Caperucita y la verdad escondida

Acabó muy cansada
después de evitar que el lobo, disfrazado
de abuelita, se la comiera.
hasta que sus piernecitas se quedaron
como dos palitos de helado.
Pudo hacerlo gracias a que había entrenado
en el colegio para una maratón en
la que se llevó el tercer premio. Corría
super rápido, y eso la salvó de las garras
del lobo.

Sin embargo pensó que, con toda seguridad, el lobo no se la hubiera
comido. Pero se asustó tanto cuando lo descubrió debajo del gorro y
el vestido de su abuelita
con aquellos tan
y aquella boca tan de ,
que no se paró a averiguarlo.

Ahora, más tranquila, junto a su amigo , el conejo, estaba casi
segura de que no quería hacerle daño.
Sentía que lo había juzgado mal por todo el miedo que tenía.
Al fin y al cabo no lo conocía casi nada.

Y mientras pensaba todo esto, miraba
muy quieta las nubes del cielo para no
perderse ninguna, porque todas, todas,
se parecían a algo que había visto alguna
vez:
Un , el de su profesor
de pintura, un
y la
de su abuela.
Y todas, todas,
parecían suaves, suaves,
como las caricias de
dormir.
al irse a

Las nubes comenzaron a derramarse con pequeñas
gotitas de agua, que recibieron sobre sus
cuerpecitos con agradecimiento...

...como si fueran notitas musicales que arrancaban
un sonido diferente cuando chocaban contra
ellos:

Se pusieron de pie para recibirlas y se
rieron un montón.
Fueron apenas unos minutos, tras los
cuales apareció el y un bellísimo
, con los siete colores, hermanos
de las siete notas musicales:
Se sintió feliz y protegida por él, como
su amigo Lilí.