erratas y, sobre<br />

todo, lo mejorable de mi interpretación. Esa última palabra me parece<br />

esencial.<br />

Una vez salen los libros en su encabezamiento figura una traducción<br />

de, pero sería mucho más correcto poner interpretado por o versionado<br />

por. El traduttore traditore es una verdad como un templo, entre otras<br />

cosas porque al adaptar vocablos de una lengua a otra tiene que procurar<br />

adaptar las inflexiones del original al idioma con que medita su metamorfosis.<br />

Es imposible una traducción perfecta y espero de todo corazón<br />

que la mía de Cocteau se supere algún día, aunque lo dicho tardará<br />

en acaecer por lo inédito del texto, la mediocridad imperante para con<br />

la ambición y el relativo interés del querido Jean en nuestro país, desmentido<br />

sin duda por las ediciones de Cabaret Voltaire y mi aportación<br />

tan bien apoyada por Pablo Mazo, sin el que no hubiera sido posible<br />

conducirla hasta su hermosa finalización.<br />

JC<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 18 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


Notas de viaje sobre la traducción a pie de vida<br />

Macarena Trigo<br />

13 de diciembre, aeropuerto internacional de Ezeiza, Buenos Aires:<br />

Observo y escucho a los viajeros en tránsito. Vamos y venimos siendo<br />

de alguna parte que, en principio, no importa. Sin embargo, al poco<br />

rato los grupos de españoles que abordarán mi vuelo me roban sonrisas.<br />

<strong>Lo</strong>s escucho con la oreja parada, sorprendida con la rotundidad de<br />

un acento que alguna vez fue mío. Sigue siéndolo. Casi. Quienes me escuchan<br />

en Buenos Aires me consideran “gallega”, pero en España, “canto”<br />

argentinizada para mis amigos. No sabría decir, no me presto atención<br />

hasta que me sorprendo en algún audio donde me desconozco.<br />

“¿Quién es esa mina, virgen santa?” Así pienso y hablo. Ato nudos a<br />

ambos lados del Atlántico. Tras doce años viviendo en Buenos Aires,<br />

cuesta discernir a qué punto geográfico le debo una expresión.<br />

Vuelo a España después de tres años. Nunca estuve tanto tiempo<br />

sin.<br />

20 de diciembre, Aranda de Duero, Burgos:<br />

Pasé el fin de semana en León. Asistí a la presentación del primer<br />

poemario de Violeta Serrano, Camino de ida, en el Belmondo, un bar de<br />

espaldas a la catedral donde el escritor Yago Ferreiro habilita el imposible<br />

concentrando en sus pocos metros cuadrados todo el talento de la<br />

zona y parte del extranjero. Conocí a Yago y su bar hace poco más de<br />

un año en facebook, esa red que nos arremolina obviando distancias.<br />

Tuvimos que esperar un año, pero finalmente, le pusimos el cuerpo a<br />

nuestros fragmentados diálogos. Hablamos mucho estos días sobre la<br />

voz (re)construida a fuerza de exiliar la voluntad e inventarnos. Yago<br />

regresó a León después de varios años como ciudadano del mundo.<br />

Siembra semillas al viento desde la barra de su bar. Violeta y yo termi­<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 19 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


namos en Buenos Aires sin haberlo planeado. Jugamos a encontrar certezas<br />

lingüísticas sobre las que cimentar nuestro hogar argentino. “Una<br />

patria es la lengua en la que sueñas”, escribió Juan Bonilla. <strong>Lo</strong>s que<br />

aprendimos a decir patria en un país extranjero y a pensar la nuestra<br />

desde lejos, soñamos un idioma inventado por retazos de pasado que el<br />

presente, cada vez más bizarro, zurce como puede para soportar este<br />

futuro inesperado que ha resultado ser cualquier cosa.<br />

Invitadas por Yago Ferreiro charlamos con los integrantes de #Plataforma,<br />

iniciativa del Belmondo que reúne a jóvenes escritores de<br />

León para que compartan necesidades, dudas y expectativas, es decir,<br />

para que alimenten su hambre de escritura. Nosotras, castellano­leonesas<br />

a nuestra única manera, tratamos de explicar cómo sobrevivimos<br />

en el sur del mundo. Cómo nos adaptamos a un panorama cultural inabarcable,<br />

cuánto se disfruta y sufre, lo mucho que hay por hacer en todas<br />

partes y lo importante que es encontrar un modo de hacerlo. Hacer<br />

por hacer para seguir haciendo.<br />

Nadie es profeta en su tierra y poeta mucho menos, pero durante estos<br />

días, entre las paredes de un bar leonés, conseguimos hablar el mismo<br />

idioma: el de los sueños.<br />

Ahora, ya en Aranda, pienso una vez más en cómo traducir la experiencia<br />

de saberse distinta en cada regreso. El miedo a deambular por<br />

los lugares que nos vieron crecer y que se obstinan en su colección de<br />

postales donde el pasado se adultera y dulcifica fabricando recuerdos<br />

mejorados. Quizá, también por eso, en esta ocasión me propuse no venir<br />

sólo de vacaciones y, como Violeta, llené mi valija de poemarios.<br />

Traigo mi último libro, Polaroids de aeropuerto bajo lluvia y otras breves<br />

escenas sin Bruce Willis, como regalo de navidad para los amigos y el<br />

puñado de desconocidos a los que sepa llegar. Si la poesía necesitara<br />

servir para algo, quizá traducirnos fuera su objetivo. Pero sería entonces<br />

poca cosa. Es en lo intraducible donde comienza a trabajar el lenguaje.<br />

O la magia.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 20 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


24 de diciembre, Valladolid:<br />

Nunca logro explicar de este lado del charco la importancia de dedicarnos<br />

a lo que amamos no sólo porque hace bien, sino porque es terriblemente<br />

necesario. Nuestro quehacer constante de obra efímera, volátil,<br />

subterránea, por la que nunca seremos recordados o vistos, es una<br />

hazaña tan inútil como imprescindible. A fuerza de contexto sociopolítico<br />

y económico pareciera que en Buenos Aires una parte de la población<br />

entre la que tengo la suerte de reconocerme y, a veces, hasta de<br />

encontrarme, ejerce su libertad consciente de esa urgencia y ocupa<br />

gran parte de su tiempo libre, cuando tal cosa existe, en producir eventos<br />

donde la cultura nos ampara: sellos editoriales independientes, ciclos<br />

de lectura, talleres gratuitos, obras de teatro, recitales, proyecciones,<br />

conciertos, galerías de un día, librerías a puerta cerrada, festivales<br />

y un larguísimo etcétera al que el ingenio suma iniciativas. No se hace<br />

dinero, no. Se hace el amor. O lo más parecido a su desastre. Se resiste<br />

al desamparo de un Estado sin políticas culturales, se avanzan pese a<br />

todo. No es negocio, no. Es todo lo demás. Como españolita de a pie,<br />

desde mi primera visita a Buenos Aires en agosto de 2002, no dejo de<br />

sentirme fascinada por el extraño epicentro ficcional que resulta ser la<br />

capital porteña. Un lugar donde la realidad no deja de sorprender y<br />

donde convertirla en materia prima de trabajo, en ocasiones, parece el<br />

único objetivo: vivir para contarlo.<br />

No faltan en España ingredientes para una receta similar. El país parece<br />

cada vez más una película de José Luis Cuerda. Sería hermoso si<br />

no fuera un desastre. No estamos preparados aún para entendernos. El<br />

pasado se ignora, las divisiones se acentúan y el desencanto del sueño<br />

europeo nos tiene con resaca. Hay mucho para hacer con tantos fracasos,<br />

un país nuevo que inventarse, pero la fuerza de la costumbre no<br />

sólo es poderosa, también es bruta. La cultura se defiende como puede<br />

del asedio político y los consumidores. Puede poco.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 21 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


27 de diciembre, Valladolid:<br />

Cada visita a España es una suerte de paréntesis explicativo donde<br />

traduzco países. Corrijo interpretaciones y modifico lo que maldicen los<br />

medios de incomunicación internacional, con mi torpe experiencia vital<br />

entre tantísima cuestión que apenas logro explicarme a mí misma.<br />

“¿<strong>Lo</strong>s precios suben pero los sueldos no? ¿Y cómo hacen?”. “Pero<br />

mejor que con Cristina, estáis, ¿no?”. “¿Y lo del peronismo qué es exactamente?”.<br />

“¿Gratis? ¿Por qué trabajan gratis?”.<br />

Para cada interrogante el jardín de las explicaciones que se bifurcan<br />

es infinito. Allá tampoco hay modo de abreviar explicaciones, aunque<br />

reconozco que soy lapidaria hablando de España y no tengo problema<br />

en afirmar: “Hay rey porque la constitución la meó Dios y es intocable,<br />

la cultura no interesa a casi nadie y mientras haya un bar abierto, hay<br />

esperanza”. <strong>Lo</strong>s años no me quitan la razón. La omnipresente crisis no<br />

es sólo económica. Ha consumido la juventud de muchos amigos dejándolos<br />

en un limbo extrañísimo donde nada sucede y veo un país envejecido<br />

y sin ilusiones donde todos afirman estar hartos. De todo. Tan hartos<br />

del disco repetido que resulta imposible concebir otra forma de estar,<br />

ya no de vivir. Vivir es algo más, otra cosa. Acojona. Se vive rara<br />

vez. La inmensa mayoría del tiempo, el español medio aguanta. <strong>Lo</strong> que<br />

le echen.<br />

Ese panorama es similar en muchos países, es cierto. Y los mismos<br />

males se reproducen al otro lado del Atlántico, sí. Aunque no idénticos.<br />

Salvar distancia implica sutilezas: allá la derecha siempre es más derecha,<br />

la violencia no es sólo simbólica, el hambre no es cosa de Cáritas y<br />

la inseguridad no es terrorismo. No hay realidad mejor. Sólo distinta.<br />

Pero no deben compararse países, del mismo modo en el que no debiéramos<br />

comparar amores. El contexto y nosotros, tan mutables, pecamos<br />

de precarios en nuestras conclusiones. Por mucho que se trate, es<br />

difícil entender el cotidiano, traducir el ritmo de una ciudad en otra. El<br />

fondo de sus gentes es tan otro que resulta imposible ritmarlo con soltura.<br />

Generalizar es un deporte olímpico y obtuso. Pero cómo se hace.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 22 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


Cómo asomarse entonces a mundos tan dispares, explicarnos en ellos,<br />

dar razones, llenarnos de sentido.<br />

28 de diciembre, Valladolid:<br />

Salió el sol tras varios días de niebla temperamental, esa niebla donde<br />

gastamos la infancia y que nunca impidió que nos sentáramos durante<br />

horas en las plazas. Esa niebla que ahora, cuando volvemos, de<br />

Buenos Aires, Madrid, Barcelona, Delhi, Oviedo o Marruecos, nos llena<br />

la boca de pavorosos y ateridos comentarios.<br />

El clima en los regresos parece siempre otro, aunque es probable<br />

que el clima sea el mismo y nosotros estemos más grandes y frágiles.<br />

Reímos espantados tragando la certeza entre chupitos de orujo porque<br />

allá, donde sea, no es lo mismo. Acá el chupito nos digiere. El frío, los<br />

excesos, el corazón y el ánimo. El cartel de Casa Silvano en Aranda recomienda<br />

desde hace décadas: “Alto y a beber”. Hace unos días compartí<br />

esa foto en facebook como “manual de supervivencia ibérico”. Hoy<br />

discuten en televisión sobre si debe multarse a los padres cuyos hijos<br />

menores reincidan en el consumo de alcohol. “No soy alcohólico, soy<br />

español”, ironiza un amigo. Tampoco eso es igual en todas partes: ni la<br />

ingesta de bebidas espirituosas ni el humor.<br />

Ayer presenté mi poemario en un bar vallisoletano, El Beluga. Uno<br />

de los pocos lugares que reciben y promueven propuestas musicales, literarias<br />

y teatrales junto a su barra. No sólo de cañas malvive el español,<br />

aunque cueste creerlo. El bar estaba lleno de gente navideña que<br />

resumía sus hazañas del infame 2016. Se sumaron un puñado de amigos<br />

y ahí y así nomás, en la impagable compañía de Silvia Pascual –especialista<br />

en exilio voluntario tras licenciarse en Filosofía y Teoría de la<br />

Literatura Comparada, vivir ocho años en Delhi y tres en Barcelona–;<br />

Rafael Sánchez –músico peruano afincado en Castilla hace ya cuatro<br />

años– y Martín Hernando –viajero mediterráneo y transatlántico, amante<br />

de Madrid y enamorado de una Buenos Aires a la que siempre promete<br />

volver–, cumplimos mi deseo de compartir un libro editado hace<br />

un año, donde doy rienda suelta a una voz mixta que hace zapping en­<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 23 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


tre el castellano y el porteño. Mi voz orgánica y mestiza. Hija de nadie,<br />

cantada de oído. Por primera vez me encontré castellanizando mi escritura<br />

y no a la inversa.<br />

Aprendí a acentuar a la argentina, voseo, conjugo los verbos a su<br />

modo e integré en mi expresividad exclamaciones tan incontestables<br />

como “¡la concha de la lora!”, por más que nunca acierte a pegarle una<br />

imagen, ni siquiera simbólica, al enunciado. Trabajar con actores argentinos<br />

fue mi mejor escuela de traducción. Cualquiera que conozca<br />

algún país de Latinoamérica habrá experimentado que el español se ramifica<br />

y enriquece de forma insospechada. El oído hispano entrenado<br />

apenas en los modismos de telenovela, debe adquirir nuevo vocabulario<br />

y, antes o después, sucumbe a los modismos, las puteadas y el acento<br />

del territorio que pise. No hay con qué darle. No es una impostura,<br />

como algunos piensan. No “te hacés la argentina” o lo que fuere. Un día<br />

cualquiera se te escapa el primer “che”. El resto viene solo.<br />

1 de enero 2017, Valladolid:<br />

Ayer me preguntaron cuatro veces si estoy pensando en formas de<br />

permanecer en Argentina o tanteando el terreno para volver. Cuatro<br />

personas distintas cuestionando mi futuro y yo sin respuesta coherente<br />

que llevarme a la boca. Me concedo el beneficio de la duda en este recién<br />

estrenado calendario. No todo puede subtitularse con buenas intenciones.<br />

6 de enero 2017, Valdemorillo, a tiro de piedra de Madrid:<br />

<strong>Lo</strong>s Reyes Magos nunca me encuentran. No se lo pongo fácil, es cierto.<br />

