DE DUELO
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El adulto tiende a pensar que, cuanto más pequeño el niño, menos comprende los<br />
aspectos que rodean la muerte y, en caso de entenderlos, muchas personas consideran<br />
que es una comprensión relativa y que no se vive plenamente.<br />
Desde hace mucho tiempo sabemos que esto no es así: los niños, independientemente de<br />
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o presente en sus vidas, todos los niños elaboran el duelo. No podemos decir que no<br />
perciban o no sean conscientes de lo que ocurre.<br />
El menor, por pequeño que sea, jamás es ajeno a lo que sucede a su alrededor. Si esa muerte<br />
implica un cambio, aunque éste sea mínimo, el niño atravesará un duelo. Pensar que no es<br />
consciente de ello no le ayuda, sino que perjudica su desarrollo, ya que debemos tener en<br />
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afrontar esa nueva situación y va a guiarse por el adulto que le acompañe en su proceso.<br />
En resumen: los niños sí se enteran de lo que ocurre, lo que cambia es la forma en que<br />
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los adultos que lo rodean. También provocamos que simulen encontrarse en un estado de<br />
bienestar casi idéntico al del adulto, para ejercer de protectores ellos también: “Bastante<br />
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Si alejamos a los menores de la experiencia de la muerte, con frecuencia les negamos<br />
la oportunidad de despedirse del fallecido, lo que además facilita la comprensión de la<br />
muerte y permite al niño tomar conciencia de que esa persona ha muerto y no la va a<br />
ver más.<br />
Es preferible acompañarles en esa experiencia, facilitarles las despedidas, la expresión<br />
emocional, un escape, a tratar de alejarlos para que no vivan y sientan el dolor o tengan<br />
la posibilidad de sufrir.<br />
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Los adultos solemos angustiarnos ante un niño que sufre. Nos sentimos muy impotentes,<br />
sin saber cómo manejar ese dolor y esa angustia que, además, suele coincidir con la<br />
nuestra, ya que va unida a esa pérdida por la que sufre el niño o el adolescente. Es habitual<br />
pensar que protegiéndoles de las situaciones dolorosas los alejamos del sufrimiento que<br />
éstas generan y, por tanto, crecerán más felices. Pero es necesario que los niños formen<br />
parte del proceso doloroso de la muerte y que no se les excluya de algo tan íntimo y<br />
familiar.<br />
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situaciones complejas. Por otro lado, al hacerlo desprotegemos al menor, porque evitamos<br />
que desarrolle las habilidades necesarias para enfrentarse a esas situaciones complicadas,<br />
dolorosas o traumáticas que la vida pondrá en su camino.<br />
Esta idea está muy extendida, muchos adultos creen que si llevan al niño a un tanatorio,<br />
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doloroso, negativo o imborrable que marcará toda su vida. Normalmente estos adultos<br />
han vivido situaciones similares en su infancia, bien porque el mensaje que se les inculcó<br />
fue el de un posible trauma si veían a un muerto, o porque participaron de los ritos sin<br />
ser advertidos antes de cómo eran y lo que iban a escuchar y ver.<br />
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porque se sienten parte de la familia a todos los niveles, participan del apoyo social y,<br />
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pasado y está ahí.<br />
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