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ALGO, CUENTO

Cuento corto de ambiente provinciano que narra las emociones surgidas a raziz del primer amor

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<strong>ALGO</strong> / Diago Villegas<br />

cosas nuevas que había traído desde la capital, le dijo también que<br />

me llevaría para que la acompañase y le ayudase con los paquetes.<br />

En ese instante al oír que mi madre me llevaría, sentí como si el<br />

corazón quisiese saltar de mi pecho y tuve miedo pues creí que iba a<br />

morir, pero no ocurrió y entonces comencé a creer que la vida me<br />

seria eterna.<br />

Al llegar a la casa de la señora, buscaba con mi mirada ansiosamente<br />

escudriñando todos los rincones, sentía gran malestar por la<br />

impotencia de no poder mirar dentro, en la cocina, en las<br />

habitaciones y no poder verla, solo veía las caras de las señoras que<br />

habían ido a la reunión, y me aferraba fuertemente a los posabrazos<br />

de la silla donde mi madre me había dicho que me sentara a esperar.<br />

Quería preguntar, quería indagar, pero las palabras no salían de mi<br />

boca. El tiempo transcurría lentamente y entre vapores escuchaba las<br />

indicaciones de la señora al presentar su productos, las preguntas<br />

que hacían las damas presentes, y de pronto, en medio de esta<br />

angustia, la mirada de la señora se posó en mí y exclamo: pero que<br />

desconsideración, mírenlo, pobrecito, que aburrido que está, anda,<br />

ve al patio trasero, allí está mi sobrina, conversa con ella. Mi cara se<br />

iluminó, abrí los ojos desmesuradamente en un intento de abrazarla,<br />

de besarla en señal de agradecimiento por haberme leído el<br />

pensamiento y darme esa oportunidad. Caminé apresuradamente<br />

hacia el patio por donde la señora me señalaba, atravesé<br />

precipitadamente la puerta que estaba entreabierta y la vi, me quede<br />

petrificado como si un rayo hubiese frenado mi carrera. La vi, estaba<br />

sentada en un pequeño taburete leyendo algo que parecía ser un<br />

libro. No sé cuánto tiempo permanecí así, en silencio, sin hablar, sin<br />

poder decir nada, peor aún, sin saber que decir.<br />

Me miro sin inmutarse, y dirigiéndose a mí como si nos<br />

conociéramos de toda la vida me dijo: también te aburriste de la<br />

reunión? Son muy fastidiosas esas cosas, pero ellas si se entretienen,<br />

yo no sé porque a los mayores les gusta complicarse tanto la vida<br />

con cosas inútiles y vanidosas cuando existen tantas otras simples y<br />

Mérida / Venezuela

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