Me escondo de la navidad y sus secuaces. Ya terminó, por suerte.<br />

Cesaron las preguntas sobre la celebración de estas ridículas fiestas<br />

allá, cabeza abajo, en verano, con una sensación térmica infernal y una<br />

realidad que se deshace en irrealidades cada día. Las noticias confirman<br />

que todo sigue hundiéndose. Argentina es un Titanic desde el que sacamos<br />

fotos al iceberg. <strong>Lo</strong>s miles de kilómetros que me separan ahora son<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 24 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


los que me permiten escribir esa afirmación. No suelo hablar así, no uso<br />

el nombre de un país inmenso y desconocido en vano. Apenas sobrevivo<br />

en Buenos Aires, en una partecita de su macrocosmos, entre un puñado<br />

de barrios. Buenos Aires no es Argentina, como Madrid nunca fue<br />

ni será España. Escribo en el silencio de la sierra, un fenómeno acústico<br />

que allá resulta imposible. El silencio está lleno de promesas. Estas horas<br />

de silencio son mi regalo en este seis de enero. Lástima que no pueda<br />

conservarlas envasadas al vacío para asomarme a ellas cuando más<br />

lo necesite.<br />

8 de enero 2017, Madrid:<br />

Madrid, capital del reino. El extranjero en pijama y zapatillas. Nací<br />

acá un abril cualquiera pero no crecí en esta ciudad y siempre me sentí<br />

extranjera y pobre en sus calles. Paradojas de la vida, aprendí a disfrutarla<br />

en las giras con La omisión de la familia Coleman, la obra de Claudio<br />

Tolcachir de la que soy asistente de dirección desde su estreno en<br />

2005. Tuve que irme a vivir a Argentina para tener la oportunidad de<br />

trabajar en España y recorrerla. <strong>Lo</strong>s dioses se divierten con sus gracias.<br />

Madrid es un paréntesis donde estamos de paso. Un pueblo grande<br />

donde resulta casi imposible quedarse. Una ciudad que odiar o amar<br />

para siempre desde lejos. No sé qué es ser madrileña pero atesoro algunos<br />

de los mejores momentos de mi vida en su centro histórico. Alcanza<br />

con eso para el álbum de nostalgias. Muchos afirman que Madrid y<br />

Buenos Aires se parecen demasiado. No seré yo quien contradiga la posible<br />

hermandad entre espejos invertidos ni quien descifre el calibre de<br />

sus parecidos. Se me ocurre soñar que el mundo sería un lugar mejor si<br />

todos pudiéramos conocer ambas ciudades para aprender de sus errores<br />

y aciertos. Transferirlos o intercambiarlos para darnos la posibilidad<br />

de considerar que sí, hay infinitas formas de interpretar nuestros presentes<br />

porque el pasado aún no está escrito. Recién entonces, quizá, el<br />

futuro comenzaría a esperarnos.<br />

MT<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 25 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


Edgardo Poe y sus obras<br />

Julio Verne<br />

Voy á presentaros, caros lectores, un novelista americano de envidiable<br />

fama, á quien muchos sin duda conoceréis de nombre, pero pocos<br />

por sus escritos.<br />

Permitidme, por lo tanto, hablaros de ese hombre célebre y de sus<br />

obras; que ambos ocupan un lugar importantísimo en la historia de la<br />

imaginacion.<br />

Edgardo Poe ha creado un género especial, distinto, que procede<br />

únicamente de sí solo, y del cual me parece que se ha llevado, al morir,<br />

el secreto.<br />

Se le puede llamar maestro de la escuela de lo extraño; pues ha hecho<br />

retroceder los limites de lo imposible, y tendrá imitadores ó discípulos.<br />

Estos intentarán ir mas adelante que él, exagerando su género, pero<br />

mas de uno creerá aventajarle, que ni siquiera le igualará.<br />

Ante todo debo manifestar que un crítico francés, Cárlos Baudelaire,<br />

ha escrito al frente de la traduccion de las obras de Edgardo Poe, un<br />

prefacio, tan extraño como el texto del autor.<br />

Quizás este prólogo necesitaria á su vez algunos comentarios esplicativos,<br />

para la inteligencia de todo el mundo.<br />

Sea como fuere, se ha hablado mucho de él en el mundo literario;<br />

ha causado sensacion, y no sin motivo. Cárlos Baudelaire era digno de<br />

comentar y esplicar al autor americano, y no deseo al autor francés otro<br />

comentador de sus obras presentes y futuras que un nuevo Edgardo<br />

Poe.<br />

Ambos nacieron para comprenderse; lo cual quiere decir que la traduccion<br />

del señor Baudelaire es escelente, tanto, que me sirvo de ella<br />

para los pasajes citados en el presente estudio.<br />

No intentaré esplicaros lo inesplicable, lo incomprensible, lo imposible<br />

que ha dado á luz la imaginación de un hombre que á veces llevaba<br />

su fantasía hasta el delirio.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 26 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


Pero paso á paso seguiremos á Poe; os daré cuenta ó idea de sus curiosas<br />

novelas, con muchas citas; os manifestaré como procede, y en<br />

que punto sensible de la humanidad toca, para deducir los mas extraños<br />

efectos y resultados.<br />

Nació Edgardo Poe el año de 1813 en Baltimore, en América, en<br />

medio de la nacion mas positivista de la tierra.<br />

Su familia, colocada desde mucho tiempo en brillante posicion, degeneró<br />

extraordinariamente, en fortuna, hasta llegar al famoso novelista.<br />

Si su abuelo se hizo ilustre durante la guerra de la independencia<br />

Norte­Americana, siendo primer jefe del Estado mayor de La Fayette,<br />

su padre murió siendo un miserable comediante en la mas completa<br />

pobreza y necesidad.<br />

Un tal Allan, comerciante de Baltimore, adoptó al jóven Edgardo, y<br />

lo mandó á viajar por Inglaterra, Irlanda y Escocia.<br />

Parece que no visitó Edgardo Poe á París, de cuya ciudad describe<br />

inexactamente algunas calles en una de sus novelas.<br />

De regreso á su patria en 1822, continuó sus estudios en Richmond,<br />

demostrando singular aptitud para la física y las matemáticas.<br />

Su relajada conducta hizo que lo despidieran de la universidad de<br />

Charlottesville y de su familia adoptiva.<br />

Embarcóse entonces para Europa y marchó á Grecia en el momento<br />

de aquella guerra que no parece haberse hecho mas que para mayor<br />

gloria do lord Byron.<br />

De paso haremos notar que Poe era un buen nadador como el famoso<br />

poeta Inglés, sin que intentemos sacar ninguna consecuencia de esa<br />

igualdad de aptitudes físicas en ambos escritores.<br />

Pasó Edgardo Poe de Grecia á Rusia, donde llegó hasta Petersburgo,<br />

hallándose comprometido en ciertos asuntos, cuyo secreto no nos ha<br />

sido dable conocer, y volvió al Norte América, donde entró en una escuela<br />

militar.<br />

Su carácter díscolo é indisciplinable hizo que lo espulsaran pronto<br />

de ella, y entonces probó los sinsabores de la miseria, y de la miseria<br />

norte­americana, que es la mas espantosa de las indigencias.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 27 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


Para poder vivir se ocupó en algunos trabajos literarios; pero por<br />

fortuna ganó dos premios fundados por una Revista, uno para el mejor<br />

cuento y otro para el mejor poema.<br />

Desde aquel momento comenzó á elevarse del estado miserable en<br />

que se arrastraba y pronto llegó á ser director del Southern litterary Messenger.<br />

Merced á la acogida de sus artículos, el periódico fué prosperando,<br />

de lo cual resultó una especie de comodidad facticia para el novelista,<br />

que se casó con su prima Virginia Cemm.<br />

Dos años despues riñe con el propietario de su periódico, debiendo<br />

decirse en honor de la verdad que el desgraciado Poe pedia á menudo á<br />

la embriaguez del aguardiente sus mas extrañas inspiraciones.<br />

Entre tanto su salud se alteraba poco á poco... Pasemos de prisa por<br />

esos momentos de miseria, de luchas y buenos éxitos, de esperanzas y<br />

desesperaciones del novelista, sostenido por su mujer y mayormente<br />

por su suegra, que lo amó como á un hijo hasta mas allá de la tumba, y<br />

digamos que á consecuencia de una larga sesión en una taberna de Baltimore,<br />

el 6 de octubre de 1849, se encontró un hombre tendido en medio<br />

de la vía pública: era Edgardo Poe.<br />

El infeliz todavía respiraba, y fué trasladado al hospital donde se<br />

apoderó de él el delirium tremens (convulsiones con delirio á causa de<br />

fuerte embriaguez), y murió al día siguiente cuando apenas contaba la<br />

edad de treinta y seis años.<br />

Tal es la vida del hombre indicada á grandes rasgos; veamos ahora<br />

sus obras.<br />

Dejaré á un lado al periodista, al filósofo, al crítico, para detenerme<br />

en el novelista.<br />

Con efecto, en la novela, en la historia, en el cuento es donde se desarrolla<br />

toda la extraña originalidad del génio de Edgardo Poe.<br />

No ha faltado quien le comparára con dos escritores de fama europea,<br />

la inglesa Ana Radcliff, y el alemán Hoffmann; pero Ana Radcliff<br />

ha explotado el género terrible, que se explica siempre por causas naturales,<br />

y Hoffmann ha escrito fantástico puro, que ninguna razón física<br />

puede abonar ó apoyar.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 28 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


No sucede lo mismo con Edgardo Poe, cuyos personajes pueden<br />

existir en rigor; pues son eminentemente humanos, dotados, empero,<br />

de una sensibilidad nerviosísima, sobreescitada; individuos excepcionales,<br />

galvanizados por decirlo así, como sucedería con personas sometidas<br />

á la respiración de un aire muy cargado de oxígeno y cuya vida no<br />

fuese mas que una activa combustión.<br />

Si los personajes de Edgardo Poe no son locos, han de serlo con el<br />

tiempo forzosamente por haber abusado de su cerebro, como otros abusan<br />

de los licores fuertes; llevan hasta un límite estremo el espíritu de<br />

reflexión y de deduccion; son los mas terribles analistas que conozco,<br />

que partiendo de un hecho insignificante llegan á la verdad absoluta.<br />

Procuro definirlos, pintarlos, delinearlos; mas no lo consigo; porque<br />

escapan á la facultad del pincel, del compás, de la definicion.<br />

Es preferible, de consiguiente, caros lectores, presentarlos en el ejercicio<br />

de sus funciones casi sobre humanas, como voy á efectuar.<br />

De las obras de Edgardo Poe, poseemos dos tomos de Historias extraordinarias,<br />

traducidas por Cárlos Baudelaire; los Cuentos inéditos,<br />

<strong>traducido</strong>s por Guillermo Hughes, y una novela titulada Aventuras de<br />

Arturo Gordon Pym.<br />

Voy á entresacar de esos diversos libros los asuntos mas dignos de<br />

avivar vuestro interés, y lo lograré sin trabajo, puesto que la mayor parte<br />

del tiempo dejaré á Edgardo Poe hablar por sí propio.<br />

Tened, pues, la amabilidad de escucharle con entera confianza.<br />

Quiero ante todo ofreceros tres novelas, en las que el espíritu de<br />

análisis y de deducción alcanza los últimos límites de la inteligencia.<br />

Tales son el Doble asesinato de la calle de Morgue, La Carta robada, y<br />

el Escarabajo de oro.<br />

Veamos ahora la primera de esas historias, y de que manera prepara<br />

Edgardo Poe el ánimo del lector á ese estraordinario relato.<br />

(Se continuará.)<br />

JV<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 29 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


