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otro, resbalaba y veía que me sangraba un costado, goteaba la sangre<br />
en la nieve. No sé si has visto sangre en la nieve. No es algo bonito. Me<br />
dolía el costado, pero de repente me daba cuenta de que alguien me<br />
golpeaba con una mano de nuevo a la altura del estómago y entonces<br />
veía que lo habían hecho con un cuchillo. Ahí me despertaba casi siempre,<br />
me cogías por la frente, tus manos bajaban por mi pecho, seguían<br />
hasta mi cintura en caricias y besos, una lentitud suave de giros y tus<br />
labios. Lo que ocurre es que en ese momento es cuando me despertaba<br />
de verdad porque ahora me percataba de que no estabas y esa era la<br />
pesadilla, saberte lejos o cerca pero lejos en verdad, sin sentirte, posiblemente<br />
volcando la cafetera en la taza de otro.<br />
Me pregunto si en realidad volveré a ver árboles, si no forma parte<br />
eso también de la pesadilla, del sueño de Elisa o el coche que asoma el<br />
morro, la calleja de los gatos, de la luz Boubat de talco, la niñita con el<br />
lazo en la cabeza alargando la mano hacia el hombre orquesta que no<br />
la ha visto. Como te digo es mejor que te hable de Izis porque él representa<br />
mejor que yo lo que quiero decir. Lo dice mejor con ese actor, en<br />
su camerino, después de la actuación, con la pintura de la cara ya cuarteada,<br />
el pantalón con el cinturón colgado de esa percha junto al abrigo<br />
y el suéter, pero especialmente lo percibo en la madre y el hijo que venden<br />
flores en una tarde que yo creo es de noviembre. Es 1950, el niño<br />
debe de tener doce o trece años, ella en torno a los treinta. Miro la foto<br />
y pienso que ellos no saben que estoy ahora observándolos, que repaso<br />
sus caras, sus cuerpos, la gorra del niño, el pañuelo anudado al cuello,<br />
el sombrero de la madre, el Citroën desdibujado del fondo. Es posible<br />
que estén ahora ya muertos. Cuando me detengo en una foto, sabes<br />
bien que siempre me dejo llevar por eso, el inventarme la historia de<br />
ese hombre que bebe acodado y a quien le salen los picos del cuello de<br />
la camisa por encima de la chaqueta, ese beso furtivo en medio de la<br />
calle sin que nadie se fije o la gente del río que fuma o bebe o duerme.<br />
Eso dice mejor lo que siento, mejor que si empiezo con la fiebre o con<br />
la sábana, con la píldora que acaban de darme, un vaso de agua, antes<br />
el taconeo y antes de eso el silencio que es el silencio de nuevo aquí<br />
frente a la ventana desde donde no veo un solo árbol.<br />
<strong>La</strong> <strong>soledad</strong> 23 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXIII</strong>