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ALGO, CUENTO

Cuento corto de ambiente provinciano que narra las emociones surgidas a raziz del primer amor

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<strong>ALGO</strong> / Diago Villegas<br />

rumores del lugar decían que mi madre era hija de un ingeniero<br />

europeo que estuvo por estos lares durante la construcción del<br />

Teleférico, época en la cual mi abuela estuvo sirviendo en el<br />

comedor de las instalaciones.<br />

Como decía, acompañados de mi hermosa madre, mis hermanos, mi<br />

abuela y yo nos dirigimos esa mañana a la Iglesia. Las campanas<br />

retumbaban en el aire fresco y todo el pueblo lucía galas. En todos<br />

los rostros había espléndidas sonrisas. Era una gran fiesta<br />

dominguera lo que representaba el ritual de la misa. En medio de la<br />

algarabía de los muchachos, de los intercambios de saludos entre los<br />

mayores, del sonar de las campanas y el gorgojeante cántico del río,<br />

avanzábamos por la estrecha calle hasta llegar a la capilla; yo sentía<br />

una gran inquietud, ya que fue el domingo anterior, frente a la puerta<br />

de la iglesia, debajo de la mismísima Santa Cruz, cuando la vi por<br />

vez primera.<br />

Llegamos. La iglesia de mi pueblo es distinta a cuantas he visto en<br />

otros lugares, yo siempre he dicho que si Dios está en alguna iglesia,<br />

de seguro es en ésta. Se encuentra nuestra capilla construida sobre<br />

una pequeña elevación del terreno, lo cual le permite dominar el<br />

extenso valle que se pierde en el horizonte bajo; su fachada es de<br />

una sencillez esplendorosa al igual que sus muebles internos y las<br />

diferentes imágenes que contiene: cuadros con escenas del calvario<br />

de Cristo a lo largo de las paredes; todo esto nos recuerda su<br />

presencia y un inmenso Cristo crucificado en la parte superior del<br />

altar mayor, nos evidencia nuestra propia insignificancia como<br />

hombres pecadores. Pero quizá, lo más impresionante en ella, es el<br />

ambiente que la rodea, un escenario de verde frescor que brinda una<br />

profunda sensación de paz y bienestar a todo aquel que tiene la dicha<br />

de poder presenciarlo. Cada vez que siento penas y quiero encontrar<br />

a Dios, voy hasta allí, lo busco en sus rincones y le rezo una oración.<br />

Aquella mañana el padre habló mucho sobre un tema que inquietaba<br />

a todos. Hablaba de la actitud que el hombre moderno había tomado<br />

Mérida / Venezuela

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