Yotuel, el intérprete (soliloquio)<br />

Jorge Rodríguez Hidalgo<br />

Exordio:<br />

“’Vengo a ser’”, digo, “dice quien me dirá”.<br />

El yo ahí contenido perdido<br />

está, no en la que será su careta,<br />

sino en el interior rostro de los tres.<br />

¿De qué confusión nace la claridad?<br />

¿De qué benignidad el mal nacerá?<br />

“Si vienes a ser”, dice aquel que digo,<br />

“¿cómo será que te diga, si así<br />

el ser está por decirse en ti<br />

y en mí oírse lo que se verá<br />

o no se verá aunque por debajo sea?”<br />

Proposición:<br />

En la tribulación del arduo o imposible entendimiento estaba, acezando<br />

tras seguir en vano el rastro de una palabra que me abriera las<br />

puertas de su trovador, cuando de bruces me di con el poeta Zbigniew<br />

Herbert, cuya biografía hace trizas los mapas de las naciones no sin antes<br />

sedimentarse éstas en su lengua vastísima. Polaco de Lwow él, ahora,<br />

en su posteridad, digo, pero otrora brote leopolitano de la Leópolis<br />

de la diócesis latina y al mismo tiempo, aunque sucesivamente –oh, enrevesado<br />

azar en manos de políticos belicosos–, de la Galitzia de los<br />

austrohúngaros, la soviética L’vov, la actual L’viv ucraniana. Estuario de<br />

voces también inglesas y armenias que las aguas de sus padres vertieron<br />

en el río que empezó a ser en 1924. Herbert, todos los Herbert que<br />

en él hablan, se expresa de inmediato por el trujamán Xaverio Ballester<br />

y afirma que “sobre las palabras nos dormimos/ nos despertamos en las<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 30 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


palabras [...] peligrosas son las palabras/ que se desprendieron de la<br />

totalidad/ fragmentos de frases o de sentencias/ inicios del estribillo/<br />

de un himno olvidado [...] es menester sonar pacientemente/ teniendo<br />

esperanza en que el texto se complete/ que las palabras que faltan/ se<br />

integren en esas frases tullidas/ y que la certeza que esperamos/ eche<br />

el ancla”. Pero las palabras de quien con la misma lengua mil lenguas<br />

habla y suena distinto en tanto que igual suena, ¿a quienes las leemos<br />

como nos llegan nos dicen lo que dijeron primero en las mientes del<br />

poeta, en las dudas del poeta, en la boca del poeta, o tal vez en el sueño<br />

del poeta que dormido quedó sobre sus palabras se operó el cambio<br />

de sustancia y de lo pensado y escrito nada a nosotros prueba del mismo<br />

modo?<br />

“¡Al traidor, al traidor!”, gritaban unos con las palabras en las manos,<br />

a punto de chorrearles. “¡Al ladrón, al ladrón!”, se desgañitaba el<br />

dueño de las frases al verlas demudadas y extranjeras. “¡Mandadlo parar,<br />

pues extranjero es quien de extranjero hace o interpreta!” Eso soy,<br />

pues, un extraño, un meteco que aspira a nacer cada vez que se enfrenta<br />

a una obra desconocida escrita en una desconocida lengua; a nacer<br />

de nuevo para no ser remoto y aprender a hablar, que es “aprender a<br />

traducir”, como afirmaba Octavio Paz. Traidor, ladrón, dicen a coro<br />

porque no saben, o no quieren saber, como el sabio mexicano que “el<br />

asombro, la cólera, el horror, la divertida perplejidad que sentimos ante<br />

los sonidos de una lengua que ignoramos no tarda en transformarse en<br />

una duda sobre lo que hablamos. El lenguaje pierde su universalidad y<br />

se revela como una pluralidad de lenguas, todas ellas extrañas e ininteligibles<br />

las unas para las otras”. Así pues, un hombre­isla soy que de nadie<br />

a nadie va, sólo consigo viaja de ningún sitio a ninguna parte y apenas<br />

puede comunicar la gran verdad, que es la gran mentira común del<br />

hombre Paz: “en lenguas distintas los hombres dicen siempre las mismas<br />

cosas. [...] Hay muchas lenguas, pero el sentido es uno”. Sin embargo,<br />

¿qué hacer con las habituales y parece que ineludibles muletillas<br />

de “lo que quiero decir es”, “donde digo ‘digo’ digo ‘diego’”, “lo digo en<br />

el sentido de...”? ¿La confusión babélica no será sino una última prueba<br />

u obstáculo ontológico? ¿La unicidad es un atributo de la pluralidad?<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 31 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


¿El mundo en juego en la ilusión de un espacio accesible para todos es,<br />

como escribía Marina Garcés, solamente un mundo “que apunta a la<br />

unidad” o, por el contrario, “un mundo común”, que “lo hace a la multiplicidad”?<br />

Del mundo me aparto y consuelo busco en quien a su vez se aparta<br />

del mundo. Leo, en las estribaciones de la serranía que diré más abajo,<br />

el parecer de un poeta y traductor, Arnau Pons, acerca de la pregunta<br />

que D. Sam Abrams le formula para “Núvol” sobre la traducción. Dice<br />

aquél, y traduzco, ay, que es “quizá la actualización de un acto crítico.<br />

Me valgo del fondo subversivo del carácter disidente o de la voluntad<br />

de separación de un poeta para poner al día mis inquietudes. Todo esto<br />

se acompaña, indisociablemente, de un movimiento de solidaridad hacia<br />

el poeta que estoy traduciendo, por todo lo que ha dicho y por todo<br />

lo que ha vivido. [...] A menudo se resalta que la traducción es un acto<br />

hospitalario, de acogida, de bienvenida. Es cierto. Sin embargo, el deseo<br />

de integración nunca ha de acabar tapando aquella extranjería que<br />

ha venido al mundo para desconcertar y para enriquecer. No se trata,<br />

pues, de hacer nuestro lo extraño, sino de preservar su naturaleza extraña,<br />

ya que siempre obliga a repensarnos”.<br />

Revelo ahora, al pie de la tarraconense Sierra de Prades, lo escrito<br />

por alguien que conmigo está cuando no estoy; que conozco, pues desconozco;<br />

que soy yo, pues no soy cuando lo digo de esa o de esta manera.<br />

Porque, ¿es posible traducirse a sí mismo? Y si así fuera, ¿en cuántos<br />

“yo” consisto? Y si lo son, ¿cuál de ellos rige, impera?<br />

Epílogo:<br />

[EL REVOLT I LA MEMÒRIA]<br />

Revolt isolat o distant, a l’abast només de l’atzar;<br />

llar d’un oblit constant d’ombres i llums;<br />

regne feréstec de les hores que ningú no ha perdut.<br />

A la fondalada més discreta de la serra, on el silenci es nodreix<br />

[de brises,<br />

el vol dels espiadimonis i el brunzit dels animalons<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 32 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


puntegen a cor les notes del vagareig del bestiar que s’hi acosta.<br />

Els homes també hi són a prop, obrint camins i signant acords<br />

amb la natura i els records. El zum­zum de la memòria<br />

dels rústecs manlleva el so ancestral de la llunyedat vegetal.<br />

La solitud neix arreu; la solitud dels homes brolla dels arreus<br />

i els esguards sense l’empara del món preexistent<br />

i escampa les seves poncelles indolents, que es confonen<br />

amb la nuesa del pensament isolat o distant ensems com un revolt.<br />

Res humà no germina de grat en l’imaginari impossible del paratge.<br />

Cap brot es deleix per ser pastura d’afamades boques<br />

ni per complir amb la llei natural que subverteixen els homes.<br />

La trobada tampoc no resol, ni naturalment ni humana, a qui<br />

la saviesa o qui ha d’encarnar la temprança. Hi són, però.<br />

Acarades i quasi evanescents, totes dues cabdellen un espai<br />

de serenor on hi és possible concebre de la muda vida<br />

[pertany<br />

[l’eixordadora crida.<br />

L’ajuntament mena al senyal, i tant és qui hi ha deixat l’empremta,<br />

on és la memòria amagada o quina és la llavor que l’ha engegada.<br />

(“La vereda y la memoria: Vereda aislada o distante, azarosa,/ donde<br />

el olvido arraiga entre luces y sombras;/ montaraz reino de horas<br />

sin dueño./ En el rincón más discreto de la sierra, donde las brisas nutren<br />

el silencio,/ insectos y libélulas zumban, revolotean/ y a coro<br />

anuncian la proximidad del ganado./ También los hombres se acercan,<br />

abriendo caminos/ en armonía con la naturaleza y los recuerdos. En la<br />

memoria/ de los hombres persiste el sonido ancestral de la lejanía vegetal./<br />

Circundados de soledad, la de los hombres en los arreos se encuentra/<br />

así como en el desamparo de sus miradas sin pasado;/ con indolencia<br />

germina la soledad, cuyas semillas se integran/ en la desnudez<br />

del pensamiento aislado o distante como una vereda.// Nada humano<br />

nace con brío en el imaginario imposible del paraje./ Ningún vástago<br />

ansía alimentar famélicas bocas/ ni para satisfacer la ley natural que<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 33 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


subvierten los hombres,/ quienes, tras el encuentro, con la naturaleza/<br />

sabiduría y templanza encarnan por igual./ Frente a frente, casi difuminadas,<br />

la serenidad conforman,/ y es posible oír el clamor de la latencia<br />

de la vida./ Del ayuntamiento, la señal: ¿quién es quién,/ dónde se<br />

oculta la memoria, qué semilla le dará forma?<br />

Remate:<br />

Entre la versalita y el paréntesis precedente, ¿hay un hombre, dos;<br />

ningún hombre, todos los hombres? ¿Puede alguien ocupar el lugar de<br />

otro? ¿Puedo yo ser ese otro sin dejar de ser el que creo que soy? ¿No<br />

es el acto de traducir un vano intento de creación primigenia en que no<br />

se borra ningún recuerdo porque nada ha sucedido previamente? ¿Puedo<br />

decir “vengo a ser” y, pese a las comillas, ser yo en la boca de quien,<br />

sin serlo vicariamente, soy yo? ¿Cómo saber, no, más, cómo conformarse<br />

con lo que se nos presenta como lo primero, lo uno, si no confiamos<br />

en su unicidad? ¿Hay un “finis linguae” frente al abismo de la soledad?<br />

JRH<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 34 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


T, e, q, u, i, e, r, o<br />

Andrés Ortiz Tafur<br />

Debo deletrearlo. T, e, q, u, i, e, r, o. De otra manera no puedo. A<br />

veces, mientras ando en otra cosa y acontece un hecho que conduce a<br />

esa declaración (raro), el pronombre sí sale pronunciado de mi boca al<br />

completo. Y dicho suelto, desligado de ese verbo y de ese tiempo verbal,<br />

sin problema. ¿TE pido cita para el médico? TE he cogido veinte euros<br />

del monedero. TE llamaré. TE espero. Ya TE diré, o ya TE lo pasaré, o<br />

ya TE compensaré… E igual ocurre con el verbo: QUIERO manzanas,<br />

QUIERO un incremento de sueldo, QUIERO terminar cuanto antes, QUIERO<br />

librar mañana… Y separando ambas palabras y desligándolas del significado<br />

que contienen articuladas juntas y en ese orden, tampoco hallo<br />

dificultad alguna (ejemplo: QUIERO que TE vayas).<br />

Me ocurrió a partir de lo de Ángela. Regresé poco después de las<br />

seis de la mañana, recién terminado mi turno en fábrica. La encontré<br />

despierta. Hasta ahí correcto. En otras ocasiones también lo hacía; bien<br />

porque debía resolver algún quehacer antes de las ocho; bien porque se<br />

había quedado leyendo o atrapada por la hipnótica programación de la<br />

televisión durante la madrugada (esto sobre todo los viernes); o bien<br />

por un desvelo o por la imposibilidad remota de conciliar el sueño inicial.<br />

<strong>Lo</strong> extraño del momento, de ese día, lo que me condujo a pensar<br />

de inmediato que este caso era completamente diferente, fue su actitud.<br />

Porque además de despierta, la encontré sentada en la silla del recibidor<br />

y con una maleta a su derecha.<br />

Quiero que te vayas. Sólo eso me dijo. Y cuando yo deseé saber más<br />

y rebusqué alguna explicación, se limitó a repetir esas cuatro palabras,<br />

que juntas y en ese orden, y sin el seguimiento de alguna otra (al cine,<br />

a la playa, al campo, al súper, e incluso a la mierda), componen la peor<br />

de las torturas. Al menos, la peor con la que yo me he topado.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 35 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


Casi siempre que uno manda a otro a la mierda, ese otro termina regresando<br />

a la vera del primero, con o sin pestazo a mierda. En primera<br />

instancia no suele pasar de ser una mera advertencia, o el resultado de<br />

una situación de hartazgo. El “quiero que te vayas” es distinto. Encierra<br />

un único y escueto concepto. Y la ausencia de destino (el cine, la playa,<br />

el súper o la mierda), destila a chorros la carencia de cualquier otro<br />

tipo de interés fuera de ese único y escueto concepto. Se produce en<br />

ese instante en el que uno o una ya no precisa conocer nada más de<br />

otro u otra. Es más, se produce en ese instante en el que uno o una necesita<br />

desconocer las señas de otro u otra. Un acabóse. El precipicio del<br />

nunca más.<br />

Me marché. Y no porque el apartamento sea suyo. <strong>Lo</strong> hice porque la<br />

decisión fue suya. Y quitando el primer minuto de desconcierto —en el<br />

que sí balbuceé de forma inconexa la exigencia de una causa, y un segundo<br />

minuto, en el que mi oratoria se entremezcló con el repentino<br />

surgimiento de mi llanto, y juntas mal expusieron la rogatoria de una<br />

nueva oportunidad—, mi comportamiento, hasta la fecha, ha resultado<br />

intachable.<br />

Tras dos semanas en casa de mi madre, una madre como las de antes,<br />

acusadora y estricta, que ha pretendido reinventarme y liquidar de<br />

un plumazo los diez años que llevo viviendo bajo un techo ajeno al<br />

suyo, coincido contigo en esos grandes almacenes. Noto en tu mirada<br />

que te alegras de verme. Te propongo un café. Aceptas. Consigo tu número<br />

de teléfono. Me gustas. Sí, me gustas. Te llamo al día siguiente.<br />

Rehuyes y vuelvo a insistir. Por fin la cena, la copa. Me invitas a tu<br />

apartamento. Hacemos el amor. Y he de reconocer que en cuanto mi<br />

cuerpo se tropieza con el tuyo, la pena por lo de Ángela se diluyó por<br />

completo. Ni rastro. Pensé que lo mismo podríamos emprender algo serio.<br />

<strong>Lo</strong> pensé desde que tu cuerpo y el mío comenzaron a acoplarse.<br />

Luego, tras el acto, conmigo inquieto por la prohibición de fumar dentro<br />

de tu casa, me preguntaste si te quería, y cuando me disponía a<br />

mentirte, a decirte eso que no puedo decir, fue cuando supe a qué se<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 36 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


efería Ángela. Porque Ángela, antes de ese día alrededor de las seis de<br />

la mañana y de aquel “quiero que te vayas”, me convidó a ser honesto.<br />

AOT<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 37 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


