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Excodra XXXIII: La soledad

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Recuerda una noche en Lubbock donde no pudo pegar ojo sobre<br />

una cama rebelde. Un muelle y la almohada más inflexible de todo Texas<br />

se conjuraron para arrasarlo sin paliativos, por lo que al otro día la<br />

contractura exacta lo puso en el dique seco. Remington pretendía seguir<br />

camino en dirección a Amarillo, pero tuvo que conformarse con<br />

una cama más confortable hasta poder conducir su Rover (llevaba un<br />

coche británico). Su acompañante en aquella cuita lo contemplaba con<br />

incredulidad, tomándose a la ligera sus aspavientos robotizados. R.<br />

Arrebola contraatacó.<br />

–No es el pescuezo lo que me oprime, creo que es algo más hondo.<br />

Pero Honoré Moure, su mánager de aquel tiempo, le contestó encendiendo<br />

un cigarro.<br />

–Ojalá me hubiese sacado el carné –pegó una calada y formó otros<br />

aros.<br />

En ese instante sería absurdo contar en alto su <strong>soledad</strong>, el mal que<br />

hundía a Arrebola desde el principio. Aquel tratante que le cerraba tratos<br />

estaba en el sitio idóneo para pensar en reses y emolumentos, por<br />

eso al ver ganado junto a las vías tuvo un momento de inspiración.<br />

–Iré a comprar espuelas de plata. Te veo mañana para marcharnos.<br />

Zanjó la pena de su cliente con un souvenir de alpaca, pues esa tierra<br />

dura y reseca engaña a los forasteros tiernos.<br />

Con la movilidad bajo mínimos, Remington Arrebola se refugió en<br />

los padecimientos del joven Werther, que lo inducía al suicidio desde el<br />

fondo de una maleta. En ella guardaba libros y versos sueltos. Los contemplaba<br />

embobado en los momentos de desazón.<br />

Cuando cerró los ojos ya con la luz apagada, pensó en la gente que<br />

había esperando para tocarlo en cualquier ciudad. Esas visitas promocionales<br />

lo disociaban más de sí mismo que verse por la pantalla, donde<br />

creía que sus debilidades se insinuaban ante cualquiera. Al día siguiente<br />

tapó sus dudas con brillantina y se puso gafas de sol.<br />

–Hasta la próxima, Buddy Holly, sigue bailando con los coyotes.<br />

Todo Amarillo se echó a las calles repletas de polvo y de topicazos:<br />

sombreros grandes, menús con tacos y quesadillas. En medio de aquel<br />

revuelo, Remington y su agente pasaron sin pena ni gloria por el down­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXIII</strong> 8 <strong>La</strong> <strong>soledad</strong>

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