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18/11/2016 Kiosko y Más El Correo 18 nov. 2016 Page #36<br />
36 1 OPINIÓN 1<br />
Francisco, los refugiados<br />
y los bancos<br />
JOSÉ IGNACIO CALLEJA<br />
PROFESOR DE MORAL SOCIAL CRISTIANA<br />
Cuando el Papa Francisco<br />
pron un cia su discur so al<br />
III Encuentro Mundial de<br />
Movi m ien t os Popu lares<br />
este profeta cont emporáneo salpica<br />
sus palabras de mil frases lapidarias<br />
qu e el lector ha de int erpr etar<br />
por su cuent a con provecho y facilidad.<br />
Apunt o una que no es la menos<br />
comp rometid a y la comp arten<br />
mi l voces y art ícu los cu ando pregun<br />
tan qué nos pasa para no reaccionar<br />
ante el drama de los refugiados,<br />
después de más de cuat ro mil<br />
mu ert os en el Medite rráneo en el<br />
año en curso . El Papa Francisco lo<br />
dijo así: «¿Qué le pasa al mun do de<br />
hoy que cuando se produce la ban <br />
carrot a de un banco de inm ediat o<br />
aparece n sum as escan dalosas para<br />
salvar lo, pero cuando se pro du ce<br />
est a bancarro t a de la hum anidad,<br />
no h ay casi ni una mil ésima parte<br />
(de dinero) para salva r a esos hermanos<br />
qu e sufr en ta nt o? Y as í el<br />
Medit erráneo se ha convertid o en<br />
un cemen terio. Y no sólo el Mediterráneo<br />
... sino tantos cementerios<br />
junt o a los mu ros, muros ma nchados<br />
de sangre inocente». Est o es lo<br />
que dijo Francisco.<br />
Por mi parte, le había dado algunas<br />
vue ltas a esta misma idea, desde<br />
h ace tiempo, al escuc harla por<br />
boca de no pocos maestros de la moral<br />
y la poesía. Y la conclusión de mil<br />
modos cont ada es parecida: «Europa<br />
ha perdido su conciencia moral».<br />
Ot ra reflexión sería la de «¿cómo<br />
podre mos mi rar a la cara de nues <br />
tros hijos y nietos cuando conozcan<br />
que he mos consentido esta barbaridad?».<br />
Y hasta he leído varias veces<br />
un a últ im a hi pótes is: «¿cómo<br />
aceptar este crimen contra la hum a<br />
nidad a manos de Europa?».<br />
Al escuc har estas voces y de est e<br />
modo pronun ciadas, siempre he sentido<br />
que algui en decía en nu estro<br />
nombre, en el mío desde luego que<br />
sí, algo que compartía desde muy<br />
adentro.Ape lar a la conciencia mo <br />
ral de nues t ros pueblos (Europa) y<br />
reconocer su enfe rmedad term inal<br />
al ignorar mayor it ariamente est a<br />
barbarie contr a los refug iados - refugiado<br />
por varias razones a cual más<br />
forzosa y cruel- siempre conmu eve<br />
y concita cercan ía. Pero con el paso<br />
del tiem po me he hecho más crít i<br />
co y aut ocrítico. Si la conciencia moral<br />
gritada por las plazas ent re la mejores<br />
voces de nuestros pueblos no<br />
está moviendo a la política, y los pueblos,<br />
por derroteros de ju sticia mínim<br />
a; si «la vida de las personas que<br />
hu yen del t error de sus patri as, sobre<br />
todo la vida de los niños, y las<br />
necesidades básicas de esas personas<br />
- siqu iera sea mientras term ina la<br />
guerra y la crisis social que motiva<br />
su huida- , noesel mínimo que acordamos<br />
atender ya ... , e ntonces, h e<br />
ido concluyendo, la denu ncia moral<br />
de los mejores gu ías contemporá <br />
neos no es acertada. Un punto de incredulidad<br />
me ha parecido del todo<br />
necesario para moralizar la palabra<br />
de la denunc ia social en este t iempo.<br />
Y aplicada esa aut ocrítica y sospecha<br />
al caso que nos ocupa, secre <br />
tamente he concluido algo que temo<br />
todavía pronun ciar en alto. A la pregunta<br />