La (im)posibilidad de la traducción<br />

Roberto R. Bravo<br />

I<br />

POR QUÉ LA TRADUCCIÓN NO ES POSIBLE<br />

En una primera aproximación podría decirse que la traducción es<br />

una sinonimia entre lenguajes, ya que consiste en decir en otra lengua<br />

(técnicamente denominada lengua de llegada o lengua término) “lo mismo”<br />

que una expresión dada en una lengua de partida. Para confirmar<br />

esta intuición, haríamos bien en preguntarnos qué es la sinonimia. <strong>Lo</strong>s<br />

diccionarios dicen que los sinónimos son palabras o expresiones que<br />

tienen “el mismo significado”... “o similar”, añaden en ocasiones, con<br />

un toque de prudencia. Y es que, como suele decirse y todo buen diccionario<br />

de sinónimos reconoce, no existen dos palabras que tengan<br />

exactamente el mismo significado. <strong>Lo</strong> que es tanto como decir, lisa y llanamente,<br />

que no existen palabras sinónimas…, si por sinonimia entendemos<br />

la diversa expresión de un mismo significado. Dadas la vaguedad<br />

y la imprecisión del lenguaje natural (a diferencia de los lenguajes formales,<br />

como la lógica o la matemática), se sigue usando el término sinonimia<br />

con la aclaratoria de que no hay sinónimos exactos. Emulando,<br />

en teoría lingüística, la precisión de los lenguajes formales, como suele<br />

hacerse en la ciencia, digamos entonces, para ser precisos, que sinonimia<br />

es similitud de significado.<br />

Es sabido que hay muchas maneras de decir una misma cosa, por lo<br />

que, en este sentido amplio, el lenguaje natural abunda en sinónimos.<br />

Si no restringimos el concepto a la palabra, podemos decir, por ejemplo,<br />

que “el anterior presidente de los Estados Unidos” y “el primer presidente<br />

negro de los Estados Unidos” son expresiones sinónimas, así<br />

como la clásica definición de “planeta” como “cuerpo celeste desprovisto<br />

de luz propia” y, en general, las caracterizaciones equivalentes de un<br />

mismo hecho u objeto, como “partieron con el alba” y “se fueron al<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 38 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


amanecer”, o “ser humano” y “habitante del planeta Tierra con capacidad<br />

de desarrollo tecnológico”... Pero las expresiones descriptivas, definiciones,<br />

abreviaciones, paráfrasis y, en general, los términos que caracterizan<br />

de distinto modo un mismo referente, plantean una variedad<br />

de problemas de sentido (ontológicos y epistemológicos), por lo que no<br />

suelen considerarse propiamente sinónimos. Por ejemplo, una descripción<br />

puede variar en el tiempo, por una variedad de razones: “Plutón”<br />

ya no es sinónimo de “el noveno planeta del sistema solar”. Y la composicionalidad<br />

del significado de las oraciones a partir de los términos que<br />

las constituyen pone en entredicho su estricta identidad semántica: el<br />

hecho de que las dos determinaciones anteriores del habitante más<br />

conspicuo de la Casa Blanca designen al mismo individuo no hace que<br />

sus términos componentes “anterior” y “negro” signifiquen lo mismo. Es<br />

un lugar común, desde la literatura culta al habla cotidiana, que las diversas<br />

maneras de expresar un hecho comportan claros o sutiles cambios<br />

de significado. Por razones de tal índole, cuando se habla de sinónimos<br />

se habla comúnmente de palabras. Palabras que —acabamos de<br />

decirlo— nunca son sinónimos exactos. De ahí que pueda hablarse de<br />

una gradualidad de la sinonimia y que algunos diccionarios (impresos y<br />

digitales) distingan aproximaciones de similitud variables. (Descartamos<br />

el morfema como base de la sinonimia, por dos motivos. En primer<br />

lugar, las unidades de significado de las palabras no determinan su similitud<br />

semántica —por dar sólo un ejemplo, alba y amanecer no son<br />

sinónimos en razón de sus respectivos significados, etimológicamente,<br />

“blanco” (latín, albus), y “hacia la mañana” (latín, ad + mane + escere,<br />

indicador incoativo)—, sino que la sinonimia se desarrolla a través del<br />

uso por relación causal, concomitante, metafórica… En segundo lugar,<br />

a pesar de su función constitutiva del significado (en su forma originaria,<br />

no modificada por el uso), no son los morfemas sino las palabras<br />

las unidades funcionales del habla.)<br />

La situación de la sinonimia —o de similitud semántica— a nivel de<br />

palabra plantea un problema para la traducción, ya que decir “lo mismo”<br />

en la lengua término (a la que se traduce) es representar en ésta el<br />

hecho o situación expresado en la lengua de partida; y esta representa­<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 39 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


ción se realiza siempre a nivel de oración (los términos distribucionalmente<br />

independientes que constituyen las “expresiones completas” del<br />

lenguaje en la definición tradicional) o, cuando menos, de frase. Como<br />

fácilmente reconoce todo hablante en una situación comunicativa, la<br />

unidad funcional para la transmisión eficaz de información, la estructura<br />

gramatical operativa mínima que expresa un “pensamiento completo”,<br />

es la oración. Pero hemos visto que, en general, caracterizaciones y<br />

determinaciones diversas de un referente, como las que forman parte<br />

de una oración, suelen constituir representaciones distintas, difícilmente<br />

equivalentes salvo en el referente mismo y son, por tanto, de distinto<br />

sentido. A los ejemplos anteriores podemos sumar los ya clásicos de<br />

“Venus” y “la estrella matutina”, “criatura con corazón” y “criatura con<br />

riñones”, “el número de los Apóstoles” y “la suma del tercero y el cuarto<br />

de los números primos”..., todos los cuales designan los mismos conceptos<br />

pero de manera distinta. Por consiguiente, cualquier oración que<br />

diga “lo mismo” que otra con diferentes palabras transmitirá una idea o<br />

un sentido distintos acerca de la misma situación.<br />

Pero ¿por qué no puede una oración de la lengua término utilizar<br />

“las mismas palabras”, es decir, sus equivalentes a los de la lengua de<br />

partida? Porque tal equivalencia no existe. <strong>Lo</strong>s términos de cada lenguaje<br />

conforman sus propios campos semánticos y sus relaciones distribucionales<br />

(“gramaticales”, en la terminología tradicional) sin que se<br />

encuentre un patrón interlingüístico común. El ejemplo ya clásico son<br />

los nombres de los colores, cuyos límites terminológicos sobre el espectro<br />

visual no coinciden en la mayoría de lenguas. Un ejemplo algo más<br />

abstracto es el pronombre de la primera persona del plural de las lenguas<br />

occidentales (“nosotros”) expresado en indonesio: kami, que excluye<br />

al destinatario de la comunicación; por lo que habría que “traducirlo”<br />

al español —más bien “explicarlo”— como “yo y alguien más, que<br />

no eres tú”. Para incluir al destinatario, el indonesio utiliza kita. Es claro<br />

que “nosotros” en español y otras lenguas occidentales es ambiguo<br />

respecto a los pronombres “correspondientes” kami/kita del indonesio.<br />

Un ejemplo quizá más drástico son las dos palabras: cho, yas, que emplea<br />

el burushaki (una lengua de Pakistán) para designar la dicotomía<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 40 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


“hermano/hermana”: cho se aplica tanto al hijo como a la hija de los<br />

mismos padres si es del mismo sexo que el hablante; mientras que si es<br />

del sexo opuesto, el hablante usará la palabra yas. Ambos términos del<br />

burushaki pueden designar, pues, tanto a hombre como a mujer; obviamente,<br />

la distribución semántico­relacional difiere de la que establece<br />

la “correspondiente” pareja de términos de las lenguas occidentales. 1<br />

En swahili hay seis géneros gramaticales, la mayoría indicativos de algún<br />

rasgo semántico, frente a sólo los dos o tres (cuando incluyen el<br />

género neutro) típicos de las lenguas europeas (por lo general de carácter<br />

exclusivamente gramatical, carentes de información semántica: la<br />

mano/el pie…). 2 Lévy­Strauss refiere que en la lengua chinook del noroeste<br />

americano, una proposición como “el hombre malvado ha robado<br />

al pobre niño se expresaría así: “la maldad del hombre ha robado a<br />

la pobreza del niño”. 3 Pero incluso lenguas más cercanas genéticamente<br />

exhiben diferencias semántico­estructurales como, por ejemplo, la del<br />

diverso campo semántico que representa la distinción masculino/femenino<br />

frente a las lenguas que carecen de ella. Traducir “amiga” al inglés,<br />

pongamos por caso, no ofrece, en principio, ninguna dificultad; en<br />

cambio, en sentido inverso, el traductor se ve obligado, por las características<br />

semánticas del español, a decidir si friend designa a un amigo o<br />

una amiga. Otro ejemplo familiar para muchos lectores será la diversa<br />

distribución del espacio que operan los pronombres o adjetivos demostrativos<br />

del español y el inglés, respectivamente: “este/ese/aquel” vs.<br />

this/that.<br />

La general incongruencia semántica de las palabras entre una lengua<br />

y otra, sumada al hecho de que la estructura gramatical de las lenguas<br />

de partida y de llegada será también distinta, hace que la traducción<br />

palabra por palabra o traducción literal, trasladando a la última<br />

lengua el orden y las relaciones distribucionales de la primera, resulte<br />

1 <strong>Lo</strong>s ejemplos del kami y el burushaki los da J. C. Catford: A Linguistic Theory of Translation, Oxford<br />

University Press, <strong>Lo</strong>ndres, 1965 (Trad. esp.: Una teoría lingüística de la traducción, UCV, Caracas,<br />

1970).<br />

2 John Lyons: Introduction to Theoretical Linguistics, Cambridge University Press, <strong>Lo</strong>ndres, 1968<br />

(Trad. esp.: Introducción en la lingüística teórica, Teide, Barcelona, 1975).<br />

3 Claude Lévy-Strauss: La pensée sauvage, Librairie Plon, París, 1962 (Trad. esp.: El pensamiento<br />

salvaje, FCE, México, 1994).<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 41 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


cuando menos en una torpe expresión, que en ocasiones puede ser incluso<br />

difícil de entender: lo que suele llamarse una mala traducción.<br />

«Cada lengua —escribe J. C. Catford— es, desde el punto de vista<br />

de la forma, sui generis, y la correspondencia formal, en el mejor de los<br />

casos, una aproximación grosera, [por lo que] se ve claramente que los<br />

significados formales de los textos [correspondientes] de la lengua origen<br />

y la lengua término rara vez pueden ser los mismos.» 4<br />

Dicho brevemente: a nivel de oración, que es el nivel “natural” de la<br />

traducción, el sentido será distinto si no se emplean las mismas palabras<br />

(o sinónimas cercanas) que en el otro lenguaje. Pero esas palabras,<br />

salvo rara excepción, no existen, ya que cada lengua determina de manera<br />

independiente sus propios significados y su propia organización<br />

composicional. La consecuencia es que no hay forma de establecer una<br />

correlación precisa entre oraciones de distintas lenguas al carecer de<br />

elementos constitutivos (semánticos, estructurales) comunes. Las lenguas<br />

naturales son inconmensurables.<br />

II<br />

POR QUÉ LA TRADUCCIÓN ES POSIBLE<br />

En efecto, los estudios históricos comparativos revelan que no existen,<br />

en general, elementos semánticos o estructurales comunes que permitan<br />

establecer relaciones de correspondencia unívocas entre las diversas<br />

lenguas. La investigación sobre universales lingüísticos arroja resultados<br />

tan generales (todas las lenguas tienen vocales) o relativos<br />

(una lengua que presente distinción de género en la segunda persona<br />

también lo tendrá en la tercera, no necesariamente a la inversa) que<br />

con frecuencia son de poca utilidad práctica… y muchas veces de carácter<br />

meramente estadístico (como, precisamente, el “universal” anterior).<br />

5 No obstante, la obvia existencia de “expresiones completas” del<br />

lenguaje es un universal gramatical que, pese a su generalidad, aporta<br />

los elementos suficientes para posibilitar la traducción: la oración es la<br />

4 Catford, ibid.<br />

5 Teresa Moure: Universales del lenguaje y linguo-diversidad, Ariel, Barcelona, 2001.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 42 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


mínima unidad distribucionalmente independiente (otras son el párrafo,<br />

el discurso..., compuestas por yuxtaposición de oraciones) en la que<br />

todas las lenguas coinciden en la asignación del campo semántico: lo<br />

que normalmente llamamos la expresión de un hecho, una situación o<br />

un pensamiento completo. La oración es, pues, el nivel más elemental<br />

en el que puede establecerse una equivalencia de significado entre expresiones<br />

de distintas lenguas. Este hecho lingüístico justifica la intuición<br />

básica, corroborada por la experiencia, de que la oración es la unidad<br />

funcional de traducción.<br />

Pero hemos visto (a) que no existe sinonimia propiamente dicha a<br />

nivel de oraciones; y (b) que mucho menos la hay, en general, entre palabras<br />

de distintas lenguas (ya que ni aún, estrictamente hablando, la<br />

hay dentro de un mismo lenguaje). ¿Bajo qué criterio, entonces, podríamos<br />

juzgar si una traducción dice “lo mismo” que la oración de la lengua<br />

de partida?<br />

Cuando dos sistemas son inconmensurables (y las lenguas naturales<br />

lo son, en general), la correlación a nivel estructural es inviable. Pero<br />

pueden compararse a nivel de sus efectos o consecuencias. Se habla de<br />

equivalencia fuerte o estricta cuando puede establecerse una correspondencia<br />

estructural, y de equivalencia débil cuando ambos sistemas coinciden<br />

sólo en sus resultados. En el caso de la traducción, el traductor<br />

debe actuar, primero, como un usuario normal del lenguaje para decodificar<br />

la información recibida; en una segunda fase, en lugar de responder<br />

al mensaje, como haría el hablante en una situación comunicativa,<br />

codificará el mensaje recibido en otro sistema lingüístico, de modo<br />

que pueda ser entendido ahora por usuarios de otro lenguaje. Ha establecido<br />

así, técnicamente hablando, una equivalencia débil entre los<br />

dos sistemas lingüísticos basándose en la correspondencia entre ambos<br />

a nivel de resultado: una oración (o conjunto de oraciones) como representación<br />

de una situación.<br />

Desde luego que, por lo que hemos visto, la estructura de la representación<br />

será distinta, en general, en ambos lenguajes (las diferencias<br />

o similitudes léxico­semánticas y gramaticales serán menores entre lenguas<br />

genética o históricamente emparentadas y mayores, presumible­<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 43 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


mente, entre lenguas pertenecientes a distintos troncos genéticos o<br />

cuanto más separadas estén las ramas evolutivas). Pero ello no impedirá<br />

la posibilidad de representación de la situación (el hecho o el “pensamiento<br />

completo”) en su globalidad, aun cuando los detalles de las<br />

relaciones estructurales internas de lo representado puedan diferir. Esto<br />

es algo bien conocido por todo traductor y que plantea no pocos problemas.<br />

En efecto, en la traducción no basta con expresar simplemente en la<br />

lengua de llegada la situación o el hecho referido en la lengua de partida.<br />

