Excodra XXXIII: La soledad

NARRATIVA
Baile de los coyotes en Amarillo
Antón Rei
Desde su imagen de camuflaje, Remington Arrebola parece así, un
ganador generoso de los que surgen cada cien años. Eso mantienen los
periodistas que forjan la prosa nueva con piezas sucias, ajadas por el
desgaste o algo peor, repiten superlativos largos y más epítetos; con
ellos podrían formar sobre el Ecuador unos aros encadenados por las
vocales. Entonces ese gran público soberano que sacia el hambre de referentes
con pacotilla, entiende al fin el tamaño del despropósito y pide
más vino para llegar al postre.
–Es una cifra asombrosa.
El dato enorme eclipsa a los hechos y su significado, que viajan a la
carpeta donde se guardan las nóminas viejas con las facturas del gas.
Remington Arrebola asiste a esto con la impotencia que causa inspirar
exageraciones y ver a los hombres rasos haciendo cálculos al respecto,
ya sea contando adjetivos rancios o disponiéndolos entorno al meridiano
de Greenwich. Quizás esos periodistas tendrían que hacer los
aros en vertical, con toda su prosa viva surcando Londres y los dos polos.
Se siente de esa manera y también ridículo porque el sufrimiento no
se le nota nada, no deja marcas sobre la piel. Cuando se acerca a algún
conocido y se lo comenta, parece decirle “¿qué tengo aquí?”, y su pareja
en ese diálogo le escruta el rostro para acabar pensando que es una
muestra de hipocondría.
–Nada importante, es sólo una calentura –le dice como si viese algo.
La soledad 7 Excodra XXXIII