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DE DUELO

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En el caso de los adolescentes, puede ocurrir que por enfado hayan sentido el deseo de<br />

que esa persona muera o deje de ser su pariente, por el hecho de buscar la independencia:<br />

etc. Algunos<br />

<br />

pero la realidad es que esos comentarios acaban generando culpa en los adolescentes y<br />

dudas sobre si el fallecido sabría que en el fondo le querían.<br />

Es bueno que les ayudemos a expresar esos sentimientos de culpabilidad tan destructivos,<br />

ya que de lo contrario pueden hacer que el duelo se complique o se alargue mucho,<br />

porque creen que hay asuntos sin resolver.<br />

La intención es que el niño entienda que los pensamientos, las palabras, las conductas, los<br />

gestos no sólo no matan, sino que tamp<br />

resto de tiempo compartido con la persona fallecida.<br />

<br />

<br />

otras muertes. Por eso, les explicaremos en qué consiste la seguridad y la protección<br />

que podemos ofrecerles en esos momentos. Deben entender que la muerte no es una<br />

“epidemia” que vaya a afectar a todas las personas de su entorno y dejarles desprotegidos.<br />

Explicarles los aspectos más prácticos de su cuidado (cómo va a ser, quién va a recogerles<br />

del colegio, quién les preparará la comida, dónde van a vivir) suele darles tranquilidad y<br />

<br />

nos vamos a ocupar de él y que no le va a faltar nada.<br />

En los niños más mayores y en los adolescentes podemos encontrar un pensamiento<br />

parecido al adulto sobre cómo va a afectar la pérdida a su futuro, es decir, en qué<br />

aspectos va a afectar su vida la muerte de ese familiar. En estos casos pueden aparecer<br />

preocupaciones de corte adulto, como: “¿¿<br />

. Se harán preguntas sobre el estatus socioeconómico de la familia, los privilegios<br />

<br />

afectar la pérdida a su desarrollo y circunstancias, y cómo repercutirá en esas áreas.<br />

Lo que les lleva a hacer estas preguntas concretas es el temor a que, tras la pérdida del<br />

ser querido, se desmorone el mundo y el estilo de vida que llevan. Necesitan saber cómo<br />

se van a ver afectadas las rutinas que les dan seguridad y les permiten predecir el entorno<br />

tal y como lo conocen. Por eso, tras darles la noticia de la muerte, es importante que<br />

<br />

estos no afecten a sus rutinas. Es necesario generar la mínima incertidumbre posible al<br />

niño: necesita saber que su mundo va a estar intacto.<br />

Otro de los temas importantes a abordar con el niño es que la persona que ha muerto no<br />

<br />

en nuestra memoria y nuestro recuerdo, y que siempre podremos recordarlo. Del mismo<br />

modo, si nos pregunta si puede tener otro papá u otra mamá, le explicaremos que él ya<br />

tuvo un papá o una mamá y que no puede tener otro, pero que puede tener a otras<br />

personas que le cuiden igual de bien que lo hacía el fallecido.<br />

<br />

que ha fallecido, o de los detalles que ha vivido o sentido con ella. Debemos explicarle que<br />

<br />

buscar actividades que le ayuden a recordar a esa persona cuando sea “muy, muy mayor”.<br />

En los adolescentes este miedo se exacerba, temen que el paso del tiempo les haga<br />

<br />

Estos temores son reales, pero debemos dirigirles a los recuerdos esenciales y animarles<br />

a hacer cosas que les ayuden a mantenerlos intactos para poder apelar a ellos con el<br />

paso del tiempo. Para generar esos recuerdos es importante hablar de los fallecidos,<br />

de las emociones y sensaciones que tenemos, sin escondernos y sin miedo. No hablar<br />

<br />

el primer momento nombraremos al fallecido y hablaremos de él o ella con la máxima<br />

naturalidad posible.<br />

Otro aspecto a abordar directamente tras la muerte de un ser querido es la expresión<br />

emocional. Desde el primer momento hay que explicar a los niños que es adecuado<br />

expresar lo que se siente. Los adultos podemos y debemos expresar lo que sentimos o<br />

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