Esto es algo que puede hacerse de varias maneras, como hemos visto,<br />

desde dentro de un mismo lenguaje. Si la traducción consiste en decir<br />

“lo mismo” que en la otra lengua, deberá hacerse reflejando en la<br />

lengua de llegada los rasgos del conjunto de la situación que la lengua<br />

de partida recoge en la expresión original..., desde luego, utilizando los<br />

recursos propios de la lengua a la que se traduce —que, como sabemos,<br />

tendrá un léxico y una estructura diferente.<br />

Como dice García Yebra: «Si la traducción tuviera que reproducir todos<br />

los detalles de la estructura formal, léxica, morfológica y sintáctica<br />

del texto [de partida], sería, en efecto, imposible. Pero la traducción no<br />

consiste en reproducir exactamente las estructuras formales de un texto,<br />

sino en reproducir su contenido.» Y expone: «La regla de oro para<br />

toda traducción es […] decir todo lo que dice el original, no decir nada<br />

que el original no diga, y decirlo todo con la corrección y naturalidad que<br />

permita la lengua a la que se traduce.» 6<br />

Este dictum es nada menos que el ideal de la traducción y, como<br />

todo ideal, rara vez realizable. Salvo en el caso de lenguas muy estrechamente<br />

emparentadas, como pueden ser en algunos aspectos el catalán<br />

y el español, o el portugués y el gallego, lo normal es que debido a<br />

las características intrínsecas de cada lengua, la reproducción del contenido<br />

de una en la otra rara vez pueda ser exacta. Una sencilla muestra<br />

es nuestro ejemplo anterior de la palabra del español “amiga” que un<br />

traductor debiera verter al inglés: la naturaleza neutra del adjetivo en<br />

esta lengua le obligará a usar el término “equivalente” friend, portador<br />

6 Valentín García Yebra: Teoría y práctica de la traducción, Gredos, Madrid, 1997.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 44 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


de una ambigüedad que no está en la lengua de origen; dependerá de<br />

su ingenio la elección del lugar pertinente para introducir en el texto<br />

<strong>traducido</strong> el rasgo hasta ahora ausente /femenino/, probablemente<br />

aprovechando el uso del pronombre she (“ella”) —con lo cual inevitablemente<br />

estará distribuyendo la información de manera distinta a<br />

como lo hace la lengua de partida (quizás incluso manejando un factor<br />

sorpresa que no aparecería en el original). A la inversa, dada la estructura<br />

morfosemántica del español, al traducir friend a esta lengua el traductor<br />

se verá constreñido a escoger entre “amigo” o “amiga”, con lo<br />

cual introducirá un rasgo y, en consecuencia, una información que no<br />

se halla presente (al menos en ese punto) en la expresión original. La<br />

consecuencia inevitable, en uno y otro caso, es, cuando menos, una distinta<br />

presentación si no una reelaboración del contenido.<br />

III<br />

«TRADUTTORE, TRADITORE»<br />

<strong>Lo</strong> mejor —en realidad, lo único— que puede hacer el traductor es,<br />

considerando el conjunto de la oración, su unidad básica de trabajo, o,<br />

en ocasiones, unidades mayores como el párrafo o un conjunto de párrafos<br />

(o, en casos límite, como puede ser la poesía, la totalidad del texto),<br />

incorporar el contenido en la lengua de llegada de la manera más<br />

cercana posible a como se encuentra en la lengua de partida, teniendo<br />

en cuenta no sólo el contenido referencial básico, sino los contenidos<br />

metalingüísticos y paralingüísticos (referencias intra y extratextuales,<br />

connotaciones, sugerencias, intenciones, actitudes…) que se hallan presentes<br />

en el texto. Por lo que, propiamente, la traducción es una reescritura<br />

con requisitos muy estrictos.<br />

Catford describe la equivalencia de traducción como la sustitución<br />

del texto de la lengua de partida por otro de la lengua de llegada que<br />

represente los mismos rasgos de la situación, de tal manera que «mientras<br />

mayor sea el número de los rasgos situacionales comunes a los significados<br />

contextuales de ambos textos, “mejor” será la traducción».<br />

Como muestra de la dificultad de esta tarea, ofrece el siguiente ejemplo<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 45 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


extraído de Mi infancia, de Máximo Gorki. 7 El niño, Gorki, está en cama<br />

enfermo y recibe la visita de su abuela, que ha viajado Volga abajo desde<br />

Nijni Novgorod, población cuyo nombre podría traducirse literalmente<br />

como “Villanueva (Novgorod) de Abajo (Nijni). Hay que advertir<br />

que el verbo ruso priyti (venir, llegar) implica el modo “a pie”, rasgo situacional<br />

incluido en esa lengua. Entre el niño y la abuela se produce la<br />

siguiente conversación (traducción literal entre paréntesis):<br />

Ty otkuda prišla<br />

(¿Tú de­dónde llegaste­a­pie?)<br />

S verkhu, iz Nižnego, da ne prišla<br />

(De arriba, de Abajo, y no vine­a­pie)<br />

Po vode­to ne khod’at<br />

(En el agua no se anda)<br />

Escribe Catford: «El niño encuentra esto divertido y desconcertante;<br />

se pregunta quién vive en el piso de arriba y de abajo de la casa, y<br />

cómo puede una persona bajar la escalera sin hacer uso de los pies y<br />

qué tiene que ver el agua con todo eso.»<br />

Nótese que la dificultad de esta traducción no se relaciona con diferencias<br />

culturales en un sentido amplio, sino propiamente lingüísticas,<br />

de las que es sólo un ejemplo particular. A esas diferencias, que son específicas<br />

para cada par de lenguas, hay que sumar las variables socioculturales,<br />

que sin duda ejercen una función en el texto, de para quién<br />

y para qué, por qué medio, cuándo y por qué se traduce. Sin olvidar,<br />

desde luego, las diversas y sutiles connotaciones del significado que<br />

ejercen funciones emotivas, conminativas..., además de las variantes<br />

geográficas y sociales, todo lo cual se expresa de manera distinta en<br />

cada lengua no sólo en la elección de la palabra y la construcción gramatical,<br />

sino a través de modos, tiempos y rasgos aspectuales diversos,<br />

e incluso en las opciones de colocación, la frecuencia de aparición de<br />

los términos, la pertinencia de determinados usos..., más la diversa función<br />

estética del lenguaje..., y se tendrá una idea del complejo cuadro<br />

7 Catford, ibid.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 46 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


de variables que debe manejar el traductor para decir en la lengua de<br />

llegada “lo mismo” que encuentra en la lengua de partida.<br />

RRB<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 47 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 48 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


POESÍA<br />

A veces me subo por las paredes<br />

Javier Pérez Walias<br />

Para Constantino Sánchez­Carralero<br />

A esta hora,<br />

con la luz casi en cenizas de la tarde,<br />

los vencejos invaden el jardín por el oeste.<br />

De la balaustrada adentro de la casa<br />

aún puedo sentir<br />

cómo se siente el frío poco antes de que llegue<br />

el alma tersa del carámbano a los labios,<br />

el impacto brutal de un gancho sobre el pómulo<br />

o el vómito de la bilis amarilla a las espátulas.<br />

Puedo hacer oídos sordos a los gritos lejanos de la higuera<br />

y de la fuente y de la aurora.<br />

Pero, por más esfuerzo que pongo en el empeño,<br />

no puedo rehuir este no ser<br />

que me amordaza<br />

−día y noche en cualquier bosque−<br />

las tripas como un cepo hambriento para lobos.<br />

A esta hora,<br />

con la luz casi en cenizas de la tarde,<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 49 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


en los pinceles de lo que acaso fue rozado<br />

por el paso del tiempo<br />

o por su filo,<br />

atrincherado en la fresca oscuridad de la hiedra y los limones,<br />

puedo sentir<br />

el sollozo de un caballo joven que se inmola<br />

con los primeros astros de la noche,<br />

el agua tibia que aguarda en el barreño<br />

la alegría,<br />

en tropel,<br />

de un ejército de ángeles desnudos,<br />

un desnudo al óleo olvidado en el cuarto ropero de la plancha,<br />

el estruendo sordo de un suicidio<br />

a pistola<br />

que nos despierta, a bocajarro, para el invierno y su presencia,<br />

un aleteo triste en la tenada,<br />

una anciana junto al hijo, unos cuerpos<br />

en pie de guerra ya sin vida,<br />

un poeta,<br />

un perro gris atropellado y aún caliente<br />

y un caballete puro, preñado de lirios blancos, en medio del salón<br />

donde fuimos tan felices.<br />

Afuera, a esta hora,<br />

con la luz casi en cenizas de la tarde,<br />

sobre las estacas de la cerca y los espinos<br />

los jilgueros y la vida<br />

acaso<br />

se detengan.<br />

JPW<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 50 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


Sometimes I climb the walls<br />

Terence Dooley<br />

For Constantino Sánchez­Carralero<br />

At dusk,<br />

with the light in ashes almost<br />

swallows invade the garden from the west.<br />

From the balustrade inside the house<br />

I still can feel<br />

as you feel cold near before it comes<br />

the glossy icicle­soul on my lips,<br />

the right­hook strike my cheek,<br />

the yellow bile on the spatula.<br />

I can turn a deaf ear to the cries from the fig­tree,<br />

from the fountain, from the dawn.<br />

But, however hard I try,<br />

I can’t ignore this non­being<br />

muzzling,<br />

day and night,<br />

my gut like a wolf­trap hungry for wolves.<br />

At dusk,<br />

with the light in ashes almost<br />

on the brushes of what perhaps was grazed<br />

by the passage of time<br />

or by its blade,<br />

hunkered down in the cool dark of ivy and lemons,<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 51 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


I can sense<br />

the sob of a stuck colt<br />

as the first stars brighten,<br />

warm water in the basin awaiting<br />

a delighting<br />

swarm,<br />

an army of naked angels,<br />

a naked oil forgotten in the ironing­room,<br />

the muffled report from the gun<br />

of a suicide<br />

waking us point blank to winter come,<br />

a dismal flapping of wings in the outhouse,<br />

an old crone with her son, bodies<br />

on the warpath, lifeless now,<br />

a poet,<br />

a dog killed by a car, still warm,<br />

and a pure easel, pregnant with lilies and roses,<br />

in the centre of the living­room<br />

where we were so happy.<br />

At dusk, outside<br />

with the light in ashes almost,<br />

on the fence­posts and the thorn<br />

goldfinches and life might stop.<br />

TD<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 52 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


El pasajero<br />

Valle­Inclán<br />

¡Tengo rota la vida! En el combate<br />

de tantos años ya mi aliento cede,<br />

y al orgulloso pensamiento abate<br />

la idea de la muerte, que lo obsede.<br />

Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,<br />

poder hacer la cruz sobre mi frente,<br />

y sin saber de amigo ni enemigo,<br />

apartado, vivir devotamente.<br />

¿Dónde la verde quiebra de la altura<br />

con rebaños y músicos pastores?<br />

¿Dónde gozar de la visión tan pura<br />

que hace hermanas las almas y las flores?<br />

¿Dónde cavar en paz la sepultura<br />

y hacer místico pan con mis dolores?<br />

VI<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 53 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


Il passeggero<br />

Guido Micheli<br />

Rotta è la mia vita! La battaglia<br />

di tanti anni il mio respiro ormai l’annega,<br />

e lo spirito orgoglioso l’attanaglia<br />

l’idea della morte che lo piega.<br />

Vorrei vivere nel mio universo,<br />

farmi la croce in fronte ed ignorare<br />

chi mi è amico e chi mi è avverso,<br />

solitario, vivere per pregare.<br />

[Vorrei vivere con me, isolato,<br />

farmi la croce in fronte ed ignorare<br />

chi mi è ostile e chi alleato,<br />

solitario, vivere per pregare.]<br />

Dov’è la verde valle sull’altura<br />

tra greggi e musici pastori?<br />

Dove poter godere d’una visione sí pura<br />

che fa gemelle l’anime coi fiori?<br />

Dove scavarmi in pace la sepoltura<br />

e far mistico pane coi miei dolori?<br />

GM<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 54 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


ARTES VISUALES


ARTES VISUALES I


Ellen Kooi


ARTES VISUALES II<br />

Okusora Keita


ARTES VISUALES III


Rob DePaolo


ARTES VISUALES IV<br />

Ángeles Agrela


ARTES VISUALES V<br />

Christine Ellger


ENTREVISTAS<br />

I<br />

Eduardo Moga<br />

Eduardo, ¿qué es traducir, qué significa y ha significado para ti<br />

el hacerlo en literatura?<br />

Traducir supone otra forma de escribir. Parte de una lectura extrema<br />

del autor <strong>traducido</strong> y desemboca en una creación propia, aunque se<br />

ejerza sobre una plantilla ajena. Traducir me mantiene la muñeca caliente<br />

y, además, me somete a una tensión muy saludable para mi propia<br />

labor creadora. Por eso me gusta traducir a autores relativamente<br />

lejanos de mis propias inclinaciones estéticas: porque me obliga a sumergirme<br />

