Caminos Misión

No fui a salvar a nadie
ni a transformar
su realidad.
No traté de dar nada,
sino de darme
a mí misma.
Fui con miedo, con el
temor propio a lo desconocido,
a aquello que no se pude controlar,
aquello que necesariamente
hay que dejar en manos
de Dios. Se nos pide poner la
confianza en Él y en la Misión.
Pero siempre supera las expectativas
que una lleva.
Me sentí una
más con las Hermanas
de allí
que, desde el
primer momento, me acogieron y a
quienes pongo nombre y rostro y mil
detalles concretos en el día a día.
Traté de poner al servicio de
los demás tanto en AESOMI (Asistencia
a enfermos, ancianos solos
de Micomeseng), como en ATOMI
(Atención a discapacitados)
mi presencia, ya que no
importa el trabajo que se
haga sino la manera
como se trata al otro
y se le quiera y
eso fue lo que
hice.
Resalto en la vida de estas
Hermanas su vitalidad, su callada y
admirable labor misionera, su sencillez,
su dedicación hacia las gentes.
Trabajan y sirven sin hacer
discriminaciones.
He compartido con ellas un
tiempo, una forma de vivir y también
mi fe y su fe. Una fe viva, unas
celebraciones con color y con compromiso
misionero.
Sólo cuando podemos desarrollar
estas experiencias compartiendo
con ellos, sólo con un espíritu
de servicio puedes afrontar proyectos
que superan tu capacidad.
Algunas personas dicen que
hay que tener valor para marcharse.
Pero, no. Sólo hay que tener
fe. Puedo decir que Guinea Ecuatorial
(Micomeseng) me robó el corazón
para siempre y me impulsó a
conocer su cultura, sus costumbres,
para una mejor integración y
cercanía a la gente.
“El Reino de Dios está cerca,
curad a los enfermos,
resucitad a los muertos.
Habéis recibido gratuitamente,
dad gratuitamente.
No temáis de los que pueden
matar el cuerpo, pero no pueden
matar el alma.
Venid a mí los que soportáis el
peso de la vida y yo os aliviaré”.
Sor Leticia con las Hermanas de Micomiseng
Sor Leticia Antón García, H.C.
Provincia de Gijón
Caminos de Misión 43