de qué le vamos a decir a nuestros<br />
nietos por haber consentid o en<br />
silencio este comportamien to inhu <br />
mano, y pido disculpas por genera <br />
lizar, mi respuesta cargada de auto <br />
crít ica era: «nada». No les vamos a<br />
decir nada, porque ninguna genera <br />
ción h ace pregunt as de esa natur a<br />
leza a sus padres. Porque sólo los filósofos<br />
mora les y los poet as alcanzan<br />
a escribir sobre esas cuest iones<br />
y las responden con un senti do personal.<br />
Un senti do t an conmov ido<br />
por el sufrim ien to ajeno que, a diario,<br />
padecen un vacío al levan t arse,<br />
come r, viajar, ama r y dorm ir, pero<br />
eso, casi en soledad. Esto que estoy<br />
escr ibiendo es un escán dalo h asta<br />
para mí, y sé muy bien to do lo que<br />
han dicho en t eo logía Metz,<br />
Moltmann o Ellacuría, y lo que han<br />
dicho en filosofia Adorno, Horkheime<br />
r o Habermas, y ot ros excelen <br />
tes maestros más cercanos, y vascos<br />
como yo, que h an llevado la inter <br />
pelación moral de las víctimas hasta<br />
las entrañas de la memoria de la<br />
gente. Pero, qui zá más bien, la han<br />
quer ido llevar, pues la piel de elefant<br />
e con que nos movemos cuan <br />
do hay que ponerse en el lugar del<br />
ot ro, el otro que ha sufr ido y sufre<br />
más que yo, y con mayor injusticia<br />
contra su persona y su vida, es dificil<br />
verificar cuánto y cómo se logra.<br />
Lo creo posible como ejercicio de fe<br />
religiosa y ética, pero la práctica histórica<br />
me indica, con se ntido autocrítico<br />
de mi confianza y esperanza,<br />
ANTÓN<br />
RAMBO 11<br />
que la resp uesta y la pregunta t ienen<br />
un fortís imo contenido retó rico<br />
más que real. ¿Qué vamos a decir<br />
a nu est ros h ijos por haber om itido<br />
este auxilio de las víctimas del Mediterráneo<br />
y los países que lo circundan<br />
por el Sur? Nada, porque lo pregunt<br />
arán con la boca pequeña. Y de<br />
hecho, les pido desde ahora que esté<br />
n atent os a una tentación aña dida<br />
a cada gene ración. Y es que t en <br />
drán oportu nidad de compadece rse<br />
en justicia con otros, «los otros, distint<br />
os a nosotros y, sin embargo, tan<br />
nuestros», a los que habrán de respetar<br />
y acoger en su momento y casi<br />
por lo mismo. Luego este es el tiempo<br />
de hacer justicia y compasión con<br />
los que nos t ocan; n ada de pregun <br />
tas retóricas sobre el mañana o sobre<br />
el alma moral de Europa hasta<br />
ayer. No hay tal; el alma mora l es la<br />
que se prueba cuando llega la dificultad,<br />
y la pregunta definitiva es la<br />
que se hace nuestra generación y sociedad<br />
sobre lo que ahora sucede.<br />
Después ya es demasiado tarde. Siempre<br />
es para el bien hacer memoria de<br />
cua ndo no hemos sido justos y resarcir<br />
a las víctimas en su dignid ad<br />
con justicia, pero es demasiado tarde.<br />
La historia está plagada de víctimas<br />
sin reconocer, pero no está menos<br />
de silencios por víctimas que lo<br />
son ahora o van a serlo sin remed io<br />
maña na. Est o es lo que urge ahora<br />
mismo en filosofia moral y política.<br />
Si el lector vuelve por fin al discurso<br />
del Papa Francisco de donde partíamos<br />
verá que allí se explica sin tapujos<br />
por qué hay dinero para salvar<br />
bancos y no refug iados. Allí se responde,<br />
y tiene que ver con que vivimos<br />
en unas sociedades con la democracia<br />
y la gente secuestradas por<br />
la dictadura del dinero. Vayan y lean.<br />
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