–y a entender– otras estrategias de escritura, otras sensibilidades<br />

y formas de percibir el mundo. Traducir lo igual o muy similar a<br />

lo que yo escribo me parece onanista. Una buena traducción ha de conjugar,<br />

a mi juicio, estos dos propósitos: comprender el texto original,<br />

sin errar en su interpretación ni en los efectos que aspira a producir, y<br />

verterlo persuasivamente al idioma de llegada. De los dos, necesarios<br />

por igual, acaso el segundo sea el más importante: el texto debe funcionar<br />

en el idioma de destino; ha de ser literatura también en ese idioma.<br />

El autor <strong>traducido</strong>, de haberlo escrito en la lengua a la que se vierte,<br />

habría escrito como lo hemos hecho nosotros.<br />

¿Cómo situarías el papel del traductor a día de hoy? Dentro de<br />

la cadena del libro, me refiero, pero también a nivel cultural, sobre<br />

su importancia en el hecho de trasladar y crear literatura y conocimientos.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 133 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


El traductor ha sido siempre, y en buena medida sigue siendo, un<br />

elemento imprescindible para la transmisión de la cultura. El conocimiento<br />

de otras literaturas y, por lo tanto, de otras culturas ha sido posible,<br />

a lo largo de la historia, gracias a los traductores. Imagínate lo<br />

que sería acercarse a las civilizaciones orientales o africanas, o a la cultura<br />

árabe, sin profesionales competentes que vertieran sus obras a<br />

nuestro idioma. Un ejemplo muy revelador de la importancia que han<br />

tenido es la transmisión de la cultura grecolatina hecha por la Iglesia,<br />

con sus traductores y copistas, en la Edad Media. La anonimia de aquellos<br />

traductores y copistas no perdura hoy, por fortuna, pero su irrelevancia,<br />

sí, por desgracia. El traductor sigue siendo el patito feo, el eslabón<br />

débil, el convidado de piedra, de la fiesta del libro. <strong>Lo</strong>s críticos y<br />

reseñistas siguen omitiendo la valoración de su trabajo y, con frecuencia,<br />

incluso su mención en sus artículos, y no suele haber un análisis<br />

crítico de la tarea de traducción en los medios culturales ni académicos.<br />

Incluso para las editoriales el traductor es un empleado secundario, al<br />

que se paga mal y del que se olvidan en cuanto les ha entregado una<br />

traducción aceptable.<br />

Sobre todo has <strong>traducido</strong> poesía, que además, puede ser muchísimo<br />

más complejo que traducir prosa, aunque siempre depende,<br />

claro, pero ya el hecho de que la poesía, a veces, sea casi un lenguaje<br />

propio, hace del traducirla un bonito reto. Entonces, ¿cómo<br />

encaras un poema a traducir y cuándo dices “ok, así sería”?<br />

El proceso siempre es el mismo: primero leo de corrido el original<br />

del libro que he de traducir; luego me informo sobre el autor y, si puedo,<br />

sobre las circunstancias personales, históricas y sociales en que lo<br />

compuso; y por fin leo y releo varias veces cada poema. Procuro luego<br />

acopiar todas las versiones que ya existan de ese libro (o de esos poemas)<br />

y, por fin, me siento a traducir. Escribo una primera versión, cotejo<br />

las dudas o puntos oscuros que presente con las traducciones ya publicadas<br />

de ese mismo texto, si las hay, e inicio un largo proceso de corrección,<br />

en el que procuro pulir el texto como pulo mis propios poe­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 134 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


mas: haciéndolo más concreto, más preciso, eliminando toda superfluidad,<br />

ajustando la puntuación y los efectos rítmicos, buscando siempre<br />

alternativas léxicas que respondan mejor, más significativamente, a los<br />

términos originales. Hecho lo cual, dejo dormir algún tiempo (todo el<br />

que me permita el plazo de que disponga para entregarla, que no suele<br />

ser muy largo) a la traducción y la retomo: hago entonces el último repaso<br />

y la cierro. El momento en el que digo “ok, así sería” es, otra vez,<br />

el mismo en el que lo digo cuando se trata de mis propios poemas, aunque<br />

no puedo racionalizarlo: la intuición me dice que, si sigo tocando el<br />

texto, lo estropearé.<br />

Y siguiendo un poco este hilo… y dada tu condición de poeta,<br />

¿cuando traduces poesía te sientes a su vez poeta, en el sentido de<br />

autor de poesía?<br />

Por supuesto. El traductor de poesía se hace poeta al traducirla. Y<br />

muchos poetas, como José Ángel Valente u Octavio Paz, han presentado<br />

sus traducciones de otros poetas como obras propias. <strong>Lo</strong> que lee el<br />

lector de la versión traducida es otro poema, constituido por otras palabras<br />

y otros silencios, con un ritmo distinto, con presupuestos diferentes.<br />

Todo eso es obra del traductor. Claro que todo eso nuevo remite a<br />

un original, cuya estructura, estrategias expresivas y, sobre todo, efectos<br />

en el lector pretende reproducir. Pero el resultado es, y debe ser,<br />

siempre autónomo. Yo sería partidario, por ejemplo, de que el nombre<br />

del traductor figurara inmediatamente debajo del autor del texto original<br />

en las cubiertas de los libros, y con una tipografía igual, casi como<br />

si fueran coautores de ese libro. De hecho, lo son.<br />

Sobre el propio lenguaje, el idioma, y la realidad… acabas de<br />

publicar tu segunda entrega de “Corónicas de Ingalaterra”, ¿cómo<br />

has vivido la, digamos, realidad que ofrece el inglés versus la realidad<br />

ofrecida por el castellano? O si no hay diferencia… Y, ¿qué ganarían<br />

o perderían tus crónicas si se vertieran al inglés?<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 135 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


Cada idioma reproduce una forma singular de pensar la realidad o,<br />

si se prefiere, articula de manera diferente ese pensamiento. Hasta cierto<br />

punto, lenguajes diferentes te proyectan en realidades diferentes,<br />

porque te obligan a encajarla en hormas distintas, sin las cuales esas<br />

realidades, en rigor, no existen. El lenguaje es, dicho muy groseramente,<br />

más sintético, más monosilábico, más sincopado, que el castellano.<br />

Eso genera unos ritmos particulares de pensamiento y, si me apuras, de<br />

aproximación al mundo. Yo me he encontrado muy a gusto escribiendo<br />

mis Corónicas de Ingalaterra con mi castellano de toda la vida. De hecho,<br />

hacerlo ha sido protector. Uno se recoge en su lengua como una<br />

tortuga en su caparazón o un erizo en sus espinas. El castellano se<br />

hace, en mi caso, aún más interior, aún más mío: me envuelve por dentro<br />

y define un espacio en el que sólo estoy yo. Eso le da una pureza –y<br />

también una extrañeza– singulares, que no había experimentado cuando<br />

el idioma me rodeaba por entero. La relación con las palabras se intensifica,<br />

como si cada una portara un significado más entrañado, una<br />

vibración más prístina. Uno se da cuenta, cuando vive en un país en el<br />

que su idioma no es el idioma de todos, de con cuánta intensidad esa<br />

lengua lo constituye: es su razón y su memoria, la carne de sus sentimientos;<br />

es él mismo.<br />

No sé qué ganarían o perderían mis Corónicas si se vertieran al inglés,<br />

como dices. <strong>Lo</strong> que sí sé es que me gustaría mucho que se tradujeran.<br />

Y si me permitieran ganar algún dinero, aún más.<br />

Un poco al margen del hecho de traducir como tal, pero no mucho…<br />

leyendo tu literatura se queda uno pensando en cómo eres<br />

capaz de “traducir” a tus palabras tan bien el mundo que te rodea…<br />

es muy mágico leerte, creas realmente un mundo sobre el<br />

propio mundo, como que llegas a ver donde otros no alcanzan,<br />

muestras el detalle donde se encuentra el humor, está genial. Pienso<br />

entonces si escribir no será en realidad traducir a nuestra manera<br />

el lenguaje de la vida, entonces, ¿qué es para ti el lenguaje y la<br />

palabra?<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 136 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


Podría responder a esa pregunta diciendo que es como preguntar<br />

qué es el aire para un ser humano: pues aquello, invisible, sin lo cual<br />

no puede vivir. Pero contestaré lo que es para mí la poesía, que tengo<br />

por la más alta forma del lenguaje y la palabra. La poesía es la máxima<br />

expresión del arte verbal: la que toma a las palabras, no sólo como instrumentos<br />

de comunicación, sino también como entidades sensoriales,<br />

y las utiliza para crear belleza y despertar la emoción. La poesía me sirve<br />

para descubrir nuevos ámbitos de la realidad, y para alterarla a través<br />

del lenguaje. También para sumergirme en mí mismo, y descubrirme,<br />

o interrogarme, o destruirme. La poesía me permite suspender el<br />

tiempo: el instante se hace eterno y olvido que he de morir. Gracias a la<br />

poesía vivo más: soy más, y quizá, también, me quieren más. Yo, como<br />

García Márquez, escribo para que me quieran mis amigos.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 137 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


II<br />

Javier Calvo<br />

Javier, ¿qué representa para ti el hecho de traducir?<br />

Primero de todo, una vocación, que viene de antes de que yo empezara<br />

a hacerlo de forma profesional y que espero seguir desarrollando<br />

toda mi vida. En cualquier caso, la profesionalización de la traducción<br />

me parece muy importante dentro de la vida cultural de un país, aunque<br />

le reconozco aspectos tanto positivos (la creación de un contingente<br />

de traductores literarios experimentados y capacitados para hacer de<br />

vehículo entre dos tradiciones literarias) como negativos (la industrialización<br />

del proceso que viene de forma casi inevitable). En otro orden<br />

de cosas, pienso que la traducción literaria es posiblemente a día de<br />

hoy la mejor escuela de escritura que existe. Yo abogaría por usar la<br />

traducción literaria como método principal de formación para el autor<br />

de literatura, que de hecho es algo que tiene una tradición larguísima,<br />

se remonta al mundo clásico. En mi caso ciertamente creo que ha sido<br />

mi gran escuela de escritura.<br />

¿Es el traductor en realidad autor… o, podría considerarse<br />

como tal según el caso? A mí personalmente me gusta mucho<br />

aquello de “texto interpretado –en tal idioma– por...”. Aunque bueno,<br />

siempre depende mucho de la complejidad y carisma del texto<br />

y del lenguaje empleado, pero qué opinas sobre esto.<br />

No, yo no creo que el traductor sea el autor del texto <strong>traducido</strong>. Me<br />

parece una exageración terrible y un menoscabo para el verdadero autor.<br />

Creo que el traductor literario debe de contar con más margen para<br />

ser creativo en su trabajo del que le permite hoy en día el sistema editorial,<br />

pero creo que ese margen tiene que servirle justamente para encontrar<br />

soluciones que le sirvan para ser más fiel al original. Fiel no en<br />

la letra, sino a todos los niveles del texto. En mi experiencia, el traduc­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 138 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


tor debe encontrar una distancia óptima con el texto original, una distancia<br />

que le permita usar sus propios recursos y llegar a los lugares<br />

adonde no puede llegar con un tipo de traducción más literal. Esto nunca<br />

se hace al servicio del traductor, sino siempre del autor <strong>traducido</strong>.<br />

Después, mirando un poco más, muchos textos son <strong>traducido</strong>s<br />

por varias manos, primeras traducciones, luego revisores, tanto de<br />

correcta sintaxis como de estilo, convirtiéndose así en un trabajo<br />

en equipo realmente elaborado. Creo que has vivido esta experiencia<br />

de varias maneras, ¿cómo es el proceso desde dentro?<br />

Puede ser muy frustrante, la verdad. Es cierto que el texto de las traducciones<br />

que se publican es el resultado de un trabajo colectivo, donde<br />

el traductor hace la mayor parte del trabajo y después los editores,<br />

correctores y demás departamentos de la editorial intervienen en distintos<br />

momentos. El problema, en mi opinión, no es este trabajo colectivo<br />

en sí. La lógica que hay detrás de estas prácticas me parece saludable,<br />

y se resume en la necesidad de paliar las limitaciones y los errores<br />

del traductor individual. En la práctica surgen varios problemas. Uno es<br />

que el traductor casi nunca puede trabajar estrechamente con los correctores,<br />

ni trabajar con un corrector de confianza con el que tenga un<br />

buen entendimiento o una buena comunicación. <strong>Lo</strong> mismo pasa con el<br />

editor: entre editor y traductor tendría que haber un contacto estrecho<br />

y un diálogo continuo. No lo hay porque no hay ni tiempo ni dinero<br />

para ello. Tanto el traductor como el corrector trabajan además con prisas<br />

y con restricciones importantes de plazos. El otro gran problema es<br />

que el proceso de edición está industrializado y casi “mecanizado”, y se<br />

utilizan normas de estilo y de corrección dictadas por instituciones<br />

como la RAE. Aunque esto no se perciba mucho, en realidad estas normas<br />

lo que hacen es uniformizar y limar las diferencias entre textos, generando<br />

un “idioma de traducciones” que tiende a ser neutro y algo pobre.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 139 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


Has <strong>traducido</strong>, del inglés al castellano, casi toda la obra de David<br />

Foster Wallace, es una labor impresionante, la verdad. Por un<br />

lado, ¿cómo ha influido en tu propia literatura? Y por otro, retomando<br />

la primera pregunta, pero más en concreto ¿cómo fue traducirle,<br />

cómo lo has vivido?<br />

Bueno, más que una influencia lo veo parte de un aprendizaje. Es<br />

difícil dejarte influir por un autor que traduces. En primer lugar porque<br />

estás todo el tiempo traduciendo a autores distintos con estilos completamente<br />

discordantes y mundos personales opuestos. Yo creo que la<br />

gran influencia que ejercen los autores que traduces es precisamente inmunizarte<br />

contra la influencia. Aprendes a ser transparente, una especie<br />

de medio o vehículo para estilos distintos. A fin de cuentas, no puedes<br />

escribir influido por todos. <strong>Lo</strong> que haces finalmente es flexibilizarte,<br />

deshacerte un poco de tu “ego”. Por otro lado, hay autores como Wallace<br />

que tienen un estilo tan avasallador que resultan completamente inimitables<br />

sin hacer el ridículo. Pero uno aprende con todos los autores<br />

que traduce y yo por ejemplo he aprendido muchísimo con muchos de<br />

ellos: Don Delillo, Denis Johnson, Iain Sinclair, Alan Moore, J. M. Coetzee,<br />

David Peace, <strong>Lo</strong>vecraft, etc.<br />

Está casi establecido tácita y académicamente el que hay que<br />

traducir al idioma materno, pero el hacerlo a la inversa creo que<br />

también puede dar buenos resultados, y siempre dependerá mucho<br />

del traductor en concreto, pero no sé, por divagar un poco, ¿qué<br />

pros y contras percibes en cada dirección?<br />

Prácticamente nadie traduce a un idioma no nativo porque el aprendizaje<br />

es muy largo y costoso, y la adquisición de un idioma que no es<br />

tuyo desde la infancia casi siempre se detiene un paso o dos antes del<br />

nivel requerido para la traducción literaria. Esto solamente se puede<br />

contrarrestar con circunstancias vitales muy concretas, que son las mismas<br />

exactamente que se requieren para empezar a escribir tu obra original<br />

en un idioma adquirido y no en uno natal. En cuanto uno se vuel­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 140 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


ve competente para escribir en un idioma adquirido, ya puede traducir<br />

en ese idioma, obviamente. Y aunque no es una circunstancia muy habitual,<br />

cabe pensar que lo será cada vez más porque el mundo es cada<br />

vez más global y la gente cada vez cambia más de país y de tradición.<br />

Ha salido hace poco tu ensayo “El fantasma en el libro”, que<br />

abres de una manera muy bella y potente: “La Historia de la Traducción<br />

puede leerse como un cuento. Su argumento sería bastante<br />

tradicional: la historia de una Caída. De lo sagrado a lo profano.<br />

De lo heroico a lo cotidiano.” Y sigues con los Setenta Traductores,<br />

es buenísimo. ¿Cuál es el fantasma que descubriremos, qué nos<br />

ofreces en esta obra sobre el mundo de la traducción y los traductores?<br />

Es un libro que puede parecer de divulgación, aunque supongo que<br />

en realidad es más bien un libro de tesis basado en mi experiencia y<br />

mis opiniones personales. Supongo que se ha leído como un libro más<br />

divulgativo o didáctico porque hace una crónica de la historia de la traducción<br />

muy orientada al público lector que está interesado en la literatura<br />

pero no necesaria o particularmente en la traducción. En este sentido<br />

todo el argumento está hilvanado a base de ejemplos de autores y<br />

autoras del canon que todo el mundo conoce o al menos de quienes<br />

todo el mundo ha oído hablar. En última instancia, sin embargo, el libro<br />

funciona a partir de la contraposición entre el tiempo en que la traducción<br />

literaria era una modalidad de la creación literaria y el tiempo<br />

en que la traducción literaria se convirtió en una actividad industrial<br />

basada en la competencia idiomática. Es un texto abiertamente nostálgico,<br />

que incluye un diagnóstico del presente en términos no demasiado<br />

positivos, aunque tampoco me parece un libro pesimista. En cualquier<br />

caso, siempre pensé que debía existir un tratado sobre la traducción<br />

literaria al alcance del gran público, en una gran editorial y que se<br />

centrara en el idioma español. El problema con la literatura sobre la<br />

traducción, en mi opinión, es que o bien suele restringirse a un discurso<br />

académico (en mi opinión estéril) o bien es difícil de encontrar o inclu­<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 141 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


so está orientada básicamente a escritores. Por ejemplo, algunos de mis<br />

libros favoritos sobre traducción, de Octavio Paz, César Aira o Marcelo<br />

Cohen, salieron en editoriales pequeñas y son muy difíciles de conseguir.<br />

Supongo que en cierta manera, aunque mi interés personal no<br />

está necesariamente alineado con lo masivo ni lo comercial ni la escena<br />

de las grandes editoriales, quería con este libro ir un poco por ahí.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 142 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 143 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 144 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


COLABORADORES<br />

SERGI BELLVER<br />

Autor de la fotografía: Moramay Kuri.<br />

Sergi Bellver (Barcelona, 1971). Es autor del libro de relatos Agua dura (Ediciones<br />

del Viento, 2013) y profesor de narrativa desde 2008. Sus cuentos han aparecido<br />

en una decena de antologías en España y Latinoamérica. Ha escrito crítica literaria<br />

para medios como el suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia o la revista<br />

Qué Leer, y ha trabajado como editor, periodista cultural, guionista y librero. Editó<br />

los libros colectivos Chéjov comentado (2010), Mi madre es un pez (2011; con<br />

Juan Soto Ivars) y Madrid, Nebraska (2014), y ha prologado nuevas traducciones<br />

de El jugador, de Dostoievski, y, en catalán, de La metamorfosi, de Kafka. Colabora<br />

como editor en Avispero. “De intrusos y traidores” se incluye en Cuaderno de<br />

dunas. Diarios 2017. Puedes visitarlo en http://www.sergibellver.com/<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 145 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


JORDI COROMINAS<br />

Escritor nacido en Barcelona, 1979. Es una de las voces más innovadoras y<br />

poliédricas del actual panorama español. Autor de más de una decena de libros, ha<br />

cultivado géneros bien distintos. Ha publicado tres novelas, dos en catalán y una en<br />

castellano, entre las que destaca José García. Es considerado un ensayista de<br />

prestigio, con obra publicada tanto en italiano (Macrina la Madre, 2005) como en<br />

castellano, “Barcelona 1912: El caso Enriqueta Martí”, que vio la luz en otoño de<br />

2014. Asimismo Corominas es reconocido internacionalmente como poeta.<br />

Mediante su proyecto <strong>Lo</strong>opoesía ha roto el muro de la solemnidad del verso para<br />

acercarlo al público con una propuesta que mezcla recitación en directo, mezclas<br />

musicales, audiovisuales y escenografías hasta crear desde lo diverso una unidad<br />

absoluta. Entre sus poemarios más destacados figuran Paseos Simultáneos<br />

(Vitruvio, 2010), Oceanografías (Vitruvio, 2012) y las seis suites loopoéticas<br />

publicas en Versos y Reversos, siendo La risa extinta la última de ellas, con la que<br />

cierra un ciclo de ocho años de actuaciones continuadas. Corominas desarrolla una<br />

importante labor de crítica literaria y social en varios medios, entre los que cabe<br />

mencionar El Mundo, El Diario, El Confidencial y Radio3. Ha realizado la<br />

traducción de los poemas de Jean Cocteau al castellano: “La mentira que siempre<br />

dice la verdad”. También ha escrito “El teclado”, su primera obra teatral.<br />

http://www.corominasijulian.blogspot.com<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 146 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


MACARENA TRIGO<br />

Macarena Trigo (Madrid, 1979). Actriz, poeta y directora de teatro. Licenciada en<br />

Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Historia del Arte y Comunicación<br />

Audiovisual. Desde 2005 reside en Buenos Aires. Trabaja como asistente de<br />

dirección en La omisión de la familia Coleman (Dir. Claudio Tolcachir), e imparte<br />

talleres de dramaturgia y creación escénica.<br />

Como autora y directora estrenó Esas cosas que se dicen y son tan extrañas, Por eso<br />

las curitas, Ella también lo está pasando mal, Pie para el beso y La lluvia y otras<br />

cigüeñas.<br />

Títulos publicados: Ser sin orillas. Premio Concurso Iberoamericano Textos<br />

Dramáticos CELCIT 40 Aniversario, Buenos Aires, 2015. Polaroids de aeropuerto<br />

bajo lluvia y otras breves escenas sin Bruce Willis, Buenos Aires, 2015. Cuatro<br />

Angelitos, Anaya, Madrid, 2008. <strong>Lo</strong>s poemas perdidos de Eleonora que Mariana<br />

encontró no sabe dónde. Premio V Certamen de Poesía Iberoamericana Víctor Jara,<br />

Amarú, Salamanca, 2006. Cuaderno Porteño, y Último cuento. Premios Letras<br />

Jóvenes de la Junta de Castilla y León, 2003 y 2004.<br />

Colabora en revistas culturales como Continuidad de los libros, El cuaderno<br />

cultural, Dos disparos, En el margen, Obituario, Monolito, Por qué tiemblan.<br />

Escribe en www.mecagoenlabohemia.blogspot.com<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 147 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


JULIO VERNE<br />

Julio Verne (Jules Gabriel Verne, 1828­1905), escritor, poeta y dramaturgo francés.<br />

Nacido en Nantes, Francia, es autor de Viajes extraordinarios, serie de novelas de<br />

aventuras magistralmente documentadas y elaboradas en las que se enmarcan sus<br />

libros mundialmente conocidos Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil leguas de<br />

viaje submarino, La vuelta al mundo en ochenta días, De la Tierra a la Luna, La isla<br />

misteriosa, <strong>Lo</strong>s hijos del capitán Grant, Miguel Strogoff y Cinco semanas en globo,<br />

entre otras muchas novelas, llegando a escribir hasta sesenta y convirtiéndose con<br />

el paso de los años en una de las figuras más relevantes de la literatura universal.<br />

El texto que hemos publicado en este número fue publicado inicialmente en su<br />

traducción al castellano por Semanario familiar pintoresco, en su Tomo I, número<br />

1, en el año 1879, y hemos mantenido el mismo castellano empleado en aquella<br />

época: las maravillas de los idiomas, que fluyen, cambian y se transforman como<br />

río haciendo su propio cauce y fondo a lo largo del tiempo y las geografías.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 148 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


JORGE RODRÍGUEZ HIDALGO<br />

Jorge Rodríguez Hidalgo (Cornellá de Llobregat, Barcelona, 1961) es Licenciado en<br />

Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha<br />

colaborado en diversos medios de comunicación barceloneses y madrileños, labor<br />

que ha alternado con quehaceres editoriales. En el ámbito de la literatura, ha<br />

publicado los poemarios Humanódromo (Barcelona, 1997), La sobriedad de la<br />

distancia (Madrid, 2004) y El follador del puerto (Barcelona, 2014). En la<br />

actualidad, prepara en el mismo género las obras Suma de desmesuras. Paisajes<br />

con derrotas y El revolt i la memòria, este último escrito en la bella llengua<br />

catalana, como le gustaba decir a Cervantes. Rodríguez Hidalgo ha cultivado<br />

también la novela con La última vuelta del perro (Zaragoza, 2007), novela<br />

reeditada en <strong>Excodra</strong> Editorial. En el sufrido terreno de la traducción, ha vertido al<br />

castellano la obra francesa Brasil (Barcelona, 1999), texto a cuatro manos de<br />

Isabelle Maltor y Monique Badaró­Campos. Por último, ha <strong>traducido</strong> al gran autor<br />

ampurdanés Josep Pla en Diccionario Pla de literatura (2001), según la<br />

compilación del mallorquín Valentí Puig, y La Segunda República española. Una<br />

crónica, 1931­1936 (2006).<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 149 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


ANDRÉS ORTIZ TAFUR<br />

Andrés Ortiz Tafur (Linares, 1972). Músico y colaborador habitual en medios de<br />

prensa escrita. Es autor de dos libros de relatos: Caminos que conducen a esto (El<br />

desván de la memoria, noviembre 2013) y Yo soy la locura (Huerga & Fierro, abril<br />

2015), con el que obtuvo el XXIV Premio Anual de Escritores Noveles.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 150 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


ROBERTO R. BRAVO<br />

Conferenciante, escritor y traductor. Doctorando en Filosofía (Univ. Santiago de<br />

Compostela), Magister Scientiarum en Lógica de la Ciencia (Universidad Central de<br />

Venezuela), especializado en filosofía analítica. Profesor Investigador de lógica,<br />

lingüística y filosofía del lenguaje, metodología e historia de la ciencia. Ha sido<br />

Director del Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la UCV. Profesor<br />

de Metodología, Epistemología y Filosofía de la Ciencia (Univ. de Vic). Asesor<br />

lingüístico y literario.<br />

Consultor de contenidos científicos y educativos. Autor de “Una definición del<br />

significado en los lenguajes naturales” (UCV, Caracas, 2001) y “Técnicas de<br />

argumentación lógica” (Introducción Intuitiva a la Lógica Práctica, vol.1) (ANFO,<br />

España, 2010), además de textos educativos, ensayos y relatos literarios.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 151 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


JAVIER PÉREZ WALIAS<br />

Escritor nacido en Plasencia, 1960. Es licenciado en Filología Hispánica por la<br />

Universidad de Extremadura. Dirigió junto a José Manuel Fuentes la colección de<br />

poesía «Cuadernos del Boreal». Ha colaborado en revistas especializadas de<br />

literatura como El Maquinista de la Generación, Turia, Cuadernos del Matemático o<br />

Quimera y en ediciones y catálogos con pintores y artistas plásticos como Rafael<br />

Carralero, Javier Roz o Javier Alcains. Pérez Walias ha publicado, entre otros, los<br />

siguientes libros de poemas: Versos para Olimpia (Málaga, Ediciones<br />

Imperdonables, 2003), <strong>Lo</strong>s días imposibles (Tres figuraciones) (Calambur, Madrid,<br />

2005), Cazador de lunas (Seis aguafuertes de Juan Carlos Mestre con ocasión de<br />

Cazador de lunas de Javier Pérez Walias) (Málaga, 2007), Largueza del instante<br />

(«Colección Provincia», León, 2009, Premio de la XVII Bienal de Poesía «Provincia<br />

de León», 2008), Arrojar piedras (La Isla de Siltolá, Sevilla, 2011) y Al Qarafa (De<br />

la Luna Libros, Mérida, 2013). Una amplia muestra de su poesía ha sido recogida<br />

en Otrora. Antología poética 1988­2014 (Calambur, Madrid, 2014), con selección y<br />

prólogo del poeta, crítico y traductor Eduardo Moga.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 152 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


TERENCE DOOLEY<br />

Terence Dooley (Cornwall, 1950) es traductor y poeta. Como traductor ha<br />

realizado la antología Selected poems de la poesía del español Eduardo Moga, que<br />

se publicará en UK (Reino Unido) en el próximo mes de abril. Asimismo, ha<br />

<strong>traducido</strong> poemas de Javier Pérez Walias para la revista "Poem", y recientemente<br />

sendos poemarios de Mercedes Cebrián, Pilar Adón y Mario Martín Gijón. Como<br />

poeta, sus textos han sido publicados en revistas españolas como "El cuaderno",<br />

"Turia" y "Quimera". Terence Dooley es actualmente el albacea de la obra de la<br />

escritora inglesa Penelope Fitzgerald, habiendo editado, entre otros títulos, The<br />

Blue Flower/La flor azul, versión en español con traducción revisada y posfacio<br />

(Impedimenta, Madrid, 2014), el ensayo A House of Air (2005) y So I Have<br />

Thought of You. The Letters of Penelope Fitzgerald (2008).<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 153 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


VALLE­INCLÁN<br />

Valle­Inclán (Ramón María del Valle­Inclán, 1866­1936). Nació en Vilanova de<br />

Arousa y murió en Santiago de Compostela. Fue poeta, dramaturgo, traductor,<br />

cronista y novelista. Dentro de su inmensa y casi inabarcable producción literaria<br />

destacan sus series de novelas como Sonatas: Memorias del Marqués de Bradomín,<br />

El ruedo ibérico, La guerra Carlista, sus poemarios El pasajero, La pipa de kif, sus<br />

series de relatos como Femeninas y Jardín umbrío y sus obras de teatro El marqués<br />

de Bradomín, Comedias bárbaras, Luces de Bohemia y Retablo de la avaricia, la<br />

lujuria y la muerte.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 154 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


GUIDO MICHELI<br />

Guido Micheli nació en Milán, Italia, en 1985, aunque ha vivido sobre todo en un<br />

pueblo a las orillas del Lago Como, en el norte de Italia. Actualmente reside en<br />

Barcelona. Diplomado en Filología Inglesa y Española por la Università degli Studi<br />

(Milán, Italia), en 2009 editó su primer libro "Io ci fumo sopra", una colección de<br />

cuentos, con la editorial Cicorivolta. Ese mismo año fundó el fanzine literario "Le<br />

tre piume" que sigue existiendo y en su versión en castellano como Las tres plumas.<br />

Ha <strong>traducido</strong> al italiano la obra de Vicente Muñoz Álvarez, Marginales: Emarginati,<br />

en la editorial <strong>Excodra</strong>.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 155 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


ELLEN KOOI<br />

Nacida en 1962 en Leeuwarden, Países Bajos. Vive y trabaja en Haarlem como<br />

profesora en la Minerva Art Academy en Groningen, Países Bajos.<br />

Educación:<br />

1993­94 Postgraduado en Arts por la Rijksacademy, Amsterdam, Países Bajos.<br />

1981­87 Art Academy ABK, Minerva, Groningen, Países Bajos.<br />

Ultimas Exposiciones:<br />

"Crossings", Torch Gallery, Amsterdam, Holanda.<br />

"Undertones", Musée de La Roche­sur­Yon, la Roche­sur­Yon, Francia.<br />

"Undertones", Centro de Arte Alcobendas (CAA), Alcobendas, Madrid.<br />

“As it happens”, Galerie Les Filles Du Calvaire, París, Francia.<br />

“Miradas de mujeres”, Centro Nacional de Fotografía de Torrelavega, Cantabria.<br />

“Días Transparentes”, camara oscura galeria de arte, Madrid.<br />

“Recent Photography”, Catharine Clark Gallery, San Francisco, EEUU.<br />

“Sables mouvants”, Lille 3000, Lille, Francia.<br />

“Next to me”, Torch Gallery, Amsterdam, Países Bajos.<br />

“Luz holandesa”, Espacio Líquido, Gijón.<br />

Puede visitarla en http://www.ellenkooi.nl<br />

Sus fotografías son cortesía de la artista y camara oscura galería de arte, Madrid.<br />

http://www.camaraoscura.net<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 156 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


OKUSORA KEITA<br />

Okusora Keita. Graphic designer / Art director / Illustrator. I live in Kagawa, Japan.<br />

I have worked as a graphic designer since 2006, working on posters, catalogues and<br />

brochures for various companies. I started to delve into becoming an artist in 2012.<br />

I fuses various motifs and non­realistic views of the world, carefully creating a<br />

sense of floating reality. I explores the “outside and inside of expression.<br />

http://okusorakeita.tumblr.com/<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 157 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


ROB DEPAOLO<br />

A child of the 70s and 80s, Rob was first introduced to photography through his<br />

family’s Kodak Instamatic and Polaroid cameras. After immersing himself in the<br />

photography classes offered at his high school, he went on to study photography in<br />

college where he spent the better part of his first two years in the darkroom<br />

processing film and refining his printing technique. This resulted in a very strong<br />

attention to detail which he continues to employ in his shooting and postprocessing,<br />

even in today’s digital era of photography.<br />

After changing his college major to Philosophy (earning his B.A. in 1994 from<br />

UMASS Amherst and his M.A. in 1996 from Boston College), Rob’s photography<br />

took a back seat for a few years while he experimented with other artistic mediums<br />

including drawing, painting, and music. He then returned to his first love,<br />

photography, yet brought with him much of what he learned while exploring other<br />

artistic mediums.<br />

Rob draws much of his inspiration from groundbreaking B&W film photographers<br />

of the past century such as Duane Michals, Ralph Gibson, Arnold Newman, Robert<br />

Mapplethorpe, William Mortensen, Ralph Eugene Meatyard, Jerry Uelsmann, and<br />

many others. In addition to the dozens of contemporary photographers who also<br />

inspire him on a daily basis, one photographer/artist stands out as a particularly<br />

strong influence—Lasse Hoile. Rob is also influenced by visual artists working in<br />

other mediums including Rene Magritte, Francis Bacon, Edward Gorey, Salvador<br />

Dali, and Storm Thorgerson.<br />

http://robdepaolophotography.com<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 158 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


ÁNGELES AGRELA<br />

Ha residido en Nápoles, La Habana, Berlín y actualmente vive y trabaja en<br />

Granada. Artista multidisciplinar que trabaja con medios muy diversos como el<br />

tejido, el vídeo, la fotografía, la instalación, la pintura o el dibujo. Su proceso<br />

creativo normalmente sigue una línea argumental y un grupo de obras va dando<br />

paso a otras como partes de una misma historia. Su trabajo siempre ha estado muy<br />

relacionado con el cuerpo y también trabaja frecuentemente con referencias al<br />

propio arte, o al hecho de ser artista, o qué tipo de artista.<br />

Desde 1994 ha celebrado más de cuarenta muestras individuales tanto en galerías<br />

privadas de España y Holanda como en instituciones públicas de Italia, Francia,<br />

Alemania y España, y ha colaborado en exposiciones colectivas en Suiza, México,<br />

Berlín, Miami, Brasil o Nueva York.<br />

También ha recibido diversos galardones a lo largo de su carrera, como el premio<br />

BMW de pintura 2015 o el Premio de Artes Plásticas del Gobierno de Cantabria<br />

2010.<br />

Su obra se encuentra presente en colecciones como la del Centro Andaluz de Arte<br />

Contemporáneo, (Sevilla), el Museo Artium, (Vitoria), el Museo de Arte<br />

Contemporáneo Unión Fenosa, (A Coruña), la Colección L´Oreal, España, la<br />

Biblioteca Nacional de España, (Madrid), la Colección Caja San Fernando y<br />

Fundación El Monte, (Sevilla), la Colección Cajastur, (Gijón), la Caja Vital Kutxa,<br />

(Vitoria) o el Gobierno de Cantabria.<br />

www.angelesagrela.com<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 159 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


CHRISTINE ELLGER<br />

German fine art photographer Christine Ellger was born in Dresden and took up<br />

photography as a hobby 11 years ago. At first she was just capturing the scenes and<br />

objects around her but then she focused on digital editing and photo manipulation.<br />

She says "My life has become interesting and exciting through this hobby. It makes<br />

me perceive the Beauty. All the time, often unconsciously, I am on the search for<br />

motifs. I hunt and collect beautiful pictures. For a good result the image is editted".<br />

Her images reflect pure creativity of her imaginative mind each of which takes you<br />

away for a while.<br />

http://www.tuttartpitturasculturapoesiamusica.com/2016/02/Christine­<br />

Ellger.html © Tutt'Art@ | Pittura * Scultura * Poesia * Musica |<br />

https://500px.com/chrellger<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 160 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


EDUARDO MOGA<br />

Eduardo Moga (Barcelona, 1962) es licenciado en Derecho y licenciado y doctor en<br />

Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Ha publicado 18 poemarios,<br />

entre los que destacan La luz oída («Premio Adonáis», 1996), Las horas y los labios<br />

(2003), Cuerpo sin mí (2007), Bajo la piel, los días (2010), Insumisión (2013;<br />

premio al mejor poemario del año de la revista Quimera, 2013; Latino Book Award,<br />

EE. UU., 2014) y El corazón, la nada (Antología poética 1994­2014) (2014). Ha<br />

<strong>traducido</strong> a Ramon Llull, Frank O’Hara, Évariste Parny, Charles Bukowski, Carl<br />

Sandburg, Arthur Rimbaud, William Faulkner y Walt Whitman, entre otros autores.<br />

Practica la crítica literaria en «Letras Libres», «Cuadernos Hispanoamericanos»,<br />

«Turia» y «Quimera». Es responsable de las antologías <strong>Lo</strong>s versos satíricos.<br />

Antología de poesía satírica universal (2001), Poesía pasión. Doce jóvenes poetas<br />

españoles (2004) y Medio siglo de oro. Antología de la poesía contemporánea en<br />

catalán (2014). Ha publicado el libro de viajes La pasión de escribil (2013); una<br />

selección de entradas de su bitácora, Corónicas de Ingalaterra, con el título de<br />

Corónicas de Ingalaterra. Un año en <strong>Lo</strong>ndres (con algunas estancias en España)<br />

(2015); y los ensayos De asuntos literarios (2004), Lecturas nómadas (2007) y La<br />

disección de la rosa (2015). Mantiene el blog Corónicas de Españia. Es director de<br />

la Editora Regional de Extremadura y coordinador del Plan de Fomento de la<br />

Lectura.<br />

<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 161 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


JAVIER CALVO<br />

Javier Calvo, Barcelona, 1973. Es desde sus inicios un narrador curtido en las más<br />

oscuras trincheras literarias (su pasión por H.P. <strong>Lo</strong>vecraft y toda la narrativa gótica<br />

del XIX, la superstición, el victorianismo, el momento en el que Viejo y el Nuevo<br />

Mundo se confundían, se superponían, buscaban aliados aquí y allá, queda más que<br />

patente en cada uno de sus escritos), pero también, un narrador universal, por lo<br />

que tienen de singulares sus historias, que consiguen extraer de la realidad una<br />

parte para analizarla en un mundo paralelo, tan parecido al real que resulta incluso<br />

más real que el que pisamos. Curtido y respetado traductor (lo ha sido de Ted<br />

Hughes, Ezra Pound, David Foster Wallace, Chuck Palahniuk, J.M. Coetzee, Donald<br />

Ray Pollock y un largo e impresionante etcétera) y guionista ocasional (suyo es el<br />

guión de Remake, de Roger Gual), Calvo debutó como narrador en 2001, con la<br />

recopilación de lisérgicos relatos Risas enlatadas, a la que siguió su primera novela,<br />

El dios reflectante (2003). En 2005 volvió a los cuentos, con la brillante <strong>Lo</strong>s ríos<br />

perdidos de <strong>Lo</strong>ndres, y dos años después publicó la novela que lo llevaría a<br />

organizar lecturas en librerías norteamericanas: Mundo Maravilloso. Traducida al<br />

inglés, el francés, el alemán y el italiano, y publicada, con un enorme éxito de<br />

crítica, en otros tantos países, la novela fue finalista del premio Fundación José<br />

Manuel Lara en 2008, y relanzó al autor, que sus contemporáneos habían vinculado<br />

sin su consentimiento a la llamada Generación Nocilla, situándolo en un nuevo<br />

escenario, el de la mejor y más personal narrativa española de los últimos años. En<br />

esa línea apuntaba su anterior trabajo, Corona de flores, novela en la que el espíritu<br />

zapping de sus primeras obras dio paso a un entramado dickensiano narrado con<br />

un envidiable (y siempre muy propio) pulso narrativo. Pulso con el que también<br />

está construido El jardín colgante, novela en la que Calvo alcanza una nueva cima<br />

en su narrativa, propia de un narrador en mayúsculas. Acaba de publicar el ensayo<br />

sobre la traducción El fantasma en el libro (Seix Barral, 2016).<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong> 162 <strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong>


<strong>Lo</strong> <strong>traducido</strong> 163 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIV</strong>


LO TRADUCIDO<br />

NÚMERO <strong>XXXIV</strong><br />

ENERO 2017<br />

REVISTA EXCODRA<br />

http://www.excodra.com

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!